1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Los últimos de Vietnam

Pablo L.Orosa Phonsavan (Laos) , 18/03/2015

Soua Cheng pasó varios años en los campos de refugiados en Tailandia. En 2009 fue obligado a volver a Laos, donde los Chao Fa siguen siendo perseguidos.
Soua Cheng pasó varios años en los campos de refugiados en Tailandia. En 2009 fue obligado a volver a Laos, donde los Chao Fa siguen siendo perseguidos. PABLO L. OROSA

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Durante la época de lluvias, la carretera a Moung Cha es un barrizal intransitable que serpentea entre frondosos barrancos. Cuando el lodo se seca, sólo un camión cubre a diario la ruta entre Phonsavan, la capital de la llanura de las Jarras, y Phou Bia, en las faldas de la cordillera Annamese. "Es el territorio de los Hmong donde casi nadie puede entrar. El Ejército lo vigila". Mr. Vang tiene la selva en la memoria. "Yo nací en Long Chen", subraya. El lugar más secreto del mundo desde el que la CIA organizó el atroz bombardeo de Laos, el más intenso sufrido por una población civil en la historia. Dos millones de bombas arrojadas por el Ejército norteamericano entre 1964 y 1973. Un cargamento completo  cada 8 minutos, 24 horas al día, durante 9 años. Una guerra secreta para frenar el avance comunista en el patio trasero del Vietnam.

"Hoy Long Chen es una pequeña aldea cubierta por la maleza en la que sólo residen algunos campesinos", asegura Mr. Vang. Los restos de la antigua pista de aterrizaje son el único vestigio de la que fue la segunda ciudad más grande de Laos. Hasta 50.000 personas llegaron a habitar esta urbe clandestina en los años sesenta. Tras la caída de Saigon, la CIA abandonó también Long Chen, olvidando a sus antiguos aliados Hmong. Únicamente los comandantes de mayor rango, o los que tenían suficiente dinero, pudieron huir a Estados Unidos; los demás fueron perseguidos por el Pathet Lao. "Después de que los americanos se marchasen, en diciembre de 1975, los ejércitos  comunistas de Vietnam y Laos trataron de hacerse con el control del país. Nos acusaron de haber colaborado con la CIA y seguir haciéndolo. Nos decían ‘vosotros trabajábais para la CIA, vosotros sois la CIA ahora’, recuerda Soua Cheng. Más de 200.000 hmong huyeron entonces a la selvas. "En el Estado de Vientiane nos refugiamos en Moung Cha. Éramos alrededor de 20.000". Sin apenas armas, comida y medicinas lograron resistir los ataques del Ejército laosiano durante más de dos décadas. "Nos alimentábamos con lo que encontrábamos en el bosque, bananas, brotes de bambú, frutas en general, y lo que lográbamos cazar", cuenta Soua Cheng, quien aquellos días lideraba la insurgencia en el área de Vang Vieng.

Poco a poco la resistencia fue mermando. Los guerrilleros perdían la vida en las emboscadas, mientras los niños y ancianos fallecían a causa de la hambruna y la falta de atención médica. "Mi familia dejó la selva cuando yo tenía 9 años. No había nada que comer", rememora Mr. Vang. “Yo decidí rendirme en junio de 2002, cansado de que nos envenenasen y nos masacrasen con sus armas. No teníamos con qué defendernos”, añade Soua Cheng. La huella de aquella derrota ensombrece todavía hoy sus palabras.

Un grupo de guerrilleros Chao Fa resiste todavía agazapado en Phou Bia. Son apenas un centenar. Los últimos del Vietnam. "No tuvimos otra opción que organizarnos y ponernos en pie para defender nuestra libertad en 1975. Desde entonces seguimos luchando por nuestros derechos. No nos vamos a rendir". Al escuchar la voz del Chong Lor Her, el líder de los Chao Fa, Soua Cheng esboza una tímida sonrisa.

De aquella época conserva un uniforme marcial, con ribetes azules, en el que esconde ahora una figura enflaquecida tras años de penurias en los campos de refugiados. Al norte, en las selvas, la situación de los guerrilleros sigue siendo calamitosa. “No hay comida, apenas ropa…además el Gobierno nos ataca una y otra vez”, explica en conversación telefónica Chong Lor, al que toda la comunidad conoce como el Presidente.

El Ejecutivo comunista del Lao People´s Party (LPRP), heredero del Pathet Lao, lleva una década asfixiando la resistencia Hmong, bloqueando su manutención y cualquier forma de financiación. "Utilizan la comida como arma, infligiendo una hambruna masiva entre los grupos Hmong sospechosos de estar en contra del Gobierno" afirma Philip Smith, director del Center for Public Policy Analysis (CPPA). El área de Saisombun permanece cerrada al turismo y sólo algunos campesinos están autorizados a vivir allí. "Se estima que el 30% de las tierras de Laos está en manos de compañías extranjeras, principalmente de China, Vietnam y Tailandia. La situación es especialmente preocupante en algunas zonas del norte del país, habitadas por los Hmong, designadas zonas económicas especiales para el desarrollo de proyectos industriales", señala en un informe Unrepresented Nations and Peoples Organization (UNPO). La política de desalojos forzosos ha ido acompañada de una campaña de violencia étnica para minar el apoyo de los Chao Fa entre la comunidad. En marzo de 2013, cuatro profesoras fueron asesinadas por soldados laosianos en Phou Bia. Hoy en Phonsavan todos guardan silencio.

Exhaustos, algunos grupos de guerrilleros han seguido rindiéndose. "Entiendo a los que lo hacen. Son mi gente. El Gobierno usa todos los medios que puede para acabar con nosotros: sufrimos una hambruna severa y no hay medicinas para los heridos. Los que no pudieron soportarlo, tuvieron que abandonar", afirma el Presidente. En los últimos meses, los combates se han recrudecido, causando decenas de víctimas en ambos lados. "Batallones del Ejército laosiano vienen para atacarnos. Además, el Gobierno usa también soldados vietnamitas en sus ofensivas", relata Chong Lor Her. Desde el 12 de diciembre de 2014, Phou Bia está completamente rodeada por las fuerzas armadas: las granjas de la zona han sido destruidas y sus tierras contaminadas.

"Tenemos información de que volverán a usar agentes químicos para desestabilizar a la comunidad y después atacarnos", alerta el líder de la resistencia. En los últimos seis años, la guerrilla asegura haber sido bombardeada hasta en doce ocasiones con armas químicas, la última de ellas el 6 de septiembre de 2014. Casi treinta personas resultaron afectadas, cuatro de ellas de forma muy grave. "Utilizan un helicóptero o un avión para esparcir agentes químicos. Dan vueltas varias veces sobre la zona. Al cabo de dos días, empezamos a desmayarnos, sufrimos nauseas y mareos. Todo huele a carbón", asegura Chong Lor Her.

Las acusaciones por el uso de armas químicas contra el Ejecutivo laosiano no han podido ser probadas. "Es cierto que no tenemos evidencias, pero por eso queremos que venga la comunidad internacional. Tienen que saber lo que está ocurriendo aquí. La única verdad es que cada vez que el avión sobrevuela la región caemos enfermos". De hecho, en enero el CPPA solicitó al Consejo para los Derechos Humanos de Naciones Unidas (UNHRC) que investigue las torturas, violaciones, ejecuciones extrajudiciales y los supuestos bombardeos con cloro, gas mostaza y otros agentes químicos.

La traición norteamericana

A finales de la década de los cincuenta, con el conflicto en Vietnam en ciernes, la CIA buscaba un aliado para frenar al movimiento comunista en Laos y sabotear los suministros que la guerrilla del Vietcong recibía a través de la ruta Ho Chi Minh, a lo largo de la frontera con Vietnam. Los Hmong, conocidos por su valor y determinación, fueron los elegidos. Enfrentados a la mayoría Lao, vivían en las montañas de la cordillera Annamese, un recóndito rincón del que el mundo jamás había oído hablar.

A mediados de los sesenta, la CIA contaba con una base en Long Chen y un ejército clandestino compuesto más 30.000 guerrilleros Hmong a los que habían convencido con altos salarios y la promesa de una patria propia. El general Vang Pao estaba al frente de las milicias. Entre 1961 y 1975, la guerrilla étnica participó en la denominada guerra secreta, enfrentándose cuerpo a cuerpo con las fuerzas comunistas. Al mismo tiempo, desde el aire, pilotos del Ejército estadounidense, los Ravens, arrasaban el país camuflados como oficiales de Air America. Durante nueve años, todo el territorio rayano a Vietnam fue violentamente bombardeado. Casi medio millón de misiones para destruir cualquier enemigo potencial. Aunque nadie lo supo entonces, el misil que una medianoche de 1968 mató a 374 personas en la cueva de Than Piew partió también de Long Chen.

En Phonsavan no hay ni un solo edificio anterior a la guerra. Muchos incluso están cimentados sobre los restos de metralla. Localidades como Ban Kai, a escasos kilómetros de la frontera, fueron masacradas. "Los aviones que no habían podido tirar todas las bombas en sus misiones las descargaban aquí antes de aterrizar en Long Chen", explica Mr. Vang mientras avanza entre los cráteres arcillosos que dominan el horizonte.

La retirada de las tropas norteamericanas de Vietnam en 1975 supuso también la derrota de las mermadas tropas Hmong. La operación encubierta en Laos fue desmantelada y apenas un pequeño grupo de oficiales del ejército guerrillero, lucrados en su mayoría en el tráfico de heroína, fueron trasladados a Estados Unidos. Su líder, Vang Pao, fue uno de ellos.

La persecución de los vencidos

"Inmediatamente después de que se marcharan los americanos, el Pathet Lao y los vietnamitas arrasaron dos aldeas Hmong. La gente se asustó y nos marchamos a la jungla. El Ejército nos persiguió hasta Moung Cha para matarnos. En la selva, nos teníamos que mover constantemente cada pocos días. Si nos quedábamos mucho tiempo, nos masacraban", evoca Soua Cheng. El Gobierno comunista, apoyado por el nuevo régimen vietnamita, había emprendido una fuerte campaña para acabar con sus enemigos del norte. Muchos de los Hmong que no huyeron a las montañas, así como aquellos que eran capturados, fueron enviados a campos de trabajos forzados. Más de 230.000 Hmong fallecieron durante esos años.

Al menos otros 200.000 tomaron el camino del exilio por la porosa frontera con Tailandia. Desde allí huían a Estados Unidos, donde Vang Pao lideraba un movimiento opositor acusado en repetidas ocasiones de organizar rebeliones y conspirar contra el régimen comunista. En 2007, después de que la justicia norteamericana detuviese al líder Hmong por su implicación en un presunto golpe de Estado -del que finalmente fue exculpado-, el Gobierno de Laos firmó con Tailandia un acuerdo para repatriar a los todos los Hmong que permanecían en los campos de Phetchabun. En diciembre de 2009, los últimos 4.000 refugiados fueron enviados a Laos sin que ningún organismo internacional pudiese velar por el cumplimiento de los derechos humanos.

"Los rumores empezaron el día 23 de diciembre, aunque no ocurrió nada hasta el día 28. Esa mañana aparecieron los oficiales del Ejército tailandés y nos juntaron a todos. Nos metieron en un camión y nos dieron algo de dinero. Luego nos taparon los ojos y nos enviaron a Laos. Pronto empezaron los golpes", recuerda Soua Cheng. A sus 60 años, la memoria todavía no le permite olvidar aquellas horas.

La campaña de hostigamiento contra los Hmong, calificada de “limpieza étnica” por algunos colectivos internacionales, se ha recrudecido con la vuelta de los refugiados. Las expropiaciones forzosas, las detenciones arbitrarias y las ejecuciones extrajudiciales son cada vez más frecuentes. "Miles de Hmong repatriados desde Tailandia en 2009, simplemente,  han desaparecido en el entramado secreto de gulags de Laos", asegura Smith. Otros muchos “han vuelto a huir a Tailandia”, señala Ian Baird, profesor de la Universidad de Wisconsin y experto en la cultura étnica del sudeste asiático. De los 20.000 Hmong que permanecían en Laos a finales de los setenta, hoy resisten unos 3.000, según los datos de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH).

Soua Cheng también decidió volver a Tailandia. Lo hizo después de que otro de los antiguos líderes del Chao Fa fuese capturado y torturado. "No nos quieren en Laos. Creen que volveremos a tomar las armas y luchar en la selva", afirma el excomandate de Vang Vieng mientras sostiene una fotografía de su compañero muerto.

En el exilio, la vida de los Hmong no es tampoco fácil, apunta Baird. "Su mayor problema es que no hablan el idioma local, ni tampoco inglés. Además, no residen legalmente en el país, por lo que pueden ser arrestados en cualquier momento. Así, pueden conseguir algún trabajo, pero cuando la Policía les arresta tienen que pagar dinero para ser liberados". En los últimos meses, la Junta Militar que controla Tailandia ha endurecido los controles para evitar que una nueva oleada de refugiados se cuele por la frontera como paso previo para recalar en América. "Los que están ya en Tailandia no pueden volver a Laos, ni volar a Estados Unidos. Están atrapados", asegura Baird.

"Sólo volveré si tenemos un Estado propio"

En la aldea Hmong de Ban Takjok, a poco más de una hora de Phonsavan, una mujer enseña a su hijo a escoger el arroz. Éste ríe a carcajadas, distraído por las peripecias de una cría de cerdo. Apenas ha desaparecido la niebla que al amanecer envuelve las montañas que rodean la llanura de las jarras, y la vida bulle en el pueblo. Un grupo de mujeres prepara el almuerzo en una cabaña sin ventanas por las que puedan colarse los malos espíritus, mientras dos jóvenes se afanan en evitar el lodazal en el que se ha convertido la carretera principal. El barro les cubre ya las chanclas.

Esta mañana no hay nadie en la herrería. "Normalmente utilizan los restos de los misiles para hacer cuchillos", explica Mr. Vang. La comunidad de Ban Takjok se ha adaptado a la vida bajo el mandato del Partido Popular Revolucionario de Laos (PPRL) -el nombre que adoptó el Pathet Lao tras la guerra-: un régimen policial en el que cualquiera puede ser delatado. Sólo los leales al politburó, entre ellos algunos de los Hmong -un tercio del total- que lucharon del lado de los comunistas, están a salvo. "Algunos son en la actualidad miembros del Gobierno, incluso ministros. De hecho, el portavoz de la Cámara es de etnia Hmong", remarca el profesor Baird.

Pese a su presencia, la enseñanza del idioma y la cultura Hmong, así como sus prácticas religiosas, sigue estando prohibida. "Por ejemplo, si vamos al mercado tenemos que hablar en laosiano", apunta Mr. Vang. Más de medio siglo de disputa bélica, con más de 200.000 muertos según los datos del Congress of World Hmong People (CWHP), ha enquistado las relaciones entre ambas etnias. Más allá del discurso retórico de algunos dirigentes laosianos, la reconciliación es todavía una utopía. "Ya no podemos seguir viviendo en la nación Lao. Los Hmong tenemos que vivir en nuestra propia tierra", asegura el líder de los Chao Fa. Los guerrilleros Hmong, pese a su ya exigua capacidad de resistencia, se niegan a rendirse: "El Gobierno de Laos ha usado en varias ocasiones en el pasado su propaganda política para tratar de influir en nuestra gente y forzar un acuerdo, pero no hay paz posible para los Hmong".

El anhelo de esta minoría es regir su propio país, un territorio de casi 50.000 kilómetros cuadrados bañados por el Mekong entre Houaphanh, Xieng Khouang, Sayaboury y la histórica ciudad de Luang Prabang. En enero de 2008, el CWHP solicitó a la ONU el reconocimiento de un Estado propio que dividiera el país por el paralelo 18, lo que supondría incluir dentro del territorio Chao Fa a la capital del país, Vientiane. "Llevan mucho tiempo intentándolo, pero cada vez son más débiles. En este momento es imposible la creación de un Estado independiente", sentencia Baird.

Soua Cheng se incorpora y coge un mapa de Laos. Hay memoria en sus ojos. Con un dedo traza una línea imaginaria. Después fija la mirada en su interlocutor: "Yo sólo volveré si tenemos nuestro propio país".

Durante la época de lluvias, la carretera a Moung Cha es un barrizal intransitable que serpentea entre frondosos barrancos. Cuando el lodo se seca, sólo un camión cubre a diario la ruta entre Phonsavan, la capital de la llanura de las Jarras, y Phou Bia, en las faldas de la cordillera Annamese. "Es el...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Pablo L.Orosa

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí