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Perseguir la sombra del cóndor cuarenta años después de que acabara con la vida de miles de ciudadanos de Sudamérica no es fácil. Hacerlo fotográficamente es una tarea para quien piensa que "el periodismo se hace caminando", una tarea para una mirada pausada y profunda como la del fotoperiodista freelance João Pina (Lisboa, 1980), portugués que habla un español perfecto con acento argentino y que parece ajeno a la urgencia de la información. En contra de lo que dicta la vorágine de la inmediatez y lo digital, se ha pasado nueve años tejiendo la historia, en imágenes, de la Operación Cóndor, como se conoce la colaboración de los servicios de inteligencia y militar en los años 70 y 80 entre las dictaduras de derecha (Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay y, en menor medida, Perú y Ecuador) que mataron a más de 60.000 disidentes, y que contaron con la inestimable ayuda de la CIA estadounidense, preocupada por la izquierda revolucionaria que latía en la región.
El resultado del trabajo de Pina es un testimonio único sobre los años más oscuros de la historia reciente en América Latina, un recorrido por todas sus esquinas recogido en el libro fotográfico Cóndor, publicado en España por la editorial Blume, y que será presentado el próximo 12 de febrero en la Casa América de Barcelona, con la presencia de Baltasar Garzón, autor del epílogo del libro.
Las fotos se encuentran expuestas también hasta el 22 de febrero en el Museu de Arte Moderno de Río de Janeiro, adonde llegaron el pasado 17 de diciembre, tan sólo una semana después de que se presentara en Brasilia el informe definitivo de la Comisión de la Verdad, siguiendo el ejemplo de muchos otros países sudamericanos que rescataron su memoria histórica. En él, no sólo se reconocían 434 víctimas mortales y 377 acusados de crímenes durante la dictadura militar (1964-1985) después de años de investigación. No sólo aparecía el testimonio de la mismísima presidenta Dilma Rousseff , que reconocía haber sido torturada con golpes de palmatoria, descarga eléctrica o pau de arara, consistente en colgar a la víctima de una barra horizontal, atada por las muñecas y la parte posterior de las rodillas. También revelaba colaboraciones específicas en el marco de la Operación Cóndor como la detención en Argentina de una exiliada brasileña que hasta la época era buscada en Santiago de Chile o el secuestro y la tortura en tierras brasileñas de los uruguayos Lilian Celiberti y Universindo Rodríguez.
El coronel Malhães, uno de los pocos militares que declaró en 2014 ante la Comisión de la Verdad y que fue asesinado días después en misteriosas circunstancias, se refiere en el informe a la Operación Gringo (en Brasil se conoce por gringo a cualquier extranjero). "Yo dije: id a la calle y haced fotos de todos los argentinos que veáis. Y ellos salieron y clic, clic (…) Mostré las fotos. Éste es no sé quién del ERP, éste no sé qué otro de Tupamaro", cuenta en la declaración, en la que critica también a las fuerzas argentinas: "Ellos cometían un error, detenían y mataban. No interrogaban". Malhães se enorgullece de haber recomendado a los argentinos que interrogaran también a sus presos para descubrir el paradero de otros compañeros y cuenta cómo muchos agentes argentinos pasaron un tiempo adquiriendo conocimientos de las fuerzas represoras brasileñas.
El informe de la Comisión Nacional de la Verdad hace también mención a la Primera Reunión de Trabajo de Inteligencia Nacional, realizada en Santiago de Chile en 1975 y cuyo objetivo era la "coordinación eficaz que permita un intercambio de informaciones y experiencias, así como un cierto grado de conocimiento personal entre los jefes responsables por la seguridad" de las diferentes dictaduras. Esos documentos se encuentran en las primeras páginas del libro de Pina, quien, igual que el Gobierno brasileño, buceó en los documentos del Archivo del Terror descubierto en Paraguay en 1992, principal y definitiva prueba de la existencia del Plan Cóndor.
Pina ofrece además valiosas instantáneas de represión policial, presos políticos y cadáveres recién ejecutados gracias a su investigación y la ayuda de fotógrafos y archivos nacionales, desde sensibles retratos de represores, víctimas y familiares treinta años después a avergonzados encausados en los juicios, los acusados de crímenes contra la humanidad en Argentina; se adentró en la región selvática de Araguaia y entrevistó a quienes vivieron de cerca una de las mayores matanzas del régimen brasileño, capturó en blanco y negro con su Hasselblad los 90 lugares emblemáticos de tortura y personajes en Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.
Pregunta. No por obvia la pregunta es menos necesaria, ¿qué lleva a un portugués de menos de 30 años (cuando empezó el trabajo hace nueve años) a interesarse por la Operación Cóndor?
Respuesta. En mi primer libro, Por teu livre pensamento, retraté a ex presos políticos portugueses, entre los que se encontraban mis abuelos, de ahí mi inquietud por la memoria histórica. Después llegué a Argentina, primero en algunos viajes y después a residir, y me interesé por la Operación Cóndor. Pero claro, seis países en un territorio tan amplio exigen mucho más tiempo.
P. Además, el hecho de compaginar Cóndor con su trabajo habitual como fotógrafo freelance imagino que también alargó el proceso.
R. Sí y no, porque algunos encargos del New York Times en Chile o Paraguay, por ejemplo, me servían para aprovechar el viaje, quedarme un poco más de tiempo e indagar. El dinero que ganaba lo empleaba para costearme esos días de más, pero cuando eso dejó de ser posible porque los medios empezaron a hacer cada vez menos encargos o pagar menos, recurrí al crowdfunding. Al principio pensé en ir haciendo reportajes en diferentes medios con las fotos sobre Cóndor, pero no encajaba con la agenda de los medios y nunca se hizo. Creo que es mejor que haya sido así, porque tengo un conocimiento y una profundidad de las historias más amplia, aunque todavía no sé si he terminado este trabajo, porque siguen los juicios y hace poco se presentó la Comisión de la Verdad en Brasil, así que aún hoy me pregunto: ¿Qué va a pasar en estos países con la memoria histórica?
P. Dedicarle nueve años a un mismo tema, sin prisas, es algo poco común en el periodismo de los tiempos que corren.
R. Intento hacer trabajos personales más allá de las noticias del día; como en las favelas de Río con Jon Lee Anderson, pude regresar a la ciudad para retocar lo que faltaba. No trabajo mucho con noticias diarias, sino con temas actuales desde un abordaje más histórico. Incluso en la Primavera Árabe fui un poco a mi ritmo, si veía una historia interesante me dedicaba unos días a ello. Es una de las ventajas y desventajas de ser freelance.
P. Existe una gran diferencia entre el modo de vivir la memoria histórica en los diferentes países que visitó.
R. Sí, muy grande. En Argentina, que es donde la búsqueda de información se ha hecho de manera más concentrada, se puede saber mucho de determinados casos pero falta una parte muy importante de la historia: los militares. Para que tengas el relato completo, ellos deberían de hablar y si van a ser juzgados no lo harán nunca. Esto no fue negociado en Argentina. Desde mi punto de vista, tener la verdad y tener la justicia hoy en día no es posible. En Brasil, en cambio, se puede hablar con algún militar que te cuente lo que pasó en un caso concreto, porque hay una Ley de Amnistía. En Argentina sabes que fulano de tal estaba en tal lugar, que cayó, se lo llevó la policía...y que luego apareció en una fosa común. El forense dice que la razón de muerte es el tiro en el cráneo y hay testigos que te aportan datos importantísimos en los juicios, pero no tienes el porqué. Tienes el porqué oficial, la represión, la subversión, la paranoia, pero tener los detalles es diferente.
P. De todos modos, las fuerzas armadas brasileñas tampoco han colaborado demasiado en el reciente informe de la Comisión Nacional de la Verdad.
R. Es cierto que las fuerzas en sí están cerradas, pero hay militares que individualmente sí que hablan, como Curió o Malhães.
P. Usted entrevistó y retrató al capitán Curió, ¿quién fue?
R. Todo el mundo habla de él en Araguaia, región amazónica, como el hombre que aniquiló la guerrilla a inicios de los 70. Después fue un 'garoto-propaganda' del régimen militar y participó en el plan Cóndor dando formación a militares argentinos, así como en operaciones secretas en Chile. Hoy es un militar de reserva y vive en un barrio chic de Brasilia.
P. ¿Y qué opina él de la represión violenta del régimen?
R. Literalmente, dice: "Torturar al pueblo fue un error, teníamos que ganarlos, no torturarlos. Cometimos un error al llegar con la fuerza". Creo que es un hombre que está muy solo. Y eso que tiene mucho poder, en la región de Araguaia aún es temido y tiene una ciudad con su nombre, Curionópolis, que fundó y de la que fue alcalde después de encargarse de la seguridad de Serra Pelada y su gran mina de oro, a cargo del régimen. Yo creo que esa soledad le ha hecho pensar en sus propios fantasmas y le ha creado la necesidad de expurgarlos, porque si no no veo qué necesidad tiene de, después de 40 años, decir que participó de todo esto, aunque es verdad que no me reconoció de forma explícita el haber disparado o torturado.
P. A pesar de todo, incluso de la reciente presentación de la Comisión de la Verdad, en Brasil no se vive un clima de revisión de la memoria histórica, parece como si no hubiera pasado gran cosa durante la dictadura militar.
R. Ésta es otra gran diferencia con la sociedad argentina, donde hubo muchas víctimas y la sociedad civil está tan politizada. Allá adonde vas, hay unas baldosas que recuerdan la tortura a un militante, la vida está llena de estos recuerdos. En Brasil, en cambio, esta conciencia es prácticamente inexistente. El número de víctimas fue menor, pero también el nivel educativo y de politización de la población. En Argentina es impensable que, como sucede en Brasil, salgan a la calle unos cuantos, aunque sólo sean 200 'desubicados', a pedir una intervención militar y la vuelta de la dictadura.
P. A lo mejor este informe de la Comisión de la Verdad empieza a cambiar esa realidad en Brasil. ¿No cree?
R. Lo veo muy difícil. El informe no es revolucionario, Ernesto Sabato lo presentó en Argentina en los 80 y Brasil lo hace 30 años después. De las recomendaciones que hace el informe, la extinción de la policía militar es la más importante para mí. El tipo de funcionamiento de este cuerpo, la impunidad, los homicidios... La policía mata en este país a 14 personas por día y eso es una herencia de la dictadura. Mi opinión personal es que hay que hablar mucho de estas dictaduras, algo que por ejemplo creo que en España tampoco se da. Y las heridas no se cierran solas, se cierran pidiendo perdón por el mal que se hizo y reconociendo los derechos de la víctima.
P. ¿Cuál es la huella más dolorosa que encontró entre los casos de represión de las dictaduras latinoamericanas?
R. La ausencia, la desaparición forzada de las víctimas es algo terrible. A la familia le dicen que murió la persona y, ok, pero ¿dónde está? Hay casos de ejércitos que le decían a mujeres de las víctimas: "Tu marido se fue con otra mujer". El hecho de no saber dónde está una víctima es terrible, terrible. Encontré a varias personas que todavía esperan el regreso. O madres que creían ver a su hijo en el autobús porque veían a alguien parecido y salían corriendo detrás de él. O Paula Bombara, de Bahía Blanca, Argentina, cuyo padre desapareció. En 2012, recién les habían restituido los restos. Después del crematorio, decidieron quedarse un año con parte de las cenizas que más tarde esparcirían en el parque de la memoria después de hacer un picnic. “Necesitamos pasar tiempo con él”, decían.
Cóndor. El plan secreto de las dictaduras sudamericanas. João Pina. Prólogo de Jon Lee Anderson. Epílogo de Baltasar Garzón. Blume, 2014.
Operação Condor. João Pina. Museu de Arte Moderna de Río de Janeiro. Hasta el 22 de febrero. http://mamrio.org.br/exposicoes/operacao-condor-joao-pina/
Perseguir la sombra del cóndor cuarenta años después de que acabara con la vida de miles de ciudadanos de Sudamérica no es fácil. Hacerlo fotográficamente es una tarea para quien piensa que "el periodismo se hace caminando", una tarea para una mirada pausada y profunda como la del fotoperiodista...
Autor >
Germán Aranda
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