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Charles Dickens dijo en cierta ocasión que "el corazón es un instrumento de muchas cuerdas y que el perfecto conocedor de los hombres las hace vibrar, como un buen músico". Gabriel Fernández Arenas, alias Gabi, es el corazón del Atlético, ese instrumento de muchas cuerdas que Simeone hace vibrar, porque es el director de orquesta de las sinfonías del Calderón. El 14 del Atleti es un tipo enamorado de la camiseta que defiende, un jugador de club hecho a sí mismo, alguien que se ganó cada éxito con su esfuerzo, todo a pulmón. Pieza clave en el equipo, estilete de la presión, brújula en la zozobra y mariscal de campo en las grandes noches, Gabi es el capitán del equipo, la voz del vestuario y el orgullo del hincha. Si él funciona, el Atleti también. No es casualidad: la mejor versión del Atlético siempre ha coincidido con los mejores momentos del motor de Gabi.
El año que Simeone instaló a los atléticos en el Nirvana conquistando la Liga, a falta de un mes para terminar el campeonato, Gabi se lesionó. Tenía una fisura en la costilla y sufría para poder respirar. El capitán visitó a su entrenador, le comunicó la noticia y le pidió que no se filtrase, porque estaba dispuesto a sufrir hasta el final porque el equipo le necesitaba. Simeone accedió y Gabi jugó, como si no hubiese mañana, como si estuviese dispuesto a reventar, como si no hubiese dolor, como si su lema de vida fuese retroceder nunca, rendirse jamás. Si debía elegir, prefería ser valiente y caer luchando. Siempre fue así. En caso de duda, decisión. Y si otros dudan, él lidera. De eso puede dar fe Óliver Torres, que recibió su mensaje de tranquilidad, en vísperas de su debut: "El grupo está contigo, juega como sabes". Ese día Oli marcó el primer tanto del partido y paradojas de la vida, Gabi cerró la cuenta.
Nadie con más peso específico y galones que él en el vestuario. Es el capitán que debe ser. El que el equipo necesita y el que el compromiso exige. Él fue el que arengó al vestuario cuando había que ir a Londres para medirse al Chelsea: "Lo mejor está por venir. Si peleamos, pasamos". Su voz también se escuchó, fundida con la de Simeone y el Mono Burgos, en el descanso del Camp Nou, cuando el título se esfumaba: "Morimos aquí gente, morimos ganando". El Atleti murió aquel día, pero ganando. Y de propina, suyo, también, fue el mejor discurso que cualquier jugador del club ha dado en los últimos lustros, en verano, después de varias ventas traumáticas para el aficionado: "Necesitamos jugadores comprometidos y esos se han quedado en el Atleti, demostrando un sentimiento difícil de encontrar". Esos se quedaron y esos merecen apoyo y respeto.
Gabi no es mediático, ni es un virtuoso de la pelota, ni goza de los privilegios de las estrellas, ni se tira de cabeza cuando ve un micrófono. Es otra cosa. Es un jugador de equipo, forjado en los incunables del club, que hizo las maletas para madurar y que completó su sueño decidido a triunfar en el equipo que se rindió a un futbolista esculpido en carisma, entrega y trabajo. Su estilo es fácil: sacrificarse siempre por el compañero. Es, sin duda, la prolongación de Simeone en el campo. No vende periódicos ni protagoniza tertulias, pero Gabi ocupa un lugar de privilegio en el corazón de los hinchas. No es para menos: él es pertenencia, uno más. En el caso de Gabi, el escudo, siempre por dentro. Y esas cosas, amigos, no se compran con dinero.
Charles Dickens dijo en cierta ocasión que "el corazón es un instrumento de muchas cuerdas y que el perfecto conocedor de los hombres las hace vibrar, como un buen músico". Gabriel Fernández Arenas, alias Gabi, es el corazón del Atlético, ese instrumento de muchas cuerdas que Simeone hace vibrar, porque...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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