CRISIS
La única estrategia de Netanyahu es la supervivencia, pero Israel, aislado, se enfrenta a una catástrofe diplomática
Las acciones del primer ministro, y sobre todo sus fracasos, han provocado una ruptura entre Washington y Jerusalén
Yossi Verter (Haaretz) 23/03/2024
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Mientras las batallas en Gaza se enfrían y las batallas en la esfera político-diplomática se calientan, los charlatanes del Likud han sido enviados a defender las acciones y comentarios del primer ministro Benjamin Netanyahu en un intento de suavizar la intensidad de la crisis con Estados Unidos.
El mensaje está compuesto de palabrería y estupideces como “todo va bien”: Estados Unidos siempre está con nosotros, nosotros decidiremos nuestra política de defensa, el hecho de que estén enviando directamente ayuda humanitaria es muy bonito. Dejemos que se ocupen de eso y nos liberen de ese quebradero de cabeza y, con la ayuda de Dios, juntos venceremos.
Esta mercadería puede persuadir a la base, pero no cambiará nada la pésima situación de Israel. Las acciones de Netanyahu, y sobre todo sus fracasos, han provocado una auténtica catástrofe diplomática. La situación actual significa mantener los enfrentamientos en Gaza y congelar la terrible situación en el norte de Israel cuando Israel no tiene crédito, ni política, ni armas para lanzar una guerra real contra Hezbolá, como exige la mayoría decisiva de los frustrados evacuados del norte.
Lo mismo puede decirse de la ayuda estadounidense a Gaza. Expropiaron el espacio aéreo a Israel. Pronto construirán un muelle temporal, que puede convertirse en permanente, lo que significa que Estados Unidos, efectivamente, ha roto el bloqueo israelí de la Franja de Gaza, en vigor desde junio de 2007. Otro logro de un gobierno totalmente de derechas.
Por lo que respecta a los estadounidenses, ya no sólo llevamos un retraso criminal en la discusión sobre “el día después”, sino un retraso deleznable en la aplicación de las conclusiones del debate que Netanyahu se niega a mantener. No se trata sólo de la política interna estadounidense y de un año electoral, cuyo calendario y naturaleza son factores predeterminados. Se trata también de una apreciación básica en Washington: una guerra emprendida por un país occidental debe ser decidida y sagaz. No puede librarse tácticamente sin tener en cuenta cuestiones estratégicas y globales.
Netanyahu ha evitado cualquier debate de este tipo porque sólo tiene una estrategia, que no está relacionada con la configuración del panorama diplomático y militar, sino que responde únicamente al interés de su supervivencia personal. (La semana pasada oímos al líder de la mayoría del Senado de EEUU, el senador demócrata Chuck Schumer, judío y declarado defensor de Israel, decir que Israel necesita urgentemente una coalición distinta para evitar convertirse en un país condenado al ostracismo). En el corazón de la “no estrategia” está la negativa de Netanyahu a aceptar a la Autoridad Palestina y a los activistas de Fatah en Gaza como parte de la solución para la Franja. En esta cuestión ya ha llegado demasiado lejos. Si intenta retroceder, la “base” se le echará encima.
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, tiene una visión completamente distinta, que es totalmente realpolitik. Todos los hombres de Gaza llevan un carné de identidad, algunos de Hamás, otros de Fatah. Algunos llevan ambos, suele comentar en reuniones a puerta cerrada. Nosotros, añade, estamos ocupados preguntándonos quién gobernará Gaza el día después; las opciones, de peor a mejor, son: Hamás, Israel, el caos, Fatah.
Gallant está frustrado, preocupado. Su postura al respecto unifica al establishment de defensa y al gabinete de guerra en pleno: Benny Gantz, Gadi Eisenkot, Arye Dery y Ron Dermer. Sólo un hombre no está dispuesto a oír hablar de ello. La postura de Netanyahu es: “Pero no la Autoridad Palestina”. ¿Para qué está él? No está a favor de nada. Su tozudez y su “sólo así” están perjudicando a Israel y aislándolo en el mundo. Esa conducta confirma lo que muchos piensan de él: quiere alargar la guerra eternamente por conveniencia personal. No quiere la victoria total. Quiere mantenerse a flote.
En uno de sus provocadores e incendiarios videoclips contra el presidente Joe Biden, Netanyahu afirmó que llevar a la Autoridad Palestina (AP) a Gaza provocaría otra masacre como la del 7 de octubre. De ese modo crea una falsa narrativa de que sólo él puede evitar la próxima masacre. Un intento típico de Netanyahu de engañar a la opinión pública.
La presencia de la AP de una forma u otra en la Franja de Gaza no pondrá en peligro a Israel, siempre y cuando la inteligencia militar no se duerma, las FDI no metan la pata, el servicio de seguridad Shin Bet haga su trabajo y el primer ministro no ignore lo que ocurre en el territorio basándose en un concepto malinterpretado que él mismo cultivó, un concepto con el que malintencionadamente echa la culpa a los demás. Mientras tanto, la guerra se alarga, los logros de las FDI se erosionan y Hamás recobra fuerza. Pronto volveremos a tener esa conocida sensación de “amargura”. También se prolonga la crisis de los rehenes, que llevan 160 días retenidos en Gaza. Hace unos días, el primer ministro y su esposa por fin aceptaron reunirse con representantes de las familias. La opacidad mostrada por los dirigentes hacia las familias, en particular por la Oficina del primer ministro y los ministros de extrema derecha, se ha convertido ya en un hábito.
Los dirigentes políticos esperan que en los próximos días llegue una nueva propuesta sobre los rehenes y que dé sus frutos. Benny Gantz [ministro de Defensa], en un discurso pronunciado esta semana en una reunión del caucus de la Knéset, lo insinuó cuando dijo que en algún momento, pronto, “tendremos que decir la verdad a la opinión pública” (refiriéndose a un acuerdo sobre los rehenes). Hay constantes y diversos grados de tensión entre la jerarquía política y quienes dirigen las negociaciones: el jefe del Mossad, el jefe del Shin Bet y el general (res.) Nitzan Alon. Los tres quieren mostrar una mayor flexibilidad, pero Netanyahu no les deja. Cuando se presente la propuesta, estas diferencias pueden llegar a un punto de ebullición. Muchos funcionarios de defensa creen que a Netanyahu no le importan los rehenes. Son un obstáculo en su camino hacia la “victoria completa”.
La diferencia entre el Gobierno de Estados Unidos y la Oficina del primer ministro, y Netanyahu en particular, es exasperante
La diferencia entre el Gobierno de Estados Unidos y la Oficina del primer ministro, y Netanyahu en particular, es exasperante. Cuando se anunció la muerte del soldado secuestrado Itay Chen (que también tenía la nacionalidad estadounidense) en Nahal Oz el 7 de octubre, sus padres, Ruby y Hagit, recibieron llamadas telefónicas del presidente Biden y de la vicepresidenta Kamala Harris; del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken; y de un montón de congresistas estadounidenses, que se reunieron con ellos durante su visita a Washington. Biden, el padre afligido, habló de Itay como un abuelo habla de su nieto. Al final de la conversación, le dio a Ruby el número de teléfono de su asistente personal y le animó a ponerse en contacto con él a través de ella para compartir sus temores. Netanyahu nunca llamó, nunca emitió una declaración. Tampoco lo hizo “la señora de”. El presidente Isaac Herzog y su esposa, Michal, sí llamaron.
Desmontaje y montaje
El plan original de Gideon Sa'ar [exministro de Interior en el Gobierno de Netanyahu 2013-2014] era romper su alianza con Gantz el 16 de octubre del año pasado, el primer día de la sesión de invierno de la Knesset, o como muy tarde a principios de noviembre, el día después de las elecciones municipales. La guerra trastocó esos planes. La fría separación de Sa'ar del Partido de Unidad Nacional y la trifulca que ha estallado a raíz de ella crean la impresión de que el presidente de la Derecha Nacional (como se conoce ahora a su partido) ha abandonado el barco del bloque del “gobierno del cambio” y ha vuelto al redil de Netanyahu. Su anterior declaración de que tras la guerra deberían cesar los boicots políticos –incluido, enfáticamente, contra Netanyahu– ha contribuido sin duda a reforzar esa impresión. El desmantelamiento de la Unidad Nacional puede verse como una continuación de esa declaración.
Cuando Sa'ar abandonó el Likud hace tres años y medio, su justificación fue que “el estatismo había sido pisoteado” por el incesante asalto al poder judicial por parte de Netanyahu y sus partidarios. Desde entonces, se han añadido innumerables justificaciones de por qué Israel tiene razones existenciales para librarse de esta peligrosa figura: el comportamiento del Likud en la oposición durante el gobierno del “bloque del cambio” –la campaña racista contra los miembros árabes de la Knesset (MK), la caza de ministros y MK (incluido Sa’ar)– y más tarde, tras su vuelta al poder, el intento de Netanyahu llevar a cabo un golpe judicial y eliminar la democracia de Israel, seguido de la masacre, la elusión de responsabilidades y la campaña de desprestigio contra el ejército.
Hay que derribar a Netanyahu, no salvarlo
Ahora no es el momento de poner fin a ese boicot; es el momento de endurecerlo. Hay que derribar a Netanyahu, no salvarlo. Esto debe ocurrir por el bien de Israel, no para servir a ningún interés personal. Al fin y al cabo, la mayoría de la opinión pública quiere librarse de Netanyahu. Una parte no desdeñable de la opinión pública se sentirá no sólo engañada sino traicionada, y con razón, si Sa'ar se convierte en un hombro en el que apoyarse para Netanyahu y su sangrienta coalición, que desde que se estableció ha hecho más daño a Israel que cualquier enemigo exterior.
Si Gantz y Eisenkot convocan finalmente una rueda de prensa para anunciar que abandonan el Gobierno, Sa'ar tendrá dificultades para convencer a nadie de que es mejor patriota. Esto no quiere decir que los jefes de la Unidad Nacional estén haciendo las maletas. Esa no es la situación ahora mismo. Creen que se les necesita más que nunca: por el destino de los rehenes, por el día después, por la inminente operación en Rafah, porque ven a Netanyahu arremeter salvajemente contra Biden, hasta el punto de amenazar los intereses vitales de seguridad del país. Son lo bastante responsables como para no dejarle a solas con Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir.
El día después de que Sa'ar se retirara de Unidad Nacional, Gantz se apresuró a aclarar que se oponía a que Sa'ar se uniera al gabinete de guerra con el argumento de que “si algo no está roto, no lo arregles”. Fue un error. Resulta que Gantz también tiene sentimientos. Sa'ar le acusó de tener segundas intenciones. La situación ahora es la siguiente: Gantz ha vetado la entrada de Sa'ar en el gabinete de guerra; Ben-Gvir ha dejado claro que si Sa'ar entra, él también quiere entrar. Netanyahu tendrá que tomar una decisión; Sa'ar no está dispuesto a ceder, y Gantz tampoco. Tampoco Ben-Gvir.
A pesar de su imagen templada, Gantz no es un socio fácil. Desde que entró en política hace cinco años y medio ha sido responsable no sólo del mayor número de montajes políticos, sino también del mayor número de rupturas. La primera fue con Moshe Ya'alon, luego vino Gabi Ashkenazi y ahora Gideon Sa'ar. Gantz tiene un dicho que explica muchas cosas: “Cuando salgo, marco mi dirección; los demás pueden organizarse a mi alrededor”.
Entre dos generales de brigada
La nueva situación entre Gantz y Sa'ar es una buena noticia para Netanyahu (siempre que se resuelva la crisis del gabinete de guerra). Está contento con “dividir”, aunque no pueda “conquistar”.
El momento también es excelente. El motor de la infame máquina de veneno traquetea sin parar intensificando la campaña contra Gantz. Los partidarios de Bibi están reviviendo viejas conspiraciones e inventando otras nuevas sobre el socio-rival del jefe.
Para orgullo de Victor Frankenstein acaban de añadir nuevos órganos al caso de la Quinta Dimensión, aquel en el que se sospechaba que esta empresa tecnológica ya desaparecida había obtenido indebidamente 4 millones de shekels (1,1 millones de dólares) a través de un concurso sin licitación. Gantz fue en su día presidente de esa empresa.
Las insinuaciones tienen que ver con la corrupción, por supuesto sin nada sólido detrás. La verdad de Netanyahu nunca ha dependido de las leyes de la gravedad.
Estos esfuerzos están relacionados con los de la campaña más potente, la que se dirige contra los oficiales en su conjunto. “Oficiales Wexner” ha sido un término común en las últimas semanas; significa que los hombres de uniforme han sido sometidos a un lavado de cerebro izquierdista por parte de la Fundación Wexner, con sede en Estados Unidos, en su camino a puestos de responsabilidad en el Estado profundo. (La fundación tenía un programa con Harvard hasta que cortó los lazos por “el fracaso estrepitoso de la dirección de Harvard a la hora de adoptar una postura clara e inequívoca” contra la brutal masacre de Hamás).
Las personas que están detrás de las campañas de apoyo a Bibi convierten la actualidad en combustible tóxico
Las personas que están detrás de las campañas de apoyo a Bibi convierten la actualidad en combustible tóxico. Esta semana han hecho su agosto en forma de generales de brigada. Una mano invisible añadió la frase “graduado por la Fundación Wexner” a la página de Wikipedia de Dan Goldfuss; Goldfuss es el general que pidió a los líderes políticos del país “ser dignos” de los sacrificios de las tropas de combate.
Otra mano se aseguró de subrayar que Barak Hiram, un general de brigada que se ha mostrado especialmente agresivo en Gaza, era candidato a secretario militar de Netanyahu.
Esta campaña del primer ministro encaja perfectamente con la base de partidarios de Bibi y sus socios mesiánicos. Es una campaña de recuento de kipás entre los oficiales de las FDI, con la incitación y el veneno necesarios.
Este esfuerzo encaja perfectamente con el ataque al jefe del Estado Mayor de las FDI por la próxima ronda de nombramientos en el ejército. Según los críticos de Herzl Halevi, no se le debe permitir nombrar a ningún nuevo oficial. Smotrich es uno de los principales partidarios de ello: ¿Cómo se atreve el fracasado jefe del Estado Mayor a intentar nombrar oficiales superiores?
Para estos críticos, los puestos deberían dejarse sin cubrir y el ejército simplemente no debería funcionar. Recordarán que ya lo intentaron con la Comisión de Nombramientos Judiciales. El caos y el daño son la base de la doctrina de esta banda.
Hiram, por otra parte, se ha convertido en una especie de paradigma. Los orquestadores de la campaña no quieren que se sepa lo que ocurrió en el kibutz Be'eri el 7 de octubre, cuando 12 rehenes en manos de Hamás fueron asesinados en una vivienda de la comunidad. Los dos únicos supervivientes dicen que la vivienda fue atacada por un tanque, lo que hace sospechar que Hiram, que dirigió los combates en Be'eri, ordenó imprudentemente a la dotación de un tanque que disparara contra la vivienda.
A estos activistas tampoco les importa quién dio la autorización para demoler un edificio universitario en la ciudad de Gaza. Les basta con “disparar primero, preguntar después”. No está claro que Hiram pueda dormir tranquilo sabiendo que los ultraderechistas Avi Maoz e Itamar Ben-Gvir lo reciben con los brazos abiertos.
La policía bajo las órdenes de Ben-Gvir está experimentando un nauseabundo declive, haciendo honor al matonismo y el fascismo. Esto incluye policías actuando como matones en la calle Kaplan de Tel Aviv, el encubrimiento de la investigación sobre el asesinato de Yuval Kestelman y el apoyo a los agentes de la Policía de Fronteras que mataron a tiros a un niño palestino de 13 años. Kestelman es el israelí que mató a unos asaltantes en un atentado terrorista antes de que un soldado lo confundiera con un terrorista en el lugar de los hechos.
Los torrentes de inmundicia de Ben-Gvir, que tiñen a todos los que llevan uniforme de policía, demuestran que el Cuerpo va en picado. No será fácil reformar esta institución, aunque sea posible. Sin embargo, si el ejército cae en el mismo veneno, no habrá vuelta atrás.
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Este artículo se publicó en Haaretz el 15 de marzo.
Traducción de Paloma Farré.
Mientras las batallas en Gaza se enfrían y las batallas en la esfera político-diplomática se calientan, los charlatanes del Likud han sido enviados a defender las acciones y comentarios del primer ministro Benjamin Netanyahu en un intento de suavizar la intensidad de la crisis con Estados Unidos.
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