PROCESANDO EL YUYU
La descripción
El Govern Illa es el max-mix de un gobierno europeo, de lo que queda de la socialdemocracia, diferenciado, así, de la derecha y la extrema derecha, otra lectura más intensa del neoliberalismo y de la ruptura social
Guillem Martínez 16/08/2024
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1- ¿Qué es y qué quiere comunicar el nuevo Govern de la Gene, el Govern Illa? Analicemos ese Gobierno como si fuera un documento. Un texto. Los gobiernos, de hecho, son mensajes en una botella, imposibles de leer hasta la rotura de la botella, como casi todo.
2- El mayor significante del Govern es Illa. ¿Quién y qué es Illa? ¿Qué ha explicado de sí mismo? Varias cosas. La primera es que a) es una persona católica. Lo que no aporta mucho pues, desde CUP hasta Junts, pasando por ERC, el catolicismo es un llenapistas cat. Pujol fue el primer presi que exteriorizó el catolicismo como referente, al punto que, para iniciar su carrera, un político que llegó a ser conseller de Política Territorial i Obres Pública empezó a frecuentar a Pujol en la misa semanal de su santuario favorito. El conseller, por cierto, dimitió en 1994, al trascender que había aceptado, como soborno, la instalación, en su domicilio, de sendos grifos de oro. Era católico hasta la médula pero, en fin, no era un santo. Lo mismo se podría decir de Pujol, que –nunca habrá juicio o sentencia– pudo haberse embolsado el 3% de las comisiones que CDC hubiera cobrado en su etapa –geológica– en el poder. Desde 2012-14, cuando arranca un periodo en el que lo oscuro, lo incierto, la mentira incluso, ganan intensidad en la política cat, el catolicismo vivió otra intensificación en la Gene, de manera que cuadros y líderes de CDC y de ERC compartieron retiros para cometer ejercicios espirituales –visto lo visto, les deberían devolver la pasta–. Ser católico no significa, en efecto, nada. Salvo un gran cambio cultural, aún por interpretar: en lo que es un contraste con el periodo democrático 1931-39, la tradición de líderes católicos es apabullante en la Cat post-78, justo cuando decae el catolicismo. Según los datos del CIS de este verano, el 86,9% de la población cat –en Esp, el 80,4%– no practica religión alguna.
El PSC hoy es un partido más conservador, menos vital, más unido, más pendiente de sus cuadros, de su deber hacia ellos, que no quiere inestabilidad
3- Illa procede de b) un PSC diferente al PSC que lideró la Gene durante el primer Tripartit –2002-06–. Un PSC duramente traicionado por el PSOE de ZP, que torpedeó –junto a CiU, PP y el TC– el gran proyecto del Tripartit: el Estatut de 2006, ese cadáver. Eso supuso, por cierto, la desaparición en el PSC de los cuadros maragallistas –los más a su casa, los menos a ERC–, y la posterior inserción en la empresa pública, semipública o turbopuerta giratoria de una masa de cuadros a fidelizar. Hoy, en ese sentido, el PSC es la federación con más potra en los negocios, también por otros motivos, como la fidelidad del PSC a Sánchez, una vez fue el líder confirmado del PSOE. El actual PSC es un partido que arranca con la defenestración, poco elegante, de Maragall, la subida de Montilla y la marcha al procesismo de otros líderes que vieron ahí un filón, que no se confirmó. Pero también el PSC es el caso más significativo del amago de PASOKización del PSOE en la Península –en dos elecciones generales, el PSC se vio superado por Comuns, primera fuerza hasta que abrió la boca de la cara–. Por todo ello, el PSC hoy es un partido más conservador, menos vital, más unido, más pendiente de sus cuadros, de su deber hacia ellos, que no quiere inestabilidad, y que –todo apunta a ello– volvería a castigar al líder que la busque o la encuentre. No es, por lo tanto, un partido de aventuras. Por lo que no las admitirá cuando plantee la financiación singular, o las selecciones deportivas, dos aventuras ya superadas, y penalizadas, en 2002-06. Es un PSC más formal y aburrido, si bien su éxito ha sido, precisamente, ese. Transitar por el procés siendo el único partido formal y aburrido –y, por ello, con léxico propio, alejado de los montes de espuma procesistas–. Sí, un día de octubre de 2017 se manifestó con la extrema derecha. Lo que es algo que a todo el mundo que se manifestó ese mes y ese año, le sucedió.
4- Illa se declara c) tarradellista. Lo que no es algo diáfano, pues Tarradellas no es tanto como para levantar una iglesia sobre esa roca. Sí, Tarradellas fascinó a todo un grupo de jóvenes –mayores que Illa; otra generación– que le conocieron, que trabajaron con él, que alucinaron y que, en ese trance, abandonaron el catalanismo progresista, incluso el progresismo. Poseedor de diversas etapas, siempre polémicas, la última, la que acuña el concepto tarradellismo, se produce cuando lidera la Generalitat provisional –institución no electa–, tras su –suena mal, pero es lo que hay– pacto con el franquismo y posterior retorno a Cat, que solo tenía el fin de dejar a las izquierdas fuera de juego, como así fue. La obra de Tarradellas es a) la institucionalización donde no la había –se dice que la única competencia que le pidió a Suárez, a berridos, en su primera reunión, fue un sello; es posible que esa haya sido la gran herramienta autonómica, cat y no cat, desde entonces, si tenemos en cuenta que el autonomismo no es el control del Estado del federalismo, sino una mera descentralización administrativa–, y la b) unión de los conceptos institucionalización y conservadurismo. ¿Qué significa ser tarradellista? Es posible que a) o b). Lo iremos viendo en tiempo real.
5- Illa es también, en menor medida, d) lo que va diciendo sobre su programa y gestión. Los políticos, son sus hechos, no sus palabras. Pero es necesario señalar, en este momento cero, aún sin hechos, que Illa, su Govern, tendrá como ejes a) “la búsqueda del bien común” –algo sumamente amplio–, b) la “defensa de Cat” –un clásico; en Murcia sería la defensa de Murcia; y vendría a significar lo mismo; nada–, c) la “defensa de la unidad social”, algo ya más comprometido y visualizable: es la oposición a la existencia de comunidades lingüísticas segregadas en Cat –algo en lo que a la sociedad cat le va la vida, y el humor–, y d) la percepción, importante de ser cierta, de que “estamos viviendo un cambio de época”. Lo que podría indicar otra percepción: que el neoliberalismo está cambiando. Ya no requiere de los gobiernos para ser formulado y ayudado, sino que –como se apunta en EEUU– ahora requiere de ellos para ser corregido en sus desmesuras sociales, económicas y climáticas. Si con un cambio de época, Illa alude a eso, y no a la vuelta de las hombreras, ahí hay un gran tramo de programa –no se pierdan el punto 10–.
Illa, además de con sus palabras, se comunica con el mundo a través de la elección de su Govern, el momento más comunicativo de un presi de gobierno
6- Sobre los actos de Illa, esa cosa más importante que sus palabras. Su primer acto oficial fue acudir a visitar a los Mossos, junto a la consellera de Interior –la exalcaldesa de Santa Coloma, Núria Parlón; al parecer la tapada, la heredera, el futuro institucional del PSC–. No se puede gobernar con las FF.AA. y las FF.SS. en contra. Esto, que puede resultar obvio, es lo que descubrió el PSOE en 1982, si no antes, y las nuevas izquierdas en 2015, cuando accedieron a los ayuntamientos y vieron que lo primero que tenían que hacer, cada mañana, era saludar a las polis locales, o estaban perdidos. La visita de Illa a los Hombres G podría ser el tarradellismo ese, si no fuera porque lo hace hasta el gato, o el gato muere. Con esas primeras visitas, muy extendidas en todo el Estado, empieza, o mejor, acaba, algo en las izquierdas. El primer posicionamiento político en el primer Consell de Govern ha sido, a su vez, ponerle las pilas a una Ley de barrios, que solvente la cohesión en municipios y barrios chungos. El Tripartit hizo una ley homónima. La de Illa será útil para ver, cuando exista, en qué se diferencia el PSC de 2002 del de 2024.
7- Pero Illa, además de con sus palabras, se comunica con el mundo a través de la elección de su Govern, el momento más comunicativo de un presi de gobierno. Si no le da luego, claro, por escribir epístolas.
8- En el Govern hay una serie de mensajes cat, incomprensibles y que requieren traducción. Como la exhibición de tránsfugas, ese deporte cat, que habla de la inestabilidad política en Cat, de una época extraña, volátil y sin referentes claros. Aragonès/ERC lo hizo con su Govern, al fichar, nombrar y exhibir como consellers a Gemma Ubasart –Podem–, Joaquim Nadal –exPSC, exCiU– y Carles Campuzano –CDC–. Pues bien, en esta ocasión, Illa lo hace al fichar, nombrar y exhibir al frente de Empresa y Trabajo a Miquel Sàmper, de Junts, que fue conseller de Interior en el periodo 2020-21. Miembro, por tanto, del peor Govern cat de la historia, el de Torra –algo no opinable: aquel fue uno de los dos gobiernos europeos que prohibieron, en pandemia, el acceso a la sanidad pública a ciudadanos según su edad–. El otro es Ramón Espadaler, conseller con Pujol y con Mas. Su presencia, partiendo de las mismas razones, tiene otras. Procede de UDC –partido fundado en 1931; una rareza en su época, al ser un partido republicano y, zas, católico; junto a CDC, UDC, que era la ‘U’ de CiU, hoy es un partido ya disuelto, desaparecido–. En 1977, ese partido volvió como posibilidad demócratacristiana, esa gran ausente en el mapa político esp post-78. Finalmente, CDC se lo quedó, como fondo de armario, para fardar de la propiedad de ese partido histórico. Sus –sumamente pocos– militantes tenían ese perfil conservador demócratacristiano –antigay, antiabortista, antidivorcio… todo el combo–, que en CDC no desencajaba. UDC, por cierto, vive hoy repartida en pequeños fragmentos en Junts, ERC y PSC. Y, con mayores fragmentos y mejores sueldos en Foment del Treball, el sindicato empresarial más antiguo del Estado, fundado cuando se mataba. Sí, el pasado de Espadaler no resulta edificante. Pero cualquier gobierno socialista necesita esos perfiles para comunicar que nadie corre peligro. En el Gobierno esp, esos perfiles de moderación más allá del deber son, pongamos, los de Marlaska, Robles o el ministro de Economía, ese hombre sin rostro ni nombre, pues no es un rostro ni un nombre, sino la garantía de esos informalismos en la economía, denominados neoliberalismo.
9- Por lo demás, el Govern está compuesto por nueve mujeres y ocho hombres, provenientes, en algunos casos, del municipalismo PSC, esa escuela de formación –el PSC, a diferencia de cualquier otro partido cat, y diría que esp, es una gran escuela, que forma, constantemente y muy bien, a los cuadros, unos profesionales; en lo suyo–. Hay conselleres que provienen de Europa, de la Academia, y de la planta noble del PSC –como Alicia Romero, Economía, mano derecha de Illa y la persona que gestionará, o no, la financiación singular, o/y su recorte o abandono–. Es importante señalar que Salut y Educació –dos consellerias importantes en la distribución del bienestar, la única función de una comunidad autónoma por aquí abajo– son personas no muy bien recibidas, al menos en un primer momento, por los colectivos Salut y Educació. Si fracasan esos dos negociados, sería el fracaso del Govern. Pero también de la cohesión social, sometida a erosión desde la desaparición de Salut y Educació, en 2010/Artur Mas. En el sottogoverno–directores generales, cargos técnicos, personas que no solo siguen siendo gobierno, sino que suelen serlo más, pues son donde transcurre el gobierno– abunda el cuadro del PSC –único partido que dispone de ese material–, si bien se conservan cargos que provienen del Govern Aragonès. Lo que obedece, se supone, a a) un pacto no escrito con ERC, que vela por sus cuadros, pero también a b) la posibilidad de entrada de ERC en el Govern, cuando sus aguas se serenen. Pero donde se realiza el mayor acto de comunicación, el mayor decálogo, el mayor pronunciamiento político, es en el nombramiento de un conseller en particular.
Con sus pegas, es un paso adelante frente a más de 10 años de gestión de los governs anteriores, que plantearon la austeridad y gestionaron propaganda de mitos
10- Se trata del conseller de Presidència, una conselleria importante, en la que transcurre lo que no se ve y aquello de lo que no se habla. En tiempos CiU, se sabía la intensidad de corrupción de un Govern Pujol por la elección de ese cargo. Se trata del cargo que, entre otras funciones, amplias y oscuras, ejerce de control sobre las otras consellerias, que las unifica e imprime un estilo y no otro. Y lo detenta Albert Dalmau, un joven con un breve, intenso y significativo carrerón a sus espaldas. Hasta su nombramiento, era el gerente del Ajuntament Collboni, cargo desde el que ha exterminado la estilística Comuns, y ha iniciado una estilística Ajuntament de València, consagrada a la F1, la American Cup, o la cesión de espacios urbanos a las empresas. El alto funcionariado del Ajuntament, modalidad Keynes –por llamarlo de alguna manera– estaba escandalizado con la colaboración público-privada, esa descripción somera y piadosa del neoliberalismo ayusista, y coletilla continuada del gerente en sus alocuciones. Si Illa es consciente de que vivimos un cambio de época, parece apostar, glups, por la época anterior a este cambio, no por la que viene. Veremos.
11- Visto lo visto, parece un Govern un tanto gore. Pero no lo es. O no solo. Es la media, el canon, el max-mix Ibiza de un gobierno europeo –incluido el esp– de –lo que queda de– la socialdemocracia, diferenciado, así, de la derecha y de la extrema derecha, otra lectura más intensa del neoliberalismo y de la ruptura social. Con todas sus pegas, supone –y esto es lo dramático y la magnitud de la tragedia– un paso adelante frente a más de 10 años de gestión de los governs anteriores –que plantearon la austeridad y gestionaron propaganda de mitos–. Si no lo hace mal –solución, o apaño, a Salut y Educació, algún alivio en los extremos de la desigualdad, cierta rehabilitación de la unidad social; que mienta poco, o que, al menos, lo haga rápido y que no duela–, lo que no significa hacerlo bien, puede ser un antes y un después.
1- ¿Qué es y qué quiere comunicar el nuevo Govern de la Gene, el Govern Illa? Analicemos ese Gobierno como si fuera un documento. Un texto. Los gobiernos, de hecho, son mensajes en una botella, imposibles de leer hasta la rotura de la botella, como casi todo.
2- El mayor...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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