Cartas desde Meryton
Sé lo que hiciste el último verano
Un gran número de ciudadanos votó contra los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBI, contra la subida de las pensiones y del salario mínimo, pero un número mayor votó por seguir cuidándonos los unos a los otros
Silvia Cosio 4/09/2023
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En honor a la verdad, pensaba dedicar mi carta de septiembre al turismo depredador y desbordante que ha convertido mi pequeño rincón de Meryton en un lugar incómodo, ruidoso, sucio y poco apetecible estos últimos tres meses. Tenía toda un diatriba preparada sobre la paradoja de que las administraciones nos anuncien como refugio climático para atraer masas de personas que acabarán contribuyendo a convertirnos, en un futuro no muy lejano, en un páramo climático de cortes de agua, mares contaminados, pisos turísticos, alquileres descontrolados y vecinos cabreados. Pero resulta que, a pesar de todo esto, he pasado un verano fantástico, lo que me permite encarar septiembre, y lo que queda de año, con optimismo –moderado, pero incontenible–. Lo que no impide que no me deje engañar, pues sé que voy a tener por delante veranos de sobra para dar rienda suelta a mi enfado por la locura que ha contagiado a administraciones públicas, chigreros y pequeños propietarios asturianos, convencidos todos ellos de que esta vez, y sin que sirva de precedente, la burbuja del turismo no nos estallará en la cara.
Pero volvamos a lo del verano bonito, por favor. Venga, sí, que nos lo hemos ganado: este verano ha sido fantástico porque ha sido el verano del destape. Cuatro largos años de turra sin fin de las derechas, en teles, periódicos y redes nos hicieron creer que se nos avecinaba un tsunami reaccionario. Cuatro largos años de guerras culturales y machacona propaganda contra cualquier –mínimo– avance social, aderezados con encuestas apocalípticas, mentiras, exageraciones, memes y cadenas de Whatsapp, nos convencieron de que la sociedad española estaba dispuesta a lanzarse por el precipicio facha. Vamos, que nos creímos sus mentiras, que pensamos en serio que existía eso del “sanchismo” y, sobre todo, nos tragamos la bola de que la gente quería acabar con él cayera quien cayera. Y este espejismo se materializó en mayo cuando vimos al PP y a Vox acumular poder municipal y autonómico y, claro, entramos en pánico. Y cuando alguien entra en pánico deja de usar su cerebro de forma racional, porque este se pone en modo supervivencia. Y al no pensar, no nos dimos cuenta de que las derechas arramplaron diputados autonómicos y concejales por la incomparecencia de Podemos. Sin apenas poder recuperarnos de este primer shock nos dirigíamos hacia unas generales en modo histeria a cuenta de vetos y bots y de unidades de la izquierda, todo ello aderezado con el pánico moral en torno a la Ley del ‘sí es sí’ y las excarcelaciones de violadores y los contratos para follar queyanovasapodermiraraunamujersiniralacárcel, y tuvimos claro que todo estaba perdido, que estábamos en minoría, que éramos la Resistencia, los Andor patrios. Y tuvo que llegar el 23J para darnos al fin cuenta de que nos habíamos dejado engañar por la propaganda reaccionaria y, lo que es más importante, que los reaccionarios también se habían dejado engañar por sus propias mentiras hasta el punto de que, como los malos en las pelis de Bud Spencer, ni siquiera sabían desde dónde les estaban llegando los golpes. Y, si bien es cierto que un número significativo de ciudadanos votó contra los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBI, contra la subida de las pensiones y del salario mínimo, optando por defender el regreso de la censura y de los toros y apostándolo todo al negro por el asfalto, los coches y el negacionismo del cambio climático, no deja de ser menos verdad que un número mayor de personas votó por seguir cuidándonos los unos a los otros. Pero no ha sido solo esto lo que ha convertido a este verano en un verano fantástico a pesar de los pesares y las olas de calor y las ciudades inhóspitas, sino dos hechos en apariencia desconectados entre sí, pero que nos han colocado frente a un espejo que nos ha devuelto un reflejo mucho más favorable que el esperado: el Borbón borboneando y un beso no solicitado.
Que a nuestro Borbón actual le gusta borbonear cual Borbón desatado no debería sorprendernos, y para ser honesta creo que cada borboneo borbónico le acerca un pasito más a tener que buscar un apartamentito libre cerca de su emérito progenitor en Abu Dabi, pero que el Borbón borbonee y ponga en peligro su papel institucional para salvarle el trasero a ese cadáver a los postres que es Feijóo demuestra que el borboneo y la Corona se heredan con más facilidad que la inteligencia y el instinto de supervivencia. Así que gracias al Borbón borboneante Feijóo nos está haciendo perder el tiempo a la vez que escenifica la muerte política a cámara lenta más ridícula de la Historia reciente en una serie de reuniones, comparecencias y ocurrencias que dejan al descubierto que la derecha española no es más que una enorme empresa diseñada para esquilmar dinero público dirigida por un puñado de tipos y tipas tan avariciosos como torpes. Lo que les convierte en seres especialmente peligrosos, pues están dispuestos a subirse a cualquier ola reaccionaria que les impulse hacia el poder –y el dinero–. Pero llegó el feminismo y mandó parar. Y un beso propinado ante millones de personas desató una marea al grito de “se acabó” que ha destapado que el feminismo es un animal rugiente y muy vivo que no pertenece a nadie, y que no se debe a ninguna sigla porque es de todas y además es imparable. Y así, cuando ya habíamos perdido toda esperanza, nos dimos cuenta de que no estábamos solas. Queda un largo invierno por delante, pero ahora nos parece un poquito menos frío y solitario.
En honor a la verdad, pensaba dedicar mi carta de septiembre al turismo depredador y desbordante que ha convertido mi pequeño rincón de Meryton en un lugar incómodo, ruidoso, sucio y poco apetecible estos últimos tres meses. Tenía toda un diatriba preparada sobre la paradoja de que las administraciones nos...
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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