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Querida comunidad contextataria:
Siempre es un marrón que te encalomen la carta inmediatamente posterior a la del baranda, y lo es aún más cuando el hombre ya se explayó que daba gusto el pasado sábado hablando sobre todo lo divino y humano que acontece desde hace ya nueve años en esta, nuestra humilde pero muy digna redacción.
Así que, yo qué sé, tendré que divagar y hablarles de mí. De mi trabajo aquí. De la vida en general. Lo que sea para rellenar párrafos y cumplir con el encarguito. Pido disculpas de antemano por la sinvergonzonería.
Enero es un mes chungo. Todos los años. No sé por qué. Yo me reía del Blue Monday, pero lo cierto es que algo tiene esta época que hace que la gente vaya arrastrándose hecha polvo a todas partes. El clima es regulero y hay poca luz. No se esperan festivos hasta dentro de varios meses, y muchos tienen miedo de empezar a gastar sus días de vacaciones con el año recién empezado. Creo que nos sentimos atrapados por el trabajo en una estación en la que, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la gente se limitaba a refugiarse del frío, rebuscar algo de comida y dormitar durante casi todo el día. Este enero de 2024, además, ha venido con un extra de epidemia de enfermedades respiratorias que han dejado fuera de combate a la mitad de la población y reavivado el viejo fantasma de la covid, una herida todavía sin cerrar en nuestro cada vez más maltrecho sistema sanitario.
Pero sobre todo, este año ha empezado con un mal rollo insoslayable por el horrendo genocidio que tiene lugar al otro lado del Mediterráneo, y del que nos llegan noticias cada día.
No sé qué decirles sobre este tema que no esté más que dicho ya. En la redacción hemos hablado muchas veces de que la cifra de lecturas en los artículos sobre Oriente Medio es especialmente baja. Nos imaginamos bien cuál es el motivo. Sin embargo, y esto es mucho más llamativo, ustedes no han dejado de donar dinero para ayudarnos a mantener la cobertura en torno a este asunto. Yo tengo una hipótesis. Está claro que no lo hacen porque quieran solazarse con las barbaridades del cruel Gobierno de Netanyahu contra una población indefensa, o siquiera porque necesiten buscarle un contexto a la atrocidad. Lo que ustedes quieren es que documentemos el horror. Porque una cosa es no querer ver o leer ciertas cosas, que bastante dura es la vida cotidiana algunos días, y otra desentenderse por completo de lo que les sucede a los otros. Sí, nos sentimos impotentes y desesperanzados al desayunar cada mañana con los informes que reflejan la creciente cifra de muertos y heridos, o las historias de terror sobre las insoportables condiciones de vida de los gazatíes atrapados en la Franja. Pero difundir y dejar constancia audiovisual y escrita de lo que sucede, aun cuando una siente que no puede hacer nada más, no es un asunto menor.
Supongo que de eso va a veces el periodismo, pero tampoco lo sé con seguridad. Pronto hará dos años desde que empecé a trabajar en la redacción de CTXT y, no les voy a mentir, sigo sin entender nada sobre cómo funciona un medio de comunicación o qué esperan los lectores de nosotros.
Pero sí he descubierto que la gente parece seguir creyendo en esta labor. No solo porque los lectores se suscriben y donan dinero con gran generosidad para que podamos dedicarnos a esto. También lo he comprobado durante la elaboración de piezas y reportajes, cuando tengo que entrevistar a alguien –ciudadano anónimo, político o representante de lo que sea– y esa persona me permite preguntarle cualquier cosa y me cuenta sin reservas su historia personal, o todo lo que sabe sobre un tema concreto.
Sé que no lo hacen porque confían en mí personalmente: no me conocen. Lo hacen porque tienen la esperanza de que difundiré su relato. Lo hacen porque creen que es importante que su voz se escuche, o que determinado asunto se documente y se conozca. Lo hacen, en suma, porque creen en los medios y en la audiencia de esos medios. Es decir, creen en ustedes.
Así que, aunque esta época del año sea triste y angustiosa para muchos porque se encuentran enfermos y cansados, aunque no nos quede ya ánimo para leer noticias sobre el intento de exterminio de más de dos millones de personas inocentes y desamparadas, o aunque escuchar historias cainitas de apasionadas venganzas entre las diferentes facciones de la izquierda en nuestro país se esté volviendo pesadísimo, yo no dejo de tener esperanza. Esperanza en que sirve de algo poner el foco aquí y allá, en que no hay que tenerle miedo al futuro.
Y esperanza, por supuesto, en ustedes. En que seguirán ahí para leernos y acompañarnos a donde quiera que nos lleve este 2024. Gracias por estar ahí. Un abrazo,
Adriana T.
Querida comunidad contextataria:
Siempre es un marrón que te encalomen la carta inmediatamente posterior a la del baranda, y lo es aún más cuando el hombre ya se explayó que daba gusto el pasado...
Autora >
Adriana T.
Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío. Autora de ‘Niñering’ (Escritos Contextatarios, 2022).
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