CHRIS LETHEBY / INVESTIGADOR
“Los alucinógenos permiten nuevas concepciones de uno mismo”
Esther Peñas 2/08/2023
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Con el título Filosofía de la psicodelia (Bauplan), el profesor universitario Chris Letheby (1985, Adelaide, Australia), que participa como investigador en el programa “Las perspectivas filosóficas de la psicodelia”, impulsado por el Gobierno australiano, analiza distintos ensayos clínicos recientes que respaldan el uso clínico de sustancias como el LSD y la psilocibina, al haberse constatado que reducen los síntomas de la ansiedad, depresión y la adicción, además de mejorar el bienestar en voluntarios sanos durante meses o incluso años. En su estudio, Letheby añade a la evidencia empírica una serie de consideraciones filosóficas capaces de enmarcar la experiencia psicodélica en la ciencia cognitiva.
Mucho tiempo después de su descubrimiento accidental (Suiza, 1938), el LSD se exportaba y administraba sin mayores contratiempos e incluso tenía uso terapéutico. ¿En qué momento fue satanizado?
No soy historiador, pero la narrativa estándar nos dice que el LSD comenzó a ser demonizado a mediados de la década de los 60, cuando comenzó a asociarse con corrientes sociales y políticas ligadas con la contracultura y los movimientos antibelicistas, en concreto en contra la guerra en Vietnam, y a favor de los derechos civiles. Todo ello hizo que fuera visto como una amenaza para el orden establecido. Psychedelic Psychiatry, de Erika Dyck es un buen libro sobre la historia del LSD para quien desee saber más sobre este asunto.
¿Cuál es actualmente el mayor obstáculo para su prescripción? ¿Meros prejuicios morales o el miedo al exceso que generalmente se ha asociado con las sustancias psicodélicas?
De hecho, aquí en Australia la psilocibina y el MDMA acaban de ser recategorizados para poder recetarse, bajo condiciones y contextos específicos a partir de julio de 2023. Por otro lado, la aprobación de la psilocibina como complemento terapéutico en diversas patologías es algo que ya se prevé que ocurra en varios países en los próximos años. Los únicos obstáculos importantes se sortearán generando evidencias necesarias y un marco médico suficientemente convincente que respalde la terapia apoyada en alucinógenos como tratamiento efectivo, estableciendo las capacitaciones, la formación y la infraestructura que permitan desarrollar las nuevas prácticas de manera segura y responsable. Ciertamente, persisten varios prejuicios en algunos sectores, pero no creo que estén haciendo un gran esfuerzo para frenar la trayectoria de la investigación psicodélica y la medicalización en este momento.
La aprobación de la psilocibina como complemento terapéutico en diversas patologías es algo que ya se prevé que ocurra en varios países en los próximos años
Además del tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, ahora se ha hecho frecuente hablar de la aplicación del LSD y otros alucinógenos en el tratamiento de más enfermedades mentales. Nos interesa especialmente la depresión, ¿cómo pueden contribuir a tratamientos específicamente dirigidos a esta dolencia?
Mi perspectiva es que las sustancias psicodélicas tienen un potencial terapéutico transdiagnóstico, esto es, pueden ser útiles en el tratamiento de varias patologías diferentes, en cuanto hay factores psicológicos comunes a todas ellas. En particular, en los diversos trastornos del estado de ánimo y trastornos adictivos, para los que la terapia psicodélica se muestra prometedora, un factor compartido son los cambios en las representaciones mentales del yo. En mi libro desarrollo una descripción teórica según la cual la terapia psicodélica actúa principalmente disolviendo y reescribiendo las narrativas autobiográficas de los pacientes, así como otros aspectos de su autopercepción, que se vuelven rígidos y disfuncionales en la depresión, la ansiedad y la adicción. Al alterar los sistemas cerebrales involucrados en el mantenimiento del sentido del yo, los alucinógenos permiten a los pacientes acceder a nuevas concepciones de sí mismos, nuevas narrativas autobiográficas y nuevas perspectivas sobre sus vidas. Estas perspectivas pueden consolidarse a través del proceso psicoterapéutico y las sesiones de “integración” posteriores a la ingesta de la droga.
Uno de los reparos de quienes se oponen a este tipo de tratamientos es el hecho de que el paciente se autorregule la cantidad de las drogas que se le prescriben…
En todas las formas de terapia psicodélica (legal, regulada) que conozco, así como en los ensayos clínicos, todos los medicamentos son recetados por profesionales médicos, y las dosis y el número de sesiones están bastante estandarizados.
La oportunidad de negocio para la industria farmacéutica parece residir en la creación de pacientes crónicos; sin embargo, las terapias psicodélicas pretenden exactamente lo contrario. ¿Podrían coexistir ambas prácticas?
Esta es una muy buena pregunta. Como filósofo de la mente y de la ciencia cognitiva, con una actividad secundaria en la epistemología (teoría del conocimiento), no tengo ideas realmente bien informadas sobre este asunto, pero me interesará mucho ver cómo se desarrollan las cosas en los próximos años.
¿Será capaz la todopoderosa industria farmacéutica de frenar el avance en la prescripción de sustancias psicodélicas?
Mi impresión hasta ahora es que, en lugar de detener el progreso de la terapia psicodélica, están interesados en ver cómo pueden beneficiarse de ella, ¡lo que parece una alternativa preferible, aunque imperfecta!
El mundo capitalista en el que vivimos parece cada vez más un sistema de control, de comportamientos predecibles condicionados por el trabajo, la publicidad, los algoritmos... ¿pueden las drogas psicodélicas ayudarnos a ser más auténticos?
Creo que pueden; de hecho, uno de los sellos distintivos de la experiencia psicodélica es una especie de descondicionamiento o desfamiliarización. No siempre, aunque a menudo, somos capaces de liberarnos de los patrones habituales (conductuales, emocionales, cognitivos, de atención) y ver las cosas como si las viéramos por vez primera. Esto puede darnos simultáneamente una conciencia muy aguda de los patrones y la oportunidad de desarrollar otros nuevos. Este es el punto crucial: desarrollar y consolidar nuevos hábitos. Una vez que los alucinógenos disuelven los modelos existentes de uno mismo y del mundo, hay que encontrar y consolidar nuevos modelos; de lo contrario, sin alternativa, las cosas vuelven inexorablemente a ser lo que eran.
Una vez que los alucinógenos disuelven los modelos existentes de uno mismo y del mundo, hay que encontrar y consolidar nuevos modelos
¿Aumentan las sustancias psicodélicas nuestra capacidad de autoconciencia?
Desde mi punto de vista, ciertamente. Al interrumpir las redes neuronales involucradas en la generación del sentido del yo, los alucinógenos pueden facilitar una perspectiva más objetiva sobre nuestras propias mentes, no tan rígidamente filtrada por nuestros prejuicios y conductas y pautas aprendidas. Pero este es un proceso desordenado y los alucinógenos, sin duda, pueden ocasionar percepciones engañosas o ilusorias sobre el yo. Es decir, son una herramienta extremadamente poderosa para el autodescubrimiento, si bien las revelaciones que se producen durante el estado psicodélico, ya sea sobre uno mismo o cualquier otro asunto, deben someterse a un escrutinio sobrio posterior a la experiencia, idealmente bajo la guía de un terapeuta o alguna otra persona que sepa lo que se hace.
¿Cuándo son recomendables los alucinógenos en ausencia de patologías mentales o físicas?
Contamos con una enorme cantidad de evidencia científica sobre el hecho de que las experiencias psicodélicas controladas conllevan numerosos beneficios en personas sin diagnóstico psiquiátrico. Parecen capaces de producir cambios de personalidad duraderos considerados positivos (por ejemplo, mayor apertura a la experiencia), así como aumentos en el bienestar, capacidades de atención plena, apreciación estética, etc. También hay evidencia de que la experiencia psicodélica y la práctica de meditación pueden interactuar de manera sinérgica, aumentando mutuamente sus beneficios, de nuevo, cuando se usa con cuidado y responsabilidad. Una aplicación que me interesa especialmente es la transformación espiritual y existencial. ¿Puede el consumo psicodélico responsable ayudar a los “razonablemente preocupados”, a personas sin un diagnóstico psiquiátrico angustiadas por las preguntas filosóficas perennes sobre el significado de la existencia? La evidencia hasta ahora sugiere que sí. Ojalá hubiera mucha más investigación sobre este asunto, porque sería un modo de priorizar la investigación sobre la mejora del sufrimiento psiquiátrico profundo. Se deriva de ello la consecuencia de que un historial personal o familiar inmediato de enfermedad psicótica es una contraindicación para el uso de alucinógenos, al igual que diversas patologías físicas relacionadas con el corazón y la presión arterial. Los alucinógenos clásicos como el LSD y la psilocibina están entre las drogas más seguras que se conocen, especialmente desde un punto de vista fisiológico, pero existen riesgos reales que deben tomarse en serio.
El factor psicológico parece crucial para decidir qué tipo de pacientes pueden recibir terapia psicodélica. ¿Cuál es el perfil de paciente más adecuado?
Debo insistir en que los pacientes con vulnerabilidad a la psicosis deben ser excluidos, así como aquellos que presenten problemas relacionados con el corazón o la presión arterial. Los pacientes que parecen beneficiarse más, según la investigación hasta la fecha, son quienes experimentan angustia psicológica al final de la vida.
¿Cuál es la mayor enseñanza filosófica contenida en la experiencia psicodélica?
Que sabemos mucho menos de lo que pensamos que sabemos.
Con el título Filosofía de la psicodelia (Bauplan), el profesor universitario Chris Letheby (1985, Adelaide, Australia), que participa como investigador en el programa “Las perspectivas filosóficas de la psicodelia”, impulsado por el Gobierno australiano, analiza distintos ensayos clínicos recientes que...
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