Objetivo, asaltar los cielos
Podemos nació en un coche
Jacobo Rivero 16/04/2015
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A esas alturas, principios de diciembre —a tan sólo cinco meses de las elecciones europeas—, no había ningún enlace de los tanteados que se hubiera manifestado claramente por apoyar la operación que proponían como puntas de lanza Pablo Iglesias y Miguel Urbán. En esos días se habla también con Julio Anguita y Xosé Manuel Beiras, pero, como el resto de los interpelados, los animan a que se «lancen a la piscina » y, en la sintonía de otras respuestas que obtuvieron, «luego ya veremos». Se realiza una cena en casa de Raúl Camargo para evaluar la situación. De todas las puertas que habían tocado, creen que todavía es posible contar con el apoyo de Forcades y Anguita, además del economista Juan Torres y el actor Alberto San Juan, a los que habían confiado la iniciativa que se traían entre manos. Se decide definitivamente apostar por la idea, aunque sea en solitario, también se planifican algunos asuntos de método: recoger cincuenta mil firmas que avalen el proyecto; primarias abiertas a toda la ciudadanía; construcción de una herramienta informática que haga posible la participación en la elaboración del programa; también el proceso de extensión por todo el país. Miguel Urbán será el encargado de la logística. También en esa cena se habla por primera vez, entre risas, de la posibilidad de que la cara de Pablo Iglesias salga en la papeleta electoral. En ese encuentro alrededor de unas pizzas están Jorge Moruno, Miguel Urbán y Pablo Iglesias, además de Raúl Camargo.
Cuando regresan en coche de la cena, con Pablo Iglesias de conductor y Urbán de copiloto, empiezan a elucubrar sobre posibles nombres para la candidatura. Surge una primera idea: Adelante. No les convence y a Moruno le parece «poco sexi». Hablan de Sí, Se Puede, pero está registrado por un partido ecosocialista que lleva ese nombre en Tenerife.36 Finalmente alguien dice Podemos. Con el tiempo, tanto Urbán como Iglesias dicen que fueron ellos los que lo dijeron y no se ponen de acuerdo en la autoría. En cualquier caso, en ese coche nació el nombre del partido que movería el tablero electoral a una velocidad de vértigo en los siguientes meses.
A partir de ahí, con cierta emoción constituyente, comienza un proceso para agregar gente al grupo promotor. Se hacen reuniones dos o tres veces por semana en la librería La Marabunta, de Lavapiés. Los encuentros son a las 7.30 de la mañana, para que aquellos que tienen que ir a trabajar puedan asistir. Entran en el proyecto Luis Alegre, Eduardo Fernández, Miguel Vila, Luis Giménez, Brais Fernández, Sarah Bienzobas, Andrea Raboso, Paula Ortega, Andrés Barragán y David G. Marcos, entre otros. También dos técnicos informáticos que aporta Izquierda Anticapitalista, que compran el dominio podemos. info. En esos días, Jorge Moruno registra legalmente la Asociación por la Participación Política y Cultural Podemos. A mediados de mes, Íñigo Errejón regresa de América Latina. Su primera impresión de lo que se está armando no es buena, le genera bastantes dudas, pero al estar gente cercana en el grupo, principalmente activistas relacionados con el colectivo Juventud Sin Futuro y «La tuerka», decide unirse. Con esos primeros mimbres organizativos, deciden dar un siguiente paso: convencer a Juan Carlos Monedero de que se sume al proyecto. Será en una reunión a finales de diciembre en una casa en el campo fuera de Madrid. Asisten al encuentro Jorge Moruno, Luis Alegre, Pablo Iglesias y Miguel Urbán. La idea, según uno de los presentes, era «contárselo como si se le hubiera ocurrido a él». Monedero se muestra irónico con Alegre y Urbán, a los que provoca con comentarios sobre la capacidad electoral de Izquierda Anticapitalista, pero también acepta unirse. Podemos está definitivamente en marcha y avanzando.
A principios de enero, el día 5, cuando queda un suspiro para presentarse en sociedad, Pablo Iglesias llega a una de las reuniones con una propuesta ta: hay que incluir en la iniciativa a Carolina Bescansa, porque «su capacidad de análisis es fundamental para que Podemos salga bien». Se encargan de hablar con ella Miguel Urbán y Luis Alegre, con quien tiene muy buena relación.
Bescansa llevaba un tiempo haciendo estudios sobre una posibilidad parecida y apostaba por un modelo que cohesionara «fuerzas militantes» con «gente normal». Sólo ve un posible problema: que el pasado político de Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias sea un lastre. Admira el capital simbólico que tienen para mucha gente, pero no sabe hasta qué punto su imagen está demasiado escorada a la izquierda y si la hemeroteca podría jugarles una mala pasada. En esa conversación, Urbán y Alegre plantean la siguiente cuestión a Carolina Bescansa: «¿Conoces a algún candidato mejor?». El 10 de enero de 2014, Carolina Bescansa acepta unirse al grupo.
Teatro del Barrio, Lavapiés
Podemos se presenta en sociedad el 17 de enero de 2014. Los días previos hay cierto nerviosismo y personas próximas a IU tratan de frenar, desde la cordialidad de las amistades comunes, la iniciativa. En esos días, hay un grupo de trabajo alrededor del manifiesto que se va a presentar en sociedad, que llevará por título «Mover ficha».37 En la elaboración del documento trabajan conjuntamente Juan Carlos Monedero, Jaime Pastor y Santiago Alba Rico, entre otros. También se avanza a un ritmo acelerado en la web de la organización, elemento clave para la recogida de los cincuenta mil avales de la iniciativa desde el minuto uno de su presentación. El día 15 hay un problema: se quieren hacer modificaciones al manifiesto que se había consensuado, con la intención de rebajar algunos contenidos «izquierdistas». Tras varias discusiones y cruces de llamadas, algunas de madrugada y con notable tensión, se acepta tal y como estaba, pero el conflicto denota dos almas diferentes dentro de Podemos desde el mismo origen. Lo expresó Carolina Bescansa con retranca en una rueda de prensa celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid tiempo después, el 19 de enero de 2015. Hay un «Podemos para ganar», mientras que el otro sector piensa, según Bescansa, en «un Podemos para protestar». Una división que ha estado de relieve en diversas circunstancias desde que Podemos nació —la más sonada, la asamblea de Vistalegre y los diferentes documentos presentados—, pero que con las primarias para la Secretaría General de la Comunidad de Madrid en enero de 2015 se puso todavía más en evidencia al enfrentarse una lista encabezada por Luis Alegre y otra por Miguel Urbán, curiosamente dos miembros fundadores.
Alegre, que dejó Izquierda Anticapitalista a los pocos días de presentarse Podemos en sociedad, explicaba en las páginas del diario El Mundo la diferencia que a su juicio hay entre las dos corrientes al responder a la pregunta del periodista Roberto Bécares: «Si Urbán se reclama del Podemos de la protesta, ¿de qué Podemos es usted?»; a lo que respondía Luis Alegre: «Del germen de Podemos, entendiendo que Podemos nace para gobernar, no nace para ser una fuerza más o menos testimonial, en el lado izquierdo del tablero [...], no nace para ser una fuerza de oposición, sino para transformar mayorías sociales en mayorías políticas». Unos días antes, Miguel Urbán apuntaba lo siguiente en otra entrevista: «Podemos nace de la protesta, del 15-M, de las mareas, etc. Protestas que han ganado. El cambio político de este país no lo ha conseguido Podemos, lo ha conseguido la gente en la calle cambiando lo que podría ser un sentido común que ahora es diferente. La gente ha construido esa crisis del régimen de 1978 y del bipartidismo. Podemos es un reflejo y síntoma de ello. Evidentemente, nuestra candidatura no separa las dos almas de Podemos, las integra. Creemos que la protesta se puede ganar. Las mareas Blanca y Azul son ejemplos perfectos. Somos una candidatura de protesta y también para ganar Madrid».
Sin duda, dos posiciones distintas, a pesar de un origen común. A las cinco de la mañana del día 17 de enero, pocas horas antes de la presentación de Podemos en el Teatro del Barrio, se cae la web que iban a lanzar en paralelo a la convocatoria pública. Cuando Podemos se presenta ante el público y los medios de comunicación es imposible entrar en la página y suscribir el manifiesto. Un problema técnico derivado, según algunas versiones, de la intención de meter mano a algunas cuestiones del diseño a última hora. Así las cosas, el problema se soluciona en unas horas y las cincuenta mil firmas se consiguen en un solo día.
Más allá de algunas tensiones internas, lo que sale a la luz es la presentación de una nueva formación que encabezará Pablo Iglesias. Así lo contaba Luis Giménez San Miguel en Público: «Dijeron en las plazas que sí se puede y nosotros decimos hoy que podemos ». Con estas palabras ha comenzado el profesor y presentador de «La tuerka» Pablo Iglesias Turrión la presentación de la iniciativa Podemos, que él mismo ha definido como «un método participativo abierto a toda la ciudadanía». El objetivo de esta nueva formación es «convertir la indignación ciudadana en cambio político» a través de «la decencia, la democracia y los derechos humanos». En el acto de presentación hubo una penúltima declaración de acercamiento hacia IU y otros partidos, lo apuntó Pablo Iglesias desde el escenario del Teatro del Barrio, cuando hacía un llamamiento a abrir «un proceso de unidad con todas las fuerzas políticas y sociales que durante estos años se han enfrentado a las políticas de austeridad y que han luchado en defensa de los derechos sociales». Y añadía: «¿Ejemplos? Organizaciones políticas federalistas como IU, pero también organizaciones como las CUP, como el SAT y también movimientos sociales e iniciativas ciudadanas. A todos ellos les tendemos la mano para buscar unir fuerzas. [...] ¿En qué se traduce eso? Si obtengo el apoyo suficiente, ese mínimo de cincuenta mil personas, yo estaré encantado de competir amigablemente, desde la lealtad, con el candidato o candidata que designe cualquiera de estas organizaciones políticas y sociales, en un proceso participativo que sea abierto. Por poner un ejemplo concreto.
Con el candidato o candidata que designara IU, si en un proceso participativo abierto a la ciudadanía esa persona tuviera más apoyos que yo, me retiraré y me pondré detrás de esa persona, a sus órdenes. Creo que en este momento una de las claves que toca hacer es dar la palabra a la gente». Otra llamada a la «unidad» que también fue desatendida. Hubo una última reunión, esta vez oficial, con IU para tratar de llegar a un acuerdo. En febrero se congregaron en la sede de IU de Madrid dos delegaciones para tratar de llegar a un acuerdo de «convergencia». Representando a IU estaban presentes Enrique Santiago y Miguel Reneses; por parte de Podemos, Pablo Iglesias, Miguel Urbán y Carolina Bescansa. Tras la reunión, en el comunicado oficial conjunto del encuentro se señalaba lo siguiente: «IU entiende que el debate sobre cabezas de lista no debe abordarse hasta haber acordado un programa y unos criterios de composición y representación social de las candidaturas electorales. Podemos recalca su apuesta por las primarias abiertas y el protagonismo ciudadano, pero manifiesta disponibilidad a abrir un diálogo sobre todas las cuestiones. En ningún caso el resultado de estos debates condicionará la apuesta por el trabajo conjunto de IU y Podemos. Que ambas fuerzas reman en la misma dirección está fuera de discusión para nosotros». Se acordó crear «un protocolo de relaciones entre ambas fuerzas para abordar un trabajo conjunto en el conflicto social y en aquellos movimientos sociales que defienden la democracia y se oponen a los recortes, así como para establecer los mecanismos concretos de colaboración electoral». Pero más allá de los saludos cordiales, la propuesta de trabajo en común quedó en nada. En palabras de una persona de IU próxima al equipo de Alberto Garzón, ahí es cuando murió definitivamente la posibilidad de construir un «Syriza a la española». También, según la misma fuente, fue «la ocasión perdida» para que IU integrara una candidatura de «unidad popular» en la que, muy probablemente, Alberto Garzón habría sido el cabeza de lista de las elecciones generales. Una posibilidad que era del gusto de Pablo Iglesias en aquellos momentos.
El cerrar la puerta al acuerdo y, luego, los sorprendentes resultados de las elecciones europeas fueron definitivos para que Podemos tomara su propio camino en solitario. Unos días después los tres representantes de Podemos en la reunión, Pablo Iglesias, Miguel Urbán y Carolina Bescansa, explicaban en el blog de Público «Otra vuelta de tuerka» su parecer alrededor del encuentro: «Lo hemos dicho muchas veces; para nosotros lo importante es que, en estas elecciones, el método participativo sea un instrumento para ilusionar y movilizar a la gente. Nos gustaría que todos los compañeros lo compartieran, pero si no es así, para nosotros es crucial seguir remando juntos y colaborando». A partir de ahí, cerradas las puertas a una convergencia con IU con sensación taciturna, la proyección de Podemos fue meteórica. A pesar de que todavía no salía en las encuestas, la sensación que se tenía desde dentro era la de una enorme bola de nieve que iba aumentando. Las presentaciones de Podemos tenían una acogida considerable y surgían círculos por todas partes, dentro y fuera del país. El esfuerzo por construir la organización, prácticamente de la nada, era mayúsculo. La lógica que entonces se difundía era precisamente en la línea de la escena de la película Novecento en la que Olmo (Gérard Depardieu) explica dónde está el partido, en referencia al PCI (en esa época, la Liga), ilegalizado y perseguido durante la época de dominación de Benito Mussolini en Italia: «El partido eres tú, y lo sabes. Es Eugenia, es Enzo, es Armando. Y además, cruzando el río está la familia Arzalli, y al fondo del valle, la familia del bizco. Ahí está, en todas partes donde hay alguien que trabaja, ahí está el partido...».
En esa escena que apela a la épica, y que Pablo Iglesias ha citado multitud de veces en sus intervenciones, estaba lo que para entonces era la constitución de Podemos y su relación con la gente que se acercaba a los círculos. Una sintonía, la de la gente «empoderada» haciendo política, en la que todavía sitúan el paradigma abierto por Podemos frente a los partidos políticos «herederos del régimen de 1978». La visualización de una fuerza que, como se dice en el manifiesto «Mover ficha: convertir la indignación en cambio político», trate de abrir un tiempo nuevo en la política: Hoy es una realidad nuestra exigencia de una política que regrese a las calles, que hable como la mayoría de la gente que está harta, es más real que nunca nuestra exigencia de una mayor generosidad a los representantes, de una mayor horizontalidad y transparencia, de un regreso de los valores republicanos de la virtud pública y la justicia social, del reconocimiento de nuestra realidad plurinacional y pluricultural. Hacía décadas que no era tan real nuestro deseo de tomar nuestras propias decisiones y responder a nuestras propias preguntas. La casta nos conduce al abismo por su propio beneficio egoísta.
Sólo de la ciudadanía puede venir la solución, como han venido la protección del empleo, la defensa de las familias frenando desahucios o la garantía de los servicios públicos, pequeñas pero significativas victorias. La movilización popular, la desobediencia civil y la confianza en nuestras propias fuerzas son imprescindibles, pero también lo es forjar llaves para abrir las puertas que hoy quieren cerrarnos: hacer llegar a las instituciones la voz y las demandas de esa mayoría social que ya no se reconoce en esta Unión Europea ni en un régimen corrupto sin regeneración posible.
En el proceso sobre el que ha avanzado Podemos, lo cierto es que el protagonismo colectivo ha ido mermando en beneficio de la opinión de los «técnicos» y «expertos». La cuestión se ha tratado habitualmente como un asunto de «eficacia» y «responsabilidad». El programa para las elecciones europeas partió de la propuesta de un borrador que se definió en tres etapas: debate y aportaciones on-line a título individual, enmiendas colectivas de los círculos Podemos y referéndum on-line sobre las enmiendas.41 Un paradigma de participación que ha variado notablemente y que Pablo Iglesias ha justificado por «responsabilidad de Estado».42 En esa línea fue la campaña electoral de Alexis Tsipras en Grecia. Con la importante diferencia de que Syriza ya tenía responsabilidades en distintas administraciones públicas antes de ganar en las elecciones generales celebradas el 25 de enero de 2015.
Ya no era momento de banderas y canciones de exaltación de la épica más propias de un partido de «izquierda radical»; lo urgente, según Tsipras, era ayudar a las víctimas de la crisis, recuperar la economía, crear empleo y reformar el Estado. Cuatro ideas casi totémicas sobre las que se articuló la campaña electoral de Syriza. Cuestiones más polémicas, como la legalización del matrimonio homosexual, la separación de poderes Iglesia-Estado o el desarme de las fuerzas antidisturbios de la Policía, muy criticados durante el ciclo de protestas y manifestaciones de los últimos años, no eran «prioridad», como contaba María Antonia Sánchez-Vallejo, enviada especial de El País en Atenas, en un artículo.43 Esa filosofía la puso también de manifiesto Carolina Bescansa en un encuentro que tuvo lugar después de las elecciones europeas y que generó cierto runrún en algunos ambientes. En la Escuela Itinerante de Verano que Podemos organizó durante el verano de 2014 se hizo una exaltación del pragmatismo político. Bescansa aseguró, según una noticia publicada por Antonio Manfredi en eldiario.es, que «el tema del aborto no es un tema que construya potencia política de transformación y, por tanto, no es prioritario». Según esa información, los asuntos centrales para Podemos serían: «Acabar con la corrupción, pues es imposible e incompatible con la democracia, decidir el modelo económico con el que queremos vivir; recuperar la soberanía popular y decidir en todos los ámbitos sobre los que se organiza nuestra sociedad»44 —este último punto, algo ambiguo—. Precisamente, esa tensión, la del izquierdismo y el pragmatismo, fue la que se puso de manifiesto desde la propia presentación de Podemos en el Teatro del Barrio.
Una disparidad que se exteriorizó en la configuración de los equipos de trabajo que elaboraron la campaña electoral de las elecciones europeas, unos grupos que, vistos con perspectiva, resultan esclarecedores por su composición. La división de las tareas por grupos fue la siguiente: extensión y logística de los círculos; prensa; diseño; financiación; vídeo; legal; programa; publicidad; web; redes sociales; análisis, cultura y campaña electoral. En todos ellos hubo una mezcla entre gente perteneciente a Izquierda Anticapitalista y gente que no participaba en esa organización. En todos los equipos, salvo en uno, el de campaña electoral, que estaba formado en exclusiva por afines a Pablo Iglesias y lo que luego sería Claro que Podemos, y que dirigió Íñigo Errejón. Lo formaban Luis Alegre, Carolina Bescansa, Eduardo Fernández, Germán Cano, Jorge Lago, Juan Carlos Monedero, Jesús Gil, Irune Jimeno, Sarah Bienzobas, Sergio Illanes, Miguel Ardanuy, Rita Maestre, Andrés Barragán, Jorge Moruno, Antonio Sánchez, Miguel Bermejo, Segundo González, Raquel Huerta y Tomás Mantecón. De las veinte personas que compusieron el equipo de campaña, quince forman parte actualmente del Consejo Ciudadano que salió elegido tras la asamblea de Vistalegre. Los otros cinco son también gente muy próxima a Pablo Iglesias. El equipo de campaña tuvo un notable éxito y tras las elecciones fue el eje vertebrador de la nueva composición de Podemos. A Izquierda Anticapitalista se la fue apartando de todos los puestos de responsabilidad. El cierre definitivo fue Vistalegre.
Fragmento de Podemos. Objetivo: Asaltar los cielos, de Jacobo Rivero. Editorial Planeta
A esas alturas, principios de diciembre —a tan sólo cinco meses de las elecciones europeas—, no había ningún enlace de los tanteados que se hubiera manifestado claramente por apoyar la operación que proponían como puntas de lanza Pablo Iglesias y Miguel Urbán. En esos días se habla también con Julio Anguita y...
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Jacobo Rivero
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