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Acabo de terminar de leer tres libros firmados por tres mujeres. Son estos: El libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús (Lumen), El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt (Anagrama) y Nosotras que lo quisimos todo de Sonsoles Ónega (Planeta). Y el punto y final de ese tríptico me ha hecho caer en debates y controversias donde los hombres habíamos permanecido del todo ajenos. La pasión mística de la santa carmelita, su filiación a una escatología religiosa apasionada, se diría que hasta erótica, nos clarifica las tesis de una de nuestras primeras pensadoras (ahora comprende uno por qué su lectura le interesaba tanto a María Zambrano). Con Hustvedt está el bendito descaro de quien postula que las mujeres han de ejercer el poder y la autoridad, y no esperar sentadas a que el hombre les dé permiso para hacerlo. Y con Sonsoles Ónega –tan divertida, tan inteligente y oportuna, tan bien escrita– uno cae en la cuenta del morro que le ha echado a la vida, esperando a que ellas arreglen el mundo cotidiano del día a día.
A los hombres, para qué negarlo, los debates femeninos nos han interesado bien poco. Hemos aprendido a guardar silencio frente a las quejas, a expresar con el ceño fruncido, las cejas muy juntas, la boca cerrada, un aparente interés que en nada se corresponde con la sinceridad. Nos escandalizamos, claro, cuando alguien nos recuerda que hasta 1974 la civilizada Suiza no permitió el voto femenino. Y escuchamos muy quietos y circunspectos las reivindicaciones del feminismo no vaya a ser que se nos acuse de todo lo contrario, palabro que como se sabe es un estigma que te acompaña de por vida, como el sambenito sobre los hombros del marrano. Pero interés sincero, lo que se dice interés del bueno, poquito…
A Santa Teresa la imagina uno entre los fríos abulenses, al amparo minúsculo de las velas sobre la mesa y los pliegos del papel, escribiendo con una pluma de ganso el día a día de su vida contrita y al margen, paralizada en la vigilia de la noche por los sentimientos de la culpa y la cercanía frente al Amado. A Hustvedt, tan rubia, tan ojos azules, tan Goya y noruega, la contempla uno soliviantada por la lucha, aguerrida con las palabras, tan atenta y en guardia frente a aquellos que tratan de sabotear sus derechos. En su libro, Hustvedt (negaré haber escrito que es la esposa de Paul Auster) cuenta cómo una mujer en edad joven encuentra en su belleza el freno al reconocimiento intelectual y artístico. Y pone de ejemplo a la iracunda y arácnida Louise Bourgeois, que obtuvo el reconocimiento a su talento cuando entró en la vejez, la invisibilidad y la inapetencia sexual.
Pero la lejanía histórica de una y la distancia geográfica y cultural de otra me hacen sentirme más próximo al libro de Sonsoles Ónega, que de los tres luce el título más bello. La escritora madrileña nos cuenta a través de una historia de amor la crónica de un timo. Han sido reconocidos los derechos, nos recuerda, pero es en el terreno práctico donde apenas se ha caminado. No hay avances. ¿La liberación femenina? Y qué si detrás de esa palabra hay un lodazal de insatisfacción, de cortapisas, de frenos y barreras invisibles –techos de cristal, me parece que lo han llamado–. ¿Vivimos en un mundo de igualdad de condiciones? En apariencia sí. Y de ser verdad ¿dudaríamos siendo hombres, como la protagonista de la novela, en aceptar un ascenso, una nómina más abultada, un nuevo escalón en tu carrera profesional por muchos que fueran los hijos que tuviéramos a nuestro cargo? Ni un instante, para qué engañarnos. El libro termina no sabiendo qué camino tomará la protagonista de la historia, pero es en mitad de sus páginas donde anida el verdadero interés de su vida, en sus dudas, en sus noches de insomnio, en las preguntas que se hace y que hace, en los miedos que la paralizan –la verdadera pregunta es qué pasaría si esos miedos desaparecieran–, en las decisiones que toma, en las explicaciones que debe dar a todos y a ella misma. Uno termina Nosotras que lo quisimos todo con un sentimiento de culpa, unas cuantas certezas y una sensación de que debería de hacer algo más de lo que hace. Ahora comprendo por qué me dijo su autora que este era un libro sobre mujeres que todo hombre debería de leer.
Acabo de terminar de leer tres libros firmados por tres mujeres. Son estos: El libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús (Lumen), El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt (Anagrama) y Nosotras que lo quisimos todo de...
Autor >
Manuel Mateo Pérez
Escritor y editor, especializado en literatura de viajes, historia del arte y ensayo. Ha trabajado como periodista y guionista de radio y televisión en los principales medios de comunicación españoles. En la actualidad es el director de El Caminante, suplemento de Viajes y Cultura de El Mundo de Andalucía.
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