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“Me casé con él por dinero. Me vendí por 10.000 libras”. Nehmedo recuerda su primera boda. Sabe que la están grabando, pero no parece tener miedo ni a la cámara ni a lo que puedan decir sus vecinos. Charla con una amiga, mientras se coloca una y otra vez el hiyab. Es capaz de reírse incluso cuando piensa en lo poco que tardó en gastarse lo que ganó. “Si me preguntas qué hice con el dinero, te diré que no lo sé. Se fue al carajo”. La realidad es que fue su padre quien cobró los mil euros que pagó por ella un turista del Golfo. Nehmedo tenía catorce años.
Su historia sirve de hilo conductor de ‘Azúcar aparte’, el último documental del director egipcio Basel Ramsis. Es la primera vez que el cineasta rueda en su país y lo ha hecho para denunciar una explotación sexual cada vez más común en las zonas rurales próximas a El Cairo. “Es un fenómeno que se inició en los años 70, con el fracaso del Proyecto de Desarrollo Social y Económico egipcio y la subida de los precios del petróleo, que llevó al boom económico de países como Arabia Saudí o Emiratos Árabes”, explica el realizador. Desde entonces, Egipto es uno de los destinos predilectos de los hombres de negocio de la zona del Golfo, que llegan atraídos por un clima más benévolo. Muchos lo hacen también para casarse de forma temporal con una joven egipcia, a ser posible menor y virgen. “Llaman matrimonio a algo que es claramente prostitución infantil. Es una hipocresía, una manera de sortear la ley, que prohíbe las relaciones sexuales sin estar casados”, dice Ramsis.
Las bodas se realizan a través de un contrato privado que nunca termina en el registro civil, pero tiene validez legal y está aceptado por el islam. Es sólo un escudo ante la policía. Verbalmente se acuerda una duración que suele oscilar desde unos pocos días a varias semanas, el tiempo que el turista permanece en El Cairo. Después, cuando terminan las vacaciones, el papel se rompe. Él vuelve a su país de origen y ella regresa a su pueblo marcada socialmente. “En el mundo árabe, la situación de una divorciada ya es de por sí complicada porque se le considera una mujer fácil, más todavía en un ambiente tradicional y cuando todo el mundo sabe que se casó por dinero”, afirma el cineasta. Algunas de ellas pueden pasar por varios matrimonios antes de cumplir los dieciocho años. Los intermediarios son los que determinan su precio, cuánto más guapa, blanca e inocente más se paga por ella.
La película retrata la intimidad de un grupo de chicas que han sido víctimas de este tipo de explotación sexual, aunque también muestra casos de adolescentes compradas para tener hijos, porque la primera mujer es estéril, y que después de dar a luz han sido devueltas a Egipto mientras el marido se queda con los niños. Otras son introducidas en redes de prostitución u obligadas a trabajar como empleadas del hogar. “Es algo que sucede especialmente en tres pueblos del sur de la zona de Guiza. Son tan conocidos en el Golfo que les llaman el Emirato número 7. Pero este tipo de comercio de mujeres también se da en otros países. Cuando presenté el documental en Melilla un hombre del público aseguró que esto mismo sucede a pocos kilómetros de allí”.
En ‘Azúcar aparte’ estremece la naturalidad con la que se habla de este tema tabú, el grado de complicidad que se crea entre las jóvenes y la cámara. “La primera secuencia que grabé fue en una peluquería y, sin que estuviera previsto, se quitaron los pañuelos y se mostraron tal y como son. Ahí me di cuenta de que tenían ganas de hablar, de narrar lo que les había sucedido”. Ramsis las conocía de unos talleres de cine para mujeres víctimas de comercio que había impartido meses antes. Pero incluso a él le llama la atención el grado de confianza que llegó a establecerse durante el rodaje. “La idea era acabar muy rápido para no causarles problemas y todo fue saliendo un poco por casualidad. Estás en casa de alguien y, de repente, entra otra persona que viene de visita y también empieza a contar su vivencia. Seguramente ayudó que estuviera sólo yo. La presencia de un equipo técnico más amplio hubiera complicado las cosas y no se hubiera establecido la misma relación. En esta historia era necesario hacerlo así”, asegura.
La película se grabó en cuatro medias jornadas que coincidieron con la caída del presidente islamista Mohamed Mursi. La violencia vivida en esos días está muy presente a lo largo de la hora y vente minutos que dura el documental. “No hay nada forzado, las imágenes se repetían en televisión y las chicas hablaban sobre ello, todo el mundo lo hacía esos días. Algunas estaban a favor de los Hermanos Musulmanes y otras en contra. Era el día a día del rodaje; yo mismo cuando acababa de grabar, volvía a casa, me duchaba y me iba a las manifestaciones”.
Aun así, Ramsis, reconoce la importancia del contexto político y religioso para entender las causas del tráfico de niñas y del matrimonio precoz: “En el filme se pueden escuchar de fondo las voces de líderes espirituales de los islamistas proclamando que las mujeres tienen que quedarse en casa o que una niña puede tener la regla con siete años y por lo tanto no debería haber impedimentos para que contraiga matrimonio”. También hay una crítica abierta a todos los poderes que han pasado por el país, desde el ex presidente Mubarak hasta el actual. “A todos les hemos oído que su único interés es que el pueblo egipcio viva mejor, pero la realidad es otra. Lo vemos en la película. Hay una pobreza extrema, familias rotas, discriminación, violencia doméstica… Mi intención es que el espectador reflexione sobre los motivos que hacen creer a una chica que la única escapatoria es casarse a cambio de dinero, sobre las razones que empujan a un padre o a una madre a vender a uno de sus hijos para salvar a los otros”, concluye el cineasta. Mientras, en el documental resuena la voz de Umm Usa, una madre enferma y sin ingresos. Está sentada en una habitación de paredes desconchadas. El niqab sólo permite ver sus ojos cansados. “Todo lo que tengo en casa lo vendo”, se le oye decir. “¿Incluidas las niñas?”, pregunta Ramsis. “Sí -dice sin dudar-, incluidas las niñas. Vendo una parte de mí”.
“Me casé con él por dinero. Me vendí por 10.000 libras”. Nehmedo recuerda su primera boda. Sabe que la están grabando, pero no parece tener miedo ni a la cámara ni a lo que puedan decir sus vecinos. Charla con una amiga, mientras se coloca una y otra vez el hiyab. Es capaz de reírse incluso cuando...
Autor >
Estela Celada
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