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Querida suscriptora, querido suscriptor:
El cuadrante de la revista ha querido que sea yo quien, en vísperas de la navidad, escriba la carta semanal dirigida a quienes nos apoyáis en nuestro trabajo. Así que, para darle vuelo a esta página que en estos momentos está prácticamente en blanco, he pensado que qué mejor forma de llenarla de contenido que un breve discurso navideño contextatario. Y aquí me tienen, sentado frente al ordenador con chaqueta, corbata y sonrisa borbónica.
Ni que decir tiene que me llena de orgullo y satisfacción dirigirme a ustedes para darles las gracias por estar ahí. No son estas, como puede pasar en otros discursos que verán por televisión en estas fechas, palabras vacías, sino llenas de significado. Hasta rebosar. Es un orgullo y una satisfacción real porque, de no ser por ustedes, tanto yo que les escribo hoy, como todos mis compañeros y compañeras probablemente tendríamos que estar viviendo este momento histórico tan complicado y doloroso en otros medios de comunicación diferentes. Medios en los que no se le tiene el mismo respeto a la palabra que se le tiene en CTXT. Si no fuese por ustedes, yo no podría mandar un artículo de opinión diciendo que lo que está sucediendo en Gaza es un genocidio intolerable. Y al horror de lo que veo por televisión y me mina el ánimo, tendría que sumarle el horror de verme obligado a torturar palabras para poder llenar la nevera y pagar la hipoteca. Operación contra el terrorismo, tendría que llamar, para que mis jefes no me despidiesen, a esas imágenes insoportables de niños que, en el mejor de los casos, tiemblan de miedo. No podría meterme en una reunión de trabajo y decirles a mis compañeros que hoy estoy KO, porque asistir a un genocidio televisado en directo siendo padre de un niño de 2 años me está reventando. No podría reconocer ante mis compañeros que hago piruetas por abstraerme de todo esto como buenamente puedo. Que yo, que me dedico a los medios, soy el primero que evita ver imágenes, que estoy dejando de consumir información, que, por pura supervivencia anímica, veo lo que es puramente necesario para mi trabajo. Esto, que parece poco, es mucho. Es poder cagarte abiertamente en la humanidad y los psicópatas que la gobiernan, porque no es humano asistir a la mayor barbaridad de nuestra generación sin despeinarte, indignarte ni llorar a ratos. Es poder ser sincero porque, en cualquier ámbito de la vida, también en el trabajo, la sinceridad cura. Y esa sinceridad y curación, que valen para el que escribe y también para el que lee lo que algunos escribimos, son imposibles sin libertad para poder usar las palabras necesarias. Y esas palabras nos las regalan ustedes con su apoyo.
Decía alguien muy sabio que las palabras generan vida, porque algo sin palabra que lo nombre es algo que no existe. Y por eso, en Gaza, ese portal de Belén en el que el niño Jesús agoniza destrozado por las bombas, hay quien no quiere palabras ni periodistas capaces de ordenarlas. Ese alguien es Israel. Y son ustedes quienes nos han permitido que tengamos a Mahmoud Mushtaha, periodista palestino que nos tiene cada día con el alma en vilo, sobre el terreno para ponerle palabras a lo que allí está pasando. O a Marta Maroto, desde el vecino Beirut, contándonos las implicaciones del genocidio en aquella zona del mundo. O que podamos pagarles a reputados expertos para que, desde Estados Unidos, Reino Unido, Bruselas o donde sea, escriban análisis que publicamos para usted en los que las palabras se respetan. Y esas palabras las financian ustedes. Como diría Netanyahu, financian ustedes el terrorismo, entendiendo terrorismo en este momento como no cruzarse de brazos ante la infamia. Como decía Saramago –y yo repito cada vez que puedo– si tenemos conciencia, pero no la usamos, para qué carajo nos sirve la conciencia.
En política española –el rey hace esto, ¿no?, te pega un salto de un tema a otro sin que te lo esperes– vivimos un momento-no-momento. Se ha logrado frenar a la ultraderecha en las urnas, lo cual habla muy bien de un país que ha sido capaz de no irse por la taza del váter en un momento histórico en el que el vátering es deporte de moda como el balconing lo es en Magaluf. Pero es un momento-no-momento porque nada está consolidado. Porque la ultraderecha perdió las elecciones en las urnas, pero las ganó hace ya mucho y por mayoría absoluta en el IBEX, los juzgados, la iglesia, el fútbol, el ejército o los medios de comunicación de masas. Porque este país no es ajeno al gran momento-no-momento mundial en el que no sabemos si nos dirigimos a un nuevo tiempo de luz en el que nos enteremos de una puñetera vez que el planeta nos va a eliminar como especie invasora si no cambiamos, que la pobreza no se combate con muros y que no hay futuro sin igualdad, o si lo que se ve al final del camino son más sombras. Es un momento-no-momento porque ni siquiera la izquierda local que tiene claro que lo recomendable es caminar hacia la luz y escapar de la sombra, huye unida. Y aquí, me van a permitir que no entre demasiado en materia porque –giro de cabeza mirando a otra cámara, esto lo hacen muchos los borbones también– hoy hablo por mí, pero también un poco por cada uno de mis compañeros, y cada uno es de su padre y de su madre. Y porque el papel de CTXT no es aupar partidos o plataformas, ni tampoco enterrarlos cuando los grandes medios deciden que ya toca darlos por muertos, ni es decir espejito, espejito, cuál es el cerebro más guapo e inteligente de la izquierda española, sino observar y poner palabras, lo más honestas posibles, a esta disputa que se ha abierto y que se recrudecerá en los próximos tiempos. Cuando se cabreen con alguno de quienes aparecemos en CTXT porque nuestra posición sobre un asunto específico relacionado con las guerras de la izquierda no coincida con la suya, piensen que no están solos. Que junto a ustedes hay probablemente cabreados unos cuantos compañeros de CTXT, tan en desacuerdo como ustedes con la opinión o el análisis publicado en CTXT. Y que, al día siguiente, el desacuerdo cambiará de acera. Porque el debate es eso, que no se nos olvide. Y aquí hemos venido a darle las gracias porque su apoyo es fundamental para que este proyecto tenga salud, pero nunca a pretender contentarle en todos y cada uno de nuestros artículos y análisis. Usted, que es inteligente, ya lo sabe de sobra.
Y, para terminar –otro giro de cabeza y el tiro de cámara dejando ver la foto que tengo detrás del niño este verano en la playa comiendo arena porque la simbología en los discursos de navidad es muy importante, dicen los expertos en la Casa Real, y comer arena representa estupendamente la confusión del momento y el niño se puso fino de arena de la playa creo que era en Cádiz aunque lo mismo fue en Portugal–, desearles a todas y todas unas buenas fiestas y que tengan toda la salud posible porque el número del gordo no les habrá tocado. Era de esperar. Las posibilidades eran las mismas que las de ver a Abascal despierto un día a las siete de la mañana. Aun así, y sin querer yo animar a la ludopatía, vuelvan a intentarlo el año que viene porque nunca se sabe. Más difícil era que sobreviviese un medio que pretendía aportar análisis y contexto en mitad de la dictadura del click ligero y aquí estamos, a puntito de cumplir 9 años en enero. Gracias por hacerlo posible. Mientras ustedes quieran, seguimos. Eguberri on, Bon Nadal, Boas festas. Toma discurso.
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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