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El pasado 12 de junio Yolanda Díaz anunció que el diplomático Agustín Santos Maraver (Los Ángeles, 1955), embajador de España ante la ONU, será el número dos de la candidatura de Sumar por Madrid en las elecciones generales del 23 de julio. Desde entonces todas las miradas se pusieron sobre él, sobre su trayectoria profesional, sus declaraciones políticas, sus antiguos artículos de prensa. No han faltado las polémicas, y sobre todas ellas le preguntamos ahora.
En su larga trayectoria diplomática, Santos Maraver fue jefe del gabinete del ministro de Asuntos Exteriores con José Luis Rodríguez Zapatero, Miguel Ángel Moratinos, y estuvo destinado en las embajadas de España en Pekín, La Habana, Washington y Canberra. Hoy ha buscado un hueco en su mudanza desde Nueva York a Madrid y no ha evitado ninguna pregunta comprometida.
Desde agosto de 2018 hasta el pasado 13 de junio usted ha sido el embajador de España en la ONU. ¿En qué consiste ese trabajo?
Representar al Gobierno de España, en este caso al Gobierno de coalición progresista. Su misión es participar en el proceso multilateral, informar y ayudar a elaborar la posición española en todos los procesos en marcha, como la Agenda 2030, la nueva agenda común, la financiación al desarrollo, ONU Mujeres, etc.
En estos cinco años, hemos facilitado dos resoluciones como la de Modalidades de Ejecución sobre el seguimiento de la Emigración y la séptima revisión de la Estrategia Antiterrorista de la ONU, que ha colocado en su centro los derechos humanos y la participación de la sociedad civil. He dirigido las negociaciones de la delegación española en más de 20 resoluciones, entre ellas sobre Enfermedades Raras, Agua y Mujeres, Derechos Humanos y las Mujeres en la pandemia de covid, Economía Social y Solidaria y la Economía de los Cuidados… En definitiva he aportado todo lo que he podido a una Organización y sus instituciones esenciales para la gobernanza mundial, de las que España es el décimoprimer donante y goza de un prestigio reconocido. El secretario general, Antonio Guterres, me agradeció en su despedida, tras anunciar mi candidatura en Sumar, esa aportación, que es la de todo un equipo de 35 personas de cinco ministerios, además del de Exteriores.
Al contrario de lo que yo pensaba, no parece que fuese más tranquilo ser embajador en la ONU que diputado en el Parlamento.
En la misión de España ante Naciones Unidas se trabaja diez horas diarias, se tienen que leer muchos cientos de páginas de documentos oficiales, asistir a decenas de reuniones semanales
No creo, francamente. En la misión de España ante Naciones Unidas se trabaja diez horas diarias, se tienen que leer muchos cientos de páginas de documentos oficiales, asistir a decenas de reuniones semanales, se redactan docenas de telegramas diarios para informar a Madrid y sugerir y pedir instrucciones, y preparar y atender las agendas de unas 25 delegaciones de todo tipo cada año, incluida la presidida en septiembre para la Asamblea General por el presidente del Gobierno. Conozco bien el trabajo parlamentario, porque fui el asesor del ministro Moratinos para estos temas antes de ser su jefe de gabinete. Son igualmente exigentes.
Como acaba de señalar, fue asesor del exministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos. ¿Se puede ser asesor de un ministro socialista y diputado de Sumar?
En mi caso, sí. Mis convicciones políticas se han situado en el republicanismo, el ecosocialismo y el feminismo desde muy joven, cuando participé en la lucha del movimiento estudiantil contra el franquismo, y fui delegado de mi facultad varios años. Y esas convicciones eran conocidas por Moratinos y por los responsables más directos del Gobierno Zapatero. Más allá de las posiciones políticas más concretas, fue un período de colaboración por unos mismos objetivos progresistas, que eran en buena medida transversales a las distintas izquierdas. Cuando hubo diferencias, y las hubo, las pude expresar y discutir abiertamente. Era además miembro del Comité Federal de Izquierda Unida, ante el que pude explicar en varias ocasiones esas coincidencias y diferencias y mi actuación, por ejemplo, durante la huelga de hambre de Aminatu Haidar, en Lanzarote.
No era el único militante de Izquierda Unida en esta situación en aquel período y actuábamos abiertamente sobre la base de acuerdos políticos. Recuerdo un artículo, después de una entrevista con un periódico asturiano en aquellos años, tras una conferencia ante militantes sindicales en la que les había urgido a contrapesar con su movilización las presiones agobiantes sobre el Gobierno Zapatero de las derechas sociales y políticas. A la vuelta, Moratinos me felicitó. Fue un período de gran libertad, que hizo posible una colaboración estrecha desde las posiciones de cada cual.
¿Qué cree que puede aportar a la candidatura de Sumar?
Sumar, una coalición de 15 organizaciones a la izquierda del PSOE, es a la vez el cierre de un ciclo y el comienzo de otro, cuyas características dependerán de los resultados del 23-J. Su primer objetivo es revalidar la coalición progresista mayoritaria que ha existido en esta legislatura y evitar un gobierno de las derechas extremas PP-Vox, cuyas primeras manifestaciones a nivel autonómico no dejan espacio para la menor esperanza. Sería un retroceso que nos haría perder el tren de la historia en una encrucijada civilizatoria dramática, como consecuencia de una policrisis sin precedentes, como señalan todos los documentos de Naciones Unidas, que hoy encarna un programa de progreso que deben apoyar todas las izquierdas.
El primer objetivo es revalidar la coalición progresista mayoritaria que ha existido en esta legislatura y evitar un gobierno de las derechas extremas PP-Vox
Nuestros problemas globales sólo tienen soluciones globales a partir de la cooperación multilateral, porque estas crisis desbordan no solo a los individuos, sino también a los Estados. Creo que una de las cosas que aporto a la candidatura de Sumar es precisamente el compromiso y la experiencia en este proceso multilateral, que será decisivo en los próximos diez años, porque de él depende la transición ecológica justa en la lucha contra el cambio climático, la lucha contra una desigualdad que ha crecido a niveles nunca vistos en los últimos 150 años, la aplicación de la Agenda 2030 para acabar con el subdesarrollo, el impulso de un nuevo contrato social que renueve nuestros Estados de bienestar, el papel esencial de las mujeres en todo ello y una agenda de paz y seguridad sin la que nada de lo anterior se producirá.
Cuando se afirma que estamos ante una encrucijada civilizatoria no es una frase hecha, es desgraciadamente una realidad. Si no se articulan los intereses de las grandes mayorías, con más democracia y más gobernanza multilateral, tendremos más opresión y explotación, con más violencia reaccionaria.
¿Se ve como ministro de Exteriores en un gobierno de Yolanda Díaz o en uno de coalición con Sumar?
El objetivo de Sumar es revalidar la mayoría progresista. Si los españoles deciden que corresponde a Yolanda Díaz presidir ese gobierno, lo hará con sabiduría y determinación. Si el PSOE es el partido más votado de las izquierdas, Sumar será el eje articulador de una mayoría progresista que necesariamente debe incluir a las fuerzas soberanistas vascas, gallegas, catalanas y canarias en un Estado que es plurinacional, como señala la Constitución.
Sumar será el eje articulador de una mayoría progresista que necesariamente debe incluir a las fuerzas soberanistas
Sumar será una garantía del proyecto progresista y un representante atento de la sociedad civil, cuya movilización autónoma será esencial, porque ese es el verdadero motor de cualquier gobierno progresista. Yo estoy al servicio de este proceso.
El jefe de la diplomacia europea es Josep Borrell, y en esta guerra de Ucrania no está mostrando una imagen muy diplomática. ¿Qué opina de cómo lo está haciendo?
Josep Borrell es el alto representante para política exterior y de seguridad de la Unión Europea. Es decir, tiene que proponer, articular, dar coherencia y representar a los 27 Estados miembros en un proceso intergubernamental. Tengo una relación cercana con él y sé lo complicado que es ese proceso. Especialmente en el actual mapa político europeo, conservador y de ascenso de la extrema derecha en muchos países.
Esta guerra es un peligro global que ha bloqueado el proceso multilateral de búsqueda de soluciones ante la crisis civilizatoria a la que nos enfrentamos
Putin, que es el responsable inmediato de la guerra de Ucrania con su invasión –y yo asistí a aquel Consejo de Seguridad como oyente, porque España no era miembro electo del mismo–, ha intentado centrar sus críticas en Borrell para debilitar la unidad europea en su apoyo a Ucrania. Pero no se pueden olvidar las cuatro resoluciones de la Asamblea General con 141 votos condenando a Rusia por la violación de la Carta de Naciones Unidas, llamando a la integridad territorial de Ucrania y exigiendo la retirada de las tropas rusas. Esta guerra es un peligro global que ha bloqueado el proceso multilateral de búsqueda de soluciones ante la crisis civilizatoria a la que nos enfrentamos. Como igualmente han sido las guerras en Etiopía, Yemen, Grandes Lagos y otras a las que debemos prestar mucha más atención.
Necesitamos desarrollar más autonomía estratégica europea para tener más peso y utilizarlo de manera diferente en la actual crisis geopolítica global. Si alguien lo sabe es Josep Borrell, más allá de inevitables diferencias tácticas que pueda tener en este o aquel momento y desde niveles de responsabilidad muy asimétricos. Cuanto antes podamos pasar de la guerra a la negociación para resolver la guerra de Ucrania por vías diplomáticas, con los objetivos fijados por las resoluciones aprobadas por la Asamblea General de Naciones Unidas, mejor. Los muertos carecen de futuro.
Vamos a las últimas polémicas que ha protagonizado. La primera es sobre el Sáhara y Marruecos. En algunos sectores de la izquierda, dentro de Sumar incluido, ha molestado su afirmación de que Marruecos es “una cosoberanía entre rey y pueblo” donde las violaciones de derechos humanos son “casos individuales”. Y también que ve poco viable el referéndum de autodeterminación del Sáhara. ¿Puede explicar todo eso?
Javier Otazu, corresponsal de Efe en Nueva York, y al que apreció sinceramente cómo periodista y como experto en Marruecos, me hizo una larga entrevista grabada de 56 minutos, que resumió en folio y medio. Si se ve la entrevista, que está colgada, de libre acceso, explico en detalle y sin lugar a dudas que el actual régimen constitucional marroquí es parecido al de la primera Restauración borbónica en España, en el que la soberanía no emana del pueblo, sino que es compartida por éste y el monarca.
El régimen constitucional marroquí, a diferencia del de la primera Restauración, contempla el sufragio universal y no el censitario. Es un hecho histórico, no una opinión mía. Esa Constitución marroquí, que conviene conocer, fue reformada tras la Primavera Árabe para ampliar algunos derechos. Queda un largo camino de reformas para llegar a ser una democracia plena, camino que corresponde recorrer al pueblo marroquí y que debemos apoyar en términos de buena vecindad. También recordé, y se suele obviar, que la legitimidad del Estado y del Majzen (Palacio) en Marruecos provienen de la lucha anticolonial contra la ocupación francesa y española, una cuestión que no está en nuestra narrativa del problema y que algún día hay que asumir como Memoria democrática.
Por lo que se refiere a la cuestión de los derechos humanos, en la entrevista grabada advierto tres veces de que los informes de Amnistía Internacional señalan una serie de “casos individuales”, que debemos abordar en el diálogo entre ambos países y me refiero a las declaraciones en 2019 del presidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, Aziz Rhali, al diario El País, en el sentido de que habían tenido lugar avances formales importantes, con reformas legislativas y ratificación de tratados, pero con problemas de aplicación también importantes de los mismos. Cuando añadí mi opinión personal a estas fuentes, que considero más autorizadas, agregué que no se podían olvidar las violaciones colectivas de derechos humanos en el Hirak rifeño, las protestas de independentistas saharauis y, sin duda, contra migrantes.
Soy un convencido de que los graves problemas que enfrentamos, y que se agravarán, en el Mediterráneo occidental, exigen una esfera de coprosperidad entre la Unión Europea y una Unión Magrebí por construir. El precio que pagamos por su no existencia es enorme en las dos orillas. Es ese marco multilateral, podremos pasar a un enfoque multilateral, capaz de abordar la enorme diferencia en términos de desarrollo humano que nos separan hoy, y que hacen priorizar los aspectos de seguridad sobre los de la cooperación estratégica con Marruecos, Argelia, Túnez y Mauritania, sin olvidar el Sahel.
Hay que apoyar el proceso patrocinado por Naciones Unidas entre Marruecos y el Frente Polisario
He colaborado especialmente en la toma de posición de Sumar sobre la cuestión del Sahara Occidental y a ella me refiero. Hay que apoyar el proceso patrocinado por Naciones Unidas entre Marruecos y el Frente Polisario, tras el nombramiento como mediador de Steffan de Mistura, después del bloqueo por las partes de otros doce propuestos. Son estas partes, Marruecos y Frente Polisario, las únicas, según las múltiples resoluciones de Naciones Unidas, que pueden llegar a una solución conjunta “justa, realista y que permita la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental”. Ambas partes han adelantado al embajador De Mistura sus posiciones iniciales y debe volverse a un alto el fuego, verificado por la MINURSO, para comenzar el diálogo diplomático, apoyado por el Consejo de Seguridad y el grupo de amigos. Esto es lo esencial: que el proceso solo tendrá conclusión con el acuerdo de las partes y debe permitir la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental. Qué forma tenga esa consulta, de nuevo depende del acuerdo de las partes y debe ser verificado por Naciones Unidas.
Cuando me referí al referéndum, expliqué que se suele utilizar este término diplomáticamente en relación con el único censo existente de 1974, elaborado por las autoridades coloniales españolas, que registraron 72.000 habitantes saharauis y 20.000 españoles. Hoy, el territorio controlado por Marruecos tiene 620.000 habitantes según Naciones Unidas, las zonas bajo control del Polisario 30.000 y los campos de refugiados en Tinduf unas 173.000 personas, según la FAO. Ya no existe prácticamente el nomadismo y cualquier acuerdo entre las partes, inevitablemente, tendrá que partir de esta realidad demográfica. Pero de nuevo, corresponde a las partes y solo a ellas. Lo que nos toca a los demás es apoyar y ayudar a crear las condiciones para alcanzar ese acuerdo. La posición de Sumar, como la mía, es la de la ONU, ninguna otra. Y creo que el resto de las fuerzas políticas deberían tener la misma posición.
También se ha recordado su papel como asesor de Moratinos en el conflicto producido en el aeropuerto de Lanzarote con la huelga de hambre de la activista Aminetu Haidar. Se afirma que la intentó “comprar” para que cesase su protesta, tras ser expulsada del Sáhara Occidental por Marruecos.
No es una afirmación, es una calumnia interesada. El objetivo fijado por el ministro Moratinos fue posibilitar que Aminatu pudiera volver a El Aaiún, de donde había sido expulsada tras romper su pasaporte marroquí en aquel aeropuerto, sin que, en las inevitables negociaciones, España se viera forzada a cambiar la posición antes descrita. Conté con todo detalle, en dos entrevistas que me hizo Daniel Raventós para Sin Permiso pocos días después, que se pueden consultar aquí y aqui, todo el proceso, que acabó con éxito.
Yo defendí públicamente que Aminatu tenía todo el derecho a llevar a cabo su huelga de hambre y que nuestro deber era que pudiera volver
Yo defendí públicamente –y daba una conferencia de prensa todos los días, que se pueden aún consultar en los periódicos de entonces– que Aminatu tenía todo el derecho a llevar a cabo su huelga de hambre y que nuestro deber era que pudiera volver, de manera que no fuera necesaria como forma de lucha esa huelga de hambre. Todos los días que estuve en Lanzarote me senté con Aminatu y la acompañé conversando sobre muchos temas, no ofreciéndole “un chalet en Marbella y colegios privados para sus hijos”, lo que no deja de ser irrisorio si se conoce cómo funcionan los escasísimos fondos reservados del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Otra polémica, criticada por sectores de la diplomacia, es el hecho de que, a pesar de su cargo diplomático, en la revista Sin Permiso, y bajo pseudónimo, defendió la autodeterminación de Cataluña y calificó a los presos independentistas de presos políticos. ¿Sigue defendiendo esas ideas? ¿Qué piensa de quiénes afirman que esas posiciones deberían ser incompatibles con representar a España en el ámbito internacional?
El artículo publicado por El Mundo, firmado por 68 diplomáticos jubilados, tiene como principal objetivo amedrentar a los jóvenes diplomáticos progresistas. Constituidos en “poder fáctico”, no pueden reprochar nada sobre mi trayectoria profesional, que además está regada de reconocimientos oficiales. Lo que me reprochan es el ejercicio constitucional de la libertad de conciencia y de expresión. Para ello se sitúan en un juicio de intenciones que, como no pueden traducirlo en una acción legal, es una mera calumnia inquisitorial. He firmado con el pseudónimo de Gustavo Buster porque ese era el nombre que tuve que utilizar en la lucha clandestina contra el franquismo, y siempre lo he mantenido para recordar mi compromiso democrático. He firmado con él antes y después de la dictadura, y mis amigos y conocidos me han llamado por ese nombre, que se convirtió en mi apodo, porque de joven dicen que me parecía al Buster Keaton de las películas mudas.
Lo que no deja de ser inusitado es que la acusación de “tramposo de noche” esté firmada por dos responsables de la Casa Real que evidentemente no evitaron que el Rey emérito, es decir el Jefe de Estado, acabara expatriado por su conducta (ver aquí y aqui); por el director del CNI, bajo cuyo mandato ocurrió el atentado más sangriento en la democracia española y que explica en sus memorias que se dejó manipular, en el sentido de no desmentir que no había sido ETA, antes de unas elecciones generales; por el Embajador en NNUU que presentó e hizo votar una resolución sobre el atentado del 11-M en el Consejo de Seguridad falsa, que hoy todavía nos reprochan; y por el embajador que, en 2002, ayudó, como consta en las actas del Congreso de los Diputados, a diseñar el golpe de Estado contra Chávez en Venezuela. Podría seguir, pero no es lo esencial, es ya una historia pasada de unos diplomáticos que España no se merecía ni entonces ni hoy.
Intento ser un humilde discípulo de los diplomáticos que defendieron a la República contra el golpe cívico-militar del 18 de julio de 1936, de Julio Cerón Ayuso, que siendo diplomático en activo ayudó a la fundación clandestina del Felipe, el FLP, en los años 1960; de Fernando Morán y Paco Villar, que estaban marginados por demócratas en la Escuela Diplomática cuando yo ingresé en 1980, y lo primero que nos advirtieron, con poco éxito, es que no hablásemos con ellos. Y la larga lista de demócratas convencidos, de izquierdas, que nos hemos encontrado todos estos años en los pasillos del Ministerio de Asuntos Exteriores, a pesar de la amenaza que pesaba sobre todos nosotros por nuestras ideas. Una amenaza que fue ejecutada sin contemplaciones en los gobiernos Aznar y Rajoy.
Su ejemplo más dramático fue la persecución que sufrió Juan Pablo de la Iglesia, uno de los diplomáticos más brillantes que ha tenido nuestro país en los últimos años, al que García-Margallo intentó humillar, sin conseguirlo. Y en menor medida, yo mismo que, tras ser destituido de la embajada en Ginebra ante los organismos de NNUU, pasé un año en casa sin destino, sin teléfono y con el sueldo básico mientras se ensañaban contestando con el silencio administrativo las solicitudes de reincorporación de mi compañera, también funcionaria ya jubilada, y que estos días soporta su propia ración de calumnias de algunos pasquines electrónicos. Son los métodos de la mafia reaccionaria, que nos amenaza con volver al pasado.
Mientras Cataluña no disponga de un Estatut ratificado democráticamente por su pueblo, la crisis constitucional seguirá abierta
Sobre tu pregunta sobre el derecho a la autodeterminación de Cataluña: sí, siempre he creído que es la única solución democrática realista en la que asentar una confederación de pueblos iguales en la península ibérica. No soy independentista y lamentaría mucho que, en un momento determinado, la necedad de los de siempre hiciera imposible una confluencia entre iguales de todos las nacionalidades reconocidas de una u otra forma en la actual Constitución. Pero este es un programa democrático que exige un amplio consenso, que aún está por construir. Lo importante hoy es recordar que la crisis constitucional que hemos vivido en Cataluña comenzó por un recurso en el Tribunal Constitucional presentado por el PP contra el Estatuto catalán, aprobado por el Parlament, votado por el pueblo de Cataluña y “cepillado” en el Congreso de los Diputados. Mientras Cataluña no disponga de un Estatut ratificado democráticamente por su pueblo, la crisis constitucional seguirá abierta, como ha recordado una y otra vez el sevillano y constitucionalista Javier Pérez Royo.
Sumar tiene esperanzas de que en esta legislatura próxima la mesa de diálogo entre los gobiernos español central y catalán autonómico avance y llegue a acuerdos que permitan una normalización, en el actual marco constitucional y autonómico. Porque actualmente Cataluña está fuera de él. Con eso se daría un paso de gigante que permitiría abrir un debate democrático en las instituciones sobre cómo avanzar en un marco de convivencia libremente aceptado a la altura de una democracia avanzada. Es decir, más democracia, no 155, para la crisis constitucional en Cataluña.
Como especialista en política exterior, ¿cuál cree que debería ser la política española, o la europea, si cree que debe subordinarse a ella en la guerra de Ucrania? ¿Debemos seguir proporcionando armas a Ucrania? ¿Existe alguna propuesta de paz que debemos apoyar? ¿Qué condiciones deberían producirse para un alto el fuego como primera medida de distensión? ¿Cree que la OTAN es el marco ideal para nuestra política exterior de Defensa?
Colectivamente hemos ido desarrollando, no sin contradicciones, una política exterior progresista y feminista en los Gobiernos de Zapatero y en el de coalición progresista de Sánchez. Nuestro eje central es el multilateralismo, primero en la Unión Europea, en la que intentamos dar peso a nuestras propuestas, y en Naciones Unidas y sus organismos internacionales, que son el bastidor que sostiene la globalidad en crisis y las soluciones posibles a la crisis civilizatoria a la que nos enfrentamos, y que no es una frase hecha.
La guerra de Ucrania, pero también las de Etiopía, Yemen, Grandes Lagos, Malí o Siria-Irak por citar solo unas cuantas, son los síntomas de un mundo en el que 58 miembros de los 193 de Naciones Unidas están al borde de o en bancarrota. En el que la esperanza media de vida se ha reducido de media dos años, aumenta de nuevo la pobreza extrema y el hambre, con datos estadísticos irrefutables de Naciones Unidas. Y si en 2050 cruzamos la barrera de los 2/3 grados centígrados, la crisis geopolítica será muy difícil de gestionar.
Hay una analogía, como todas limitada, que les cuento a los diplomáticos que trabajan conmigo: la “pequeña glaciación” del siglo XVII que provocó una crisis alimentaria en todo el planeta. En el peor de los escenarios, por la debilidad de la gobernanza del momento, en Europa se sufrió la Guerra de los Treinta Años, las guerras de religión. La opresión impositiva sobre los campesinos acabó en revueltas que fueron reprimidas a sangre y fuego por los príncipes absolutistas. En la monarquía hispánica hubo las revueltas de Nápoles, Cataluña, Portugal y el Alto Perú. Se encauzaron gracias al inicio de nuestro mundo multilateral, con los Tratados de Westfalia, que permitieron a los campesinos emigrar y escapar de la usura fiscal absolutista, en nombre de la libertad de conciencia. Antes, los diplomáticos estudiaban los ocho tomos del Martens sobre cómo se alcanzaron esos Tratados. Hoy lo hacemos en relación al surgimiento de la fracasada Sociedad de Naciones y de Naciones Unidas tras la I y II Guerra Mundiales. Es un legado civilizatorio que no debemos olvidar.
Sobre la guerra de Ucrania. La responsabilidad de esta guerra corresponde al régimen oligárquico y securitario de Putin. No hay ninguna duda sobre eso y hay cuatro resoluciones de la Asamblea General, con 141 votos detrás, que lo corroboran. Y que marcan los objetivos para acabar esta guerra, que es restablecer la Carta de Naciones Unidas en cuanto a la soberanía e integridad de Ucrania. Mientras Ucrania sea agredida, la Carta le confiere el derecho de autodefensa y de armarse dónde y cómo pueda para ello.
Desgraciadamente, como ha señalado Antonio Guterres, mientras ambas partes estén convencidas de que pueden obtener ventajas militares en las que apoyar una futura negociación, no habrá posibilidades de alcanzar un alto el fuego. Y estamos siendo testigos, en esta segunda fase ya de la guerra, del precio humano, económico y social que implica, que afecta a través de los precios de la energía y los alimentos a toda la humanidad. Veremos qué ocurre con la contraofensiva militar ucraniana, con el peligro de un accidente nuclear en Zaporiyia y con la crisis interna en Rusia, que ha puesto de relieve la huída de cientos de miles de conscriptos y la revuelta de Wagner.
El objetivo debe ser preparar las condiciones de un alto el fuego, volver a la línea de contacto de 2014, y relanzar un proceso diplomático
Creo que el objetivo debe ser preparar las condiciones de un alto el fuego, volver a la línea de contacto de 2014, y relanzar un proceso diplomático con garantías de seguridad que supere los obstáculos de los protocolos de Minsk. Lo que se puede conseguir por medios diplomáticos, que no es otra cosa que el objetivo de paz fijado por las cuatro resoluciones de NNUU, aunque lleve tiempo, no justifica las enormes pérdidas de vidas humanas ni la destrucción total, social y económica de las zonas en disputa, en una guerra que ya ha causado más de 250.000 muertos, a los que les importa poco el futuro.
Sobre la OTAN. Como alguien señaló, estaba en encefalograma plano y ahora ha vuelto a renacer. Frente a la agresión del régimen de Putin en Ucrania, la OTAN aparece para los antiguos países del Bloque del Este, ahora miembros de la UE, para los países nórdicos, como la garantía de último recurso. Es decir el recurso nuclear en el equilibrio de la destrucción mutua asegurada frente a una Rusia nuclear. Eso, traducido, significa la hegemonía de Estados Unidos en Europa (y hemos visto cómo ha acabado en Oriente Medio y Afganistán tras su repliegue).
Vivimos una carrera armamentista nuclear y convencional, que es además un elemento de innovación tecnológica. Esta pesadilla, la de la crisis geopolítica actual, es una realidad, no un videojuego. Por eso son tan importantes los procesos multilaterales de la agenda de Naciones Unidas de Paz y Seguridad. La única alternativa real creíble a los procesos de rearme unilaterales son los procesos de paz y seguridad multilaterales, sobre todo de Naciones Unidas. España debe aumentar sus aportaciones a las Operaciones de Mantenimiento de la Paz, en las que ya juega un papel destacado en el Líbano con UNIFIL. Esperemos que en la próxima legislatura pueda haber un debate profundo, a la altura de los retos, de la política exterior y de defensa española y de la UE. Porque estos temas, literalmente de vida y muerte, son demasiado importantes para dejarlos en manos de pretendidos especialistas. Deben formar parte de la agenda democrática y aspirar a fuertes consensos.
¿Cuál cree que es el principal defecto de nuestra política exterior y la principal virtud?
Al inicio del Gobierno Zapatero hubo un compromiso fuerte con la parlamentarización de la política exterior y de defensa. Para construir el consenso necesario para una política exterior y de seguridad hace falta debate parlamentario abierto y franco. Entonces salíamos de la guerra de Irak y la alianza de las Azores, a la que nos había arrastrado una conspiración de las pretendidas élites pensantes. La alternativa era devolver a los representantes de la soberanía popular esta responsabilidad democrática. Y se hizo, con limitaciones, pero se hizo. Después, con Rajoy y Garcia Margallo, volvimos a lo de siempre. Y el ejemplo es la actual Ley de la Acción y del servicio Exterior, cuya versión original no se pudo presentar en 2009-2010 por falta de consenso interno socialista y que, cuando lo hizo el PP, fue para reforzar los aspectos más elitistas y centralistas, que la han bloqueado en la práctica hasta hoy.
La política exterior y de defensa es al final, como toda política pública, una cadena de mediaciones bastante concretas. Establecer claramente quién decide cuáles son los intereses de la mayoría de los españoles, cómo se articulan y cómo se aplican, dotados para ello de unos medios imprescindibles. Sumar aspira a poder impulsar este debate democrático necesario en la próxima legislatura y creo que tiene los conocimientos colectivos y la experiencia necesarios para ello, desde una óptica progresista y feminista.
Las izquierdas han demostrado que gestionan mejor la economía, nuestro Estado de bienestar, el trabajo y las relaciones exteriores y de defensa
Durante años, las derechas han hecho correr el bulo –como ahora la carta-pataleta de los 68 diplomáticos jubilados– de que las izquierdas carecen de sentido de Estado. Como si el único Estado posible fuera el que representa sus rancios intereses de clase. No es cierto. Las izquierdas han demostrado que gestionan mejor la economía, nuestro Estado de bienestar, el trabajo y las relaciones exteriores y de defensa en nombre de los intereses de la inmensa mayoría. Somos, con orgullo, los legatarios de la mejor herencia democrática y republicana. Y aspiramos a esa edad de oro que, cómo explica el Quijote, existió antes de que lo “mío” se impusiera a lo “tuyo” y a lo de todos.
El pasado 12 de junio Yolanda Díaz anunció que el diplomático Agustín Santos Maraver (Los Ángeles, 1955), embajador de España ante la ONU, será el número dos de la candidatura de Sumar por Madrid en las elecciones generales del 23 de julio. Desde entonces todas las miradas se pusieron sobre él, sobre su...
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Pascual Serrano
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