Editorial
La UE pierde el método
19/02/2015
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La obscena alegría de algunos famosos economistas y políticos españoles, que durante toda la semana han estado echando las campanas al vuelo al anunciar, una y otra vez, la anhelada rendición, sin armas ni bagajes, del Gobierno griego, demuestra un obtuso conocimiento de lo que realmente significan esos nuevos modos y hechos en la historia de la Unión Europea y de su entramado negociador.
La “rendición” de gobiernos democráticos de pequeños países europeos, a los que, en lo peor de la crisis, se les negó, incluso, la capacidad de negociar, discutir y presentar alternativas, representó un hecho trágico. El maltrato empleado con Grecia, Chipre, Irlanda y Portugal (y en parte con España) ha marcado la ruptura, casi el destrozo, de un modo negociador característico de la Unión, un artefacto levantado durante provechosas décadas con una complicada y muy eficaz diplomacia, a nivel ministerial y presidencial, capaz de alcanzar resultados aceptables para todas las partes al mismo tiempo. Esa ruptura no ofrece nada de lo que alegrarse y sí mucho de lo que arrepentirse, y mucho que intentar recomponer antes de que desaparezca de la memoria de Europa.
¿Quién hubiera creído que un ministro de Economía del país más poderoso de la Unión, Alemania, se atrevería a despreciar públicamente al pequeño pueblo griego por haber elegido democráticamente un gobierno que, porque no le gusta, le parece irresponsable? No es de extrañar que el presidente de la Comisión Europea, el “viejo” Jean-Claude Juncker, procedente él mismo de un diminuto país al que la Unión siempre ha preguntado su opinión, reconociera esta semana en público que la UE ha cometido pecados contra la dignidad de Grecia, Irlanda y Portugal.
Pecado por no querer escucharles, por no aceptar la negociación y por someterles a imposiciones mal calculadas por funcionarios que no tenían otras instrucciones salvo la de cuadrar las cuentas. Tiene razón Juncker, aunque sea tarde y, como él mismo reconoce, lamentable en alguien que ocupó precisamente la presidencia del Eurogrupo. Hasta hace pocos años, la Unión Europea supo hacer frente a las crisis sin enviar “hombres de negro” a leerles la cartilla a primeros ministros, sino respetando las discusiones y negociaciones a nivel político. Hubo ocasiones en las que Giscard de Estaing abandonó rojo de ira la sala del Consejo Europeo, incapaz de soportar un segundo más a la señora Thatcher y su insufrible: “I want my money back”. Pero su enfado nunca impidió la negociación ni, por supuesto, esa negociación se salió nunca de los cauces políticos.
La Unión Europea no había descubierto que tenía grandes principios inviolables e innegociables que colocar sobre la mesa de un Consejo Europeo hasta que estalló la crisis económica y se mezclaron los intereses puros y duros del sistema financiero. Hasta ese momento, hasta que se esculpió en granito que las deudas se devuelven íntegras a los bancos, por encima de cualquier otra cosa (no es broma, por encima de cualquier otra cosa, incluida la vida de sus ciudadanos), la Unión Europea era un lugar donde no se trataba a patadas a nadie, por pequeño que fuera, y donde se aceptaba que algo de razón tenía seguramente el interlocutor.
Que se haya hecho añicos un bagaje semejante es una pésima noticia. Que se pretenda enterrar los restos en la negociación con Grecia sería un disparate aún mayor. Muy pocos dudan de que el paquete de reformas impuesto por la famosa y ya difunta Troika a Grecia no ha funcionado (lo que debería ser el núcleo fuerte de la discusión, por mucho que se intente soslayar). Es difícil pretender que los anteriores gobiernos griegos tenían mayor voluntad de reforma que el actual, salvo que la única reforma que interese sea la privatización de bienes públicos a precio de saldo y la obtención de superávits primarios dedicados casi íntegramente a satisfacer la abrumadora deuda. Reformar es también que Grecia se dote de un sistema tributario justo. No es sólo suprimir funcionarios, sino mejorar la Administración pública, hacerla más honesta y eficaz. Reformar es manejar las cuentas públicas sin manipulación ni engaño. Construir un sistema sanitario y educativo inclusivo. ¿Acaso el derrotado Gobierno de Samaras presenta mejores credenciales en Europa en estas otras reformas, auténticamente imprescindibles, que las que ofrece Tsipras?
Ojalá la negociación con el Gobierno griego recupere su alma política, y encuentre el equilibrio necesario para que nadie pueda sentirse derrotado con armas y bagajes. Ojalá el Gobierno griego pueda seguir adelante con sus reformas y haya conservado suficientes armas y bagajes. Ojalá la Unión Europea recupere el sentido que justifica su existencia. Y ojalá, finalmente, tanto buitre mediático desaparezca cuanto antes de nuestra vista.
La obscena alegría de algunos famosos economistas y políticos españoles, que durante toda la semana han estado echando las campanas al vuelo al anunciar, una y otra vez, la anhelada rendición, sin armas ni bagajes, del Gobierno griego, demuestra un obtuso conocimiento de lo que realmente significan...
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