PROCESANDO EL YUYU
El entierro de la sardina y la nueva sardina
Ha finalizado un procesismo, con resultados desastrosos para una sociedad pequeña y frágil. Sería deseable no iniciar otro
Guillem Martínez 9/08/2024
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1- El 8A fue como el día de Reyes. Pasaron tantas cosas y tan intensas que los niños –ante la rapidez y la intensidad todos somos niños, pásenlo– necesitaremos tiempo para evaluar lo ocurrido. Hola. Soy Martínez, más el paso del tiempo desde el 8A, lo que me anima a evaluar lo ocurrido. Es decir, a apuntar sus novedades –en verdad grandiosas, en verdad novedosas–, así como sus, brrrrr, repeticiones –una, pero, tal vez, descomunal, tediosa, asfixiante–. Vayamos por partes: las novedades.
2- La primera novedad es el número de participantes en la mani procesista del 8A. Unos 3.500, según la Guardia Urbana. A los que, por amabilidad, podemos doblar su número. Lo que sigue siendo muy poco para la notoriedad del acto. Ni más ni menos que la vuelta de Puigdemont. Esa pobre cantidad de personas es un residuo de algo. Que no es el procesismo. Oriol Bartomeus, politólogo en la UPF y, director del ICPS, ha realizado un gráfico –sumamente impactante– con la evolución de la participación en las manifestaciones procesistas para el periodo que va desde 2009 –una sola manifestación indepe, aún no procesista, de unas 15.000 personas– hasta el 8A –3.500 personas–. La afluencia llamativa, descomunal incluso, empieza al año siguiente, en 2010 –sentencia del Estatut; 1.100.000 personas–, aumenta en 2012 y 2013 –con, respectivamente, 1.500.00 y 1.600.00–, culmina en 2014 –1.800.00; se dice rápido–. Y ese mismo año –el año de la primera consulta, lo contrario al referéndum prometido, el inicio de los incumplimientos–, empieza el descenso de participación, progresivo y constante. Y, junto a él, me temo, la mutación del procés. Aquel intento de solventar, no un proceso de autodeterminación, no un problema con el Estado, sino un combate entre dos partidos para la hegemonía política en el catalanismo, se transforma, de forma lenta, pero radical. Pasa a ser, sucintamente, un movimiento de apoyo, de obediencia, a un Govern. Es decir, un movimiento vertical orientado a la fidelidad. Y, por lo mismo, al castigo de la infidelidad. En ese paréntesis que va desde 2014 hasta el 8A, el procés consiste en la construcción de reglas –culturales, esto es, efectivas, invisibles– para establecer qué y quién es cat, qué y quién es indepe. Y, por lo mismo, quién es mal cat, o incluso buen esp, y quién no es indepe, sino un ser inhumano y de ERC. Ese periodo –largo, diez años– ha sido, así, un período de expulsión. Lo que es dramático en una sociedad. Se ha expulsado tanto que al final solo han quedado los fieles. Unas 3.500 personas, pongamos el doble, dispuestas a salir a la calle el día del advenimiento del líder. Lo que sucedió el 8A, su novedad, no es que fueran esas 3.500 personas. Sino que casi 1.800.000 personas, partidarias de la indepe aún hoy, no fueran. Se negaron, como sucede desde hace diez años, a participar en un acto de expulsión de una parte de la sociedad. El acto del 8A, recordemos, consistió –y así lo entendieron los manifestantes, que corearon consignas en esa dirección– en evitar que una persona expulsada, apoyada por dos partidos expulsados, votados todos por personas expulsadas, accediera a la presidencia de la Gene. El grueso de la sociedad, indepe o no, no apoyó ese acto trumpista saturado de lógica y principios trumpistas. Lo que es un posicionamiento implícito contra las expulsiones y, por lo mismo, algo que habla bien de la sociedad cat. El trumpismo reunido fue, gracias a ese posicionamiento colectivo, residual. Pero, por lo mismo, esa crème de la crème es una minoría radicalizada, que no puede dejar de expulsar, ya sea en virtual o en analógico. Pero, a su vez, también es ya anecdótica. En las instituciones y, más importante aún, en la sociedad, si bien no en los medios públicos y concertados.
— Oriol Bartomeus (@obartomeus) August 9, 2024
3- Lo que nos habla de la segunda novedad presenciada ayer. La defensa, en el hemiciclo, de la unidad social. Fue el nuevo y gran tema, y estuvo promovido en el discurso de Illa/PSC, si bien también fue proseguido en el discurso de Juvé/ERC. En el trance de todo ello –y esto es muy importante–, ambos oradores utilizaron léxico similar y similares construcciones. Lo que indica que ambos partidos han hablado sobre el tema, y han creado y compartido léxico y estados de ánimo al respecto. Alejandro Fernández/PP –no comete el error personal de enfrentarse a su partido, básicamente una comunidad de léxico para crear enfrentamiento, pero sí que acostumbra a ponderar su léxico, a limar los ángulos del enfrentamiento– no emitió discurso, pudiéndolo hacer, contra esa unidad social reivindicada y construida. Comuns fue muy discreto al respecto. Por supuesto, Comuns no está en contra de la unidad social, pero aún no participa de ese léxico común entre PSC y ERC. Por lo que sea –y ese por lo que sea le ha costado muy caro en votos–, Comuns prefirió, durante más tiempo del higiénico, aludir a la defensa de la unidad social, al hecho de que no puede haber dos o más comunidades –segregadas– en Cat, a través de construcciones procesistas, como som un sól poble, que se utilizaron, desde 2014, para expulsar del pack poble a quien se quisiera. Comuns, un partido, por lo visto, no tan implantado como el PSC en el cinturón, quizás no llegó a sospechar, a ver, a palpar el miedo absoluto, la percepción de expulsión y segregación, nunca vivida desde hacía décadas, que se llegó a vivir en esos barrios durante años. En ocasiones con sesiones de bullying a inmigrantes que, atendiendo un establecimiento público, no hablaban la lengua indicada. CUP, en su discurso, en el que dio muestras de tener una idea crítica del procesismo, útil, y por lo tanto acertada, parece que no vio, no ve, la gran amenaza, histórica, para la unidad social. El hecho de que todo en Cat –lengua, cultura, inteligencia social, que es lo contrario a la tontería social– sucede a través de la unidad social, ese concepto recuperado en la sesión de investidura.
4- La defensa de la unidad social es algo lo suficientemente importante como para ser el eje del nuevo Govern. Es más, si el Govern solucionara ese problema –ese tipo de problema social que solo se crea desde un Govern–, sería para darse con un canto en los dientes. Más aún si pensamos que el programa pactado con ERC y Comuns es, básicamente, y unos puntos menos que otros, de difícil aplicación. Con lo que abandonamos las novedades del 8A y nos embarcamos en la descripción de su gran repetición. El procecismo/lo no realizable como programa.
Sería más importante que fuera la sociedad quien hablara. El sitio más lógico para ello serían los medios públicos, donde ese diálogo es hoy imposible
5- Ya les hablé de la dificultad para construir la nueva financiación en Cat. A las explicaciones emitidas, les paso otra, que explica el marrón. En 1988 –relativamente cerca de 1978–, el Estado ya emitía señales de replantearse en modo chungo el posible federalismo work in progress latente en la CE78. Y lo hacía a través del TC, que planteaba en una sentencia –76/1988 de 26 de abril– que “la Constitución no es el resultado de un pacto entre instancias territoriales históricas que conserven unos derechos anteriores a la Constitución (…) sino una norma del poder constituyente que se impone con fuerza vinculante en su ámbito, sin que queden fuera de ella situaciones históricas anteriores”. Vamos, que no hay realidad territorial previa a la CE78 a la que satisfacer ninguna demanda. Lo que a) es sumamente cuestionable –la autonomía vasca es previa a la CE78 y parte de la CE32, y la Cat es unos meses previa a la CE32. Pero, a su vez, es b) sumamente incuestionable, porque el TC así lo dice, con un par. ¿No hay nada qué hacer? Sí, claro. Crear un TC razonable, con vocales razonables y de trayectoria razonable. Y crear otro planteamiento de la carrera judicial, otra formación, selección, trayecto y elección de los jueces, una vez que el TS, por ejemplo, en pleno motín contra el Legislativo y el Ejecutivo –se dice rápido– se ha erigido en TC, con todas las letras. Sin acometer esas reformas que paralizan no solo el Estado, sino la democracia, no hay tu tía con una nueva financiación para Cat. O, ya puestos, con la amnistía, me temo.
6- Un análisis somero del resto del pacto PSC-ERC tampoco es para tirar cohetes. Sobre la creación de una Oficina sobre el Conflicto Político –importar la partícula “conflicto” de Irlanda es dotar al problema cat de un traje sangriento y de otra talla, por cierto– se debe de señalar que bueno, que vale, que no está mal un punto en el que hablen los partidos. Pero que ya existen varios de esos puntos, si pensamos que, en anteriores pactos, se ha creado una mesa de diálogo Gene-Moncloa, una mesa de diálogo en Suiza, una mesa de diálogo ERC-PSOE. Es decir, hay más mesas que diálogo. Lo que invita a ver esta última propuesta como, sencillamente, una másZzzz. Sería más importante que fuera la sociedad quien hablara. El sitio más lógico para ello serían los medios públicos, donde ese diálogo es hoy imposible.
La cosa Hard-Rock sigue, en fin, a tutiplén, a menos que la Gran Nación Seminola, promotora del proyecto, se retire
7- En el pacto se detallan una serie de propuestas para la protección de la lengua cat, como medidas para su uso social, como la creación de un departamento de política lingüística, y un plan nacional para la lengua. Que pueden tener resultado. O no. En términos generales, el uso social del cat ha disminuido, todo indica a ello, no por la ausencia de organismos lingüísticos, sino por polarización social, por la expulsión. Algo que se puede revertir sin nuevas instituciones. Sobre posibles defensas contra sentencias judiciales sobre el uso del cat en las escuelas, apuntadas en el pacto: la única forma de detener la implementación de esas sentencias –que me temo que ya es imparable– sería una sentencia, grandota, del TC, y eso es algo que el pacto no puede garantizar.
8- El pacto habla de presencia de las instituciones cat en organismos internacionales, del refuerzo de la presencia de la Gene en agencias e instancias europeas, con prioridad en la Unesco, como ocurre en los casos de Flandes y de Quebec. Bueno, salvo esto último, lo anterior ya pasó durante el Tripartit. Y España no se resquebrajó, claro. Solamente se requiere la voluntad del gobierno central. Y, para invertir esa dinámica, la ausencia de voluntad gubernamental de invitar a la Gene a un foro internacional, como ya sucedió también.
9- El pacto, y en contra de lo que se ha señalado, no se pronuncia contra la cosa Hard-Rock, sino que simplemente propone someter el juego en Cat a un impuesto razonable. Así como suena. La cosa Hard-Rock sigue, en fin, a tutiplén, a menos que la Gran Nación Seminola, promotora del proyecto, se retire a los eternos campos de caza con este subidón impositivo.
10- El pacto propone la participación de la Gene en el Aeroport de BCN. Lo que es un clásico, al que no se le ha dado respuesta, ese otro clásico, desde el Estado. El pacto también recupera el tema de las selecciones deportivas cat, iniciado por el Tripartit y que, recordemos, sufrió un duro revés, por parte del TC, en su sentencia de 2010. Si se vuelve a hablar de ellas, es preciso hablar también de que no hay nada que hacer, sin una ayudita del TC en modo federal, algo que como que no.
El pacto habla de reducir la presión fiscal para rentas inferiores a 33.000 €, y cosas chachis con sucesiones y donaciones
11- El pacto habla de reducir la presión fiscal para rentas inferiores a 33.000 €, y cosas chachis con sucesiones y donaciones. Y concluye con el ya tradicional y simpático popurrí de medidas para la vivienda. Desde que cumplí 18 añitos, he vivido, en cada campaña electoral, momentos históricos, en los que se anunciaba un antes y un después en la vivienda pública. Y que, por lo demás, nunca se produjeron. Si se hubieran producido, si se produjeran, el precio de la vivienda social sería sensiblemente barato, al punto que afectaría al precio de la vivienda de mercado. Al punto que, vamos, el gran sector de la economía española, tras el turismo, asumiera, no pérdidas, sino menos beneficio. Al punto que el propietario de pisos en alquiler, personaje que el PSOE considera su votante, debería rebajar alquileres.
12- Ha finalizado un procesismo, con resultados desastrosos para una sociedad pequeña y frágil. Sería deseable no iniciar otro. Si se pretenden, en verdad, reformas costosas, aparentemente imposibles, se debería explicar el plan, no la fe.
1- El 8A fue como el día de Reyes. Pasaron tantas cosas y tan intensas que los niños –ante la rapidez y la intensidad todos somos niños, pásenlo– necesitaremos tiempo para evaluar lo ocurrido. Hola. Soy Martínez, más el paso del tiempo desde el 8A, lo que me anima a evaluar lo ocurrido. Es decir,...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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