Abramson y el apetito por lo bien narrado
María Matos Madrid , 16/02/2015
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A mediados del siglo XIX, las novelas seriadas de Dickens captaron al público inglés y norteamericano, que esperaba ansioso a que llegara el nuevo capítulo de sus historias. Jill Abramson dice haberse acordado del escritor británico estas navidades, cuando los seriales se pusieron de moda de nuevo en Estados Unidos. Fue gracias a la periodista Sarah Koenig, que se dedicó a analizar el asesinato de una adolescente surcoreana ocurrido en 1999 en Baltimore. Hasta un millón de estadounidenses se engancharon a la historia, dividida en capítulos que se publicaban cada semana en formato podcast.
Abramson centró su conferencia en la importancia que la narrativa tiene para el periodismo e incluso para otras profesiones. La exdirectora de The New York Times congregó hace unos días en la Fundación Rafael del Pino de Madrid a numerosos periodistas, deseosos de escuchar los consejos de esta estadounidense que se convirtió en la primera mujer en dirigir la Dama gris. Quizá también esperaran escuchar alguna de las razones por las que se produjo su cese el pasado mes de mayo, después de estar en el cargo desde 2011, pero esos no datos no los obtuvieron. Sí salieron de allí, tras hora y media de conferencia, con un ansioso deseo de ponerse delante de sus ordenadores y escribir esas historias que capturen al público cuyo “apetito por lo bien narrado es ahora mayor que nunca”, según la americana.
“Nos han dicho que los lectores están constantemente mirando los móviles, viendo vídeos de Youtube, que nadie tiene un largo periodo de atención y que todo el mundo quiere todo tan breve como sea posible, y sí, es cierto”, reflexiona Abramson. Sin embargo, pone como ejemplo a medios de comunicación nativos digitales como The Huffington Post o BuzzFeed: “Ellos están invirtiendo más periodismo en la creación de largas historias narrativas de investigación”, explica, pues “el público las leerá si están bien contadas y de forma que puedan disfrutar leyéndolas”.
La neoyorkina trabaja en la actualidad impartiendo un seminario de escritura en la Universidad de Harvard, donde está “tratando de enseñar a la siguiente generación de periodistas cómo informar y encajar fantásticas historias largas”. Una de sus preocupaciones es el “declive” que están sufriendo las Humanidades. “Los estudiantes se sienten presionados para estudiar cosas que les vayan a dar un empleo”. Sin embargo, ella está intentando cambiar esta situación, haciéndoles ver que saber escribir también puede ayudar a conseguir un trabajo: hay que explicar a las empresas que “necesitan más empleados capaces de pensar y de escribir claramente y no expertos técnicos en algo concreto”.
Abramson también abarcó durante el encuentro otro de los principales problemas a los que tiene que hacer frente el periodismo: la censura. Recordó la prohibición que existe en EEUU de una censura previa, a diferencia de otros países como Reino Unido, donde el Gobierno intervino a The Guardian los papeles del caso Snowden. También hizo referencia a Thomas Jefferson, uno de los fundadores de la nación, que declaró que la prensa era esencial para hacer rendir cuentas al poder. Sin embargo, la periodista considera que la situación ha cambiado en los últimos años. Bush y Obama han sido muy agresivos con quienes han filtrado documentos y en Washington “nunca había costado tanto hacer su trabajo a los periodistas en cuestiones de seguridad nacional”.
La situación, por supuesto, no se acerca a la censura existente en países como China, donde Abramson recuerda no haber podido acceder a The New York Times durante su visita, aunque confía en que “el presidente chino decida desbloquear The New York Times y Bloomberg”. Mientras tanto, lanza un mensaje a los periodistas presentes: “si como yo, estáis profundamente comprometidos con el futuro del periodismo de calidad, queremos tener el mayor impacto que podamos lograr y lo fantástico de los medios digitales es que se puede tener una audiencia global, pero si ciertos países están censurando, no la tendréis”.
La autocensura también es un asunto que inquieta a Abramson, pero felicita el reciente atrevimiento de El Confidencial por haber publicado el nombre de las personas españolas que tenían cuentas en Suiza. “Entiendo que no todo el mundo se hubiera atrevido a publicarlos”, explica. "Es fantástico que un medio digital haya desempeñado un rol tan valiente", afirmó.
Pese a los problemas que observa en el periodismo, la estadounidense se muestra “optimista con el futuro de la narrativa” y lanza un consejo: “Más que obsesionarnos sobre si habrá prensa impresa en 10 años, deberíamos centrarnos en la calidad del periodismo”. Ante una pregunta de un periodista asistente, ella le recomienda “encontrar historias que nadie más esté contando” no fijarse en el efecto sensacionalista de las historias y contar lo que nadie cuente”.
A mediados del siglo XIX, las novelas seriadas de Dickens captaron al público inglés y norteamericano, que esperaba ansioso a que llegara el nuevo capítulo de sus historias. Jill Abramson dice haberse acordado del escritor británico estas navidades, cuando los seriales se pusieron de moda de nuevo en...
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María Matos
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