China
¿Sigue teniendo sentido la medicina tradicional?
Jesús Gámiz Beijing , 26/02/2015
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Algunos doctores de medicina tradicional china dicen poder determinar si una mujer está embarazada tomándole el pulso. Según esta teoría, el embarazo provoca un aumento del flujo sanguíneo, lo que a su vez modifica la pauta del pulso. Descartada cualquier otra condición médica que pueda explicar este cambio, el único diagnóstico posible es el embarazo. A finales del pasado mes de octubre, Ning Fanggan, un médico que trabaja en el Hospital Jishuitan, de Beijing, tuvo una idea para desacreditar públicamente esta práctica, que califica como una superstición, y ofreció un premio de 50.000 yuanes (unos 7.000 euros) a cualquier médico tradicional que completara, con un 80 por ciento de éxito, una ronda de diagnósticos a un grupo de mujeres, algunas embarazadas y otras no. "Si alguien tiene éxito, nunca volveré a decir que la medicina tradicional china es una farsa", dijo en un comunicado publicado en varias redes sociales. A pesar de que algunos practicantes se ofrecieron voluntarios para someterse a la prueba, finalmente no se celebró por diferencias en torno a su metodología.
La disputa, que generó durante varios días un animado debate en las redes sociales locales, es uno de los capítulos más recientes de una polémica histórica en torno a la validez de los postulados de la medicina tradicional china y a si sus muchas técnicas (acupuntura, medicina herbal, masajes…) funcionan más allá del efecto placebo.
Quizás nadie se ha significado tanto en la denuncia de la medicina china como charlatanería "acientífica" como Fang Shimin, más conocido por su apodo Fang Zhouzi, un polémico científico y divulgador chino conocido por sus agresivas campañas contra la pseudociencia, el fraude en el mundo académico y, en general, cualquier cosa que huela a mito o leyenda urbana. Fang, doctor en Bioquímica por la Universidad de Michigan, protagonizó en octubre una agria crítica a un bloguero de marcada tendencia nacionalista llamado Zhou Xiaoping. En un artículo publicado en internet, Zhou había acusado a Estados Unidos de usar la red para envenenar la civilización china. La respuesta de Fang, en la que rebatía muchos de los argumentos de Zhou, le costó la eliminación de sus perfiles en numerosas redes sociales y un vacío informativo: en una circular fechada el 20 de octubre, el Departamento de Propaganda prohibía a los medios chinos hablar de la historia y pedía que aquéllos que la habían recogido en sus respectivas páginas web retiraran cualquier mención. Fang siguió el camino de muchos desahuciados del ciberespacio chino y reactivó su cuenta en Twitter (bloqueado en China a no ser que se use un servidor proxy), desde donde continúa soltando sus diatribas.
Fang Zhouzi cree que la medicina tradicional china constituye un corpus de mitos y supersticiones ideal para una sociedad con escasa cultura científica como, en su opinión, es el caso de China. Sus artículos sobre el tema se cuentan por decenas y, en 2007, publicó un exitoso libro en el que exponía sus puntos de vista. Cuando se le llama por teléfono para hablar con él, acepta responder pero con una condición: la entrevista se llevará a cabo por correo electrónico ya que así tendrá más control sobre sus respuestas; una cobertura propia de alguien que está acostumbrado a que sus palabras se malinterpreten. "Empecé a cuestionar conceptos básicos de la medicina tradicional china tras estudiar Biología en secundaria. Sin embargo, por aquel entonces todavía tomaba medicamentos tradicionales aprobados por las autoridades sanitarias porque pensaba que tenían que ser efectivos tras cientos de años de pruebas". Fang empezó a ser más crítico al salir del país. "Cuando me mudé a Estados Unidos para estudiar Bioquímica y aprendí cómo se desarrolla un medicamento moderno, observé que cualquier medicamento que no tenga una base científica y que no haya sido probado no puede ser fiable, por lo que dejé de tomar estos compuestos", explica Zhouzi.
Los escépticos
En China, dejando de lado las farmacias tradicionales, que funcionan principalmente como herbolarios, en las boticas modernas, a primera vista, es difícil distinguir entre los medicamentos convencionales y los tradicionales: a menudo están mezclados en las estanterías, con empaquetados idénticos, y muchos farmacéuticos los dispensan indistintamente. Esta ubicuidad es una de las cuestiones que más irritan a los escépticos que, en el mejor de los casos, suelen considerarlos compuestos más bien inocuos que funcionan de rebote o como placebo y, en el peor, sustancias potencialmente peligrosas, desarrolladas sin los más mínimos controles de seguridad y fiabilidad. "Algunos medicamentos y terapias tradicionales pueden ser útiles, pero su eficacia y su seguridad se tienen que probar científicamente antes de poder usarse", dice Fang. Estas preocupaciones tienen fundamento: a finales de septiembre, la Administración General de Alimentos y Medicamentos de China anunció que había encontrado deficiencias en el 12% de los medicamentos tradicionales analizados en un muestreo aleatorio y definió la situación general como "poco optimista".
Fang Zhouzi es una especie de pionero en la crítica pública a la medicina tradicional china y su nombre suele ser el primero cuando se habla con escépticos de la disciplina. Chen Enxiao gestiona, bajo el apodo Bitgod, un foro de oposición a la medicina tradicional en la popular red social Douban. "Antes teníamos otro foro", recuerda Chen, "pero su administrador comenzó a hacer proselitismo cristiano dentro del mismo, lo que dio lugar a una protesta. Como la medicina tradicional y el cristianismo no tienen ninguna relación, tras una agria polémica el grupo se acabó disolviendo y después creamos otro". Bitgod cambió su punto de vista sobre la medicina tradicional en 2009, tras leer un artículo de Fang Zhouzi. Hoy, afirma que "estar en contra de la medicina tradicional es una actitud racional y de rechazo a la ignorancia". Aunque no se dedica a la medicina (estudió Económicas y trabaja en el sector financiero), el interés por el tema le viene de familia. Su abuelo sirvió como médico primero en el Kuomintang y después en el Partido Comunista. En la Revolución Cultural, fue víctima de una persecución política, perdió su trabajo y fue destinado al campo, donde, según Chen, estudió por sí mismo nociones de medicina tradicional china y prestaba tratamiento médico gratuito a los residentes locales, llegando a poner dinero de su propio bolsillo. Bitgod ha usado este legado como arma de defensa en las polémicas cibernéticas en las que se ha visto envuelto: "Puedo presumir de pertenecer a una dinastía relacionada con la medicina tradicional. Sé mucho más que aquéllos que me acusan de no entender sus preceptos".
"Cuando empecé a expresar puntos de vista opuestos a la medicina tradicional me encontré con un problema muy grave: en China no hay mucha gente con formación científica. Según algunas estadísticas, menos de un 3% de los chinos tienen un nivel básico de conocimientos científicos, yo creo que el número es menor. Hace cien años, el Movimiento del Cuatro de Mayo postuló que China necesitaba democracia y ciencia. Han pasado cien años y ambas siguen muy lejos de China, es tremendamente frustrante".
Las nociones básicas de la medicina tradicional china, emanadas de textos milenarios como el Canon Médico del Emperador Amarillo o el Tratado de Enfermedades Febriles, se han mantenido más o menos intactas hasta nuestros días a pesar de guardar una relación tenue con los preceptos de la medicina moderna. Los médicos tradicionales adoptan una posición holística hacia el cuerpo humano, al que consideran un conjunto de diferentes elementos y fluidos que interactúan entre ellos, idealmente en equilibrio. De acuerdo con esta teoría, las distorsiones del sistema provocan la mayoría de dolencias y enfermedades, que se curan devolviendo al cuerpo a su estado natural. Conceptos como el qi (una especie de energía vital que circula por el cuerpo a través de canales conocidos como meridianos), el ying y el yang (las dos fuerzas fundamentales, opuestas y complementarias que se encuentran en todas las cosas) o los Cinco Elementos (madera, fuego, tierra, metal y agua, cada uno de ellos correspondiente a cinco pares de órganos internos) tienen un encaje complicado en el mundo de los análisis, microscopios y escáneres de la medicina contemporánea. Aun así, constituyen la base de los estudios de medicina tradicional que hoy se imparten en universidades de toda China.
El chino que critica es un "traidor"
En China, criticar públicamente la medicina tradicional puede ser un asunto delicado. Desde que, a finales de los años setenta, China puso en marcha la llamada política de reforma y apertura, el país ha experimentado un crecimiento sin precedentes. El sentimiento general es que ese retorno a la primera división de las naciones no es más que la restitución natural de China como una de las grandes civilizaciones del mundo, con aportaciones al progreso humano como el papel, la pólvora o la brújula. Muchos chinos piensan que la medicina tradicional es una de esas aportaciones y no reaccionan bien cuando alguien pone en duda su validez; la discusión puede pasar rápidamente del terreno racional al emocional, y los argumentos científicos pueden dar paso a los puramente nacionalistas. Si el escéptico es un extranjero y occidental, la acusación casi segura es el etnocentrismo: el condescendiente hombre blanco que desprecia cualquier avance que no se ha originado en Occidente. Si es chino, no es raro que se le acuse de traidor.
En 2006, Zhang Gongyao, un profesor de Filosofía especializado en Historia de la Medicina en la Universidad Central del Sur, en la provincia de Hunan, lanzó una petición por internet para que el Gobierno eliminara la medicina tradicional china del sistema público de sanidad. A pesar de que la firmaron más de diez mil personas, la Administración Estatal de Medicina Tradicional China, el órgano gubernamental responsable de esta rama médica, la calificó como una “farsa” y acusó a Zhang de “ignorante”. Según Zhang, la cosa no quedó ahí. “Me llamaron traidor, ignorante, una bestia gritona. Desde entonces me he encontrado con obstáculos y prohibiciones en mis investigaciones y publicaciones. A pesar de que tengo 42 años de experiencia en la enseñanza, estoy en el nivel docente más bajo y estoy entre los que menos cobra.”
En parte, la polémica en torno a este asunto refleja otro problema más profundo y antiguo en el país: cómo gestionar las influencias extranjeras y asimilarlas sin que erosionen la cultura china. En el campo médico, este choque empezó a producirse en el siglo XIX, con la llegada a China de misioneros que establecían hospitales y dispensarios. Era una época revolucionaria para la medicina en Occidente: la teoría microbiana iba dejando obsoletos los postulados de la medicina humoral y los ecos de esa revolución también llegaban a China, creando el caldo de cultivo para un choque entre dos maneras de entender la ciencia médica.
En 1928, el Gobierno nacionalista del Kuomintang creó el Ministerio de Sanidad. Por primera vez, China tenía un órgano administrativo central que se ocupaba de las cuestiones relacionadas con la salud. Un año después, Yu Yunxiu, un médico y funcionario estatal que llevaba años criticando la medicina tradicional china (una especie de precursor de Fang Zhouzi), redactó una propuesta para regular esta disciplina que obligaba a los médicos tradicionales a registrarse ante el Gobierno y asistir a cursos para completar su formación. Además, prohibía la creación de escuelas, los anuncios en prensa o la propaganda a través de sociedades médicas. El 25 de febrero, el Consejo Nacional de Salud celebraba su primera Conferencia de Sanidad Pública, en la que se aprobó la propuesta de Yu. Los médicos tradicionales reaccionaron ante la aprobación de la directiva como lo que probablemente era: una declaración de guerra por parte de una élite funcionarial dominada por profesionales formados en medicina occidental. El 17 de mayo de ese año, más de dos mil practicantes de medicina tradicional fueron a la huelga y cerraron sus clínicas como medida de presión. Al mismo tiempo, 262 delegados representando a 131 organizaciones se daban cita en Shanghai para organizar la resistencia. La convención, que duró tres días, se saldó con la creación de la Federación Nacional de Asociaciones Médicas y Farmacéuticas, el primer órgano con vocación de aglutinar a todos los profesionales de medicina tradicional. El 21 de mayo, cinco médicos tomaron el tren nocturno a Nanjing, sede del Gobierno, para remitir una propuesta a la Tercera Conferencia Nacional del Kuomintang, que se estaba celebrando allí. Tras presentar sus exigencias al primer ministro y a los ministros de Sanidad, Educación e Industria, la delegación volvió a Shanghai con la primera gran victoria para los médicos tradicionales: la propuesta de Yu Yunxiu fue bloqueada.
Mao Zedong, que en 1942 había ordenado al Ejército comunista "desterrar las creencias chamanísticas y las supersticiones" y había despreciado a los médicos tradicionales, calificándolos de "artistas circenses, vendedores de crecepelo y buhoneros ambulantes", cambió su posición una vez en el poder. En 1954, cinco años después de la fundación de la República Popular, validó la medicina tradicional al crear la Administración Estatal de Medicina Tradicional China, bajo el Ministerio de Sanidad Pública. Fue este impulso el que posibilitó el establecimiento, a lo largo de los años siguientes, de numerosas universidades e instituciones de medicina tradicional con una clara vocación "cientificadora", es decir, determinadas a conferir rigor científico a la disciplina. Este impulso por integrar las medicinas occidental y china, que había comenzado a prender entre algunos profesionales a finales de los años veinte, obtuvo de este modo un espaldarazo institucional que definió la práctica médica tradicional durante las siguientes décadas. Posteriormente, el carácter intrínsecamente chino de la medicina tradicional fue, probablemente, uno de los factores que le permitió sobrevivir a la Revolución Cultural, un periodo en el que prácticamente cualquier aspecto de la cultura china (literatura, música, religión) que oliera a antiguo fue aniquilado en una vorágine renovadora y fanática alentada por el propio Mao.
Zhang Gongyao cree que las tribulaciones en torno a los ejes viejo-nuevo y chino-extranjero llegan hasta hoy. "Para los chinos lo viejo es más fiable que lo nuevo, lo chino es más digno de simpatía que lo extranjero y el que piense lo contrario es acusado de traidor. Para este tipo de gente, los misioneros, filósofos, mercaderes y científicos occidentales tienen un plan secreto para cambiar China con la cultura occidental. "Dejando aparte el apoyo del Gobierno", dice Zhang Chengjun, "la medicina tradicional china sigue siendo popular por la falta general de conocimiento". "Para casi todos los chinos", lamenta Fang Zhouzi, "la medicina tradicional es parte de su vida diaria. Dan por hecho que, como medicina natural, es segura y efectiva, incluso mejor que la medicina occidental".
El carácter "natural" al que alude Fang es, de hecho, el factor que mejor explica la relativa buena salud de la medicina tradicional en China y su creciente popularidad en otros países. En una era de desconfianza cada vez mayor hacia todo lo que tenga que ver con reacciones químicas y probetas, los compuestos herbales, las técnicas de acupuntura y los tratamientos con masajes dan al paciente la sensación tranquilizadora de que, al menos, no está siendo envenenado ni es una cobaya de los imperios farmacéuticos internacionales. En los últimos diez años, la medicina tradicional china ha experimentado un nuevo auge, según dijo a finales de noviembre, Zhang Boli, director de la Academia de Ciencias Médicas Chinas. En 2013, la medicina tradicional supuso un negocio de 560.000 millones de yuanes (casi 79.000 millones de euros), un tercio del total de la industria médica en China.
Zhao Baixiao es el decano de la Escuela de Acupuntura en la Universidad de Medicina Tradicional China de Beijing, labor docente que compagina con la de médico especializado en acupuntura y moxibustión, una terapia que utiliza la raíz prensada de la planta altamisa para estimular el sistema circulatorio. "China es todavía un país en vías de desarrollo", señala, "pero la gente está mejorando su nivel de vida, y cada vez hay más gente que no confía en los elementos químicos de los medicamentos modernos. Ahora, para condiciones crónicas, mucha gente, sobre todo mayor, vuelve la vista a la medicina tradicional china". Sin embargo, Zhao cree que la medicina tradicional no tiene tanto predicamento entre la gente joven: "No tienen mucha paciencia para tratamientos largos y tienen una mentalidad más científica".
Conceptos acientíficos
Esta alusión a la "mentalidad científica", que Zhao hace de pasada, pone el foco en la barrera que hace que muchas personas, chinas y de otros países, miren con desconfianza la medicina tradicional: muchos de sus conceptos son, sencillamente, acientíficos. Nadie ha probado nunca la existencia del qi o de los meridianos corporales y nociones como las comidas calientes o frías, o el viento en el hígado, tienen un carácter vaporoso, como poco, para alguien que las aborde con una perspectiva analítica. "Muy pocos postulados tienen un soporte de evidencia robusta de eficacia" dice Michael Woodhead, un médico australiano autor del blog Chinese Medical News. Woodhead, que habla mandarín de manera fluida y ha vivido en China y viajado por todo el país, cree que "si se consultan fuentes fiables de medicina basada en pruebas como Cochrane Collaboration, se ve que hay poca o ninguna evidencia que apoye a la medicina tradicional o a técnicas como la acupuntura más allá del placebo". Y concluye: "No quiero decir que la medicina tradicional china sea siempre poco efectiva: puede haber algunos ingredientes activos en remedios herbales, por ejemplo, pero suelen estar poco definidos o cuantificados".
Los médicos tradicionales chinos afrontan estas dudas con una fe inquebrantable en la experiencia: la medicina tradicional es empírica y su eficacia emana de la práctica a lo largo de siglos. Además, recurren con frecuencia a un argumento que no resulta ajeno a defensores de terapias alternativas como la homeopatía o la quiropráctica: hay muchas cosas que la ciencia no puede explicar y, en cualquier caso, ésta vive un estado constante de avance y revisión: lo que hace siglos no se comprendía, hoy está perfectamente explicado, por lo que no hay que descartar que ocurra lo mismo en un futuro con fenómenos que hoy son un arcano. "La medicina occidental", dice Zhao, "no lo sabe todo sobre el cuerpo humano. En el campo neurológico, quizás sólo sepamos un 5% de cómo funciona el cerebro. Aún hay zonas inexploradas por la medicina moderna. La medicina tradicional, por su larguísima historia, tiene un conocimiento y una experiencia muy ricos sobre el cuerpo humano y sus dolencias. Quizás no se puede explicar con la ciencia sino con la práctica clínica".
En el mismo sentido se expresa uno de sus estudiantes, Fernando Davino, un brasileño residente en Beijing, donde cursa un máster en medicina tradicional. Davino se interesó por la disciplina en Brasil, cuando su madre empezó a tratarse con acupuntura una enfermedad en los huesos de los pies. Tras formarse en medicina tradicional china en Brasil, se mudó a China para completar su formación. En su opinión, "los conceptos no son verdades, sino ideas, opiniones o formas de pensar; o sea: son mutables". Como su maestro, Davino cree que no todo se puede explicar con arreglo a los preceptos científicos modernos: "el entendimiento del hombre antiguo y el pensamiento de la comunidad científica no están en un mismo plano. Es preciso evolucionar y ampliar nuestra forma de pensar para buscar un punto común. No todo en esta vida está explicado: ¿acaso los agujeros negros de la medicina occidental pueden ser explicados?".
Alex Tan es un australiano de ascendencia china que regenta una pequeña consulta de medicina tradicional llamada Straight Bamboo en el centro de Beijing. A pesar de tener una formación técnica (estudió ingeniería y gestión en la universidad) tiene el aire de un sabio oriental y su discurso, que tiende a oscilar hacia conceptos místicos, a veces puede resultar un tanto críptico. Un curso sobre religiones mundiales despertó su interés en la filosofía oriental y, con 28 años, acabó volviendo a la universidad, todavía en Australia, para estudiar medicina tradicional. Cuando se le pregunta por el valor de las técnicas médicas tradicionales, Tan insiste en su carácter holístico y filosófico: "La medicina tradicional china no es sólo un sistema para sanar el cuerpo sino también para entender el mundo. Trata sobre salud, estabilidad emocional, longevidad, inmortalidad, sobre la capacidad de prosperar en la vida y cumplir con tu destino, sobre salud y equilibrio".
Tan reconoce que para una persona de formación analítica como él, al principio puede resultar difícil enfrentarse a conceptos y nociones que no tienen una base científica. Cuando se le pregunta si la medicina tradicional china es una ciencia, responde que depende de lo que se entienda por esa palabra: "Es un tema polémico. Para mí es una ciencia porque está basada en principios universales que existen en la naturaleza. Hay leyes naturales que están fuera de nosotros, pero no es una ciencia de acuerdo con la definición estricta, científica, occidental, de qué es una ciencia, porque Occidente controla eso". Davido reconoce que la falta de conocimiento y esta cosa china de crear mitos y barreras para poner en valor el conocimiento generan un abismo para la concepción de un occidental. Lo que yo hice fue venir a China e informarme por mí mismo, descubrir las fuentes originales y comprobar cómo investigan los chinos serios y comprometidos".
Experimentar con la medicina tradicional
Muchos médicos tradicionales coinciden en una preocupación: los peligros de la "cientificación". Es una creencia común en el sector que la obsesión por encajar a martillazos la medicina tradicional china en el paradigma médico occidental y plegarse a las demandas y los requisitos probatorios de la ciencia moderna tiene el efecto pernicioso de desnaturalizar un sistema filosófico con siglos de antigüedad. "La medicina tradicional", dice Tan, "usa cada vez más un modelo occidental de tratamiento de enfermedades. Hoy vas a ver a un doctor tradicional, te toma el pulso y te dice que te tomes un medicamento. No es la medicina en la que yo creo: dime qué comes, cómo vives, déjame mirar tu lengua, tomarte el pulso y te diré qué desequilibrios tienes y las maneras de superarlos con nuestros preceptos tradicionales". Zhao Baixiao cree que este problema de enfoque lastra el apoyo institucional a la medicina tradicional. "El Gobierno quiere apoyar la medicina tradicional, pero es difícil saber cómo hacerlo", se lamenta. "En China, el sector médico sigue controlado por la medicina occidental. Es complicado apoyar la medicina tradicional porque su metodología de investigación no está clara y a menudo se usan parámetros de medicina occidental para investigar".
La imposibilidad de integrar ambos paradigmas médicos es, quizás, la única cuestión en la que coinciden los partidarios de la medicina tradicional y sus detractores, aunque por motivos diferentes. Si muchos de los primeros creen que China debe apostar por una medicina tradicional pura y fiel a sus preceptos milenarios, los segundos creen que ésta tiene un valor puramente folclórico y ven con recelo la mezcla de nociones científicas con otras basadas en actos de fe. Alrededor de ochenta años después, los escépticos mantienen la misma posición y no están dispuestos a ceder ni un milímetro. "Es totalmente imposible combinar la medicina china con la occidental, ya que la medicina moderna estudia el cuerpo humano real mientras que la medicina tradicional se basa en conceptos virtuales", dice Zhang Chengjun, alias Liberarse de las Cadenas. Fang Zhouzi se expresa en los mismos términos: "El Gobierno chino debe abandonar su política de unir la medicina tradicional china con la medicina moderna. Es imposible unir la superstición con la ciencia".
Algunos doctores de medicina tradicional china dicen poder determinar si una mujer está embarazada tomándole el pulso. Según esta teoría, el embarazo provoca un aumento del flujo sanguíneo, lo que a su vez modifica la pauta del pulso. Descartada cualquier otra condición médica que pueda explicar este...
Autor >
Jesús Gámiz
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