memoria
Bill Bailey y la bandera nazi: ¿Romperías la ley por un acto de protesta?
Fragmento de una nueva guía didáctica sobre las Brigadas Internacionales, destinada a adolescentes, publicada como parte de la serie Hacer Memoria, coordinada para la Secretaría de Memoria Democrática por Antonio Lafuente y Francisco Ferrándiz
James Fernández / Sebastiaan Faber 7/06/2023
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Ilustración del SS Bremen de la revista francesa Le Pèlerin, 11 de agosto de 1935.
Dibujo de Gignoux.
Este dibujo del ilustrador Gignoux apareció en la revista francesa Le Pèlerin del 11 de agosto de 1935. Vale la pena detenerse un momento en sus detalles. Los rascacielos parecen indicar que estamos en Estados Unidos. Se ve a varias personas asaltando un buque de vapor. Parece haber una pelea en la cubierta. Un grupo de policías se acerca, pistola en mano. Una bandera con una esvástica parece estar suspendida, con un pedazo de su asta, en el aire, camino del agua. ¿Qué más ves?
“En el momento en que el buque Bremen estaba por salir de Nueva York”, reza el pie, “un millar de comunistas se precipitaron a bordo para hacerse con la bandera y tirarla al mar. De este modo quisieron protestar contra los excesos del nacional-socialismo”. Hay que recordar que estamos en 1935, dos años después de la llegada al poder de Adolf Hitler en Alemania y un año antes del golpe de Estado derechista que desatará, en España, un conflicto armado al que la gente hoy suele referirse como Guerra Civil.
La ilustración, impresa sobre dos páginas, se inspiraba en un evento real. Había ocurrido en el puerto de Nueva York en la tarde del 26 de julio y, en pocos días, su noticia había dado la vuelta al mundo. “Grupos que se supone estaban integrados por unos mil quinientos comunistas subieron a bordo del transatlántico alemán Bremen con el fin de retrasar la salida del vapor”, leían las y los lectores del periódico madrileño Ahora el 28 de julio. “Los asaltantes lucharon con los marineros y detectives del barco, arrancaron la bandera alemana y la arrojaron al río. Urgentemente llamados, acudieron quinientos policías, que redujeron a los alborotadores después de haber hecho dos disparos”.
Es difícil no notar el afán de sensacionalismo. Al consultar otras fuentes, incluidas la prensa neoyorquina de esos días e investigaciones de historiadores y periodistas realizadas después, descubrimos que la verdadera historia de lo ocurrido pudo haber sido, irónicamente, más apasionante que la versión exagerada de Gignoux y Ahora.
Como ha explicado el periodista Peter Duffy, era verdad que esa noche se había reunido una nutrida protesta antinazi en el muelle donde se encontraba el Bremen, el buque trasatlántico de lujo más famoso del mundo, en el que en esos momentos se celebraba una velada con más de siete mil asistentes. Pero el grupo de activistas progresistas que logró colarse a bordo, vestidos de gala, era mucho más pequeño de lo que afirmaba la prensa; a lo más, se trataba de dos o tres docenas de personas. Eso sí, tenían un objetivo atrevido y quizá descabellado: querían hacerse con la bandera del barco que, luciendo la esvástica –símbolo del nacionalsocialismo–, ondeaba en la proa. El plan era llevársela y quemarla públicamente en el mismo muelle en señal de protesta contra las persecuciones étnicas y políticas que estaba llevando a cabo en Alemania el régimen de Hitler. (De hecho, esa misma mañana, los periódicos habían reportado que, en los Juegos Olímpicos que se celebrarían al año siguiente en Berlín, los equipos alemanes prescindirían de todo atleta judío.) Algunas de las mujeres que formaban parte del grupo habían acordado encadenarse al mástil para distraer a los tripulantes.
El plan solo salió a medias. “Fingíamos estar ligeramente borrachos … y logramos llegar a la cubierta, llena de gente”, recordaría años después en un libro de memorias Bill Bailey, uno de los activistas, que entonces tenía 25 años y militaba en el Partido Comunista de Estados Unidos. “Vistas desde esta perspectiva, las cosas se presentaron un poco distintas. La proa y la esvástica parecían estar a millas de distancia”. Bailey y sus compañeros se dieron cuenta de que sería imposible seguir el plan original. Decidieron improvisar sobre la marcha. Cuando sonó el silbido que llamaba a todos los no viajeros a abandonar el barco, Bill y dos compañeros se encaminaron hacia el asta, peleándose con los tripulantes que les intentaban parar. Bailey llegó a la punta de la proa y subió la pequeña escalera hacia el asta.
“Había todo un pandemónio alrededor cuando llegué al último escalón”, recordó. “Yo me encontraba a escasos centímetros del símbolo nazi. Respiré hondo. Detrás de mí, escuchaba los gritos de los pasajeros, los ladridos del capitán alemán dando órdenes y los silbidos de las docenas de policías que entraban a bordo”. Pero entonces se topó con un obstáculo inesperado. “Agarré la esvástica. Primero se resistió, pero después escuché que se desgarraba a lo largo de la costura. Aun así, se resistía a desgarrarse por completo de la driza. Di otro par de tirones, pero nada. Me entró el pánico. Se me acababa el tiempo”.
De repente, un compañero apareció detrás de él. Sacó una navaja de su bolsillo y entre los dos, acabaron de cortar la bandera. “Rápidamente, la tiré sobre la borda”, recuerda Bailey. “El bramido de la multitud en el muelle llegó a un crescendo ensordecedor”. (Aquí se le puede escuchar contando la historia, con ligeras variaciones, en el documental The Good Fight.)
El acto de protesta tuvo una secuela judicial y diplomática. Junto con cinco de sus compañeros, Bailey fue detenido. El embajador alemán exigió una disculpa de las autoridades y un severo castigo para “los seis del Bremen”. El alcalde de Nueva York, sin embargo, se negó a disculparse. Por su parte, el presidente Roosevelt indicó que entendía que los judíos norteamericanos protestaran contra Hitler. Para colmo, a comienzos de septiembre un juez neoyorquino archivó el caso, señalando que “el régimen representado por la esvástica anima una guerra sin piedad contra la religión y las libertades”, despojando “a la gente de derechos fundamentales solo por su procedencia y sus creencias religiosas”.
Hitler y los suyos decidieron interpretar el incidente como una ofensa a la nación alemana. Hasta aquel momento, la esvástica había sido solo el símbolo del partido nacionalsocialista. El 15 de septiembre, el gobierno alemán la convirtió en la única bandera del Reich, al mismo tiempo que, por las llamadas Leyes de Núremberg, despojaba a los judíos alemanes de su ciudadanía y prohibía que se casaran con personas no judías.
La hazaña de ese día de julio de 1935 no fue la última vez que Bill Bailey se arriesgó para luchar contra el fascismo. Unos dos años después, volvería a subir a un barco, esta vez rumbo a España, para alistarse en las Brigadas Internacionales, donde ascendería a cabo. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en la Marina Mercantil de Estados Unidos.
La bandera confederada en Carolina del Sur
Una niña sujeta un cartel con el eslogan “Take it down” frente a la Casa del Estado de Carolina del Sur, el 23 de junio de 2005. / Fotografía de Perry McLeod.
Esta niña con una pequeña pancarta que dice “Take It Down” (“Quítenla”) fue fotografiada el 23 de junio de 2015 delante de la Casa Estatal en Carolina del Sur (EE.UU.) en una protesta contra la bandera confederada –símbolo del bando que, en la Guerra Civil Norteamericana, luchó por conservar la esclavitud–. Para entonces, esa bandera seguía ondeando en la plaza. Cuatro días después, Bree Newsome, una artista activista afroamericana, escaló el asta y logró desprender la bandera. “Hemos acudido [para luchar] contra el odio, contra la opresión y contra la violencia”, dijo. “En el nombre de Dios, esta bandera se quita hoy”.
Newsome fue detenida inmediatamente después, pero las imágenes de su acción dieron la vuelta al mundo. Menos de dos semanas después, el parlamento estatal de Carolina del Sur aprobó una ley que decretaba que la bandera se quitara de su lugar prominente.
Ideas para proyectos:
- Bill Bailey y sus compañeros quisieron llamar la atención de la opinión pública sobre la amenaza que constituía la Alemania nazi para el mundo, una amenaza que –creían– la gente estaba infravalorando. ¿Hay países o movimientos hoy que, en tu opinión, sean una amenaza, aunque mucha gente no los reconozca (todavía) como un peligro?
- ¿Hay una causa por la que tú arriesgarías tu vida en otro país? ¿Hay alguna lucha o conflicto que te inspire indignación o entusiasmo? Diseña una campaña de publicidad, con carteles, fotos, vídeos y audios para concientizar al público de tu causa y generar apoyo.
- Diseña una pequeña exposición sobre las Brigadas Internacionales –con imágenes y textos– en que expliques cuáles son, para ti, los aspectos más memorables del fenómeno y por qué debería recordarse hoy. También podrías incluir ejemplos actuales de actos de solidaridad comparables.
- La historia de las Brigadas Internacionales apenas se suele contar en los libros de texto, ni en Estados Unidos, ni en España, ni en otros países. Diseña una presentación en PowerPoint o un programa similar que convenza a los autores de los libros de texto de Historia en 4º de ESO a incluir este episodio de forma más prominente.
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Accede a la guía didáctica completa –disponible en abierto– aquí; más guías en la serie Hacer Memoria, aquí.
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James Fernández
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Sebastiaan Faber
Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'
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