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El Apocalipsis ha sido un fracaso. Unos culpan a la mano de obra. Otros, a la organización. Un desastre. Un niño, sin pelos en el pubis todavía, pregona a los seis o siete vientos que Dios, Dios Padre, ha muerto. Va por las calles del cielo gritándolo: “¡Dios, el de Nietzsche y Unamuno, ha muerto!”. Jesucristo, que lo ve y oye, aprieta el paso, le da alcance, lo agarra de una oreja, se la retuerce y lo reprende: “Pero, ¿qué gritas, hereje?”. “Que se ha muerto tu Padre”, le responde la criatura, que conoce a Cristo de vista. “Mi Padre es sempiterno y ni se ha muerto ni se morirá nunca”. “Porque tú lo digas”. “Pues claro que porque lo diga yo. ¿Alguna duda?”. “Una", dice Gómez Araujo (nombre del niño): "¿Habiéndolo visto, como lo he visto yo, cadáver, ¿puede afirmarse que las ha espichado?”. “Se puede”, acepta Jesucristo Nuestro Señor, “Pero no se debe”. “¿Por qué no se debe, si lo cierto y verdad, afirma redundante García Ruescas (que es otro nombre por el cual es conocido el niño), es que yo lo he visto empíricamente con mi sentido de la vista?”. “Porque el que esto te dice, yo, es Dios Hijo, incapacitado para mentir, para equivocarse, para engañar…”. “Pues, ¿no eres Todopoderoso?”. “Ni lo dudes. Y podría, va con ello, arrearte una hostia de no te menees”. “¿Y qué ganarías así? Porque poder todo incluye poder acertar y errar, lo bueno y lo malo… “. "¡Y callarte un rato, coño. Con un gesto que haga, te callo!”. “Pues vaya un éxito”, concluye menospreciativo Sánchez Renán (tercera denominación aplicable al niñito de los huevos, para que pueda manifestarse como Uno y Trino del agnosticismo, al igual que el Espíritu Santo, Jesús Cristo y Dios Padre lo hacen para pregonar su Santísima Trinidad).
Hasta aquí el que podría ser el arranque de mi próxima película (En resumidas cuentas, se titularía) si es que de una puta vez la legislación aplicable pasa de ser punitiva a ser la milésima parte de colaboradora de lo que lo ha sido con las entidades financieras o las industrias energéticas, pongo por caso.
Ya en este punto, lo que afirmaría cualquier historiador científico (¿se puede decir esto?) es que Jesucristo Nuestro Señor, aquejado quizás de su Naturaleza Humana, hizo y dijo cosas muy opinables para bien y para mal y que sus secuaces (¿se puede decir esto?) han terminado de liarla.
La mano de obra del Apocalipsis se ha encontrado con unos instrumentos técnicos, teóricos, económicos… sofisticadísimos, para cuyo manejo ha faltado preparación, pericia, adiestramiento y motivación. Se ha actuado al tuntún, con menos recursos que tareas, menos gratificación económica que objetivos a cumplir y con adiestradores, gestores, jefezuelos y jerifaltes con un amplísimo recorrido en las relaciones con el proletariado, que va de la mejor voluntad y la escasa pericia hasta el sadismo más asqueroso.
La organización se encontró a su vez lastrada por vicios filosóficos y pragmáticos de difícil esquiva: Dios, permeable, quieras que no, a todo lo que la humanidad produce de excelencia, no pudo sustraerse a los penúltimos (la vejez no es amiga de lo último, le da yuyu) alardes filosóficos y, como ya vimos en Así en el cielo como en la tierra, se encandiló con los teóricos existencialistas, Sartre, le premier, lo que a última hora le llevó al suicidio. Ergo lleva razón el niñito Uno y Trino del agnosticismo y Dios puede haber muerto. También afirman los estudiosos que, a la hora de apocalipsear faltó financiación. El capitalismo requiere verse recompensado de manera inmediata y no da un palo al agua si no hace caja a corto plazo.
En resumidas cuentas, al Apocalipsis le ha faltado aliento. Hasta el papa Francisco, que podía haber echado una mano, andaba por Filipinas de turné peronista, estilo Evita, y amenazando con un gancho de derecha a quién le mentara a su madre.
Tendremos que conformarnos con el primo hermano del Apocalipsis: El 1% de la población acumula bienes equivalentes a los del resto.
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Autor >
José Luis Cuerda
José Luis Cuerda Martínez es director, guionista y productor de cine español. Ha dirigido algunas de las películas más memorables del cine español, entre ellas, 'El bosque animado', 'Amanece, que no es poco', 'Así en el cielo como en la tierra' o 'La lengua de las mariposas'.
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