editorial
La investidura ‘fake’ del rey de las mentiras
27/09/2023
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Finalmente, tras un mes larguísimo de paseos, mítines, declaraciones, reuniones estériles y mentiras, Alberto Núñez Feijóo, el líder del partido más votado en las elecciones generales del 23 de julio, compareció en el Congreso de los Diputados, a propuesta del rey Felipe VI, para someterse a una investidura fake que todos sabíamos que iba a ser fake. O, en el lenguaje que el PP aportó a la terminología política, una investidura trampa que todos –empezando por el que la promovió– sabían que era trampa. Incluso el candidato lo sabía, de manera que cuando subió al atril, la sensación general era la misma que si se hubiera subido a un altar a decir misa. Dijera lo que dijera, no iba a convencer a nadie de que le votara, con lo que, fiel a su estilo habitual, Feijóo se dedicó a soltar cifras, muchos datos falsos camuflados entre algunos verdaderos, promesas de todo pelaje y ofertas de seis pactos de Estado seis, todo ello a beneficio de inventario.
Una soberana pérdida de tiempo, totalmente prescindible, que ha servido para confirmar que Núñez es un mitómano de manual, además de un diputado muy del estilo de su paisano Mariano Rajoy, fajador y socarrón, ya graduado en fajarse, pero todavía en primero de socarronería. Quizá la principal diferencia es que Feijóo es bastante más arrogante y tiene una actitud más pueril: solo brilla realmente cuando humilla a sus adversarios, y se nota que disfruta haciéndolo. Un talante que da miedo.
Derrota sin matices ni peros, por tanto, que debió ser la primera de Feijóo en su vida, según afirmó él mismo con su modestia habitual
Por suerte, los números del líder del PP que abrió de par en par las puertas de los gobiernos autonómicos y municipales a la extrema derecha no le van a dar para ganar la investidura y llegar a la presidencia del Gobierno, salvo que cuatro diputados de los grupos que le niegan en principio el voto acaben convirtiéndose en tránsfugas el viernes 29 de septiembre. Curiosamente (o no), Feijóo dejó muy claro que aceptaría de buen grado ser presidente por esa vía ilegítima (salvo si los votos fueran de Bildu o de Rufián, aclaró), aunque en sus dos días de intervenciones ha intentado presentarse como el candidato de la dignidad y los principios, por contraposición a un Pedro Sánchez que sería presidente solo gracias a los votos de los independentistas que no solo quieren romper España sino también quebrar la (sacrosanta para la derecha) igualdad entre los españoles.
No todas las opiniones concuerdan en si fue o no políticamente correcto o elegante sacar a Óscar Puente a responder a Feijóo, pero si hemos descubierto que para desalojar –aunque sea temporalmente– a la extrema derecha de las instituciones basta con hablar en una lengua española distinta de la castellana, quizá recurrir a un jabalí sea el método más eficaz para confrontar a un mentiroso compulsivo. Puente salió vencedor del debate, y de paso lo hizo también su jefe, Pedro Sánchez. Por contraste, el debut de Sumar en el Congreso quedó marcado por la operación borrado/difuminado realizada con las y los cinco diputadas/os de Podemos que siguen en el Parlamento; y se movió entre el estilo escolar de la portavoz Marta Lois y el tono machirulo y gritón de Enrique Santiago. La cosa se salvó un poco gracias a Aina Vidal.
La no investidura, justificada por el monarca en aras de “la costumbre”, deja además la sensación de que el PSOE y Sumar tienen bastante atados los apoyos necesarios para que Sánchez se convierta de nuevo en presidente siempre y cuando el rey tenga a bien concederle la oportunidad. Aunque los caminos de Puigdemont son inescrutables, y no se puede descartar tampoco que el poder judicial trate de interferir en el proceso –no sería la primera vez–, parece razonable pensar que Junts acabará dando su apoyo a Sánchez, a cambio de una amnistía y la promesa de un referéndum. Tiempo habrá, sin embargo, de analizar y profundizar en los detalles de lo que Feijóo y Abascal consideran una indigna venta de la nación española a las élites políticas catalanas (de lo que opinan sobre el particular sus socios silentes, UPN y CC, no hay noticias). Mientras tanto, resultó chocante la destacada intervención de Mertxe Aizpurua (Bildu). Mientras ella hablaba en términos de convivencia y reconciliación, Feijóo le tiraba a la cara las víctimas de ETA, ante el éxtasis de la bancada azul.
La primera votación (172 síes y 178 noes) acabó con el resultado previsto. Tras dos días de debate, nadie se movió un milímetro (aunque algunos digan que el PNV emplazó al PP a verse cuando se libere de Vox, el momento no parece muy cercano). Derrota sin matices ni peros, por tanto, que debió ser la primera de Feijóo en su vida, según afirmó él mismo con su modestia habitual (y con su falta de perspectiva no menos habitual, porque refuerza la magnitud del fracaso). La única palabra que se puede utilizar como resumen de lo visto, oído y votado es “alivio”. La primera posibilidad de un Gobierno del PP con la extrema derecha parece superada, de momento. Como tituló en su día la revista The Economist, “Cualquiera menos Carter”.
Finalmente, tras un mes larguísimo de paseos, mítines, declaraciones, reuniones estériles y mentiras, Alberto Núñez Feijóo, el líder del partido más votado en las elecciones generales del 23 de julio, compareció en el Congreso de los Diputados, a propuesta del rey Felipe VI, para someterse a una investidura...
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