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“Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
El autorretrato de Antonio Machado. El poeta, sin temor a que le acusaran de jacobino –y lo que conlleva en este país–, justificaba su bondad. Y a pesar de eso, fue perseguido, exiliado hasta esa tumba en Colliure que rompe el alma. Bien está allí, tememos que si hubiera sido traído a España, la veríamos vandalizada. ¿Creen que exagero? Si hasta Machado tuvo que pedir disculpas por ser bueno, no le fueran a confundir con tonto, imaginen lo que dirían hoy de él, cuando la bondad ya no se confunde con simpleza. Hoy, es directamente el Mal encarnado, el Diablo. Imbuidos de santa indignación cual ángeles flamígeros, los perseguidores del buenismo están por todas partes. Los pueden encontrar en redes, medios tradicionales, ensayos, instituciones, partidos políticos. Y hasta en bares y terrazas, convertidos en cuarteles de los soldados de a pie contra el maldito “buenismo”. Este peligroso “extremismo” (sic) está a punto de acabar con la humanidad, dicen. Y citan malignidades varias: defender el pacifismo y los derechos humanos, la justicia salarial, el feminismo, el antirracismo, el ecologismo, los derechos LGTBI y hasta el veganismo, demonios colorados con cuernos y rabo.
A buen seguro, Machado sabía de la inquina que producía eso de defender la bondad en este país muy y mucho español y a lo que se exponía siendo un intelectual, es decir, individuo sospechosísimo en todas las épocas. Un rasgo nacional donde los haya, porque resulta difícil encontrar allende nuestras fronteras tanto desprecio al conocimiento, al saber y a la ciencia en general; a la cultura y al arte en particular. El odio a todo lo que huela a ilustración en sentido estricto y figurado. Algunas malas lenguas historiadoras, estudiosas y, por tanto, también sospechosas, afirman que esta característica hispana viene de los tiempos de la Santa Inquisición, cuando todo el saber cultural se puso en cuestión como sospechoso de judaizante, criptomoro o luterano. Los escritores, filósofos y poetas que no comían jamón estaban entonces en el punto de mira, así que se hicieron marranos a toda prisa. Mismas palabras, misma amenaza se suelta ahora a pastar en los comentarios de X o cualquier otra red antisocial: “No comen jamón”. El que come jamón y odia la cultura, ha cumplido; ya es un verdadero español. Como les digo, la cosa viene de tan antiguo que hasta Cervantes los retrató en el entremés Los alcaldes de Daganzo.
– ¿Sabéis leer, Humillos?
– No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona tan de poco asiento, que se ponga a aprender esas quimeras, que llevan a los hombres al brasero, y a las mujeres a la casa llana. Leer no sé, mas sé otras cosas tales, que llevan al leer ventajas muchas. Sé de memoria todas cuatro oraciones y las rezo cada semana cuatro y cinco veces.
– Y ¿con eso pensáis de ser alcalde?
– Con esto, y con ser yo cristiano viejo, me atrevo a ser un senador romano.
“Yo es que soy muy inculto” es una frase que frecuentemente ondean cual bandera ante quien les escribe, al escuchar que la susodicha se dedica al mundo de la cultura, que su trabajo consiste en escribir –pensar– para las disciplinas del cine, el teatro, la novela, las series de ficción. La bandera se agita y hasta pega con el asta al llegar el momento de confesar con vergüenza que ha dirigido una película: “El cine español es muy malo. ¡Subvencionados!”.
Conviene recordar a un ministro ejemplo preclaro de malismo, Cristóbal Montoro, que hizo suya la misma frasecita “es que hacen unas películas muy malas” como excusa para perseguir con saña a lo que consideraba un peligroso sector de radicales extremistas y luego defenestrarlo a base de IVA cultural, crisis mediante. Otro exitoso azote de buenistas, un tal Alvise, se jacta entre otras muchas lindezas de ser “anafalbeto académico” y haber dejado los estudios a los 16 años. Lo pueden ver por ahí, en YouTube, entre el marasmo de influencers andorranos, coaches misóginos, desokupas desatados y nazis de neocuño orgullosos de ser lo que son. Malos.
Mauro Entrialgo, autor, dibujante, humorista agudo y hasta, posiblemente, intelectual, acaba de publicar Malismo: la ostentación del mal como propaganda. Sostiene Entrialgo que malismo siempre ha habido, la diferencia es que ahora los malos están orgullosos de serlo. “Tú puedes ser malo porque la maldad ha existido siempre, pero aparece un nuevo sistema que es ‘lo he hecho y qué pasa’. Del que te vote Txapote al orgullo de publicar vídeos con crímenes de guerra y los vítores de la FAES viendo la destrucción de Gaza como ‘ventana de oportunidad’”. De lo grande a lo pequeño, por tierra, mar y aire, los antivacunas libertarios, los programas televisivos humillantes y los nombres “canallitas” de bares. Un mundo en el que ni siquiera la AEMET puede informar de meteorología, no sea que le caiga encima un chaparrón de escépticos climáticos con tanto derecho a quemar brujas como otros a informar de ciclogénesis explosivas. El malismo gana terreno a imagen y semejanza de sus héroes –supervillanos– Musk, Trump, Netanyahu, Meloni, Milei, Ayuso, Aznar –Abascal no llega más que a categoría de esbirro al que pegan collejas por lerdo–. Medio mundo los adula, los halaga. Quieren ser como ellos. Tienen el dinero, el poder, la influencia e infinitos seguidores que admiran su impunidad. Sobre todo cuando esta supone la ruina de millones de personas. Porque los malistas aman la mentira y el bulo, adoran el caos y la destrucción, lo que para ellos es sinónimo de “libertad”. Ya ven: la gran palabra esculpida en mármol acuñado por mártires desde la rebelión de los esclavos de Espartaco, caída en esta singular batalla, ajusticiada a manos de gente como la Reina de la Noche madrileña desgañitada, berreando como una soprano mozartiana, pero con gallos: “Se iban a morir igual”. Para medio mundo el extremismo es sacar una bandera palestina.
“Extremismo mal. No seas radical. No todo es blanco o negro.
No todo es Black or White. Mantén la equidistancia ¿para qué profundizar?
Machismo y feminismo son igual. Evítate problemas y procura equilibrar.
Abajo la homofobia y la homosexualidad. Mejor término medio.
Y ser tibio al responder. Fascismo es excesivo y democracia también. Oh-oh-oh”.
Quizá les suene esta canción, o quizá no conozcan a Ojete Calor, la banda cabaretera de Carlos Areces y Aníbal Gómez, una broma musical hecha con talento e ironía a raudales. Libertarios en el buen sentido de la palabra, como diría Machado, señalan a los otros malos: los que temen ser acusados de buenos.
Démosle la vuelta al extremismo: si a ustedes les gusta leer libros, escuchar música, ver películas o conversar antes que mirar un bailecito en TikTok; si se indignan con los discursos de odio, con las injusticias, con las matanzas impunes, con las monarquías sinvergüenzas; si prefieren vivir en un mundo más humano y en un planeta más limpio y más bello, si prefieren que les llamen buenistas y no malistas, tienen este refugio de CTXT. Puede que algunos lo llamen trinchera, sí. Pero es la buena.
*En CTXT hemos decidido crear la plataforma cívica Acción contra el odio, una herramienta colectiva y abierta a la ciudadanía para defender la información veraz y una democracia más justa e igualitaria. Si quieres unirte, puedes colaborar aquí.
“Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
El autorretrato de Antonio Machado. El...
Autora >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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