28M en Galicia
¿Campaña?, ¿qué campaña?
El pecado original del Partido Popular gallego es que no tiene con quién pactar: u obtiene mayorías absolutas, o la coalición entre socialistas y nacionalistas viene de serie
Xosé Manuel Pereiro A Coruña , 22/05/2023
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La primera norma no escrita de un texto periodístico es no contradecir el titular. Vale, en Galicia hay campaña electoral. La hay para los ilusionados candidatos –a los candidatos la ilusión se les supone, aunque algunos están en las papeletas malgré eux– que integran los miles de listas a los 313 ayuntamientos de la comunidad autónoma. La hay para los esforzados periodistas que tienen que cubrir la cosa, bien sacando petróleo de anécdotas nimias para rellenar los espacios previstos para el seguimiento, bien hinchando el perro –en los medios públicos– para completar los bloques electorales que un conjunto de jueces, en su omnisciencia, considera que son los adecuados para que la sociedad tenga una información veraz y plural. Pero en realidad, lo que hará que los dirigentes de los distintos partidos se declaren vencedores, con mayor o menor cara de convicción, la noche del domingo 28, son dos cuestiones: cuánto poder territorial podrá ganar el PP, y a dónde irá la mayoría de los votos que obtuvieron las Mareas en los pasados comicios. Bonus track: cómo afectarán los resultados a la fortaleza, tanto exterior como interior, del actual presidente de la Xunta, el sucesor de Alberto Núñez Feijóo, Alfonso Rueda. Y una pregunta al tendido: qué influencia tendrá en los resultados el fenómeno Bildu.
“Yo, la verdad, no observo que haya ambiente de campaña. Los líderes estatales no tienen apenas presencia. Feijóo y Yolanda Díaz parece que han venido a ver a la familia [el padre de la líder de Sumar, Suso Díaz, va de último en la lista de Unidas Podemos por A Coruña]”, asegura el politólogo Antón Losada. “Creo que, como mucho, puede haber cambios cuantitativos, pero no cualitativos”, añade.
El ayuntamiento más grande con alcalde del PP es, hasta el próximo domingo, Arteixo, con 30.000 habitantes
En lo que se refiere al dominio del territorio, el PP en Galicia era como el Viet Minh en la Indochina francesa. La potencia colonial –PSOE y/o BNG– ejercía el poder en las ciudades, y los conservadores dominaban el campo (con bastantes excepciones, pero para entendernos). Lo malo, para el PP, es que al contrario de lo que pasaba en Vietnam, en Galicia la población se concentra en las urbes y en los núcleos de la franja atlántica. El ayuntamiento más grande con alcalde del PP es, hasta el próximo domingo, Arteixo, con 30.000 habitantes. En las últimas locales, PP y PSOE prácticamente empataron en votos (500.000, por 200.000 del BNG) y los conservadores obtuvieron 1.629 concejales contra 1.181 y 457 de sus rivales progresistas (de un total de 3.127), pero la gran mayoría de los ciudadanos de Galicia están regidos por gobiernos locales de PSdeG y/o BNG.
De las cuatro diputaciones, esas instituciones que no se eligen por sufragio directo, y reparten dinero sin dar explicaciones a nadie (de eso se encargó el PP, que tumbó una ley que exigía que se coordinasen con la Xunta), sólo hay gobierno conservador en una. El pecado original del Partido Popular en su antiguo granero de votos es que no tiene con quién pactar: u obtiene mayorías absolutas, o la coalición entre socialistas y nacionalistas –o más recientemente, las Mareas– viene de serie y se suele acordar la misma noche electoral. De ahí sacó Feijóo su teoría del gobierno de la lista más votada, aunque lo sea mucho menos que la suma de las demás.
Posiblemente recuerden que, en las elecciones locales que se celebraron pocos meses después de la catástrofe del Prestige, el PP ganó abrumadoramente en la Costa da Morte, la zona más afectada por la marea negra. ¿Lo recuerdan, verdad? Pues no pasó... El apoyo a los conservadores en Galicia descendió 4 puntos, mientras en la España que ardía con el “No a la guerra”, lo hizo apenas unas décimas. Pero ganó en Muxía (y aquella fue la última vez) y ese fue el frame que vendieron y que compró todo el mundo, especialmente el electorado contrario. Nunca dejes que la realidad te deje sin frustrar las expectativas.
Según las encuestas de esta no-campaña, la Muxía de estas elecciones, 20 años justos después, será Ferrol, la ciudad en la que ningún alcalde ha repetido mandato. También tiene posibilidades el PP de rozar la alcaldía en la ciudad de Lugo y quizá de obtener la Diputación de A Coruña. Probablemente sea la fuerza más votada en Santiago y quizás en A Coruña, pero los actuales regidores socialistas de estas ciudades tienen el colchón de los escaños del BNG y de las Mareas. Vigo es abrumadoramente socialista y Pontevedra seguirá siendo, con toda probabilidad, nacionalista. Un caso especial –siempre lo ha sido, desde la Transición– es Ourense, ciudad y provincia, donde el PP va mucho más a su aire que Ayuso: en el congreso en el que el actual presidente provincial, Manuel Baltar, sucedió a su padre, José Luis Baltar, la dirección del PP gallego envió “observadores” para velar por la pureza democrática del proceso, que cuestionaban públicamente.
El crecimiento del PP, aparte de los méritos propios, vendrá por la medio huérfana bolsa de votos de Ciudadanos
En la capital de la única provincia sin mar, el alcalde es Gonzalo Jácome, una especie de Jesús Gil y Gil en pequeño, que no tiene un equipo de fútbol, pero sí una televisión local. Arremetiendo a la vez contra el caciquismo y contra lo políticamente correcto, obtuvo siete concejales y se hizo –pese a lo del caciquismo– con el bastón de mando porque el PP, contra la doctrina feijoniana, prefirió dárselo a él antes que al candidato más votado, el del PSOE, a cambio de mantener a Baltar II al frente de la Diputación. Durante la legislatura, su peculiar –llamémoslo así– forma de gobernar y varias acusaciones de confundir los dineros municipales con los de su partido, Democracia Ourensana, hizo que perdiese a cuatro de los siete concejales y el apoyo del PP. En los últimos días, ha tenido el foco encima porque fue grabado insistiendo a dos funcionarios para que se autoinculpasen de una multa de tráfico al coche oficial que conducía él, o comentando las opciones de obtener dinero de unos empresarios para la campaña.
Por cierto, días antes, se había hecho público que su socio/rival, Manuel Baltar, acumulaba multas sin que se identificase al conductor, una de ellas por circular a 215 km/h por la autovía de las Rías Baixas en la provincia de Zamora. Pese a todo, según las encuestas, el PP es el partido con mayor fidelidad de voto en la capital provincial, y el segundo es la Democracia Ourensana de Jácome, que como mucho perdería uno o dos concejales. Algo que no extraña a expertos como Miguel Anxo Bastos, profesor titular de Políticas Públicas de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago: “Los medios están todo el día hablando de él, cómo no va a tener popularidad. Es lo mismo que Trump o Ayuso”. Así que en Ourense sí que hay campaña.
El crecimiento del PP, aparte de los méritos propios, vendrá por la medio huérfana bolsa de votos de Ciudadanos (45.000 votos y 33 concejales en 2019), que en algunos casos –Ourense– incluye el fichaje de los que habían obtenido escaño en su día. El de socialistas y nacionalistas, de lo que puedan arrebatarle a las Mareas que, con distintos nombres, obtuvieron en los comicios pasados más de 100.000 apoyos, que en algunos casos les sirvieron para obtener alcaldías. Desde su sorpresiva y triunfal irrupción en 2015, en la siguiente convocatoria las candidaturas “por el cambio” redujeron sus resultados casi hasta la mitad. Las encuestas los demedian de nuevo, lo que no significa que no puedan tener su cuota de gobierno. Pero en las dos ocasiones anteriores seguían el principio de no pisarse la manguera. Cuando alguna de las opciones de la amalgama IU-Podemos-nacionalistas de Anova-municipalistas a secas promovía una candidatura, las otras apoyaban o, más habitualmente, daban tabaco. Ahora, a pesar de que Podemos-Galicia ha optado públicamente por Sumar, en ciudades donde hubo gobiernos municipalistas, como A Coruña o Ferrol, se presentan dos candidaturas. Con la circunstancia de que la única unitaria, Compostela Aberta (Yolanda Díaz hizo campaña allí y en A Coruña), apoya a la lista coruñesa “no oficial”, que cierra el excalcalde Xulio Ferreiro.
Está por ver cuántos votos actuales al planeta Mareas arrastraría Sumar en las generales
No se preocupen si no lo entienden. Hay profesionales, como Bastos, que tampoco. “No logro encontrar las diferencias”, comenta. Para Bastos, uno de los referentes del pensamiento libertarian en Galicia, lo previsible es que los votos desencantados de las Mareas fluyan sobre todo hacia el BNG “al fin y al cabo, muchos vinieron de ahí. Aun sin ese aporte, subirán, porque es una marca consolidada, aunque seguirán siendo tercera fuerza local” [en el Parlamento autonómico son la segunda]. Para Losada, eso es un ancla, y no en el sentido positivo. “Con apuestas menos convencionales, los nacionalistas podrían incluso presentarse como alternativa en lugares donde el PSOE está desgastado”. También está por ver cuántos votos actuales al planeta Mareas arrastraría Sumar en las generales.
La victoria de Feijóo en las elecciones gallegas de 2009 le salvó a Mariano Rajoy una piel política que ya estaba a la venta en Wallapop. Las de 2012 anunciaron la potencialidad de las coaliciones transversales con la irrupción de AGE, la joint venture de Xosé Manuel Beiras y Yolanda Díaz. El PP, además de las ganas de aumentar su cuota territorial, lee estas elecciones en clave de generales, y de las autonómicas que se convocarán dentro de un año, o antes. “Son unas elecciones claves tanto para el PP de Galicia como para el estatal. No deja de ser el primer reto electoral del PP bajo la dirección de Alfonso Rueda, pero también la primera prueba de fuego real para Feijóo”, señala la socióloga Ana Luísa Bouza. “Los resultados mejorarán, porque eran muy malos, pero si no son muy buenos, la culpa es de Rueda, y si lo son, fue gracias al efecto Feijóo”, completa Antón Losada.
En lo que también coinciden ambos, y se les suma Bastos, es en que el conejo de las listas de Bildu que el PP ha sacado de la chistera no va a tener influencia real en los resultados. Ni en los numerosos ayuntamientos rurales, con 2.000 o 5.000 habitantes que se conocen hasta la generación de los abuelos, ni en el electorado en general. “Es una estrategia de campaña que se está volviendo contra el PP, si te excedes creando tensión, no queda mucho espacio para hacer otras propuestas”, cree Bastos. “Nadie que no fuese a votar al PP va a votar al PP por eso”, opina Bouza, que observa que incluso los analistas más ligados al PP se muestran incómodos cuando sale el tema. “Pienso que puede ejercer un efecto movilizador en la izquierda, y puede contribuir a un mejor resultado de Vox en algunos sitios”, considera Losada. La Junta Electoral, o la CRTVG, ha puesto su granito de arena: el partido de extrema derecha, que en los anteriores comicios obtuvo 9.581 votos en toda Galicia, tiene presencia en los bloques electorales. Las distintas marcas de las Mareas, que superaron los 100.000, no.
La primera norma no escrita de un texto periodístico es no contradecir el titular. Vale, en Galicia hay campaña electoral. La hay para los ilusionados candidatos –a los candidatos la ilusión se les supone, aunque algunos están en las papeletas malgré eux– que integran los miles de listas a los 313...
Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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