Camarada Charly
Rafa Cabeleira 5/03/2015
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Lo cierto es que no cuesta gran cosa imaginar la escena, me van ustedes a permitir: Carles Rexach, Charly para los amigos, avanzados los postres y ante un público completamente entregado, que lo aclama como a una versión catalana de Taylor Swift, se arranca solícito con su habitual performance peñista en la que va enlazando, con gracioso parlamento, anécdotas de cierta solera con la más rabiosa actualidad del club, para deleite de unos comensales que ya empiezan a beberse los últimos céntimos de tantos euros adelantados tras confirmar asistencia.
Gusta Charly de comenzar con alguna batallita propia, para abrir boca, como por ejemplo aquella en que aniquila con tres goles al Feyenoord de Rotterdam y rinde el Camp Nou a sus pies, calzados para la ocasión con las botas de Martí Filosía. Le encanta acrecentar su leyenda de tipo disperso y un poco jeta, ¿por qué no?, así que el público termina por dudar si olvidó las suyas en casa, como de costumbre, o en verdad estaban tan quebradas y míseras que ya no podían soportar los rigores de noventa minutos más de batalla, como asegura él, con la boca pequeña.
A continuación, Charly decide ir a por faena y se hace el interesante. Cambia de registro y comienza a hablar en tono más reservado, como una madre cualquiera en el descansillo o ese vecino que te encuentras en el ascensor y siempre saluda con un No es que quiera hablar yo mal de nadie pero…. Comienza por Leo Messi y su adicción a la pizza, y después relata cómo Luis Enrique ha terminado por zamparse sus propias normas con fabes y sin cuchara. Crecido, y entre tragos generosos que le ofrece el respetable, decide arrojar luz sobre la oscura bronca entre Vilanova y Guardiola, matar a Deulofeu y para cerrar la actuación reserva el celebrado gag de Danny Coster, la esposa de Johan Cruyff, y la leyenda de quienes se dicen hombres pero son capaces de dar la espalda a un amigo, por simple capricho de la patrona.
El restaurante se cae y tiembla Madrid, claro. Arrecian los aplausos y vítores al noi de Pedralbes que los recibe emocionado, y también un poco confundido, por qué no decirlo, hasta el punto de mirarse varias veces los pies para comprobar que lleva puestos los zapatos castellanos, como corresponde a la naturaleza del acto, y no las botas prestadas del bueno de Martí Filosía. Una vez repuesto, y ante la insistencia en que se abrace con los asistentes y asegure que todo va a salir bien, como estipula el sagrado rito peñista, el camarada Charly se acuerda de aquella película que tanto le gustó de joven, Ninotchka, y decide responder a todos ellos como la mismísima Greta Garbo cuando el camarada Buljanoff, al recibirla en la estación, le pregunta cómo está Moscú: Muy bien, los juicios en masa han constituido todo un éxito. Quedarán menos rusos pero serán mejores. Resultaría francamente divertido si en Barcelona fuesen morenas todas las sirenas, como en aquel París filmado por Lubitsch para la película, pero no: aquí son todas alarmas.
Lo cierto es que no cuesta gran cosa imaginar la escena, me van ustedes a permitir: Carles Rexach, Charly para los amigos, avanzados los postres y ante un público completamente entregado, que lo aclama como a una versión catalana de...
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Rafa Cabeleira
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