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REPORTAJE

La guerra desigual en la (no) frontera sur del Líbano

Una patrulla por la Línea Azul de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas (FINUL), que liderará España hasta 2025, muestra la destrucción y el abandono de los pueblos limítrofes por los choques entre Hezbolá e Israel

Marta Maroto / Fotos: Jihad Jneid Línea Azul, límite entre Líbano e Israel , 30/05/2024

<p>Casas destruidas por el impacto de misiles israelíes de Kfar Kela, pueblo libanés a pocos metros de la Línea Azul. / <strong>Jihad Jneid</strong></p>

Casas destruidas por el impacto de misiles israelíes de Kfar Kela, pueblo libanés a pocos metros de la Línea Azul. / Jihad Jneid

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Las tropas internacionales que patrullan el sur del Líbano lo conocían como ‘Panorama Point’, y era un bar que solía estar lleno. Nombre poco original: cruzando al otro lado de la carretera, la geografía regala un espléndido mirador que corona uno de los cerros del valle de Houla. A la entrada del pueblo, los vecinos instalaron un ‘I love Odaisseh’ como reclamo turístico con cierta ironía, porque al caer el sol el letrero refleja su sombra sobre la valla de hormigón que separa el Líbano de Israel.

Geranios rojos crecen ahora descontrolados entre los escombros del bar, destrozado por los misiles del vecino del sur. Metros más adelante aparece la imagen sonriente de Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá que se enfrenta a Israel en una guerra que los dirigentes de la milicia libanesa califican como de apoyo a Palestina. Casas destrozadas, gasolineras y comercios con ventanas y puertas rotas por la onda expansiva de la artillería y los bombardeos aéreos; no se ve un alma tampoco en las calles de Kfar Kela, tan cercana a las posiciones israelíes que ha sufrido incluso los ataques de francotiradores.

Sin una frontera acordada, los barriles azules de las Naciones Unidas demarcan los confines de cada territorio. La Línea Azul es una divisoria de retirada que indica la profundidad hasta la cual las tropas israelíes se replegaron en el año 2000, tras 18 años de ocupación del sur del Líbano. Enclave disputado, las posiciones libanesas están rodeadas hacia el este por torres de vigilancia israelíes en los Altos del Golán sirios ocupados. Ya en la década de los veinte del siglo pasado, Francia y Gran Bretaña pujaron por el dominio de este fértil –aunque ahora minado– valle. 

Sin una frontera acordada, los barriles azules de las Naciones Unidas demarcan los confines de cada territorio

Como pueblos fantasma desde que Hezbolá lanzó el primer misil en octubre, Kfar Kela y El Odaisseh son puntos estratégicos en esta guerra, explica el teniente coronel Juan Antonio García, del sector este de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas (FINUL), durante la patrulla por la Línea Azul en vehículos blindados en la que participa esta periodista. La altura ofrece visión para el lanzamiento de cohetes sobre Israel; la geografía agreste, un buen escondite para las operaciones de una milicia, Hezbolá, que nacida de la guerrilla va tomando con el tiempo la forma de un ejército profesional.

La poca distancia permite a Hezbolá burlar la Cúpula de Hierro israelí, el sistema antimisiles desarrollado tras la guerra de 2006 –también contra el grupo chiíta y que destruyó importantes infraestructuras en todo el Líbano–, por lo que los asentamientos judíos próximos a la frontera presentan una imagen similar de abandono e impactos de cohetes. Distintas estimaciones cifran en 100.000 las personas desplazadas por Israel desde esta zona hacia el sur. También por eso Israel tiene constantemente en el aire aviones de espionaje y combate MK, capaces de dar una respuesta rápida al origen del ataque.

El asentamiento israelí de Metula, muy cercano a la Línea Azul ahora evacuado y con impactos de los cohetes que lanzan las milicias libanesas. / Jihad Jneid

En medio del intercambio de fuego, en misión de observación, los tanques de la FINUL recorren a diario el lado libanés de la Línea Azul. La Fuerza fue establecida en 1978 por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como respuesta a la invasión israelí, y el mandato se renovó con la Resolución 1701 de 2006. El cauce del río Litani, que corre en paralelo a unos 30 kilómetros de la frontera, se estableció como límite para acotar una zona de amortiguamiento y neutralidad sin presencia de milicias armadas. Se reforzó también la presencia de los cascos azules, y ahora la FINUL está compuesta por alrededor de 10.000 soldados de casi medio centenar de países, que hasta 2025 estarán bajo mando español.

En su último informe, el Consejo de Seguridad reconoce la “implementación incompleta” y las violaciones del acuerdo tras registrar en los primeros cinco meses de enfrentamientos 8.918 trayectorias de proyectiles en una guerra que los datos reflejan desigual: 7.948 fueron lanzados desde Israel, 978 desde el Líbano. De esta lista no forman parte los misiles aire-tierra que Israel utiliza en ataques quirúrgicos con drones de precisión para eliminar a cargos destacados de Hezbolá o Hamás en el Líbano. Este tipo de operaciones son cada vez más frecuentes contra vehículos en movimiento –solo el domingo 25 de mayo hubo tres ataques contra motos– y en muchas ocasiones cerca de núcleos de población al norte del Litani.

En cooperación con las Fuerzas Armadas Libanesas, la FINUL trabaja para prevenir el lanzamiento de cohetes desde el sur del Líbano. “La disuasión es el mejor vehículo”, explica el general español Pablo Gómez. También tiene la competencia y es el único organismo autorizado para hacer de enlace y generar una vía de comunicación entre ambos territorios, que no tienen relaciones diplomáticas oficiales. A través del cuartel General de Naqoura, al suroeste del Líbano, la ONU reporta a las autoridades israelíes y libanesas, que a su vez contactan con ambos ejércitos. De este diálogo está excluida, sin embargo, la milicia Hezbolá.

Cascos azules de la FINUL en el búnker de la posición española 428, donde convergen los límites del Líbano, Israel y los Altos del Golán sirios ocupados. / Jihad Jneid

Musulmanes, cristianos y refugiados sirios

Alejado del frente más intenso de batalla, que comprende los cinco primeros kilómetros hacia el interior de cada territorio, los patrones de destrucción en el sur del Líbano se rigen por divisiones sectarias parecidas a las que gobiernan el país. Pese a los más de 100.000 desplazados internos y más de 60 civiles asesinados, quedan muchas personas viviendo en esta zona de guerra. Regresando a la posición de la FINUL sobre el río Litani, desde la ventana del tanque desfilan pueblos habitados en los que los comercios siguen vendiendo frutas y carne y los jóvenes practican deporte al aire libre.

En un sur de mayoría chiíta, Hezbolá encuentra sus principales seguidores, y son los pueblos musulmanes los primeros en ser atacados. Sin embargo, en torno a las localidades de lo que los soldados de la FINUL conocen como “el corredor cristiano” existe cierta tranquilidad, ya que sus habitantes no permiten la entrada a los combatientes de milicias que operan desde el sur del Líbano en nombre de la Resistencia. 

Los patrones de destrucción en el sur del Líbano se rigen por divisiones sectarias

“Los chavales de la zona hacen guardia por las noches”, dice Naify, libanesa nacionalizada española que vive con sus gatos en Ain Ebel, a diez kilómetros de la frontera con Israel. Durante la conversación telefónica, Naify cuenta las explosiones que escucha a lo lejos: “Acaban de tirar dos bombas justo cuando cogía el móvil”. “¡Bueno! Ahí va otra”, interrumpe hasta en dos ocasiones más.

Para Naify la guerra no es más que “violencia sin sentido”, y no se mete en política ni religiones. Pero la diferencia entre su pueblo y el de su hermana, evacuada porque los cohetes sí caen sobre las fachadas, es que la suya es una zona cristiana. “Nos quedamos para defender nuestras casas”, afirmaba en noviembre el cura de Alma al Chaab, un pueblo situado casi sobre la Línea Azul y también de mayoría cristiana.

Hay que remontarse a los años de la guerra civil y el comienzo de la ocupación israelí, cuando la Organización por la Liberación de Palestina trasladó en 1970 su sede desde Jordania al Líbano, intensificando desde el sur del país la guerrilla contra el autoproclamado estado hebreo. “Israel ha estado cortejando a los pueblos cristianos del sur con una política de ‘valla buena’ (o ‘valla beneficiosa’), mientras ponía en marcha una fuerza militar de aliados locales en torno a oficiales del Ejército libanés cristiano”, explica la antropóloga libanesa Munira Khayyat en su libro Un paisaje de guerra.

Quienes sí se sitúan al margen de toda política son los que no tienen a dónde marcharse. Las verdes colinas del sur del Líbano acogen, entre cultivos de tabaco y cítricos, campos de refugiados sirios. Niños sonrientes salen al paso de los tanques de la FINUL, que por seguridad tampoco dejan bajar a los periodistas vistiendo chalecos y placas antibalas que les acompañan. Decenas de chabolas emergen bajo olivos que dan sombra, en mitad del fuego cruzado.

“Quien diga que sabe lo que puede pasar en el Líbano, y en todo Oriente Medio, es que no conoce Oriente Medio”, afirma el general Gómez, tras seis meses de misión en la línea divisoria. “Eso es lo que dicen los expertos”, concluye.

Las tropas internacionales que patrullan el sur del Líbano lo conocían como ‘Panorama Point’, y era un bar que solía estar lleno. Nombre poco original: cruzando al otro lado de la carretera, la geografía regala un espléndido mirador que corona uno de los cerros del valle de Houla. A la entrada del pueblo, los...

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Fotos: Jihad Jneid

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