Un verano con Marx (I)
Marx y la libertad: el espectro que atormenta a Javier Milei
La mayor incongruencia de las derechas radicales es que solo un Estado fuerte, cada vez más represivo y que coarte las libertades de las mayorías, puede proteger su restringida noción de libertad
Josefina L. Martínez 1/08/2024
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La derecha se ha apropiado de la idea de libertad. Como si les faltara apropiarse de algo. Esto ocurre hace mucho tiempo, pero se han reciclado y vuelven al ataque detrás del escudo brillante de la “libertad”.
Libertad de mercado, libertad para comprar y vender, libertad para moverse si lo que se mueve es capital, que no personas migrantes. Y para defender esa libertad: libertad para despedir, libertad para precarizar y recortar derechos, libertad para la guerra, libertad para el genocidio. ¡Libertad, libertad, libertad!
Los nuevos cruzados derechistas blanden sus espadas en nombre de la libertad contra la idea del socialismo. Y en una operación que muestra lo inconsistente de su proyecto, ven comunismo en todos lados, incluso entre los firmes gestores del capital como los social-liberales del extremo centro europeo.
Un conocido youtuber español decía en una conferencia de la fundación Mariana (la que otorgó un premio a Javier Milei en Madrid) que Marx es el mayor enemigo de la libertad. A continuación, explicaba el profesor ultraliberal el concepto de “libertad negativa”, en contraposición a la libertad en Marx. Lo que sigue puede considerarse un compendio de argumentos para desarmar algunas de las tonterías de personajes ultraliberales como este. También nos permitirá entender por qué temen tanto a Marx los amigos de Javier Milei.
Libertad negativa y paranoia capitalista
Para los liberales, la “libertad negativa” es la capacidad de los individuos para actuar, sin la interferencia o la coacción de otros individuos o del Estado. El youtuber ultraliberal desarrolla esa idea, asegurando que libertad es “no ser molestado, ni agredido” por otros. Y como si se tratara de una conclusión lógica irrefutable, sostiene que, para cualquier individuo, libertad es poder “disfrutar pacíficamente de su propiedad”.
Marx ya había cuestionado esa idea de libertad individual negativa, atada a la defensa de la propiedad. Para los liberales, cada individuo encontraría en los otros no la posibilidad de una realización colectiva de sus capacidades, sino la limitación de su libertad. Por eso, según Marx la “seguridad es el supremo concepto social de la sociedad burguesa, el concepto de la policía, según el cual toda la sociedad existe solamente para garantizar a cada uno de sus miembros la conservación de su persona, de sus derechos y de su propiedad”.
Para los ultraliberales, la sociedad es un campo minado, el hombre es el lobo del hombre. Así se comprende ese estado de paranoia exaltada que rige los discursos de la derecha radical frente a los peligros que acechan a cada individuo (propietario) en esta época de incertidumbres. Peligro de que le roben en la calle, que menores migrantes lo ataquen con machetes, o que los okupas tomen su casa. Peligrosas las locas feministas y las degeneradas trans, rompiendo familias y adoctrinando niños en la escuela. Salvajes los socialistas que quieren expropiar hasta los relojes. Y frente a tanto peligro, una solución: policía, policía y más policía. La mayor incongruencia ideológica de las derechas radicales es que solo un Estado fuerte, cada vez más represivo y que coarte de forma creciente las libertades de las mayorías, puede proteger su restringida noción de libertad.
¿Libertad de elección o coacción capitalista?
Para los ultraliberales, el capitalismo es la culminación de la historia humana. Los hombres solo tenían que sacarse de encima las trabas y los obstáculos que impedían que su capitalista interno pudiera actuar libremente. Para el pensamiento neoliberal, esas trabas serían tanto externas (controles estatistas) como internas (la falta de ideas o audacia para triunfar en la selva del mercado). El mercado representa el reino de la libertad, una plétora de oportunidades para quien las sepa aprovechar. Elon Musk, Jeff Bezos, Amancio Ortega, Ana Botín, Marck Zuckerberg: ¡qué adalides de la libertad!
Los imperativos del mercado capitalista no solo regulan todas las relaciones económicas, sino también las relaciones sociales
Marx torpedeó por todos los flancos esa idea, fundamento ideológico del reino del capital. Como sintetizaba acertadamente Ellen Meiksins Wood, la idea liberal del mercado omite no solo la mercantilización de la fuerza de trabajo y la explotación. También oculta que “la característica distintiva y dominante del mercado capitalista no es la oportunidad ni la capacidad de elección sino, por el contrario, la coacción”.
La gran mayoría de la sociedad depende de un salario y del mercado para alimentarse, vestirse, curarse, o acceder a una vivienda. De ahí que los imperativos del mercado capitalista, la competitividad, la maximización del beneficio, la acumulación y el incremento de la productividad del trabajo, no solo regulen todas las relaciones económicas, sino también las relaciones sociales en general. Los ultraliberales quieren llevar hasta el final esos principios capitalistas. Que triunfen los mejores y que el resto obtenga la libertad de morir de hambre, o la libertad de morir sin atención médica. Así lo proclaman Milei y Ayuso. ¿Sanidad pública y derechos laborales? ¡Comunismo! A barrerlo todo en nombre de la libertad y el mercado.
Pero esta crueldad capitalista no es la forma natural de las relaciones humanas. La historia muestra que el capitalismo surge en un determinado período histórico, después de quebrar con violencia relaciones sociales previas. Al expropiar a los productores (artesanos o campesinos) el capitalismo crea el “trabajador libre”. Libre, porque ya no posee medios de producción. Ahora sólo le queda aceptar las coacciones del mercado si quiere comer al día siguiente. Por eso, la idea del contrato entre iguales, otra base del pensamiento liberal, es una soberana estupidez.
Libertad y cooperación social
Para Marx, el reino de la libertad solo puede empezar “allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos”. La libertad “solo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego”. Es decir, que la acción colectiva no sea un límite para el desarrollo individual, sino la precondición para un mayor despliegue de esa individualidad y todas sus capacidades. Algo muy diferente del monstruoso estalinismo, como ya hemos escrito en otras ocasiones.
Lo más inconsistente del pensamiento liberal es esa idea de la sociedad como sumatoria de individuos aislados que velan por sus propios intereses
Lo más inconsistente del pensamiento liberal es esa idea de la sociedad como sumatoria de individuos aislados que velan por sus propios intereses. Porque si bien el capitalismo es el imperio del individualismo y la competencia, la reproducción del capital solo es posible como resultado del trabajo colectivo de cientos, de miles, de millones de personas. Podríamos hacer una prueba: dejemos a Elon Musk o cualquier otro supermillonario solo en una isla desierta durante algunos años, a ver cómo hace brotar el capital de las piedras. No sería mala idea.
Lo contrario ya se ha probado múltiples veces en la historia: trabajadores y trabajadoras sin patrones pueden poner a funcionar las fábricas y reorganizar la producción en función de las necesidades sociales. Y quien crea que esto solo ocurrió en un pasado muy remoto, debería conocer las experiencias de fábricas recuperadas en Argentina y en Grecia, en plena crisis económica, entre muchos otros ejemplos. Claro está que no hay posibilidad de construir islas del bien común en medio de un mar de miseria capitalista. Será necesario transformarlo todo y expropiar a los expropiadores.
Milei le teme tanto a Marx que ve comunistas por todos lados. La polarización y la provocación es una herramienta de marketing que hasta ahora le ha funcionado. Pero no es solo eso. Ese espectro de lo común crece como la hiedra desde las rendijas de una sociedad donde el trabajo colectivo está en la base de todo. Ya lo vimos durante la pandemia: “Trabajadores esenciales, sin nosotros, no se mueve el mundo”. Que un día puedan dar vuelta la tortilla, esa es la peor pesadilla de los ultraliberales.
Para terminar: algunas recomendaciones para seguir con el asunto. Un artículo de Emilio Albamonte y Matías Maiello sobre la cooperación como potencia de la clase trabajadora; una película sobre la fábrica Zanon ocupada por sus trabajadores en Argentina y un libro para entender los orígenes del capitalismo, de Ellen Meiksins Wood.
- En la próxima entrega: Marx y el trabajo: ¿sueña Elon Musk con esclavos eléctricos?
La derecha se ha apropiado de la idea de libertad. Como si les faltara apropiarse de algo. Esto ocurre hace mucho tiempo, pero se han reciclado y vuelven al ataque detrás del escudo brillante de la “libertad”.
Autora >
Josefina L. Martínez
Periodista. Autora de 'No somos esclavas' (2021)
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