Cartas desde Meryton
Levantad, carpinteros, la viga maestra
El 28M en mi villa marinera, la misma que la mitología considera una ciudad obrera, ganaron las derechas, me pregunto cómo pudo ser posible. Al fin y al cabo solo nos pusimos contentos porque estaban levantando un edificio pequeño y feo
Silvia Cosio 31/05/2023
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Frente a mi casita están levantado un edificio. Un edificio extraño, un alien en mi barrio obrero, una construcción más acorde con las que hay en el barrio que descansa a los pies del mío, una zona suburbial de jardines, piscinas privadas, derramas para todo y niños con uniforme de colegio concertado. Pero el edificio que están levantando frente a mi casita es una versión reducida, pues el terreno sobre el que lo erigen antes fue una casa de los años veinte reciclada en tienda de barrio y después un solar abandonado que colonizó una familia de gatos bastante simpática. En el ínterin, ese terreno a punto estuvo de ser una rotonda y luego un parquecito en unos planes urbanos que nunca se llegaron a materializar porque acabó como terreno urbanizable. Y fue de esta manera, y gracias a un tecnicismo, que el edificio se hizo cemento y metal llevándose, de paso, varios metros cuadrados de terreno público. Desde que llegaron los primeros camiones cargados de material y vallas, los responsables del edificio nos dejaron sin acera, ya que la hundieron al cavar los cimientos, dejando en su lugar un socavón que provocó que se tuviera que cortar el tráfico y que desvió la ruta de los autobuses urbanos durante muchos meses. Han derramado, también, cemento en el pavimento, lo han llenado todo de escombros y ruido, y encima la obra estuvo parada durante meses porque tenían que asumir no sé cuantísimas multas al saltarse tropecientas normas municipales y luego porque se les acabó el dinero. Hace solo un par de meses que han reanudado la obra, pero esta vez con la mitad de personas de las que había en un principio. Además, los que trabajan en ella, que hay días que vienen y días que no, se llevan fatal entre ellos y se pasan el día insultándose y llamándose de todo –soy asturiana y estoy acostumbrada a oír cagarse en Dios a la mínima, y hasta yo me sonrojo con lo que se dicen–.
En casa estamos un poco bastante hasta el moño de la obra de las narices y además tenemos el pálpito de que el edificio se va a caer porque está gafado. Pero no todos piensan como nosotros, varios vecinos dicen que está muy bien que hayan decidido levantar este edificio en el barrio porque vendrán a vivir familias con hijos. En mi barrio ya han venido a vivir bastantes familias con hijos, solo que igual son del color equivocado. Otros afirman que con los nuevos vecinos llegarán las mejoras al barrio, que el Ayuntamiento ya no se olvidará de nosotros y que al fin arreglará las farolas y las aceras y que lo pondrá todo más bonito, a la altura de los nuevos inquilinos, mucho más sofisticados, por lo visto, que nosotros, a quienes nos encanta vivir entre socavones y con las aceras llenas de parches. Unos cuantos vecinos están encantados porque están convencidos de que sus pisitos de los años sesenta se van a revalorizar, que tal vez ahora sí los puedan vender y comprar un piso en el suburbio sobre el que nos alzamos, con jardines y piscinas privadas. Otros están ya haciendo las cuentas de la vieja y contemplan ahora con otra cara las casitas que levantaron sus abuelos, las de las fachadas algo burdas y sus jardincitos, mientras calculan por cuánto se las pueden vender a los constructores para que levanten otros edificios pequeños y feos. Hay quien dice que nuestro barrio sería perfecto para alquileres vacacionales porque está a medio camino entre la playa y el centro, y porque además hay aparcamientos, y que con un poco de literatura y algún filtro pueden subir unas fotos muy cuquis a Airbnb. Parece mentira que se puedan generar tantos sueños y expectativas alrededor de un edificio tan pequeño y tan feo, un edificio al que sus promotores han puesto el pomposo pero significativo nombre de Puerta de (inserte aquí el nombre del suburbio de postín sobre el que me alzo y que ya no puede albergar construcciones nuevas) porque supongo que ya tienen claro que este edificio catastrófico y feo es solo la avanzadilla de lo que se avecina sobre mis vecinos y mi barrio obrero y sobre mí misma. No le faltará razón a esa gente de mi barrio –una parte, no toda– cuando saluda con alegría la llegada de este edificio pequeño y feo, ni cuando dice que vendrá gente nueva al barrio y que traerá vida y mejoras estéticas y dinero a los propietarios y a sus herederos, que así podrán vender sus pisitos por mucho más de lo que pagaron por ellos para irse a vivir al suburbio sobre el que nos alzamos. Supongo que también subirán los alquileres y que no tardarán en llegar los viajeros arrastrando sus maletas con ruedas por todo mi barrio. Por supuesto que habrá gente, alguna –no mucha, el capitalismo no es de andar regalando dinero ni de ir haciendo rico a cualquiera–, que sí que logrará ganar unas perrillas, como supongo que las casitas un poco feas pero relucientes con sus jardincitos exquisitamente mimados darán paso a más solares y más camiones y más vallas y más andamios y más edificios pequeños y feos de nombre pomposo, todos ellos llenos de familias y de niños con uniforme de colegio concertado. Como supongo que subirán los alquileres, subirán más porque no es como si en mi barrio obrero la gente estuviera pagando alquileres bajos, y se desplazarán los vecinos de toda la vida a otros barrios obreros más lejanos, pues mi barrio obrero ya no será obrero ni siquiera barrio porque se habrá transmutado en suburbio. El 28M en mi villa marinera, la misma que la mitología considera una ciudad obrera, ganaron las derechas, me pregunto cómo pudo ser posible. Al fin y al cabo solo nos pusimos contentos porque estaban levantando un edificio pequeño y feo en el barrio.
Frente a mi casita están levantado un edificio. Un edificio extraño, un alien en mi barrio obrero, una construcción más acorde con las que hay en el barrio que descansa a los pies del mío, una zona suburbial de jardines, piscinas privadas, derramas para todo y niños con uniforme de colegio concertado. Pero el...
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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