1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 1341 Conseguido 66815€ Objetivo 140000€

Retratos de genocidas (I)

“Con Milei, las fuerzas de seguridad están repitiendo lo que pasó en la dictadura militar”

Bibiana Reibaldi, hija del criminal argentino Julio Reibaldi, relata la historia de su padre, que durante tres décadas formó parte del servicio de información del ejército y murió impune en 2002

Ritama Muñoz-Rojas 31/08/2024

<p>Bibiana Reibaldi. / <strong>Fotografía cedida por la entrevistada</strong></p>

Bibiana Reibaldi. / Fotografía cedida por la entrevistada

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Desde hace siete años, crece un movimiento que nació en Argentina, saltó a Chile, Uruguay; hace poco, ha llegado a España, a Francia, a Alemania. Se llaman Desobedientes; son hijas, nietas, sobrinas de genocidas que se han comprometido con la verdad, la justicia y la memoria de las víctimas de dictaduras recientes, señalando y condenando a sus familiares, que secuestraron, torturaron, mataron o hicieron desaparecer a personas por sus ideas progresistas. 

Hablan los desobedientes y, cuando hablan, van trazando el retrato del genocida, el lado siniestro y siempre desconocido de seres aparentemente normales, pero sin reparo ni escrúpulo alguno a la hora de repartir métodos represivos tan sumamente crueles que todavía hoy cuesta asimilar. Hablan los desobedientes de tardes o noches en la cocina o en el salón de casa, de cuando cenaban todos juntos como cualquier familia normal y sin sospecha alguna de que el que presidía la mesa era un asesino.

Hay que escucharlos. Importan sus voces en un momento como el actual, tiempos de incomprensible, inexplicable auge de la extrema derecha, en países que forman parte del mal llamado primer mundo; un momento en que el negacionismo histórico flota a sus anchas como la mierda en el mar.

Para empezar, hablemos de la obediencia debida, término que unas veces tiene un sentido jurídico, sobre todo en el ejército y la jurisdicción militar, y que en otros espacios apela al buen comportamiento de los que forman parte de cualquier jerarquía, por ejemplo, la familia. Los que a partir de ahora van a relatar sus duras y dolorosas experiencias rompieron el mandato del silencio intrafamiliar, se saltaron la obediencia debida, mostraron los platos rotos, sucios, muy sucios, y muy rotos; fueron atando cabos hasta descubrirlos; luego, decidieron señalar y mostrar lo peor del ser humano. Perpetrar se convirtió en un verbo que tenía caras, nombres y un apellido compartido. En esas estampas familiares de felicidad, risas y juegos con papá recién llegado del trabajo y mamá preparando la cena, revoloteaban invisibles, silenciados y asustados los nombres de los torturados, de los desaparecidos, de los que habían tirado al mar desde los vuelos de la muerte, puede que quizá, tan solo unas horas antes.

Hemos hablado con las personas vinculadas familiarmente con genocidas de varios países. Descendientes de militares represores en Argentina y Chile; de nazis en Alemania o Francia, o los que participaron en la represión franquista, dentro o fuera de nuestras fronteras. Una de ellas es Bibiana Reibaldi, quien en esta entrevista explica el paralelismo entre la situación que se vive en Argentina desde la llegada de Milei y la dictadura militar de los años setenta y ochenta. 

Bibiana Reibaldi nació en 1956, en Buenos Aires. De profesión, psicopedagoga, y como circunstancia vital, hija de un genocida que, a lo largo de tres décadas, se entregó en cuerpo y alma a eliminar comunistas de la manera que fuera y en donde fuera. No resultó fácil convivir con el militar al que detestaba, que además era maltratador de puertas adentro, pero que también fue padre, un apoyo necesario.

En las fuerzas armadas existe el derecho a desobedecer, el derecho y obligación moral a desobedecer órdenes criminales

¿Qué aporta el movimiento Historias Desobedientes en este momento de avance de la extrema derecha en tantos países de Europa y de América?

El colectivo Historias Desobedientes tiene un peso muy fuerte, porque somos los familiares de aquellos que ejecutaron el horror y el terror en las peores épocas de Argentina, y en otros países en los que hubo dictaduras como Chile, Uruguay, España o Alemania.  Los que hemos crecido en esas familias, sabemos muy bien que todos los criminales de lesa humanidad saben perfectamente lo que hicieron, pero lo niegan o, lo que es peor, lo reivindican. En Argentina, en estos momentos, tiene mucho sentido y peso nuestra palabra, porque las fuerzas de seguridad, que ahora están en manos de una asesina [se refiere a Patricia Bullrich, ministra de Seguridad argentina del gobierno de Milei] y obedecen órdenes criminales, parece que están repitiendo lo que pasó hace décadas. Nosotros decimos que hay que desobedecer las órdenes criminales. De hecho, en las fuerzas armadas existe el derecho a desobedecer, el derecho y obligación moral a desobedecer órdenes criminales. Por eso cobra un sentido tan importante; las fuerzas de seguridad están alzando sus armas contra el pueblo que reclama sus derechos, alimentos, trabajo. Se está despidiendo a miles y miles de personas, se está desmantelando el estado de bienestar. Ahí es donde es importante nuestra palabra, en tiempos tan terribles, en los que parece que el horror vuelve a instalarse, una vez más, como si la memoria hubiera desaparecido.

Estamos en un momento en que se está permitiendo el saqueo a todos nuestros bienes, bienes tan esenciales como el agua. Nuevamente, el terror de desaparecer como país porque nuestro presidente ha dicho que es un topo que viene a destruir el Estado; y el Estado somos todos los argentinos [el pasado 6 de junio, en una entrevista al diario The Free Journal, Milei declaraba: “Amo, amo ser el topo dentro del Estado. Soy el que destruye el Estado desde dentro”]. 

Ése es el sentido político que tiene nuestra presencia. Como familiares de genocidas, sabemos de dónde venimos, sabemos qué hicieron nuestros familiares y sabemos que ellos son conscientes de todo el daño que generaron.

Como familiares de genocidas, sabemos de dónde venimos, sabemos qué hicieron nuestros familiares

Dice que el horror vuelve a instalarse, recordando a la dictadura militar de los años setenta y ochenta. ¿A qué casos de la actualidad se refiere?

Ese horror está ocurriendo en cada manifestación. Por poner un ejemplo concreto, el pasado 12 de junio, hubo una manifestación frente al Congreso, porque se iba a votar una ley infame que permite el saqueo de todos nuestros bienes naturales. Ese día, estábamos allí todas las organizaciones sociales manifestándonos pacíficamente, con cánticos de oposición al Gobierno, claro. Los policías, siguiendo órdenes criminales de la ministra Bullrich, atacaron a diputados, atacaron a las personas que estábamos manifestándonos pacíficamente y ordenadamente; atacaron de una forma despiadada, tirando gases que queman la piel a la cara de la gente; golpearon y se llevaron detenidas a muchísimas personas, acusadas de cosas horrorosas que son mentira, de sedición, de terrorismo, de cosas espantosas. Fue una violencia institucional contra las personas. 

¿Desde cuándo no ocurrían hechos como estos en Argentina? 

Desde la última dictadura [1976-1983]. En mi caso, lo que de verdad me quebró fue escuchar a las personas que se llevaban detenidas gritando su nombre y sus apellidos. Es lo mismo que pasaba en la dictadura, cuando el ejército o la policía sacaba a las personas de su casa, del trabajo o de un bar y se las llevaban. Gritaban su nombre y apellidos para que sus familiares supieran que los habían secuestrado. Y este 12 de junio fue la misma escena. Para mí fue terrible, porque yo viví la dictadura, tenía veinte años cuando se dio el golpe militar, y lo recuerdo todo muy bien.

La gente está muriendo de hambre y de frío en Buenos Aires, la ciudad más rica del país

Argentina ha sido vanguardia en la defensa de la verdad, la justicia, la memoria de las víctimas de una dictadura militar. Sorprende esta vuelta a los ochenta.

Es terrible; además, están desmantelando todo lo relativo a la memoria. Han despedido a personas que trabajan en los centros de Abuelas de Mayo y han desmantelado todo lo relativo a la búsqueda de bebés robados en cautiverio. Están desmantelando absolutamente todo. Tienen toneladas de alimentos que compró el anterior gobierno sin entregar en distintos depósitos. La gente está muriendo de hambre y de frío en Buenos Aires, la ciudad más rica del país, porque cada vez hay más familias viviendo en la calle. Formo parte de una asamblea barrial, en el barrio de Villa Crespo, integrada por vecinos de distintas opciones políticas, pero con clara oposición a este gobierno criminal. Nos juntamos y nos organizamos para protestar y demandar, porque lo que no hace el Estado lo vamos a tener que hacer los ciudadanos para paliar esta desgracia que ha venido a instalarse en este país.

Vayamos a su historia. Usted es hija de un genocida, Julio Reibaldi. 

Necesité muchos años para poder tomar conciencia de quién era en realidad mi padre. Fue muy duro para mí juntar al padre que fue un apoyo, con el criminal de lesa humanidad. Me costó muchísimo, porque era la única persona en mi grupo familiar íntimo con quien yo podía contar. Mi familia es muy pequeña, no tuve tíos, no tuve primos, solo un hermano y tenía mis abuelas, por suerte, porque mi madre no era alguien con vocación maternal; mi padre era la persona con la que siempre podía hablar, aunque ahora parezca incomprensible. Por eso fue una tarea larga y difícil lograr juntar a ese padre con un criminal de lesa humanidad. Me daba cuenta y, al mismo tiempo, no quería verlo. Por supuesto que nunca fui negacionista, pero sabiendo que mi padre formaba parte de las actividades de la dictadura, no fui capaz de asociarlo con los crímenes. Lo que sentía era terror, eso sí, toda la vida pasando mucho miedo. Fui una niña y una joven introvertida, solitaria, tímida y avergonzada, también. Me daba mucha vergüenza que se supiera que mi padre seguía cumpliendo funciones en el ejército. Él era oficial de inteligencia del ejército, porque él decidió serlo; y yo elegí un camino totalmente distinto.

Bibiana, de niña, en brazos de su padre, Julio Reibaldi. / Foto cedida por la entrevistada

¿Por qué y cómo surge esa vergüenza por la figura de su padre, antes incluso de ser consciente de su implicación en los crímenes de Estado? 

Crecí con vergüenza toda la vida. Vergüenza de que mi padre fuera militar. Desde que era muy pequeña, me daba miedo verlo con el uniforme. Claro que eso era mucho antes de la llegada de la dictadura militar. Nací en enero del 56, muy poco después del golpe al que se llamó revolución libertadora; ahora se le llama revolución fusiladora, porque se fusiló a muchas personas. En ese momento, mi padre ya formaba parte de un grupo de militares que intervinieron para derribar al gobierno de Perón. Entonces, cuando tomó el poder el gobierno dictatorial de Aramburu, mi padre, que era un oficial muy joven, formaba parte de un grupito de militares que estaba en la Casa de Gobierno para proteger, cuidar y estar cerca del presidente. Fue una persona muy próxima al general Aramburu. Yo crecí en un clima en el que se apoyaba a este tipo de personajes que eran de por sí criminales.

Mi padre siempre formó parte del servicio de información del ejército. Estuvo en la Escuela de las Américas [Situada en Panamá y famosa por enseñar doctrinas de contrainsurgencia militar latinoamericana e inculcar una ideología anticomunista. Varios de sus alumnos participaron en organizar escuadrones de la muerte, golpes de Estado o estuvieron implicados en diversas violaciones de derechos humanos. Fuente, Wikipedia], como todo oficial de información. Allí llegaban los militares franceses que venían a entrenar a los argentinos después de la guerra de Argelia. La formación consistía en cómo torturar, cómo recabar información bajo tortura. Él no estuvo con los criminales desde el 76 [24 de marzo de 1976, golpe militar argentino], él estuvo mucho antes, desde muy joven había decidido de qué lado estaba. Todos los años, se reunía con otros oficiales para celebrar el golpe contra Perón, en septiembre del 55. Antes, en junio de ese mismo año, ya había participado con la aviación en el bombardeo de la Plaza de Mayo. Mi padre no se transformó en un oficial violento en el 76; él fue violento desde siempre, totalmente antiperonista. Y eso no es algo que yo descubrí después del 76, es algo con lo que nací, viví y crecí.

Vamos a dar un paso más. Una cosa es ser hija de un militar que tiene ideas diferentes a las suyas, y otra descubrir que su padre es un genocida que ha participado en secuestros, torturas o desapariciones.

Voy a ser muy sincera. Tomé verdadera conciencia de que mi padre fue un genocida cuando me uní a la bandera de Historias Desobedientes, en las que estaban hijas e hijos de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia. Hasta ese momento, no fui consciente de la responsabilidad personal que tuvo mi padre en la última dictadura.

Mi padre murió impune, no fue juzgado, porque los juicios se reabrieron en 2005 y él murió en 2002

Estamos hablando de 2017, que es cuando nace el movimiento Historias Desobedientes. Habían pasado muchos años hasta que usted ató cabos.

Sí. Voy a contar algo. En la década de los noventa, antes de que muriera mi padre, tuvimos muchos enfrentamientos, en los que yo le pedía que hablara, que fuéramos a la fiscalía, que fuéramos a Madres [de la Plaza de Mayo], que contara todo lo que sabía, que hablara, porque yo estaba segura de que él sabía. Pero de lo que no tenía conciencia, lo que yo no sabía, era cuál había sido su responsabilidad real en el genocidio. Es verdad que eran años todavía de silencio, en los que había mucha impunidad para los genocidas; se había decretado el Punto Final y la Obediencia Debida. Yo sabía que mi padre había tenido alguna participación en aquellos crímenes de Estado, pero no sabía exactamente cuál. Años después, caí en la cuenta de que él era un analista del Batallón 601, el órgano que analizaba la información que se recibía bajo tortura de las personas secuestradas, y daba órdenes a las patotas [grupos de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales del Estado que se dedicaban al secuestro, tortura, violación, asesinato y desaparición de opositores políticos. Fuente, Wikipedia] para que fueran a buscar a otras personas A eso se dedicaba mi padre durante la dictadura. Antes, como le contó a mi hijo, fue espía, un infiltrado en distintas organizaciones, incluso en la facultad de Derecho estuvo infiltrado. Yo creía que iba a estudiar Derecho. Hay un montón de cosas que he ido resignificando con los años. 

En varias ocasiones, durante la dictadura, le enviaron a Brasil, a Río de Janeiro y San Pablo, donde desaparecieron tantos argentinos. Le enviaron a Perú y Bolivia, como consta en los archivos, para formar a militares peruanos y bolivianos. Cuando él volvía de Río, hablaba como si hubiera ido como turista, pero ahora yo sé que fue a capturar argentinos, argentinas, brasileiros, uruguayos, porque él pertenecía al Plan Cóndor [el Plan Cóndor fue una campaña de represión política y terrorismo de Estado respaldada por Estados Unidos que incluía operaciones de inteligencia y el asesinato de opositores. Fuente, Wikipedia]. A él lo enviaban mucho a Brasil para detectar a personas que luego eran secuestradas y exterminadas. También fue enviado para lo mismo a Perú y a Bolivia.

Julio Reibaldi viste uniforme militar junto a otros dos hombres. / Foto cedida por la entrevistada

¿Su padre fue juzgado?

Mi padre murió impune, no fue juzgado, porque los juicios se reabrieron en 2005 y él murió en 2002. Además, él actuaba muy en la sombra en el servicio de información. Pero hubo un juicio del que no se salvó, que fue el de la hija, porque conocía mi desprecio por haber participado como empleado de la dictadura. Digo empleado porque, a partir del 71, se convierte en personal civil de la inteligencia dentro del mismo lugar al que perteneció siempre, el batallón 601. Esto lo he conocido mirando su archivo microfilmado. En los archivos se habla de su alto grado de responsabilidad y compromiso con sus tareas, lo cual significa que fue un terrible criminal. 

He podido ser consciente de quién fue mi padre viendo la documentación del archivo general del ejército, algo que posibilitó el gobierno de Alberto Fernández; ser consciente de quién había sido mi padre fue muy duro. No lo podía asumir por un mecanismo de defensa. Mi padre conocía mi desprecio por lo que él hacía en el ejército, porque se lo dije, pero en mi interior tenía que acudir inconscientemente a ese mecanismo de negación, que nada tiene que ver con el negacionismo de las torturas o las desapariciones. Es que si yo integraba ese lazo afectivo con mi padre, el criminal de lesa humanidad, hubiera estallado de dolor. Ver su historial en los archivos militares me permitió dar otro sentido a las cosas que yo veía y escuchaba durante aquellos años del horror; pude atar cabos. Por poner un ejemplo, en una ocasión, escuché a mi padre diciéndole a alguien por teléfono “que los llevara a dar un buen paseo por el planetario, por el barrio de Palermo”. Yo interpreté que era un gesto de cortesía, que, por lo que fuera, había que llevar a alguien a dar una vuelta por el planetario. Hoy día sé que cuando los militares secuestraban a personas, nada más meterlos en el coche, se les golpeaba mucho, muchísimo, ahí empezaba la tortura; y eso era el paseo que les daban antes de llevarlos al centro clandestino de detención y exterminio.

Mi padre era terriblemente violento en casa, pero fuera era un gran seductor, simpática, a la que todo el mundo adoraba

Y en todo esto, ¿cuál era el papel de su madre?

Mi madre fue una mujer muy narcisista, que estaba casada con mi padre, más que nada, por una cuestión de estatus. Ser esposa de un militar daba estatus a una mujer en los años cincuenta del siglo pasado. A ella le importaba mucho el qué dirán, y todo eso a pesar de que provenía de una familia trabajadora, pero siempre tuvo aires de grandeza. Mi padre era muy violento con ella, la golpeaba terriblemente. Mis padres se separaron cuando yo iba a cumplir catorce años, pero no por los golpes que le rompían las costillas, la nariz, por los que estaba siempre amoratada. Se separaron porque ella descubrió una infidelidad. Mi padre era terriblemente violento en casa, pero fuera era un gran seductor, una persona culta, simpática, a la que todo el mundo adoraba.

¿Llegó usted a romper con él?

La década de los noventa, hasta que él muere en 2002, fueron años de muchos enfrentamientos con él. Nos veíamos muy de vez en cuando, pero nos veíamos. Nunca cortamos el contacto, sobre todo, porque yo quería conseguir que él hablara, que me diera el nombre de alguna familia que se hubiera apropiado de un bebé nacido en cautiverio. Me contestaba que todo se había quemado, que no tenía pruebas, que no podía hablar sin pruebas.

De alguna manera, le estaba reconociendo su participación en esos hechos.

Totalmente, cada vez que decía que no había pruebas estaba reconociendo todo. Yo me enfadaba mucho y dejábamos de vernos por un tiempo. Pero yo seguía insistiendo, intentando que él hablara, que diera el nombre de alguna familia de un niño secuestrado en cautiverio. Hasta ahora, se han encontrado 133 personas, pero faltan más de 300. Son personas ya de, al menos, 45 años. Yo vivía con la esperanza de que hablara, pero no habló nunca. Es más, incluso cuando se estaba muriendo, le rogué que me diera un nombre. Él me dijo, “vos nunca bajás los brazos, ¿eh?”. Ni ahí habló. Su hija le estaba pidiendo un nombre para una reparación; pero él no habló, sabiendo que me estaba dejando con un dolor inmenso.

¿De dónde surge su ideología o compromiso político?

Crecí en escuelas religiosas y, en secundaria, tuve la suerte de encontrarme en un colegio en el que las monjas y sacerdotes tenían ideas muy progresistas que seguían la doctrina social de la iglesia, la Teología de la Liberación, una religión muy humanista, muy de defender los derechos humanos, la dignidad, el respeto. Me sentí atraída por estas ideas, que, más que religiosas, las veía desde un punto de vista económico, político y social. Ésa era mi posición política el 24 de marzo del 76. Días antes, ya se esperaba el golpe y recuerdo a la gente por la calle muy feliz, porque los militares tomaran el gobierno; yo estaba aterrorizada, aterrorizada; lloraba.

Hablando con varios miembros del movimiento Historias Desobedientes, me está sorprendiendo la gran altura política, intelectual y de preparación personal con la que afrontan su historia y con las que se suman a las demandas memorialistas. 

Hemos tenido que nadar a contracorriente toda la vida. Hemos decidido y elegido nadar a contracorriente toda la vida y no es fácil.

Desde hace siete años, crece un movimiento que nació en Argentina, saltó a Chile, Uruguay; hace poco, ha llegado a España, a Francia, a Alemania. Se llaman Desobedientes; son hijas, nietas, sobrinas de genocidas que se han comprometido con la verdad, la justicia y la memoria de las víctimas de dictaduras...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autora >

Ritama Muñoz-Rojas

Periodista y licenciada en Derecho. Autora de 'Poco a poco os hablaré de todo. Historia del exilio en Nueva York de la familia De los Ríos Giner, Urruti'.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí