NAVARRA
Entre el esencialismo de UPN y el ‘abertzalismo’
La derecha navarra, que según las encuestas volverá a ser la fuerza más votada, agita el avispero de la cuestión identitaria, alertando con machacona fiereza acerca de los peligros del vasquismo y la inmigración
Adriana T. Pamplona , 23/05/2023
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Nacido en plena Transición, el partido Unión del Pueblo Navarro (UPN) se ha convertido desde entonces en la principal fuerza conservadora en Navarra y, sobre todo, en uno de los principales motores ideológicos, hasta el punto de que durante muchos años el PP prefirió pactar con él en lugar de tratar de rivalizar por un mismo nicho electoral –neoliberal en lo económico, pero tradicionalista y religioso en lo moral–. Aquel fructífero pacto se rompería en 2008, dejando al Partido Popular como una fuerza política minoritaria en la región.
UPN ha sido durante décadas una máquina de ganar elecciones, tanto en el Parlamento navarro como en la gran mayoría de las alcaldías importantes, empezando por la capital, Pamplona. El navarrismo, la principal ideología que lo sustenta, junto con un fuerte conservadurismo, nace del entendimiento y la defensa de la Ley Paccionada de 1841, un pacto que, para ellos, realiza Navarra con España en pie de igualdad. Las encuestas para el próximo 28-M lo sitúan de nuevo como la fuerza política preferida de los navarros, augurándole al menos 12 o 13 escaños de los 50 que posee el Parlamento, si bien existe la posibilidad de que nuevos pactos entre fuerzas abertzales y progresistas lo dejen en la oposición.
La pérdida del Gobierno foral en 2015 tras casi treinta años en el poder supuso un duro golpe para la formación regionalista
La pérdida del Gobierno foral en 2015 tras casi treinta años en el poder supuso un duro golpe para la formación regionalista, que desde entonces agita el avispero de la cuestión identitaria navarra, alertando con machacona fiereza acerca de los peligros que representan el vasquismo y la inmigración, entre otras supuestas amenazas.
Entre tanto, las fuerzas abertzales, representadas por Geroa Bai y EH Bildu, tienen también opciones de reeditar la coalición de Gobierno y de hacerse con algunas de las alcaldías más disputadas. Con planteamientos aperturistas y más progresistas, tratan de responder al reto, nada sencillo, de defender en el siglo XXI simultáneamente los fueros, el euskera y la identidad navarra, al tiempo que prometen continuar con las políticas sociales, plantarle cara a Madrid y abrirse sin reservas a todo aquel que desee establecerse para vivir y trabajar en la región.
Del norte euskaldun al sur sin apenas vascohablantes
Navarra es una Comunidad Autónoma que cuenta en la actualidad con una población de 661.831 personas (datos del segundo semestre de 2022) y aglutina en apenas 10.421 kilómetros cuadrados una gran diversidad geográfica, climática e incluso lingüística. El norte verde y mayoritariamente euskaldun, que se extiende hasta dar paso a la conocida como Zona Media (en la que se encuentra la capital, Pamplona) contrasta con un sur mucho menos lluvioso –que aloja incluso el desierto de las Bardenas Reales– en el que los vascohablantes son apenas una minoría, otro hecho que genera no poca controversia por razones que explicaremos más adelante. En el año 2022 se contabilizaron 111.397 personas empadronadas de origen migrante, lo que representa el 16,78% de la población total, levemente superior a la media estatal, que se encuentra actualmente en el 15,2%.
En medio de la gran disparidad paisajística, lingüística y humana, tratar de encajar todas las piezas del puzle identitario resulta complicado
En medio de la gran disparidad paisajística, lingüística y humana, tratar de encajar todas las piezas del puzle identitario resulta complicado. Y así, la cuestión se transforma en un arma arrojadiza que se emplea a menudo contra el adversario político o incluso como mecanismo de opresión. ¿Son los navarros vascos? ¿Españoles? ¿Solo navarros? ¿Por qué a menudo se les ve ondeando orgullosamente ikurriñas, cuando la enseña foral oficial es un paño rojo adornado con cadenas y –aunque también esto último es motivo de disputa– una corona? ¿Por qué navarristas y abertzales se consideran adversarios políticos irreconciliables cuando todos ellos defienden orgullosamente los fueros por encima de todo lo demás, aunque lo hagan desde posiciones opuestas? ¿Por qué en una conversación sobre la identidad navarra pueden salir a relucir espontáneamente, no solo los fueros, sino también el terrorismo, las guerras carlistas, el desarrollismo franquista, las primeras oleadas migrantes de los años sesenta, los diferentes dialectos del euskera, o la creciente comunidad migrante internacional? Y sobre todo: ¿le importa a la gente de la calle realmente alguna de estas cuestiones, o son más bien producto de meros tejemanejes mediáticos arteramente diseñados para captar determinados nichos electorales?
Navarrismo, abertzalismo, identidad y autogobierno
Ricardo Feliu, sociólogo, profesor de la Universidad Pública de Navarra y experto en navarrismo –la posición representada esencialmente por UPN– lo tiene claro: “El discurso del peligro de la pérdida de la identidad en Navarra en realidad es muy antiguo y se ha vuelto recurrente. Esta idea de que la juventud ya no conoce los elementos que forman parte de las esencias de Navarra y desconoce su historia, valores e instituciones ya estaba planteado en el siglo XIX”. Tanto el jurista Eduardo Santos como el filósofo Daniel Innerarity coinciden plenamente en este análisis.
“El discurso del peligro de la pérdida de la identidad en Navarra en realidad es muy antiguo y se ha vuelto recurrente”
Feliu explica que cuando, en 2015, UPN pierde el gobierno de Navarra después de 30 años y entra una coalición de gobierno con Bildu, Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra, realiza “una contracampaña realmente espectacular, en la que llega incluso a regalar banderas de Navarra el día de la Comunidad, como si aquello fuera el apocalipsis”.
Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía que en 2019 encabezó las listas de Geroa Bai para las elecciones europeas, se muestra taxativo: “La identidad navarra es aquello a lo que se apela cuando uno va a perder el poder y quiere aferrarse a él”. También él recuerda las protestas en las que Navarra se llenó de banderas. Y, en 2023, el miedo sigue siendo un poderoso acicate: el actual alcalde de Pamplona (Enrique Maya, de UPN) ha llenado la céntrica plaza de los Fueros de banderas de Navarra gigantes, una decisión que ha sido muy cuestionada por gran parte de la ciudadanía por el elevado gasto que ha conllevado. “Esa reivindicación –prosigue Innerarity– podía tener algún sentido cuando había terrorismo, como rechazo a lo que los navarros entendían que era una imposición, pero esa imposición ha desaparecido”.
Por su parte, Feliu explica: “El navarrismo es una articulación de las diferentes tradiciones conservadoras que propone una identidad navarra pivotante en torno a los fueros, entendida en términos tradicionales y religiosos y siempre insertados dentro de España, de ahí la frase ‘Navarra foral y española’.
El actual alcalde de Pamplona (Enrique Maya, de UPN) ha llenado la céntrica plaza de los Fueros de banderas de Navarra gigantes
La cuestión foral parece el núcleo central de la identidad navarra, pero varía mucho en función de cómo la interpreta cada uno. El sociólogo lo desgrana: “Para el navarrismo, los fueros se entienden como un constructo que se legitima de manera prepolítica y ahistórica, una emanación normativa cercana al derecho natural o incluso al derecho divino. En esa situación, cualquier cuestionamiento de los fueros supone un cuestionamiento trascendente. Una parte de la corriente navarrista entiende la foralidad como un pacto con el Estado español al que se llega en condiciones de bilateralidad, adecuándose al nuevo escenario político surgido tras 1841. Otros, sin embargo, consideran que aquel pacto no se negoció en condiciones justas y prefieren reclamar lo que se denomina la reintegración foral plena, es decir, volver ahora a la situación de soberanía anterior a aquella época. Y se está produciendo un hecho curioso: si bien esa reintegración foral al principio era defendida por sectores más cercanos al tradicionalismo, en la actualidad se empieza a plantear también por parte de sectores del ámbito vasquista”.
“Para el navarrismo, los fueros se entienden como un constructo que se legitima de manera prepolítica y ahistórica”
En tanto que la autonomía política y administrativa de la región está asegurada a través de los fueros, instrumento jurídico que garantiza el autogobierno y permite a la Comunidad Autónoma disponer incluso de su propia Hacienda –las navarras y navarros son, junto con los vascos, los únicos que no pagan sus impuestos al Estado español, si bien cualquier desequilibrio que se pudiera derivar de este hecho es luego compensado mediante cupos negociados con el Estado central–, la cuestión identitaria se torna mucho más escurridiza y compleja de explicar.
Autogobernanza y Hacienda tributaria propia
Ander Loyola es un joven estudiante predoctoral que se presenta por primera vez este año por EH Bildu para ocupar la alcaldía de Zizur Mayor, un municipio de unos quince mil habitantes situado a cinco kilómetros de Pamplona. “Yo tengo una manera más actualizada de entender los fueros, los considero una herramienta, un mecanismo jurídico y democrático que permite que se puedan tomar en Navarra las decisiones que afectan a los navarros. Bildu no busca la ampliación de los fueros en un sentido tradicionalista, los fueros no son un fin en sí mismo, sino un instrumento que nos permitiría seguir aumentando nuestra capacidad de decisión. En ese sentido, hay que recordar que en Navarra se ha trabajado en ocasiones para elaborar leyes progresistas que, después, por cuestiones competenciales, son echadas atrás por el Tribunal Constitucional. Queremos más fueros y más soberanía para poder llevar a cabo políticas progresistas”.
La autogobernanza y la Hacienda propia son el punto clave para todos los expertos consultados. El pamplonés Eduardo Santos es jurista y mediador, y ha sido el único miembro de Podemos que ha ocupado un cargo en la actual Legislatura del Gobierno de Navarra como consejero de Políticas Migratorias y Justicia. “Creo que los pueblos adquieren un sentido de pertenencia común a lo largo de la historia tras haber peleado juntos por algo. Es como un caldo de cultivo en el que se integra todo el mundo que vive y trabaja en Navarra, generando un sentimiento de orgullo. La gente paga sus impuestos aquí, y eso hace que los navarros no le planteen sus exigencias a la Moncloa, sino al Gobierno de Navarra. Eso genera todo un ecosistema mental, los fueros no son un asunto meramente burocrático, sino fundacional”.
“Bildu no busca la ampliación de los fueros en un sentido tradicionalista, los fueros no son un fin en sí mismo, sino un instrumento”
Innerarity, por su parte, apostilla: “Nosotros no entendemos la identidad política de Navarra exclusivamente desde lo cultural, lo folclórico, lo gastronómico, ni tampoco planteamos la incorporación a otra comunidad autónoma, sino que planteamos que las navarras y los navarros tienen derecho a decidir libremente su futuro. Eso deja a los navarristas sin enemigos. Creo que en lo que coincidimos todos es en un principio muy fuerte, una conciencia muy fuerte de autogobierno. No entendemos los fueros como una institución medieval, o como una Ley Paccionada, sino como una voluntad muy persistente en el tiempo de autogobernarnos. Navarra ha peleado históricamente por lo suyo y ha mantenido, con sus altos y bajos, una relación tensa con el Estado. Podríamos haber claudicado de esa voluntad de autogobernanza, pero el hecho es que no ha sido así. Rechazamos la imposición, ya venga desde Madrid o desde el terrorismo”.
Los retos: vasquismo, progreso y migrantes
Como explica Eduardo Santos: “En las cuestiones identitarias siempre se plantea el cambio como una amenaza desde el ámbito conservador. La derecha de UPN, un partido regionalista, lleva muchos años intentando construir, también desde el sector mediático, una identidad navarra a su imagen y semejanza, que le proporcione una oportunidad de hegemonía cultural y social, y en consecuencia un rédito electoral. El elemento identitario se basa en los valores esenciales de la Navarra inmortal, vamos a llamarla así. Y en una concepción del Fuero como un elemento sagrado, mítico, igual que el pacto navarro con España. Quieren dibujar una imagen estática, anclada en el pasado”.
Loyola entiende que “UPN ha buscado crear esa hegemonía jurídica, cultural, social, religiosa y económica de la identidad navarra. Desde su nacimiento en 1979 ha ido creando todo un régimen, un armazón navarrista con su propia institucionalidad e incluso con su propio periódico [en referencia al Diario de Navarra, uno de los medios más leídos en la Comunidad]”.
Como consejero de Políticas Migratorias, Santos lo tiene claro: “Igual que sucede en toda Europa, también en Navarra se está usando el contexto de inmigración como algo que hace peligrar nuestra identidad. Se nos viene a decir que las segundas o terceras generaciones de migrantes no son navarros de verdad y debemos luchar para que esto sea una sociedad cerrada, sistémica, y además eso ha de formar parte de la educación personal y sentimental de los buenos navarros. Ese debate viene de antiguo, ya lo teníamos en el siglo XIX, y luego volvió durante los años sesenta. Ya entonces a las élites, ejemplificadas en individuos como el empresario Félix Huarte, les interesaba la mano de obra barata que proporcionaba la inmigración, aunque luego acusaran a esta misma inmigración de estar rompiendo el sueño de una Arcadia feliz navarra, rural y folklórica”. [Huarte fue un constructor pamplonés, fundador de la empresa que llevaría inicialmente su nombre antes de fusionarse con la actual OHL. El empresario, uno de los mayores contratistas del franquismo, fue el encargado de acometer, entre otras, la obra del Valle de los Caídos o la construcción del estadio Santiago Bernabéu].
“Ya en los años sesenta a las élites, ejemplificadas en individuos como el empresario Félix Huarte, les interesaba la mano de obra barata que proporcionaba la inmigración”
Loyola puntualiza: “La identidad navarra está en un proceso de democratización, para volverla más dinámica, abierta e incluyente. Tiene que incluir los derechos sociales, a las personas obreras y de izquierdas. Y por supuesto, la comunidad migrante tiene el derecho de poder sentirse vasca y navarra desde su propia cultura e idiosincrasia. El euskera, por ejemplo, no puede emplearse como un elemento excluyente contra ellos, hay que plantear políticas públicas en este sentido. Nosotros nunca vamos a decir que no es navarro quien no hable euskera, creemos que todo el que vive y trabaja aquí es navarro. No creemos que los migrantes amenacen nuestra identidad, la verdadera amenaza es la privatización de la democracia”.
Para Santos, el problema “estaría en definir la identidad de Navarra desde un punto de vista esencialista que niega al otro. Pero la identidad navarra es una identidad permanentemente en conflicto, esa es su esencia, y eso es lo que le permite abrirse. Estamos orgullosos de una forma de ser navarro que es integradora y defiende lo público, en contraposición con otras identidades que están surgiendo en el Estado que son privatizadoras y están disgregando el sentimiento de comunidad y a la sociedad civil”.
¿Cómo explicaríamos, aunque sea muy brevemente, la cuestión vasquista? ¿Por qué se ve a algunos navarros ondeando ikurriñas? Para Feliu la clave de esta cuestión radica en lo que ocurrió en esta tierra en los años sesenta, cuando en Navarra, como en muchos otros lugares del Estado, se vivió un importante proceso de cambio social y económico durante el desarrollismo franquista, acompañado por la llegada masiva de inmigrantes de Andalucía y Extremadura. “Mientras el navarrismo trata –siempre sin perder de vista sus valores conservadores– de adaptarse a la nueva situación para no terminar diluido, surge un importante movimiento antifranquista y obrero, que cuestiona el orden social establecido. El vasquismo, que venía de una posición más tradicionalista, empieza a identificarse fuertemente con estos movimientos y a participar de forma activa en esa lucha antifranquista, de tal manera que una parte de la sociedad va a terminar identificando la bandera navarra con todo aquello conservador y reaccionario, mientras la ikurriña se vincula a elementos progresistas”.
“La comunidad migrante tiene el derecho de poder sentirse vasca y navarra desde su propia cultura e idiosincrasia”
Y si bien esa identificación de la ikurriña con el cuestionamiento de todo lo reaccionario ha pervivido hasta nuestros días, a partir de los años noventa un sector importante dentro del vasquismo se empieza a plantear otra cuestión, también muy interesante: si el pueblo vasco alguna vez ha tenido un estado que se pueda entender como tal, este ha sido, de hecho, el antiguo Reino de Navarra, pues esta tierra es la cuna y origen de los vascones. Esto, dice Feliu, “les lleva a una revisión histórica que desemboca en una reivindicación de la identidad navarra, de la defensa de los derechos forales que inicialmente habían rechazado, e incluso de la identificación con la bandera navarra, eso sí, generalmente modificada para eliminar la corona sobre el escudo formado por cadenas, por considerar esto último un símbolo de la monarquía española”.
Loyola coincide en que el navarrismo entiende la identidad navarra de un modo esencialista, ahistórico y tradicional, abrazando la idea de la subordinación a España, un enfoque que rechaza el abertzalismo. “El navarrismo actual busca excluir lo vasco, tanto cultural como lingüísticamente, y de forma cada vez más beligerante. Nosotros entendemos que esta tierra es la cuna del euskera y de la cultura e historia vascas. Navarra no está vinculada a lo vasco, Navarra es lo vasco. En un momento histórico muy concreto, UPN toma la decisión política de excluir la ikurriña, el euskera, todo lo vasco. También centran su obsesión en evitar a toda costa que Navarra se articule con las otras provincias vascas”. [Esta posibilidad se encuentra de hecho contemplada en la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución de 1978].
La Ley Foral del Euskera
Un estudio realizado en 2018 entre la población navarra mayor de 16 años encontró que los vascohablantes (aquellos que hablan bien o bastante bien en euskera) conforman el 14,1% de la población, mientras que los vascohablantes receptores (tienen algún conocimiento del idioma, pero no llegan a hablarlo bien) representan el 8%. Un 77,9% de la población se considera no euskaldun. En cualquier caso, el peso relativo de los vascohablantes entre la población navarra ha aumentado ininterrumpidamente durante las últimas décadas: eran el 9,5 % en 1991 y alcanzaba el 14,1 % en 2018.
Por supuesto, los porcentajes varían ampliamente en función de cada zona lingüística. Mientras en la zona vascófona, el 70% de la población puede emplear el euskera en algún grado, este porcentaje disminuye hasta el 20% en la zona mixta (en la capital, Pamplona, encontramos datos similares) hasta conformar un escaso 6% en la zona no vascófona.
Para Loyola, “cuando el idioma es regulado por la Ley Foral del Vascuence, se decide que solo podrá hablarse y utilizarse el euskera con normalidad en los lugares en los que ya se hablaba antes, aludiendo a una supuesta realidad sociolingüística que omite la grave persecución que sufrió el euskera durante el franquismo. El euskera no es una lengua minoritaria, sino más bien una lengua minorizada. En la ley se hablaba del vascuence como si el vascuence fuera algo ajeno a Navarra, y se decide que no se dispondrán los medios públicos necesarios para que la gente hable y aprenda euskera en determinadas áreas”.
“Cuando el idioma es regulado por la Ley Foral del Vascuence, se decide que solo podrá hablarse y utilizarse el euskera con normalidad en los lugares en los que ya se hablaba antes”
Feliu agrega: “El conflicto con la ley del euskera se está encontrando sobre todo en la zona mixta [que abarca el 63% de la población navarra], donde también se incluiría Pamplona. La demanda de la escolarización en euskera ha aumentado con los años y hay una pugna por parte de algunos ayuntamientos que quieren ser reconocidos como zona vascófona porque su realidad sociolingüística se ha ido modificando con el paso del tiempo. El ámbito navarrista no niega que una parte de la población hable euskera, pero plantea un discurso de carácter gerencialista y usa el idioma como arma política”.
Solventadas las cuestiones más complejas de explicar, Ricardo Feliu se empieza a relajar un poco. “Yo no hablaría de la identidad navarra, sino de las identidades de Navarra. La característica esencial de esta tierra es la diversidad. Ha sido una zona histórica de paso, de grandes cruces. Estos discursos reactivos evidencian aún más el interés de ciertos actores políticos que buscan crear la ilusión de una identidad única”.
“No creo que las principales preocupaciones de la ciudadanía estén en cuestiones identitarias, sino más bien en lo material y lo cotidiano” –tanto Innerarity como Santos y Loyola coinciden en este punto–. “No obstante, entre la gente de ciertos espacios políticos y culturales o desde ciertos movimientos sociales, la cuestión identitaria termina aflorando y haciéndose presente. Al final, y el navarro no es singular en esto, porque es algo consustancial a todo el mundo, hay una especie de angustia existencial que busca reafirmar todo el rato lo que somos. Ahí quedan esos momentos que llegan a ser casi hilarantes por lo exagerado, cuando en los chupinazos de los Sanfermines se generan intensas disputas por ver quién consigue sacar en la plaza la bandera más grande”.
Nacido en plena Transición, el partido Unión del Pueblo Navarro (UPN) se ha convertido desde entonces en la principal fuerza conservadora en Navarra y, sobre todo, en uno de los principales motores ideológicos, hasta el punto de que durante muchos años el PP prefirió pactar con él en lugar de tratar de rivalizar...
Autora >
Adriana T.
Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío. Autora de ‘Niñering’ (Escritos Contextatarios, 2022).
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