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La tarde del 8 de enero, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) aprovechó la hora de la merienda para suspender la cotización del Santander. Tras el sobresalto inicial, el banco comunicó a los mercados que lanzaba una ampliación de capital. A simple vista, no parecía para echarse las manos a la cabeza. ¿O sí?
Para empezar, los 7.500 millones de euros de la operación fueron recibidos en la Bolsa con una caída de las acciones del 14,09%. Un zarpazo al que siguió otro: un recorte inédito, del 67%, del dividendo para los pequeños accionistas. Un movimiento rápido el del banco, con la precisión de un cirujano. O más bien de dos: Basilea y el Banco Central Europeo (BCE), que está preparando un cambio de la regulación bancaria que habría afectado de forma muy negativa al Santander si no hubiera hecho nada para reforzar su capital.
De hecho, la celeridad sorprendió a Victoria Torre, responsable de Análisis y Producto de Selfbank. “Se ha optado por una colocación acelerada entre inversores cualificados, un proceso mucho más rápido que una ampliación de capital común, que hubiera dado la opción a sus accionistas de vender los derechos en el mercado o de acudir a la ampliación desembolsando más dinero, lo que no hubiera diluido su participación en el banco”, comenta. Entre estos inversores cualificados figura George Soros, que ha decidido entrar en el capital del banco con 500 millones de euros.
“Mario Draghi está presionando a los grandes bancos europeos”, explica Javier Santacruz, analista y socio director de Anoa Capital. Una simple nota del banquero democristiano italiano es capaz de poner firme al quinto mayor banco europeo por valor en Bolsa (más de 88.000 millones de euros a cierre de 2014). Draghi le recordaba a Ana Botín que el Santander había cometido un pequeño ‘descuido’ con la calidad de su patrimonio (el capital) y el tamaño del ‘colchón’ con el que resguardarse ante futuros problemas.
Los datos son claros. Los bancos tienen que cumplir dos ratios distintos por mandato de Basilea III: por un lado, uno de capital denominado phased-in, el cual computa el capital que tienen los bancos a fecha de hoy y, por otro, un ratio de capital de máxima calidad denominada fully-loaded, que es el capital una vez descontados los efectos regulatorios futuros.
En todos los trimestres del año pasado, el Santander cumplía con el umbral mínimo de ratio de capital phased-in, situado en el 8%, pero no con el mínimo de ratio de capital fully-loaded, el cual estaba por debajo del 8%. Puesto que no cubría los mínimos regulatorios, el Santander estaba obligado a buscar capital más tarde o más temprano mediante una emisión de nuevas acciones (ampliación de capital), un recorte del dividendo (parte del beneficio que no se guarda y se da como remuneración a los accionistas) o la emisión de otros instrumentos que Basilea acepta como capital.
“Algunos expertos llevaban tiempo señalando que el Santander no daba en sus presentaciones trimestrales su ratio de capital según el método de Basilea III, cuando otros grandes bancos europeos sí lo estaban haciendo”, apunta Victoria Torre.
La forzosa ampliación de capital tiene dos efectos: a corto plazo, es una medida que perjudica al accionista porque reduce el valor de su inversión, introduce incertidumbre en el mercado y ‘contamina’ al resto del sector bancario. Sin embargo, a medio y largo plazo, los nuevos gestores mantienen el banco más saneado y solvente de lo que era antes, “máxime cuando ni siquiera se cumplían los mínimos regulatorios”, advierte Javier Santacruz.
Cabe preguntarse si este aviso de Draghi se repetirá con otras grandes entidades financieras europeas. Algunos analistas creen que el Popular será el próximo en mover la misma ficha. Otros hicieron los deberes por adelantado: el pasado mes de junio, el alemán Deutsche Bank amplió capital ante el mismo problema.
En todo caso, ¿qué pasa con los tests de estrés por los que ha pasado el sistema financiero europeo? ¿Operaciones como ésta restan validez a las notas obtenidas en octubre de 2014? La foto fija tomada al cierre de las cuentas de 2013 fue útil para el corto plazo. Pero no conviene tomarla como referencia para el medio y el largo. Y no olvidemos que el BCE tuvo que rebajar las exigencias porque al menos 50 entidades no habrían aprobado el examen. Europa tiene además supurando una herida llamada Banco Espirito Santo: aprobó el examen y se fue a la quiebra un mes después. Así, no extraña que Draghi haya adoptado el papel de padre severo con sus hijos. Sólo que en este caso la hija se llama Ana Botín y nadie sabe cómo le habrá sentado la frase: “Querida, sabes que lo hago por tu bien”.
La tarde del 8 de enero, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) aprovechó la hora de la merienda para suspender la cotización del Santander. Tras el sobresalto inicial, el banco comunicó a los mercados que lanzaba una ampliación de capital. A simple vista, no parecía para echarse las manos a...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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