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Feijóo presenta su candidatura a líder de la oposición
El PP renuncia a gobernar porque el partido con el récord de indultos se niega a sumar uno más. La ética les impedía hacer concesiones al independentismo catalán como las hizo Aznar
Gerardo Tecé 26/09/2023
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Horas antes del arranque de la investidura, Cuca Gamarra sorprendía con un anuncio: Feijóo se convertiría en el primer candidato que, por voluntad propia, renunciaría a ser presidente. Así que había expectación máxima, claro. No fuera a ser que a última hora el hombre cambiase de opinión. Doce de la mañana en el Congreso de los Diputados de este martes de septiembre en el que, salvo las palabras de Cuca Gamarra y los tamayómetros con los que los medios madrileños especulan a cuánto sale el kilo de tránsfuga en lonja esta semana, nada hace indicar que la llave de La Moncloa esté en la mano de un Feijóo al que le siguen faltando los mismos cuatro escaños que le faltaron aquella noche del 23J en la que su pulgar levantado en el balcón de Génova decía una cosa y sus ojos decían otra. Tras un largo recorrido en círculos que empezó con Feijóo tendiéndole la mano al sanchismo, a Junts y al PNV y que ha terminado con Feijóo denunciando los posibles pactos entre el sanchismo, Junts y el PNV, hemos llegado al Día D. D de Desquicie, porque quien sube a la tribuna para pedir la confianza del Parlamento sabe que no puede obtenerla desde hace tiempo. Desde antes de pedirle a Felipe VI que le reservase la sala. El tipo al que la tele rotula como candidato a presidir el Gobierno tiene en realidad como objetivo asentar posiciones dentro del PP haciendo desde ya oposición a un posible futuro Gobierno que nacerá de una futura investidura para la que aún no hay fecha. Para que algunos digan que la derecha vive anclada al pasado.
Según los artículos 170, 171 y 172 del Reglamento del Congreso, Alberto Núñez Feijóo debería dedicar las próximas 48 horas a convencer al resto de grupos políticos de la conveniencia de apoyar su propuesta para España. El problema es que Feijóo, que ayer por la tarde subía una foto a X (antes twitter) mirando papeles y anunciando que estaba preparando el bolo, no ha llevado al Congreso ninguna propuesta para España. En su lugar, eso sí, lleva una propuesta para su propio partido: dadme tiempo. No es la primera vez que un asunto que debe resolverse internamente se convierte en debate público en España. Isabel Pantoja y Kiko Rivera fueron avanzadilla. Pero si para solucionar en sede pública los intríngulis de Cantora, el lenguaje era directo –tú robaste el traje de torero de mi padre, te odio, sal de mi vida–, para solucionar lo de Génova el lenguaje es diferente. Porque en política uno no puede subirse a la tribuna del Congreso y gritar Isabel déjame vivir, ten piedad. En su lugar, para que Isabel te deje vivir le mandas mensajes encriptados jurándole que te portarás bien para impedir que te apliquen la solución Casado –dios lo tenga en su gloria–. Declarar en tu propia investidura, en tu propia exposición de propuesta de modelo de país, que Sánchez destruirá España es esa forma encriptada de pedir tiempo.
Feijóo juega en el mundo de la ficción. Ficción es que pueda ser presidente si así lo decide
Feijóo, flamante casipresidente del Gobierno, llegó al Congreso de manera espectacular. Si las investiduras dependiesen de la escenografía, el gallego obtendría mañana una mayoría absoluta aplastante. Faltaban pocos minutos para las doce y una manifestación de diputados, senadores y presidentes autonómicos del PP, liderada por el candidato Feijóo, bajaba por la Carrera de San Jerónimo. La escena pedía que sonara música épica de fondo. Teniendo en cuenta el golpe que se avecinaba en forma de votación, la de Rocky hubiera estado bien. A la espera de que Madrix, ese estado mental mediático-madrileño que gobierna el PP, decida sobre el futuro de Feijóo, hoy la consigna era arropar al candidato. Ovación cerrada de los suyos cuando Feijóo subió a la tribuna. No le aplaudían así desde la noche del 23J en la que, como hoy, todos sabían que aquellos aplausos eran a un soldado caído en la batalla. Aplausos de agradecimiento por los servicios prestados que Feijóo debería convertir durante su discurso en apoyos para su candidatura como líder de la oposición.
El guión, el previsto, pero con alguna sorpresa. Quizá la mayor de ellas haya sido que Feijóo ha confirmado con sus propias palabras lo anunciado anteriormente por Cuca Gamarra: si no gobierna el país es porque no quiere. Porque él, al contrario que Sánchez, tiene ética y valores. Es decir, que Feijóo ha decidido –y su partido se lo ha permitido– renunciar a la hucha del Estado, a los presupuestos generales, porque la ética les impedía hacer concesiones al independentismo catalán como las hizo Aznar en el 96. Es decir, que el PP renuncia a gobernar España porque el partido con el récord de indultos se niega a sumar uno más indultando a Puigdemont. Si la mayor sorpresa ha sido esa, la propuesta más llamativa en el discurso de Feijóo ha sido la creación del “delito de deslealtad institucional”. Un concepto, el de deslealtad, tan subjetivo que suponemos que desleal, y por tanto delito, sería pactar con Junts mientras lograr bloquear durante cinco años el gobierno de los jueces en contra de la Constitución podría conllevar medalla al mérito civil. Averigua. Sea como sea, Feijóo juega en el mundo de la ficción. Ficción es que pueda ser presidente si así lo decide, ficción es su investidura y ficción todas y cada una de las promesas electorales que ha lanzado hoy confundiendo investidura con campaña electoral. Quizá la más significativa de ellas, por sorprendente, su promesa de que el poder judicial deje de estar manoseado por los partidos políticos. No se encendió un puro tras el anuncio porque en el Congreso se puede hablar euskera pero no se puede fumar.
La votación que dejará claro que sacar más votos que el segundo no te convierte en nada. Ni siquiera en líder de la oposición
Quitando que lo de hoy era una investidura y no una sesión de control al Gobierno del que no formas parte, Feijóo ha estado bien. Si su objetivo era presentarse como líder de la oposición –cargo que aún no tiene asegurado en un futuro a medio plazo–, ha hecho méritos para ello. Y no era fácil, teniendo en cuenta que tenía que articular un discurso en el que, al mismo tiempo, respetase las líneas maestras marcadas por Madrix y mostrase algo de ese posicionamiento centrado en el que se siente cómodo. Un ejemplo paradigmático es el pasaje de su discurso en el que el líder del Partido Popular ha dibujado un país que se construya sobre las bases del diálogo y en el que desaparezcan los bloques. A continuación, le ha dado las gracias por su apoyo a los 33 diputados de Vox dispuestos a ilegalizar a buena parte del Congreso. Lo cual, hay que reconocerlo, facilitaría la construcción de ese país sin bloques con el que sueña el casipresidente Feijóo. Mañana, la votación que dejará claro que sacar más votos que el segundo no te convierte en nada. Ni siquiera en líder de la oposición.
Horas antes del arranque de la investidura, Cuca Gamarra sorprendía con un anuncio: Feijóo se convertiría en el primer candidato que, por voluntad propia, renunciaría a ser presidente. Así que había expectación máxima, claro. No fuera a ser que a última hora el hombre cambiase de opinión. Doce de la mañana en el...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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