CARTA A LA COMUNIDAD
Nueve años llegando tarde. Gracias por hacerlo posible
7.000 personas parecen muy pocas para sostener un medio de comunicación, pero cuando son tan fieles y generosas como ustedes, parecen muchísimas
Miguel Mora 15/01/2024
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Cuando el 15 de enero de 2015 cerramos el primer número de CTXT en una oficina-nevera del barrio madrileño de La Ventilla, no teníamos gerente, no teníamos nóminas, no teníamos publicidad, no teníamos a Telefónica detrás, no teníamos móviles de empresa ni contactos con el IBEX, pero en la portada pusimos cuatro cajitas mondas y lirondas que definían ya lo que iba a ser Contexto: Política, Firmas, Culturas y Deportes (antimadridista, por más señas).
Éramos 14 periodistas en paro, recién tirados a la basura por diversos diarios de papel gobernados por ludópatas que empezaron sus carreras en la Prensa del Movimiento y ahora se creían lobos de Wall Street. Muchos no éramos capaces de distinguir una S. L. de una S. A, pero no teníamos la menor intención de renunciar a ejercer nuestra pasión, el periodismo. Y sabíamos que para buscarnos un hueco teníamos que hacer justo lo contrario de lo que estaban haciendo los viejos y nuevos digitales progresistas. Es decir, nada de publicar piezas y teletipos a mansalva, nada de dar última hora, nada de defender al PSOE como si fuera nuestra madre y nada de acudir a las tertulias televisivas para trincar un sueldo extra y obtener visibilidad y suscripciones.
Así que, en vez de correr y correr, decidimos que íbamos a llegar lo más tarde posible a las noticias; y que en vez de pasar la mano por el lomo al bipartidismo monárquico, corrupto y austericida, íbamos a escuchar con toda atención a los yayoflautas y los jóvenes turcos que habían convertido el 15M en una opción política que daba pánico a las élites. No queríamos ser ricos ni famosos, sino hacer periodismo libre, irreverente, ingobernable. El Sistema, que todo lo ve, lo supo pronto, y quizá por eso nunca nos invitaron a las tertulias (bueno, yo fui a la SER de suplente dos mañanas de verano y aquello fue todo). Enseguida notamos que el IBEX y las instituciones tampoco se morían por financiar la aventura de aquel grupo de chalados que detestaban la publicidad invasiva, el click fácil y las alertas en el móvil. Haciendo virtud de la pobreza extrema, apostamos por ser un semanario (el anticlímax de Google), y por géneros que la prensa digital de teletipo y titular cachi consideraba una memez: editoriales, entrevistas interminables, reportajes sobre el terreno, perfiles, y para ilustrar, caricaturas y viñetas.
Pensábamos además que, especialmente en aquel momento de alta precariedad material y moral, el periodismo no podía no ser un servicio público, y por eso elegimos un modelo de no negocio: todo en abierto, sin muros de pago, sin contenido patrocinado y con un diseño minimalista. La idea era que los lectores más pudientes pagaran unos euros al mes de suscripción para que quienes no podían pagar pudieran leernos gratis y difundir nuestro trabajo en redes.
Desde el principio, en la fachosfera, nos llamaron Contexto, el medio podemita. Seguramente se lo pareció porque abrimos el primer número con una entrevista de 27 folios a Errejón, cosa que ningún medio había osado hacer antes. O tal vez porque denunciamos en nuestros editoriales y análisis la impunidad de algunos intocables ilustres como Juan Carlos I, Rodrigo Rato, los Botín o César Alierta (este estupendo perfil de Ana Tudela nos costó ser proscritos por Telefónica para siempre). En honor a la verdad, CTXT nació para dar cobijo a una mezcla caótica de gente heterodoxa, plural y sin adscripción partidista. El común denominador era que todos habían sido excluidos o se sentían cancelados por la Gran Recesión. En la primera reunión del Consejo Editorial, celebrada en el célebre Saloncito, había una sexóloga, un director de cine, un profesor de Ciencia Política, tres exdirectores de El País, un escritor gallego desconocido, un periodista italiano perseguido por la Camorra, una periodista de Getafe curtida en gabinetes de prensa, un señor asturiano de Ciudadanos infiltrado, una escritora de derechas que quería ser Delegada de CTXT en América Latina, e incluso una atractiva marquesa, habituada a flirtear con príncipes. Que yo recuerde, en aquella mañana surrealista (“Si pides CTXT en el kiosko, te mandan a la farmacia”, sentenció el gran José Luis Cuerda cuando vio el logo de la cabecera) solo había un militante de Podemos, Miguel Álvarez, hermano de Nacho Álvarez.
Por supuesto, muchos de los allí presentes habíamos votado o íbamos a votar en aquellos años a Podemos. Uno no se va de El País o de El Mundo a una patera digital sin rumbo para seguir votando a Felipe González. Pero lo cierto es que CTXT explicó bastante antes que Podemos que uno de los factores clave que impedía al país ser una democracia plena y abierta a reformas y debates serios era la concentración del poder mediático y la promiscuidad de este con las élites del R’78. Contexto fue en esos primeros años un hervidero de ideas, un laboratorio periodístico y sociológico: había que respetar el periodismo volviendo a las esencias clásicas para reconectar con los lectores huidos y atraer a las generaciones jóvenes; y al mismo tiempo había que agitar, moverse, actuar, ayudar a reconstruir desde abajo un país destrozado por unas élites que se sentían impunes gracias al gran pacto de silencio, al intercambio de favores en el palco del Bernabéu y a la tolerancia ante la corrupción que producía, como un espejo, la inviolabilidad del jefe del Estado.
Pero la etiqueta que nos colgó la fachosfera era inexacta: aunque Podemos y CTXT nacieron con un año de diferencia y ciertamente se retroalimentaban, nosotros no éramos ni colegas ni admiradores de sus dirigentes. Nuestro único líder espiritual era y es el Cholo Simeone: íbamos partido a partido, sabiendo que si se cree y se trabaja, se puede, y sin negociar el esfuerzo. Y por supuesto ejercíamos y recomendábamos sin escondernos el “No consuman” (prensa nacionalmadridista).
Sin cobrar un euro los dos primeros años, poniendo parte de las indemnizaciones de los ERES para pagar a los colaboradores y los informáticos, teletrabajando desde mucho antes de la pandemia, las y los fundadores de CTXT pasamos lindas fatigas para salir adelante. Pero lo conseguimos. Y aunque está feo que esto lo diga yo, más de una vez, con nuestros escasísimos recursos, llegamos mejor y más lejos que muchos que competían (y compiten) dopados por los esteroides de las tertulias y de los anunciantes / mecenas.
Nueve años después, la aventura sigue. Los que no sabíamos nada de empresas fuimos aprendiendo y hoy tenemos una micropyme familiar totalmente saneada que podrían estudiar en las escuelas de negocios. No debemos un euro a nadie. Tenemos 250 pequeños accionistas. Pagamos las facturas de proveedores y periodistas a fin de mes sin retrasarnos un día. Los sueldos de los 7 periodistas en plantilla son más altos que lo que marca el convenio. Y el balance acumulado entre lo invertido y gastado en estos nueve años es, a 1 de enero, de 24.000 euros negativos. Es decir, construir y mantener Contexto y luego la pequeña editorial Escritos Contextatarios ha generado unas pérdidas medias anuales de menos de 3.000 euros.
La pregunta que hacía Josep Pla (“¿y quién paga todo esto?”) tiene una respuesta fácil. En 2023, ingresamos 70.000 euros anuales de publicidad, frente a los millones que reciben medios menos incómodos. Y ustedes, las lectoras y lectores, aportan más del 75% de los ingresos totales vía suscripciones, donaciones y compras de libros en agora.ctxt.es.
A finales de 2023, tenemos 7.000 suscriptores, que pagan una media de 60 euros anuales para que 12 millones de personas puedan leer gratis nuestra web cada año. El modelo de no negocio funciona, pero no nos permite crecer. Este año, hemos podido hacer un esfuerzo enorme en la cobertura del genocidio israelí porque más de mil personas han ayudado en la captación de fondos. Pero necesitamos llegar lo antes posible a 10.000 suscriptores, cifra fetiche que solo rozamos en 2020. Eso nos permitiría vivir más tranquilos, dedicarnos más al periodismo y menos a los excels, y contratar cuatro o cinco periodistas más. Estamos orgullosas de nuestra comunidad. Si pedimos ayuda para Gaza, no fallan. Si publicamos un libro, cientos de ustedes lo compran de inmediato (sabiendo que no leerán nada sobre ellos en los otros medios y que tienen que añadir al carrito 7 u 8 euros de envío). Si les convocamos a debates o a talleres virtuales, las sesiones siempre están llenas. 7.000 personas parecen muy pocas para sostener un medio de comunicación, aunque sea tan modesto como este. Pero cuando son tan fieles y generosas como ustedes, parecen muchísimas.
Ahora, las malas noticias. Los índices de lectura de la revista han caído cerca de un 25% desde la pandemia, en los últimos dos o tres años. Les pasa lo mismo a todos, pero no es consuelo. Y lo entendemos bien, porque nos pasa igual a quienes hacemos la revista. Es demasiado duro leer cada día tantas malas noticias, asomarse a tantas guerras, tragarse tantos bulos, informarse sobre la crisis social que está produciendo la inacción ante el cambio climático. El efecto más letal de la prensa del bulo, antes conocida como el sindicato del crimen, es que hay tantos medios publicando patrañas para enriquecer a sus dueños e imponer sus agendas ultraliberales, que la credibilidad del conjunto de los medios se resiente. Al ver un día tras otro a Inda en televisión, o a Ana Rosa, o a Pablo Motos, o a Terradillos, mucha gente piensa que todos somos iguales o parecidos, y cada vez menos personas se creen nada de lo que oyen o leen. Si a esto se une que Twitter y Facebook han dejado en buena parte de difundir las informaciones de los medios, y que las redes de moda son Tiktok e Instagram, ¿cuánto duraremos los medios que publicamos análisis de 2.500 palabras?
Para terminar de alegrar la cosa, estos días asistimos a la enésima ronda de broncas y afrentas entre nuestras muy queridas familias de las izquierdas a la izquierda del PSOE. La ilusión por lograr cambios profundos impulsó la marea que entre 2015 y 2019 llevó a millones de personas a decir basta, activarse y empezar a exigir partidos, medios y canales alternativos. Aquello se fue y ha dejado paso al caos y el desencanto. En CTXT hemos pasado nueve años luchando, pidiendo, clamando por la unidad de la izquierda, y hemos llegado a 2024 con la izquierda hecha unos zorros. Los viejos compañeros son hoy los peores enemigos; la agenda del cambio colectivo ha dejado paso al sálvese quién pueda, los líderes no se soportan y las bases se insultan en redes, mientras los medios afines al PSOE y a la derecha descorchan el champán previendo que esas luchas fratricidas (y el deseable hundimiento de la extrema derecha) parirán más pronto que tarde un nuevo y tuneado bipartidismo 2.0. Hace un año justo, en la fiesta del octavo aniversario de CTXT, advertimos entre bromas y veras a los presentes que, si las izquierdas no comparecían unidas a las generales, la revista recomendaría a sus lectores el voto para el PSOE. No hizo falta, todo el mundo sabía que la unidad conseguida tras meses de peleas era trucha.
La toxicidad de la ruptura de las izquierdas nos afecta a todas. Incluso el Consejo Editorial de CTXT, que siempre fue un oasis de coexistencia pacífica entre las corrientes zurdas y progresistas, es hoy un lugar más silencioso y apagado. No nos peleamos, eso no, pero el espíritu de proponer y construir cosas en común y con alegría ya no está. Pocos se animan a escribir, seguramente por miedo a recibir de vuelta un leñazo de viejos compañeros. En CTXT intentaremos seguir tendiendo puentes y planteando nuevas alternativas e ideas, lejos de los aparatos, y sin tomar partido editorial por ninguna de las siglas. Todas ellas consideran que los culpables del desastre son los otros. A nosotras, como medio, nos parece que la responsabilidad es colectiva, de todas y todos. Y por eso lo único constructivo que queda por hacer es no alimentar las divisiones, los ataques y las querellas personales, y proponer ideas y caminos de medio y largo plazo que permitan a la gente desencantada superar la lógica de la ruptura.
La vida sigue, salvo en Gaza, y Contexto tiene que reflexionar sobre la mejor forma de continuar siendo una publicación influyente, interesante y atractiva. En estos años, la revista se ha convertido en un medio de vida para varias familias, y en la esperanza de futuro y estabilidad para algunos jóvenes y no tan jóvenes periodistas. Creo que hacemos un trabajo digno, profesional, honesto. Ni perfecto ni indispensable, desde luego. Con errores y torpezas, sin duda. Pero creo que nos hemos acercado bastante a lo único que aspirábamos a ser: una herramienta para que la ciudadanía pueda informarse y debatir con calma y en completa libertad sobre todos los asuntos importantes; una fuente de inteligencia colectiva horizontal, heterogénea y plural que aporte contexto fiable a los lectores que no se conforman con las versiones oficiales y oficiosas.
Gracias a ustedes, que nos han permitido y animado a combatir la propaganda y las mentiras y a denunciar la impunidad y las injusticias, hemos podido mantener esta pequeña isla de libertad completamente a salvo de las presiones de gobiernos, partidos, anunciantes, portavoces y corporaciones. Por eso seguimos estando orgullosas de ser un medio que habla claro, que come perro cuando hace falta y que llega tarde para intentar llegar mejor. Sabemos bien que estos defectos imperdonables nos han convertido en una de las últimas aldeas galas del periodismo libre, y que la claridad en este oficio siempre genera más recelos, silencios y enemigos que piropos, lisonjas y beneficios. Si les parece que sigue mereciendo la pena apoyarnos, e incluso pedirles a otras y otros que lo hagan, igual salta la sorpresa en Altabix y conseguimos, partido a partido, alcanzar finalmente el orgasmo de los 10.000 suscriptores. Sería el mejor regalo posible para el décimo aniversario.
Mientras tanto, reciban un optimista y afectuoso saludo del baranda cholista.
P. S.: Para este año, estamos elaborando un ambicioso programa de actividades presenciales. Se llamará La Gira de CTXT (a la mierda el teletrabajo). Haremos jornadas de un día (con debates, presentaciones de libros y talleres) que esperamos servirán para ir cerrando heridas y ayudar a ir repensando las izquierdas. Queremos festejar como se merece, en estrecho contacto con nuestra comunidad, nuestro décimo cumpleaños. Nos gustaría ir a Valencia, A Coruña, Bilbao, Sevilla, Barcelona, Mallorca y Cádiz. Si alguno de ustedes desea echarnos una mano o abrirnos alguna puerta, pueden escribirnos a info@ctxt.es a la atención de Paco Cano, que será el comisario del aniversario anticipado.
¡Salud y libertad!
Cuando el 15 de enero de 2015 cerramos el primer número de CTXT en una oficina-nevera del barrio madrileño de La Ventilla, no teníamos gerente, no teníamos nóminas, no teníamos publicidad, no teníamos a Telefónica detrás, no teníamos móviles de empresa ni contactos con el IBEX, pero en la portada...
Autor >
Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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