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“¿Y la oca?”.
Fue un momento memorable que recordó, ¿cómo no?, a uno de los greatest hits de M. Rajoy, esa gran estrella del pop: “¿Y la europea?”.
Este también se produjo en una entrevista periodística. Fue el 20 de octubre, cuando Howard Kurtz, de la cadena Fox, le recordaba a Donald Trump que la historia de unos inmigrantes haitianos come-mascotas en Springfield, Ohio, se había demostrado falsa (“That’s been debunked”). Trump se mantuvo coqueto –“yo no sé qué es verdad y qué no lo es”– hasta que, al final, amagó un escape por la tangente: “¿Y la oca? ¿Las ocas? ¿Qué pasó con las ocas?”.
La desfachatez de la ultraderecha no parece tener límites. El concepto –que Ignacio Sánchez-Cuenca ha asociado con esa subespecie de intelectuales españoles que se atreven a opinar en público sin saber de qué hablan– nos llega del italiano: una persona sfacciata es la que carece de cara, es decir de vergüenza. Lo que no quiere decir que los sfacciati no puedan ser vanos, como bien lo demuestra el propio expresidente anaranjado. “Donald has no shame,” Ivana Trump le susurra al abogado Roy Cohn, destruido por el SIDA, en una de las últimas escenas de la película The Apprentice, a mediados de los ochenta.
Lo malo es que la derecha sfacciata –en Estados Unidos, en España y en muchas otras partes– ha logrado convencer a una gran parte del electorado de que representa y defiende el derecho a libertad de expresión. El propio Trump, que lleva años atacando salvajemente al periodismo, denuncia la simple confirmación de los datos (fact-checking) como un ataque a su derecho a proferir mentiras como una casa.
Al periodismo le lastra una contradicción: cuanto más se adhiere a sus propias normas deontológicas, más le cuesta defenderse de los ataques que cuestionan su deontología. Por un lado, las y los periodistas prefieren no hablar de sí mismos: les cuesta usar la primera persona, prefieren quedar invisibles. Por otro, aprenden al comienzo de la carrera que el activismo político no se compagina con su papel de informadores objetivos. Bien mirado, la deontología periodística –cuya manifestación más nítida son los Libros de Estilo– adolece de una fatal ingenuidad: asume un mundo en que el papel de la prensa no esté en tela de juicio. Desafortunadamente, ese mundo no es el nuestro.
Esto es grave, porque el periodismo no es la única víctima de los intentos continuos de la ultraderecha por socavar la idea misma de la verdad como valor contrastable. En un sentido mucho más directo, las víctimas son los colectivos vulnerables a los que la ultraderecha convierte en chivos expiatorios: las y los inmigrantes, las personas LGBTQ, etc. Y en un sentido más amplio, también es víctima la sociedad entera, que ve violado su derecho constitucional a la información veraz.
De ahí la importancia de Acción contra el odio, la nueva iniciativa que ha nacido en el seno del equipo –diverso, peleón, entrañable– que lleva esta revista. La idea básica de ACO es sencilla: identificar a los sfacciati y pedirles cuentas. Hacer que respondan por sus mentiras. ¿Esto va en contra de la deontología periodística? ¿Sobrepasa el papel asignado al gremio? De ninguna manera. Al fin y al cabo, la iniciativa se fundamenta en la defensa de los derechos civiles y constitucionales: el derecho de todos los seres humanos a la protección contra el odio y la violencia; el derecho de la sociedad a un periodismo de calidad; y el derecho de las y los profesionales de los medios al libre ejercicio de su trabajo.
Las herramientas que pensamos emplear para este nuevo frente de lucha serán varias: primero, nuestro entrenamiento y experiencia como reporteros e investigadores; segundo, la Constitución y el Código Penal; y tercero, los tribunales.
Ahora bien, no somos ingenuos; conocemos de sobra las debilidades de cada uno de estos tres instrumentos. Por eso nuestra última herramienta es la más importante: son ustedes, nuestra comunidad de ciudadanas y ciudadanos conscientes y espabilados, hartos e indignados, ansiosos de hacer algo contra la erosión social y moral que la ultraderecha lleva practicando impunemente desde hace demasiado tiempo. El apoyo masivo, inmediato y generoso que tantas y tantos estáis dando a Acción contra el odio nos ha emocionado y entusiasmado más de lo que ustedes se puedan imaginar.
Grazie.
Sebastiaan Faber
“¿Y la oca?”.
Fue un momento memorable que recordó, ¿cómo no?, a uno de los greatest hits de M. Rajoy, esa gran estrella del pop: “¿Y la europea?”.
Este también se produjo en una entrevista periodística....
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Sebastiaan Faber
Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'
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