Balonmano
Los héroes de Hitler
Antía André 2/02/2015
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El mismo día en que se celebraba la final del Mundial de balonmano en 1938, los cambios empezaron a hacerse más visibles en Alemania y no solo deportivamente. Las fuerzas armadas pasaron a depender directamente de Adolf Hitler; Keitel, el nuevo jefe del Ejército, comenzó a desempeñar el cargo de ministro de la guerra y Ribbentrop sustituyó a Neurath en la cartera de negocios extranjeros. Solo un día después, y con Alemania recién coronada como campeona del mundo de balonmano, Hitler ya poseía los cargos de canciller del Reich, jefe de Gobierno, jefe del Ejército y de la Marina, jefe del Estado mayor. En definitiva, el jefe del nazismo.
Alemania no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920 ni en París 1924, pero en la siguiente edición -Ámsterdam 1928- fue readmitida tras 16 años de ausencia, como muestra de que la paz había sido restablecida. Los germanos fueron los más laureados tras Estados Unidos. En 1931, Berlín fue escogida como sede de las Olimpíadas de Verano para 1936. Esto significó el regreso del país a la comunidad tras su aislamiento finalizada la Primera Guerra Mundial. En Europa y el resto del mundo comenzaron a surgir dudas sobre si era ético celebrar unos Juegos Olímpicos organizados por el régimen nazi. Se planeó un boicot consistente en organizar las llamadas Olimpiadas populares- con sede en Barcelona – que acabarían por no celebrarse debido al estallido de la guerra civil española.
La suerte de Alemania en los Juegos Olímpicos de 1932 no fue la misma que en la anterior edición ya que cayó hasta el noveno puesto en el medallero. La nueva política de ‘solo arios’ entró en vigor un año más tarde dejando fuera del mundo del deporte a cientos de atletas judíos. Los mundiales de fútbol tampoco fueron su punto fuerte. En 1934, competición organizada por Benito Mussolini con fin propagandístico, Alemania fue derrotada por Checoslovaquia y, a pesar de superar todas las expectativas, no pudo alcanzar la ansiada final. En 1938 ni siquiera pasó de octavos.
La pretensión alemana de tener todo bajo control se extendió hasta el deporte. El 1 de agosto de 1936, ante la mirada atenta de toda Europa, acompañado de las composiciones de Richard Strauss y del documental creado para la ocasión por Leni Riefenstahl, Hitler inauguró orgulloso los Juegos Olímpicos de la Alemania Nazi. La sede era Berlín, Fritz Schlingen encendió la primera antorcha olímpica representando al tercer Reich, Estados Unidos no pudo boicotear la organización y contó con 49 países y más de 3.000 atletas. A Hitler le pareció la mejor oportunidad para mostrar al mundo la grandeza del nazismo y de la raza aria, a pesar de los mitos y leyendas -Jesse Owens incluido-, el país anfitrión fue el más laureado.
Adolf Hitler y Joseph Goebbels asistieron a las distintas pruebas casi a diario y eran recibidos como estrellas llegando a firmar autógrafos a los asistentes. La imagen era lo más importante. Tanto, que durante las dos semanas que duraron los Juegos Olímpicos se retiró la propaganda antisemita a fin de mostrar una imagen de tolerancia a la comunidad internacional. Tal fue la mediatización que hubo 3.000 retransmisiones de radio para varios países y fueron los primeros Juegos Olímpicos en ser televisados.
A pesar del éxito, Adolf Hitler tuvo que esperar hasta 1938 para ver cómo la Alemania nazi se proclamaba dueña del mundo, al menos en balonmano. Ese año se recuerda como uno de los más duros políticamente, sobre todo tras la disputa del mundial. El balonmano original, el de finales del siglo XIX, nada tiene que ver con el que conocemos. Los equipos contaban con once jugadores y los partidos se desarrollaban al aire libre. Poco a poco comenzaron a disputarse en pistas cubiertas y los equipos pasaron a tener siete integrantes. Durante dos décadas, ambas disciplinas ocuparon juntas el panorama deportivo, pero fue en 1938 la primera vez que un Mundial se celebraba indoor.
El primer campeonato, que data de febrero de ese año y en el que solo participaron la propia Alemania, Austria -aún sin anexionar-, Suecia y Dinamarca, fue precisamente para el país anfitrión que no se dejó ni un solo punto en el corto camino. De hecho, además de ser clara favorita, demostró su superioridad en los tres partidos que disputó goleando a Dinamarca-última en el torneo- por 11 a 3 en el choque inaugural, y con sendas victorias frente a Austria (5-4) y la finalista Suecia (7-2).
Aunque no lo tuvo tan fácil como en los Juegos Olímpicos celebrados dos años antes, el 6 de febrero de 1938 gracias al apoyo del pueblo alemán, entre el que comenzó a popularizarse este nuevo balonmano, las federaciones alemana e internacional asistieron a la proclamación de la Alemania nazi como campeona del mundo y de Hans Theiling como máximo goleador de una selección formada por 14 integrantes: Karl Herbolzheimer (p), Herbert Schmidt (p); Gerd Brüntgens, Walter Hömke, Hans Keiter, Kurt Lubenow, Kurt Mahnkopf, Hans Obermark, Günter Ortmann, Gerd Schauer, Will Steininger, el propio Hans Theilig, Adolar Woczinski y Philipp Zimmermann. Los 14 héroes de Hitler, bajo las órdenes de Otto Günther Kaundinya, llevaron a su país y al Führer a la gloria internacional.
Un mes después de aquella final, el 12 de marzo de 1938, las tropas germanas entraron en Viena y anexionaron Austria a Alemania. Hitler seguía campando a sus anchas a lo largo de Europa pero al llegar agosto la situación dio un giro. Alemania llegaba al Mundial de Francia como flamante campeona del mundo en balonmano. Eso sí, el fútbol- y el resto de Europa- eran otra cosa. Cuando la selección nazi hacía su saludo antes de los partidos, los silbidos no cesaban y la sombra de la guerra empezaba a hacerse cada vez más alargada.
En septiembre, un mes después de la finalización de la Copa del Mundo de Fútbol, el primer ministro británico Neville Chamberlain, y el líder francés Edouard Daladier firmaron con Hitler el Pacto de Múnich a fin de llegar a un proceso de paz. El 5 de octubre de 1938 se canceló la vigencia de los pasaportes de judíos y un mes después la denominada Noche de los cristales rotos indicó lo que tendrían que soportar bajo el régimen nazi. Se quemaron sinagogas, se saquearon comercios y 30.000 personas fueron arrestadas y enviadas a campos de concentración. Esa noche fue el paso previo al inicio del Holocausto.
Al año siguiente, y con el trofeo de campeón del mundo de balonmano aún en su vitrina, Hitler desató la Segunda Guerra Mundial. Pasaron 40 años hasta su siguiente triunfo en 1978 convirtiéndose así en el país menos afortunado en este deporte.
El mismo día en que se celebraba la final del Mundial de balonmano en 1938, los cambios empezaron a hacerse más visibles en Alemania y no solo deportivamente. Las fuerzas armadas pasaron a depender directamente de Adolf Hitler; Keitel, el...
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