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Es sabido que la Victoria de Samotracia se encuentra en el Museo del Louvre de París desde el año 1864, como informa cualquier guía turística. Lo que ya no es tan conocido es que su descubridor, Charles Champoiseau, a la sazón vicecónsul de Francia en Adrianópolis (entonces Turquía), no era arqueólogo, sino un diplomático deseoso de medrar en la corte de un Napoleón III caprichoso y aficionado a las antigüedades artísticas. No hay rastro de compra o de trato con el gobierno otomano que certifique transacción al respecto: esta obra universal que representa a Niké, la Victoria Alada, pero también, en su variante de Astrea, a la divinidad de las leyes eternas y protectora de todos los derechos, se encuentra en París como resultado de un expolio. ¿Qué hicieron los griegos en aquel lejano entonces? Nada. Nunca hubo quejas al respecto, pero porque tampoco quedaba nadie para reclamar: la isla de Samotracia había quedado desierta después de que los turcos masacraran a un millar de habitantes griegos en 1821, llevándose al resto como esclavos.
Cuando algunos políticos alemanes recomiendan vender islas griegas para pagar la deuda de su rescate (Bild, 4 de marzo de 2010) no parecen recordar que la Niké de Samotracia se encuentra en París, los mármoles de la Acrópolis en Londres y el Altar de Pérgamo en Berlín. Tampoco recuerdan el Acuerdo de Londres de 1953; para los líderes europeos y sus medios afines todas estas cosas cubiertas por el polvo del tiempo quedan relegadas a la anécdota museística. Lo que sí nos recuerdan (El Confidencial, Intereconomía, La Gaceta, Onda Cero) es que cada ciudadano heleno debe a cada ciudadano español 550 euros, unos 26.000 millones en total, según el Partido Popular (González Pons, rueda de prensa del 5 de feberero de 2015). Como el nuevo gobierno de Tsipras ha ganado unas elecciones con un programa opuesto a las llamadas "políticas de austeridad" y además es reacio a asumir el pago completo de su estrepitosa deuda, se colige que cada griego es un descuidero que hurta la cartera al sufrido y obediente ciudadano español. Agitar bajas pasiones, azuzar el odio de los pobres contra otros pobres, ¿no era populismo? ¿O quizá algo peor?
Así publican la noticia de la Niké de Syriza algunos diarios de tirada nacional:
“Desgrecia (sic). Los helenos se lanzan al abismo populista” La Razón.
“El populismo se apropia de Grecia” ABC.
“La victoria de Syriza anticipa un periodo de agitación en Europa” El País.
Y también:
“Varoufakis, el desaliñado nuevo jefe de la arruinada economía griega” (ABC).
Las profecías mediáticas invocan hecatombes (hekatómbé: sacrificio de cien bueyes) aunque el resultado de las urnas griegas no haya supuesto, todavía, ningún Apocalipsis (apocçalupsis: desvelar, quitar el velo). Avisan diariamente de derrumbes bursátiles, ruina mundial y otros desastres, entonando el Timeo danaos et dona ferentes ("Temed a los griegos y a sus regalos") de la Eneida, augurando que los países que refrenden en las urnas el "modelo Syriza” quedarán tan asolados como la misma Troya. Sin embargo, y muy a su pesar, puede que el triunfo griego oculte tras de sí un sorprendente hallazgo: la aparición de algo olvidado, enterrado, cubierto de lodo, descabezado y, sin embargo, valioso. Quien sabe si el paciente esmero de los restauradores, al limpiar y reconstruir estos pedazos, descubra en ellos la figura de una vieja divinidad expoliada llamada Democracia.
Algunos insinúan que en la Europa futurible de la modernidad económico-política, no hay sitio ya para estas cosas rotas, antiguas e inútiles. En realidad, es un discuso poco novedoso: hace más de cien años, el poeta futurista Marinetti afirmó que «un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia». No mucho tiempo después, Marinetti se hizo fascista.
Es sabido que la Victoria de Samotracia se encuentra en el Museo del Louvre de París desde el año 1864, como informa cualquier guía turística. Lo que ya no es tan conocido es que su descubridor, Charles Champoiseau, a la sazón vicecónsul de...
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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