El salón eléctrico
Calamares a la Weimar
2025 nos ofrece unos cuantos espejismos cinematográficos de estos tiempos. Ahí está la moda del ‘true crime’, pero no solo. Los surcoreanos llevan años haciendo cine de terror con zombis y okupas sangrientos
Pilar Ruiz 18/01/2025
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La fiscalía de Madrid –ahora tan de moda– archivó en 2021 la investigación de aquel chat en el que un grupito de militares retirados alentaba a acabar con la democracia a la clásica manera, o sea, mediante un golpe de Estado: “Tenemos que convencernos de una puta vez que nuestra sangre no admite la democracia” (sic) y animaba a asesinar a 26 millones de españoles, niños incluidos: “Nada, nada… la purga es la purga” (sic).
¿Lo recuerdan? Les refresco su verbo inflamado: “¡Preparados para el combate! ¡A por los rojos!”. O también: “¿Que Franco fusiló a mucha gente en la guerra y los años siguientes? Mi respuesta es que a muy pocos viendo la catadura de estos hijos de puta”. ¿Y esta otra perla castrense? “Aguantar la semana mariconil o la enseña maricona dentro del emblema de la Guardia Civil ¿Cómo pretender que este despreciable sujeto respete la bandera de la Nación que les da de comer?”.
El ministerio fiscal consideró que “no concurren elementos que permitan inferir que el chat fue creado al objeto de promover, fomentar o incitar al odio, hostilidad o violencia hacia un colectivo de los expresamente contemplados como grupo”. El chat amenazante estaba amparado por el derecho a la libertad de expresión y de opinión, “constituidas como garantías institucionales para el debate público y que posibilita la formación de una opinión pública libre”. Formación de la opinión pública libre… No me digan que no tiene gracia.
¿A santo de qué viene esto ahora? Se preguntarán ustedes. Pero si ya sabemos cómo respiran esos militarotes que transicionaron pacíficamente –ejem– a la democracia. Y también sabemos cómo se las gasta la judicatura patria –más ejem–. Antiguallas más casposas que el mueble castellano pero poco representativas de las actuales Fuerzas Armadas, que diría una ministra de Defensa socialista –perdón: el carraspeo se convierte en tos–.
Pues vengo a decirles que ustedes se equivocan. Pero de medio a medio. Estos golpistas confesos votantes demócratas son hombres –no hay mujeres en esa garita– a la moda, verdaderos influencers. A su movida se apuntan millonarios, jueces y empresarios, pero también curritos de a pie dispuestos a ponerse cara al sol. Entérense: la dictadura violenta y represiva de ultraderecha es lo que se lleva esta temporada y es lo más convertirse en cruzado de Franco, su crush. Pero no como lo hace el gobierno actual, empeñado en “reescribir la Historia” dicen. Ahora, después de 50 años, estos fascio-fashionistas quieren que les demos la enhorabuena por haber ganado la guerra.
Si examinan las hemerotecas de los últimos años verán, de forma palmaria, que el partido de las tres letritas no es más que un esqueje ideológico del tronco madre: el partido de las dos letras repetidas.
La Casa Real española, siempre presta a modernizarse, también se apunta a la moda y omite en un discurso de su jefe, definir como “página oscura” la dictadura franquista.
Siguiendo el juego cenizo: ¿y si 2025 se pareciera mucho a 1925? Yayaya… Piensen en un espejo deformado, de los de Valle. Imaginen. ¿Les apetece entrar en el juego de los paralelismos imposibles y las metáforas alocadas? Es una tontería que hacen mucho los artistas y otras gentes de mal vivir desde los tiempos de Sófocles y que nos ha dado fama de gafes por distópicos –cuando la distopía se cumple, es por culpa nuestra, dicen ahora–. Pero vamos con el juego. Las reglas las pone un señor llamado Sigfried Kracauer con receta alemana: salchichas de la escuela de Frankfurt. Filósofo anticapi pero crítico con el estalinismo, amiguete de Adorno y Benjamin, exiliado en 1933 (muevan la ficha cien años) y autor de un mítico ensayo para todo cinéfilo: De Caligari a Hitler. Una historia psicológica del cine alemán (1947).
Kracauer reflexiona sobre la crisis de la democracia de entreguerras, la deriva autocrática y el ascenso del nazismo como respuesta a una corriente social –psicológica– que el cine no haría más que reflejar a través de las películas realizadas durante los años de la república de Weimar, con sus terroríficos Nosferatus, Mabuses y Caligaris. Claro que el fascismo no solo invadió Alemania: el fenómeno era global. ¿Les suena?
2025 nos ofrece unos cuantos espejismos cinematográficos de los tiempos que corren, sin expresionismo y televisivos. Ahí está la moda del true crime –más caligaresco, imposible–, pero no solo. Los surcoreanos llevan años haciendo cine de terror con monstruos, zombis y okupas sangrientos. ¿Algo pasa en Corea? Dicen que sí. Pues Oscar para Parásitos (Boon Joon-Hu, 2019) y caja registradora para la serie El juego del calamar (2021/2024), hipérbole siniestra de los concursos de telerrealidad.
Calamares achicharrados por un capitalismo psicopático, deudas millonarias, venta de órganos como en un puesto de pipas, desaparición del Estado y desprecio por todos los derechos humanos: eso parece contar el milagro económico coreano. Los desesperados por hacerse con el premio se juegan la vida –lo único que tienen– por el capricho de una panda de megamillonarios desalmados, valga el pleonasmo, que se divierten viendo cómo los pobres se matan entre sí. Vamos, lo que han sido todas las guerras desde siempre. Asaltan entonces las imágenes sangrientas de Gaza. A partir de ahora, veremos más genocidios, legitimados por esa comunidad internacional que juega al calamar y el (no) sentir del público en general. ¿Exageramos? ¡Pero si hasta Hitler ha dejado de ser nazi! (Kracauer se revuelve en su tumba) Ahora es un comunista-socialista, sueltan muchos peces en las redes animados por una tipa racista, homófoba, clasista y fascista aunque esa palabrita no sale de su boca germana, porque los italianos cobrarían derechos de autor.
Los amos del dinero, el verdadero rey, ahora mandan destruir la democracia, como un obstáculo para sus cada vez más demenciales beneficios. Vean si no los amaños y declaraciones del hombre más rico del mundo, líder de la causa ultra neofeudal, nuevo Mabuse. Mientras, una miríada de opinadores cargan contra el pago de impuestos porque no han servido para impedir la dana en Valencia declarándose escépticos en el artículo 31.1 de la Constitución y de la crisis climática. Escuchen y comprobarán cómo comienzan a virar el barco a golpe de micrófono, de tuit o como se llame ahora esa mierda. Se apuntan a la moda, no quieren quedarse atrás. En la calle, sus mujeres han vuelto a sacar el abrigo de pieles de la abuela: quieren que sepamos de qué lado hay que estar y el visón es la nueva bandera del pajarraco. ¿Increíble? En apenas un año se ha desempolvado el maltrato animal. Lo llaman estilo old money. Yeah.
¿No tiene usted un visón heredado? ¿Ni siquiera para alquilar una casa? Pues aquí está la respuesta: la culpa es de la democracia, del estado de derecho y la política en general. ¿Una riada le ha arrasado la casa? Culpa de las políticas ecologistas y no de que el planeta haya sufrido un calentamiento nunca visto en épocas modernas.
¿No tiene un sueldo digno? No es culpa del capitalismo rampante sino de los políticos permisivos que impiden ametrallar a los inmigrantes en las fronteras; porque esos negros –los rubios no– viven por la cara de subvenciones y a la vez, como el gato de Schrödinger, roban el trabajo a los patriotas. Estas cosas no pasaba con el señor bajito de voz aflautada y mano presta a firmar sentencias de muerte, el verdugo que hizo felices a tantos españoles con su paz y prosperidad de tentetieso.
¿Qué pudo pasar? Recuerda una entonces sus años de adolescencia en la tranquila y conservadora capital de provincia en una estrenada autonomía, y cómo colgaba de la pared el retrato de Franco en las casas de sus compañeras de clase, hijas de ordenados empleados, abogados, funcionarios o propietarios de pequeños comercios. Como si fuera un pariente. ¿Qué piensan hoy esas señoras de mediana edad y sus jóvenes hijos de aquel fulano? Ya lo imaginan, así que de sorpresa, nada. Siempre estuvieron ahí: rezando para que volvieran los suyos, los ganadores de una guerra civil, sufriendo en silencio la tiranía de las urnas mientras votaban sin atisbo de duda, siempre, a la misma formación. Que no era Falange de las JONS, no; votaban al partido de derechas mayoritario, el que fundó un ministro de su añorado líder. Lloran desde entonces aunque se beneficien de la democracia, la verdadera culpable de todos sus males a pesar de que con ella ganaron derechos laborales, sanitarios, sociales y culturales, incluso gracias a tal engendro pudieron divorciarse y abortar, y hasta forrarse, que de todo hay. Estos nostálgicos están dispuestos a todo para evitar compartir destino con los 26 millones de españoles condenados a quienes señalan con el dedo. Por cierto: ¿están ustedes en esa lista?
La fiscalía de Madrid –ahora tan de moda– archivó en 2021 la investigación de aquel chat en el que un grupito de militares retirados alentaba a acabar con...
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Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es El cazador del mar (Roca, 2025).
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