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Toca escribir sobre 150 muertos. Toca escribir, por ejemplo, sobre 150 muertos en los Alpes. Toca escribir sobre ese tipo que un día decidió que quería morir matando y mató a esos 150 y avivó así nuestra inquietud. Pero, ¿por qué escribir acerca de algo sobre lo que ya se ha escrito de más y hasta una o dos veces con criterio?
Leo, porque lo veo compartido en las redes por Servando Rocha, este texto de José Antonio Palao Errando en el que se da otro punto de vista del suceso. Disidente, claro. Por resumírtelo, que sé que tienes poco tiempo libre, te diré que el autor analiza cómo nos aterroriza lo que no podemos prevenir, lo inexplicable. También dice algo tan poderoso del tal Andreas como que “su patología crónica no era otra que la normalidad”. Y sugiere que esa normalidad que ahora mismo nos autoimponemos todos, entendida además como normalidad a través de la superación continua y la búsqueda constante del éxito, es la que acabó empujando los mandos y derribando el avión. Demasiado peso para el copiloto, la ley de la gravedad.
Toca escribir, además, sobre otros 150 muertos. Toca escribir sobre los 150 asesinados en una universidad de Kenia. Toca escribir sobre la tranquilidad que da saber desde el principio, o creer que sabemos, a quién echarle la culpa. Podría decir eso de si no existiera la yihad, habría que inventarla, pero existe así que, ¿por qué escribir sobre algo de lo que tenemos todas las respuestas?
Pues porque quizás el problema sea esa necesidad de respuestas. Somos adictos. Buscamos la verdad absoluta de cada cosa tal como buscamos cuando nos pica el niqui ese teléfono que habíamos borrado para siempre. Y nos da subidón la certeza. Y luego viene el bajón; o al menos a mí me pega duro.
Sé, porque vi que lo decía un reportero en una conexión en directo en un programa de la tele, que el tal Andreas era un buen muchacho, al menos cuando trabajaba de chaval en un restaurante de comida rápida. Sé también que no hacía fiestas en su casa, según confesó al mismo reportero un vecino de su pueblo. Incluso sé que una vez le dijo a otro que no era verdad que hiciese mal tiempo allá en Alemania, que “sobre las nubes siempre hacía sol”.
También sé, porque lo vi en ese mismo programa de la tele cuyo nombre no voy a confesarte para que no sepas lo que me aburro últimamente los sábados, que me tengo que conmover mucho con lo de Kenia y compartir esa imagen de la vela encendida con todos mis contactos. Y sé, porque lo ha dicho este Papa nuevo que tampoco se equivoca nunca, que los cristianos están ahora más perseguidos que nunca. Y sé todo lo que siempre quise saber sobre Al Shabab y nunca me atreví a preguntar porque nunca me lo planteé.
Y con esto llego al núcleo, querido Mora: necesitar todas las respuestas y obtenerlas de forma inmediata anula todas las preguntas. Y la verdad está en las preguntas. De hecho, te diría que la distopía empieza con la necesidad de llenar todos nuestros vacíos de certezas y no dejar espacio a la duda. Pero decírtelo sería meterme de bruces en una certidumbre. Así que prefiero pensármelo.
Toca escribir sobre 150 muertos. Toca escribir, por ejemplo, sobre 150 muertos en los Alpes. Toca escribir sobre ese tipo que un día decidió que quería morir matando y mató a esos 150 y avivó así nuestra inquietud. Pero, ¿por qué escribir acerca de algo sobre lo que ya se ha escrito de más y hasta una o...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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