Procesando el yuyu
Lo de Groenlandia
Ya no estamos en el neoliberalismo y en la globalización, sino en una vuelta, feroz, al Estado. Un Estado que lo necesita todo en sus fronteras, y no en su comercio
Guillem Martínez 17/01/2025
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1- El trumpismo –lo nuevo, la época– es un jeroglífico indescifrable, que será diáfano en un tiempo. Hoy, no obstante, y tal y como sucedía con las primeras descripciones del fascismo en los años veinte y treinta del XX, el trumpismo es algo amplio, inabarcable, incluso sugerente para un grueso de la población mundial. De hecho, el trumpismo, esa nueva extrema derecha, comparte con los fascismos clásicos dos características que lo hacen –aún más– difícil de interpretar. A saber: a) su carácter inconfesable: hable de lo que hable, el trumpismo no habla claro, pues no puede verbalizar lo que en verdad quiere, en tanto sería aterrador, tal vez inhumano. Y, b), su carácter sexual: Trump, como Goebbels en su día, como esos señores y señoras que conforman el Gobierno Trump –de escasa formación y vestidos/as y operados/as para liarla–, saben y viven que, tanto el poder, como el contacto del poder con la masa –fundamental también en este negociado–, transcurre a través de la pulsión sexual. Y lo sexual, como recordarán, es un lenguaje propio y autosuficiente, del que solo participan aquellos que, en efecto, participan.
2- El trumpismo, como los fascismos, es, en fin, una gramática. Eso que uno tarda tanto en aprender cuando estudia otra lengua.
3- La gramática de los fascismos la conocemos al dedillo. Hoy. Es decir, demasiado tarde. En 1938, los Acuerdos de Múnich, en los que se regalaba Checoslovaquia a Hitler –en la confianza de que era eso lo que Hitler quería y en el desconocimiento de que lo que en verdad quería era, lo dicho, inconfesable–, demuestran la incomprensión absoluta de la gramática fascista por parte de las democracias en una fecha tan tardía como 1938, cinco años después de la toma del poder por el nazismo, 16 años después de la toma del poder por Mussolini, durante la Guerra Civil española y, glups, apenas un año antes de la II Guerra Mundial. Para que no se nos ponga cara de Chamberlain, urge conocer –y rapidito– la gramática del trumpismo. Por dos razones: a) porque es una gramática mundial y porque, b), lo local, como en los años treinta, ha dejado de existir, zas, de manera que debemos conocer, a toda leche, esa gramática, para así entender, como poco, a PP, Vox, Junts, esas pulsiones inconfesables.
4- El presente artículo es un intento de ir aprendiendo y aprehendiendo la gramática del trumpismo. A partir del primer objeto que Trump nos ha tirado a la cara. Una pulsión inconfesable llamada Groenlandia. ¿Qué hay detrás de lo de Groenlandia?
5- Recordemos los hechos. En una rueda de prensa –algo inexistente en los años treinta del XX, y hoy, junto con el evento y la declaración, el epicentro de la política y del periodismo, tal y como han quedado ambas cosas–, Trump, contestando a un periodista –¿las preguntas de una rueda de prensa trumpista están planificadas?; ¿y las respuestas?– metió presión a Canadá para que se pusiera las pilas y se incorporara a la Unión y, acto seguido, no desestimó el uso de la fuerza para recuperar la soberanía perdida sobre el Canal de Panamá, un país soberano, así como para incorporar a la Unión a Groenlandia, territorio autónomo de un país de la UE.
6- ¿Eso es verosímil? En términos generales, en la vida suele pasar a) lo que ya ha pasado. Y, solo en ocasiones puntuales y excepcionales, más aún en cambios de época, b) lo que nunca ha sucedido. ¿Qué partes de las declaraciones de Trump han sucedido ya en Canadá, Panamá y, el caso que nos ocupa por encima de todos, Groenlandia? ¿Qué partes son ya nuevas y confirman un cambio de época?
¿Las preguntas de una rueda de prensa trumpista están planificadas?; ¿y las respuestas?
7- Sobre Canadá: ese territorio que se quiso incorporar, infructuosamente, a la Revolución Americana y, después, a la Confederación previa a la Constitución federal, fue reconocido por EEUU tan tardíamente como en 1871. A pesar de ello no ha habido continuidad en las pretensiones de anexión de Canadá a EEUU, sino tan solo intensificaciones periódicas y de bajo perfil. En Canadá, además, no existe esa demanda en la agenda política. Ni en la mental. El Bienestar parece ser uno de los grandes argumentos para que los canadienses no quieran entrar en la cultura política USA. Lo que dijo Trump sobre Canadá no carece así de pasado, pero sí de una tradición vigorosa y relevante. ¿Es posible un Anschluss de Canadá por parte de USA? Comer y rascar y hacer Anschluss, todo es empezar. Pero en este caso deberían cambiar muchas cosas. La principal, la desaparición del Bienestar en Canadá. O la fabricación de la percepción de que el Bienestar es un camelo que atenta contra la libertad. No es fácil crear rupturas en las percepciones. No es fácil y requiere mucho trabajo previo, de décadas, que un político exclame, ante un problema, que sus afectados “iban a morir igual”. Pero sin la construcción de percepciones a través de la confusión no existiría el trumpismo ni la nueva extrema derecha, esa elaboradora de percepciones que suplen a la realidad.
8- Sobre Panamá, hay precedentes. Por un tubo. Por ejemplo, la mismísima fundación del Estado de Panamá, patrocinada por los USA en 1903, con el fin de construir un canal que, junto a una franja de diez millas de terreno aledañas, pasaría a ser de EEUU, Estado que se reserva, además, el derecho –oficialmente, hasta 1936– a la intervención en la política panameña –como hizo tan tarde como en 1989, a través de una invasión militar–. En 1977 –hace cuatro días, vamos–, tras décadas de presión y negociación, EEUU asumió la devolución del canal a Panamá y el abandono progresivo de todas sus infraestructuras civiles y militares. Eso es lo que, parece, pretende invalidar Trump. Para volver a 1903. ¿Por qué? La respuesta a ello nos acerca un poco más a Groenlandia.
9- La revisión territorial que –parece; vete a saber qué es lo inconfesable de lo que ha confesado– plantea Trump parte de la vuelta a dos conceptos antiguos y determinantes en la política de EEUU, que han sufrido, desde el siglo XIX, intensificaciones, modificaciones y aplazamientos. Y que, alehop, parece ser que vuelven por la puerta grande. Se trata de a) la doctrina Monroe –no por Marilyn, sino por James Monroe, V presidente, en 1817-25–. Y la, ay, uy, b) doctrina del Destino Manifiesto, sobre la cual EEUU moduló su expansionismo nacional, continental y, finalmente, internacional. No se vayan, amigos.
10- La cosa a) se explica tradicionalmente a través del adagio América para los americanos. Es un posicionamiento, emitido a principios del XIX, contra el colonialismo europeo en América –lo que en su día fue celebrado por el propio Bolívar–. Pero, paradójicamente, también es un alegado a favor del imperialismo USA en el continente. La doctrina se utilizó para apoyar a Texas, para darle a UK para el pelo en Centroamérica y quedarse con el filón, para quedarse con Puerto Rico y quedarse, en modo Panamá, con Cuba. En 1903 sirvió para apropiarse, en modo Cuba, del canal del Panamá. Por esa época es el argumentario intelectual para lo que Teddy Roosevelt denominaba the Big-Stick / el Gran Garrote –un garrote, no imaginario, para darle del frasco, Carrasco, a los Estados americanos que cometieran, a ojos de EEUU, faltas personales–. Vía Franklin D. Roosevelt, la doctrina a) debidamente desprovista de palabros como stick/garrote, sirvió para intervenir en cualquier punto del continente siempre que estuvieran en juego intereses privados o públicos norteamericanos. En la Guerra Fría la doctrina a) se globaliza, a partir de la mezcla con su prima, la doctrina b). Posibilita planificar golpes de Estado en Centroamérica y en el Cono Sur: la participación directa y constante en la política ya continental. Lo que nos lleva a la doctrina b), o del Destino Manifiesto, no sin antes ofrecerles una seria meditación de la doctirna Monroe que afecta a la cosa Groenlandia: América, esa cosa para los americanos, finaliza con la placa tectónica americana. Es decir, en mitad de Islandia. Lo que integra a Groenlandia.
11- La doctrina b) no deja de ser una consecuencia y desarrollo de la a). Parte de la idea calvinista de la predestinación, y concibe a EEUU, una franja colosal que separa el Gran Norte, semihabitable, del Gran Sur, católico y papista, que queda señalada como una nación elegida para acometer un gran e incuestionable destino –político, civilizatorio, religioso– por parte de las autoridades celestiales. Algo previo y parecido a la doctrina b) fue utilizado por los peregrinos del XVII para explicarse a sí mismos la expulsión y la supremacía sobre los nativos. Para aludir a la expansión territorial de la Unión se utiliza el concepto desde mediados del siglo XIX. Se convocó para lo de Texas, para la guerra de 1846 –la más determinante en EEUU: supuso la anexión, zas, del 55% de México, ese otro Estado con un destino manifiesto, al parecer, de pacotilla–. A partir de finales del XIX, la doctrina b) se recupera para argumentar la expansión territorial fuera del continente –Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam, Samoa, esa excolonia alemana… hoy Estados soberanos, pseudo-soberanos, asociados o no incorporados a EEUU; como ven, la hipotética incorporación de Groenlandia tiene muchos acomodos posibles, y un solo Destino Manifiesto–. Con Willson –en casa somos muy de Willson; y miren– la doctrina del Destino Manifiesto asume como misión la democracia mundial, lo que le lleva a intervenir en América Latina y, brevemente, pero de manera intensa y hasta que los republicanos mandan parar, en Europa, por la cosa I Guerra Mundial. La doctrina b) es la banda sonora, la que aporta la cosa lucha-entre-civilización-y-barbarie en la Guerra Fría. Y, tal vez, la que explica el neoliberalismo, vencedor en esa guerra, como una decisión divina, un regalo de los dioses. Importante: el concepto Destino Manifiesto, es, visto lo visto, un sinónimo del concepto europeo Lebensraum/Espacio Vital, creado casi un siglo después en la Alemania de la escasez de productos de la I Guerra Mundial, que intelectualizó la necesidad de un espacio-mercado propio. Y no solo lo suple, sino que es más fino y alude a Dios y no a los humanos, siempre imperfectos. Por lo que, siendo la misma barbarie, el concepto Destino Manifiesto tiene más números para sobrevivir. El nazismo, por cierto, sacó mucho de la I Guerra Mundial, aquel laboratorio para el antisemitismo, el antiizquierdismo y el concepto lebensraum. El trumpismo puede sacarlo, simplemente, de la tradición –democrática, si bien inquietante– americana.
El nazismo sacó mucho de la I Guerra Mundial, aquel laboratorio para el antisemitismo, el antiizquierdismo y el concepto lebensraum
12- Y, ahora, con el bagaje de las doctrinas a) y b), vayamos a Groenlandia. Abríguense.
13- La pretensión de EEUU sobre Groenlandia ya ha sucedido, también. Es algo más lejano incluso que las pretensiones sobre el Canal de Panamá. Empezó a suceder en 1867, en la presidencia de Andrew Johnson, republicano, cuando se hace a Dinamarca una oferta de compra por el pack Groenlandia e Islandia –recuerden lo de la placa americana y la doctrina a)–. En la II Guerra Mundial, EEUU ocupa Groenlandia –e Islandia– ante la posibilidad de que la ocupe Alemania. Importante: en este periodo de guerra, Groenlandia, desconectada de Dinamarca, da un giro radical y sencillo en su vida económica: compra productos americanos y vende a EEUU, y a lo bestia, criolita, una materia prima para la elaboración de aluminio que, se dice rápido, no se encuentra en ninguna otra parte del planeta. Importante, bis: durante su ocupación, EEUU construye estructuras nunca vistas en Groenlandia. Como los actuales aeropuertos que posee la isla. Y una base militar, que se volvió a ocupar en los años cincuenta, y en la que se produjo un ‘Palomares’, con bomba nuclear perdida incluida, que aún está por ahí, debajo de varias toneladas de hielo. El Gobierno danés desconocía oficialmente la presencia de armamento nuclear en la isla. Es decir, EEUU tenía sobre la isla cierta soberanía de hecho. Pero volvamos atrás. Tras la II Guerra Mundial, el Gobierno, demócrata, hace otra opción de compra de la isla a Dinamarca. El interés de EEUU por el territorio no decae en siglo XX ni en el XXI –como informó WikiLeaks, al aludir a un gran interés norteamericano por los recursos naturales de Groenlandia–. De esa interés, secreto, constante e interno, por parte de EEUU, dio testimonio, en 2019, el entonces presidente Trump, a través de la tercera oferta de compra de la isla, emitida de manera sumamente informal y campechana. El primer ministro danés, Kim Kielsen, respondió en aquel momento con una negativa que explicaba la época: “Groenlandia no está en venta (…) pero está abierta al comercio y a la cooperación con otros países, incluido EEUU”.
EEUU ya no cree en el libre comercio como hecho político, ese llenapistas del neoliberalismo y de la globalización
14- Y, básicamente eso es lo que ha pasado. Es decir, eso es lo que ha dejado de pasar. Ha dejado de pasar el “comercio y la cooperación con otros países”. EEUU –un Estado que no cree en el Orden Internacional, al punto que alude a conceptos como la doctrina Monroe y al Destino Manifiesto, con los que forjó su imperialismo explícito, ya no cree en el libre comercio como hecho político, ese llenapistas del neoliberalismo y de la globalización. Lo que indica que ya no estamos en el neoliberalismo y en la globalización, sino en una vuelta, feroz, al Estado. La victoria tras la Guerra Fría ya ha sido amortizada. Estamos en otro sitio. Otro sitio en el que un Estado lo necesita todo en sus fronteras, y no en su comercio. Todo. Hasta las rutas de comercio internacionales. Por lo que tendrá que ampliar sus fronteras, de una forma o de otra. A la manera Texas, a la manera Puerto Rico, a la manera Cuba o Panamá, a la manera Guam, a la manera Samoa.
15- ¿Utilizará Trump la fuerza militar en Groenlandia? Desconocemos aún su gramática. En todo caso, a Trump le bastaría potenciar un movimiento nacionalista local –ya existe; es de izquierdas, lo que da igual, pues todo eso se puede hacer sin movimiento nacional de ningún tipo–. Y plantear el agravio histórico y económico y, posteriormente, plantear un referéndum para la indepe. Los groenlandeses ganarían un Estado y, muy posiblemente, perderían un país, bajo el expolio industrial. Pero en la vida no se puede tener todo. E iban a morir igual.
16- Lo importante es que, por ahora, bastan unas declaraciones marginales en una rueda de prensa para, con suma facilidad, colapsar lo internacional y lo local. ¿Es posible que esta nueva derecha, a diferencia del nazismo, solo quiera bombardearnos una región de nuestra cabeza? Ni idea. Se trata, en todo caso, de una nueva manera de emitir política, fundamentada no ya solo en la confusión y la mentira, en modo Ayuso, sino en el miedo. Se trata también de un fenómeno mundial, que afecta a lo local. ¿Cuál es el alcance local de todo esto? Agárrense. Les paso dos consecuencias.
17- Por de pronto, una amenaza armada a la UE –que es lo que ha hecho Trump– supondrá, me temo, acabar con los debates sobre subir el gasto militar al 2% del PIB en 3, 2, 1. Por otra parte, la propuesta de Trump y sus futuribles esbozados, pueden pasar por desacreditar los referéndums de autodeterminación. No los fakes y pachangueros, que eso ya pasó, sino todos, incluso los legales. Lo que sería una suerte de party is over en puntos como Catalunya. Lo que explica el pataleo vivido por Junts en el único punto en el que existe como fuerza importante –Madrid–. Que podría ir a más, incluso.
1- El trumpismo –lo nuevo, la época– es un jeroglífico indescifrable, que será diáfano en un tiempo. Hoy, no obstante, y tal y como sucedía con las primeras descripciones del fascismo en los años veinte y treinta del XX, el trumpismo es algo amplio, inabarcable, incluso sugerente para...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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