¡Despertad, jóvenes de la nueva era!
Jaume Sisa, Nazario, Félix de Azúa, Montesol, Javier Valenzuela y Pepe Ribas, entre otros, trazan la historia de la revista ‘Ajoblanco’ y de la Transición en el documental ‘Crónica en rojo y negro’, de David Fernández de Castro
Jordi Barrachina 30/04/2015
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¡Despertad, jóvenes de la nueva era! Con esta llamada a la acción desplegaba sus alas blancas la revista Ajoblanco en la Barcelona de 1974. Su manifiesto fundacional hacía una llamada a los jóvenes para “desplegar su inteligencia contra los mercenarios ignorantes” y “combatir la cultura de imbecilistas. Porque todavía somos utopistas”.
Era octubre del 74. Siete meses después del asesinato de Puig Antich en la cárcel Modelo de Barcelona. Faltaba un año para la muerte del dictador. El régimen franquista daba sus últimos golpes de crueldad y la juventud española empezaba a luchar para perder el miedo y proponer nuevas formas de vida parecidas a las que podía intuir en países de su entorno.
Un documental de David Fernández de Castro, Ajoblanco, crónica en rojo y negro, ha puesto sobre la mesa una nueva mirada sobre aquellos años trepidantes que van del fin de la dictadura franquista hasta la transición hacia un régimen democrático en España. Y lo hace a través de la vida, de las vidas, de la revista Ajoblanco. Una publicación que trataba temas impensables hasta entonces: ecología, sexo, las comunas hippies, el feminismo…; que se declaraba a favor de la cultura como motor de la sociedad y que quería tender un puente con la II República y con el espíritu libertario de esos años. Era un exponente del llamado nuevo periodismo: oler el aire, retratar lo nuevo, mostrar el mundo y sus conflictos, criticar, denunciar...
La España de los años setenta fue un espacio entre dos aguas, donde lo viejo no quería morir y lo nuevo quería vivir en un espacio de libertad, inédito desde la Guerra Civil. Fueron años, sin duda, en los que ese vacío de poder generado por una dictadura ya en ruinas y un poder democrático aún por construir dio alas a un volcán de nuevas expresiones y desafíos hasta entonces desconocidos.
Una revista que trataba temas impensables hasta entonces: ecología, sexo, las comunas hippies, el feminismo
Ajoblanco nació en la cabeza de uno de sus fundadores, el entonces estudiante de Derecho Pepe Ribas, en un viaje a París –siempre París-. Y tomó su nombre en un restaurante de Barcelona donde intentaba convencer a sus amigos para que se sumaran a la aventura de crear una revista nueva, a imagen y semejanza de las revistas contraculturales y underground europeas y norteamericanas. Su nombre, es fácil de deducir, es el plato que les sirvió la dueña del local: una sopa fría andaluza llamada ajoblanco. Su primera portada, sobre un fondo blanco, era una boca de mujer con los labios pintados mordiendo un diente de ajo. Toda una declaración de principios.
Pepe Ribas, Fernando Mir, Sisa, Luis Racionero, Nazario, Félix de Azúa, Montesol, Javier Valenzuela y Toni Puig son algunas de las voces que se unen para contar la historia de Ajoblanco en este documental y, con ella, algunos de los episodios más desconocidos de nuestra Transición que, como todo periodo histórico, tiene muchos claroscuros. Y es un mérito de este documental hablar de la historia de una revista y abrir, al mismo tiempo, la caja de Pandora.
¿Cuál es esa caja de Pandora que despierta Ajoblanco, crónica en rojo y negro? Lo que descubre es, ni más ni menos, cuáles eran las ilusiones de una generación de jóvenes que creía poder crear o vivir en un mundo diferente al cuartel militar creado por Franco, los militares, los falangistas, la Iglesia y todos sus aliados. Pero también las traiciones que sufrieron esos jóvenes. Y como muestra, tres fotografías, tres momentos en los que se detiene el documental: la celebración de las Jornadas Libertarias Internacionales en 1977, el oscuro atentado contra la sala de fiestas Scala de Barcelona, y los movimientos actuales contra los desahucios, la corrupción y el sistema. Ahí está el interés de este documental: explica la historia de una revista en un momento en que un sistema está muriendo y lo enlaza con el momento actual, donde lo nuevo quiere abrirse paso.
Es un mérito de este documental hablar de la historia de una revista y abrir, al mismo tiempo, la caja de Pandora
La Barcelona de esos años era una ciudad en ebullición. “La capital de la nueva España”, dice Ribas. Quizás por su alejamiento del poder central de la dictadura; quizás por su proximidad a la frontera francesa y por sus experiencias con el turismo de masas de los años 60 –aquellos jóvenes ricos y libres, esas chicas con biquini deambulando todos por las playas catalanas vigilados por curas y guardias civiles salidos del siglo XIX; o quizás por la temprana politización de muchas de sus élites y de sus jóvenes. La Barcelona de los años setenta era la ciudad en la que más eco y repercusión tuvieron los movimientos estudiantiles franceses, la chanson, la lucha por los derechos civiles, el pop, la contracultura y, en definitiva, las expresiones culturales y políticas de la juventud occidental. No está de más recordar que los Rolling Stones actuaron por primera vez en España en la plaza de toros Monumental de Barcelona en junio de 1976. Jóvenes cantando su “Simpatía por el Diablo” frente a Jagger y Richards, mientras la policía lanzaba botes de humo al interior de la plaza. Era el éxtasis de los presos.
Esa Barcelona encerrada en sí misma, como el resto de España, atemorizada y abandonada, explotó, a pesar de noches oscuras como la de la ejecución del joven militante del MIL Salvador Puig Antich. Y revistas como Ajoblanco, Star, El Víbora, El Papus, Sal Común o El Viejo Topo fueron expresiones de esa explosión, de ese volcán que quería que lo nuevo se abriera paso entre tanta miseria económica y cultural.
La primera de las fotografías, el primer momento histórico que muestra el documental de David Fernández de Castro es la de las Jornadas Libertarias Internacionales que se celebraron durante tres días en el Parque Güell, el salón Diana y diversos ateneos populares de Barcelona. Tres dias “Pel retrovament de la vella acràcia” (tres días de reencuentro con la vieja acracia), rezaba el cartel. Tres días en los que, como recuerda el cantautor Jaume Sisa, los asistentes andaban desnudos por el parque, hacían el amor entre los árboles como “si fuera el paraíso de Adán y Eva. Entre nubes de marihuana que hacían que todos nos quisiéramos”. También discutían en asamblea los males del marxismo y la necesidad de reorganizar el movimiento anarquista para crear un mundo mejor, mientras por el escenario pasaban gentes como José Zeca Afonso y su Grândola, Vila Morena, Luis Pastor, Sisa, Pau Riba, Chomsky, Ionesco, Berlanga y tantos otros. Ajoblanco, logicamente, estaba allí. Esa era su gente y ese era su espíritu. La revolución cultural.
Por el escenario pasaban gentes como José Zeca Afonso y su Grândola, Vila Morena, Luis Pastor, Sisa, Pau Riba, Chomsky, Ionesco, Berlanga y tantos otros
La segunda fotografía que describe el documental se detiene en un momento determinado y reflexiona: ¿Cómo acabó ese movimiento de jóvenes que reivindicaban el anarquismo, quizás de una forma un tanto ingenua, un tanto festiva, pero que asustó a muchos estamentos del poder? Ese momento fue el atentado que sufrió la sala de fiestas de Barcelona Scala en 1978 –en el que murieron cuatro trabajadores- después de una manifestación de la CNT. Ese día se terminó la fiesta, recuerda Pepe Ribas en el documental. “Seguramente se trató de terrorismo de Estado, de unos infiltrados de la policía con los chicos que tiraron los cócteles molotov al interior de la sala. Un episodio oscuro que nunca llegó a esclarecerse y que supuso el fin de la recomposición del mundo libertario que proponían muchos jóvenes y revistas como Ajoblanco. El miedo del poder".
Con el atentado de la sala de fiestas Scala se descabezó ese puente que los jóvenes ácratas querían tender hacia la tradición anarquista anterior a la dictadura. “Se acabó la fiesta”, recuerda Jaume Sisa en el documental, “los comunistas y los cristianos nos dieron por culo”. Pero hubo otros aspectos que truncaron ese movimiento libertario nacido en la calle: la desconexión entre los exiliados anarquistas, los viejos militantes de la CNT en el interior y los jóvenes libertarios: “Los viejos anarquistas que había en Barcelona eran muy conservadores. No aceptaban la vida en pareja sin matrimonio. Y lo de la marihuana, ni hablar… ”, recuerda en el documental el periodista Javier Valenzuela. Y la droga. También la droga. La entrada de la heroína y la cocaína hicieron su trabajo con esa generación.
El documental es el puente entre esos años en los que Ajoblanco vendía más de cien mil de ejemplares y los actuales, los años de la corrupción
Los famosos seny y rauxa (el sentido común y el impulso irreflexivo, más o menos) de los que tanto hablaba Josep Pla se manifestaron de forma clara en Catalunya en esos finales de los setenta: el seny lo representaba la Nova cançó o el mítico PSUC (el partido comunista catalán, más italiano que español) con su lucha por las libertades, la amnistia, el Estatut y la democracia. A su lado, la rauxa de esos jóvenes que andaban desnudos por el parc Güell, las letras galácticas de Sisa, la provocación de Pau Riba, los alaridos de la Banda Trapera del Río y de Oriol Tramvia, los paseos rambleros de Ocaña y Nazario, o las portadas y los contenidos de una revista como Ajoblanco.
La tercera fotografía que plantea el documental es el puente entre esos años -en los que Ajoblanco vendía más de cien mil ejemplares- y la actualidad, los años de la corrupción, de fin de ciclo, los años de los indignados y del 15-M. Por esa razón al final del documental aparece un cartel claro y conciso: “Je suis Charlie”.
Ajoblanco. Una sopa fría andaluza hecha con pan blanco, aceite de oliva, ajo, vinagre y una picada de almendras.
Ajoblanco. Una revista caliente con dos vidas: De 1974 a 1980, con mucho aceite y almendra. Y de 1987 a 1999, con mucho vinagre y ajo, luchando contra los vientos de los nuevos tiempos de Reagan, Thatcher y Gorbachov.
Dos vidas en una. La vida y las experiencias de una generación que gritaba y sigue gritando “Despertad, jóvenes de la nueva era”. Porque, al fin y al cabo, la lucha, la ilusión, la ingenua ilusión de las gentes de Ajoblanco sigue siendo la misma: no tener miedo. Luchar contra el miedo.
Ajoblanco, crónica en rojo y negro, de David Fernández de Castro, se proyecta en el festival DocumentaMadrid el sábado 2 y el lunes 4 de mayo. Y en el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) el 29 de mayo.
¡Despertad, jóvenes de la nueva era! Con esta llamada a la acción desplegaba sus alas blancas la revista Ajoblanco en la Barcelona de 1974. Su manifiesto fundacional hacía una llamada a los jóvenes para “desplegar su inteligencia contra los mercenarios ignorantes” y “combatir la cultura de...
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Jordi Barrachina
Es periodista y director de la serie documental de TVE Ochéntame, premio Ondas Internacional 2014
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