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Han pasado 30 años ya pero los seguidores rojiblancos que estuvieron en el Palacio de los Deportes el domingo 21 de abril de 1985 no han podido olvidar lo que se vivió en el entrañable recinto de la calle Goya de Madrid. Jugaba el Atlético de Madrid de balonmano el partido de vuelta de la final de la Copa de Europa ante la Metaloplastica Sabac, un equipo de la entonces Yugoslavia que reunía un fantástico plantel de jugadores, muchos de los cuales venían de ganar la medalla de oro un año antes en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y también se proclamarían campeones en el siguiente Mundial. La empresa se antojaba muy difícil, casi imposible. Había que remontar los siete goles que se traían de desventaja tras el partido de ida. Pero eso no fue óbice para que más de 10.000 personas llenaran las gradas creando un ambiente nunca visto con anterioridad en el balonmano español.
“La gente abucheaba, pitaba, pero luego nos aplaudieron, nos ovacionaron. Nunca en mi época en el Barcelona me encontré con un ambiente como el de aquella final. Fue uno de los mejores momentos que he vivido como profesional y que decidió que me tenía que ir a vivir a España”. Las palabras de Veselin Vujovic, uno de los jugadores más importantes de la historia de este deporte y que tres años después de aquel encuentro recalaría en el club catalán, pueden dar una idea de la increíble atmósfera que rodeó aquel encuentro, algo que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados los jugadores del Atleti que, como mucho, habían jugado ante unos 2.500 aficionados en el mítico y entrañable Magariños, su cancha habitual.
Con motivo de la efeméride, la asociación de seguidores colchoneros Los 50 decidió reunir hace unos días a los componentes de aquel equipo rojiblanco que protagonizó la gesta de convertirse en el primer club español que disputó el título de la competición continental más importante. En aquella plantilla, dirigida por Juan de Dios Román, emblema de la sección en sus mejores años, formaban Lorenzo Rico, Claudio Gómez y Ángel Cobo como porteros; López León, Cecilio Alonso, Javier Reino, Chechu Fernández, Manuel Novales, el danés Stroem, Fernando García, Agustín Milián, Paco Parrilla, Orencio Alhambra, Juanón De la Puente, Jesús Gómez y los hermanos Quique y Luisón García. Una mezcla de juventud y veteranía que culminó con aquella final el gran trabajo que se venía realizando en las temporadas anteriores.
El Atleti era el gran dominador del balonmano nacional en esos años. Aún se mantiene vigente la increíble marca de 69 partidos invictos
Y es que el Atleti era el gran dominador del balonmano nacional en esos años. No en vano, logró cinco de las siete ligas disputadas entre 1978 y 1985 y tres Copas del Rey, las de 1979, 1981 y 1982. Aún se mantiene vigente la increíble marca conseguida en aquella etapa de 69 partidos invictos (67 victorias y dos empates) o, lo que es lo mismo, dos temporadas y media sin perder un partido en la liga española, aunque el FC Barcelona puede superar próximamente esa marca ya que lleva actualmente 58 partidos sin conocer la derrota en la Asobal.
“La temporada anterior me di cuenta de que ese equipo podía llegar lejos en Europa”, explica Juan de Dios Román. “Cuando jugamos con los alemanes del Gummerbasch vi que ya teníamos cuajo, que estábamos preparados para grandes retos”. Y con esa mentalidad inició el equipo su andadura en la Copa de Europa 84-85. En primera ronda se midieron a los israelíes del Hapoel Rehovot , a los que superaron sin demasiados problemas por un global de 38-24. Nada que ver con lo que esperaba en octavos de final, los alemanes del Magdeburgo, que habían sido campeones unos años antes. Además, aún no podía jugar uno de los hombres importantes de la plantilla colchonera, el pivote Juanón de la Puente, ya que arrastraba desde los Juegos Olímpicos una sanción que no expiraría hasta el 1 de enero de 1985. En la ida, disputada en un abarrotado Magariños, el Atleti jugó probablemente el mejor partido de la competición y se impuso por un sorprendente 28-16, con 14 goles de un espectacular Cecilio Alonso. En la vuelta hubo que sufrir, ya que los germanos llegaron a ir ganando de once en algún momento. Y eso que Lorenzo Rico paró seis penaltis, pero al final se perdió por diez goles, logrando el pase a cuartos. En esa ronda los rojiblancos se midieron con el Gladxase Soborg de Dinamarca, curiosamente, el equipo de donde procedía Stroem, el único extranjero que había en el Atleti. Los colchoneros se mostraron muy superiores y se impusieron por un contundente 48-23. Fue una tregua entre “guerras”.
Porque si ya había sido duro eliminar al Magdeburgo mucho más iba a ser dejar fuera al rival que cayó en suerte en las semifinales, el Dukla de Praga, nada menos que el vigente campeón del torneo. El primer partido se tenía que jugar en Madrid y la Federación Internacional, que hasta entonces había permitido que los partidos europeos se jugaran en el Magariños a pesar de que la pista no cumplía con las medidas reglamentarias de 40 por 20 metros, obligó al club a buscar otra cancha. Se eligió el pabellón Los Cantos de Alcorcón. A pesar de salir de su hábitat natural, el equipo mostró sus credenciales ganando el partido por 16-14, aunque la corta ventaja hacía pensar que la vuelta sería muy dura.
El equipo salió atenazado en la primera parte y en el descanso la situación era muy preocupante ya que se perdía por 10-4. En ataque faltaban ideas y acierto y sólo se habían podido marcar cuatro tantos. Pero Juan de Dios mentalizó a sus hombres en el intermedio y en la segunda mitad cambió el panorama a pesar de que siempre se estuvo al límite. En el ecuador del segundo periodo el Dukla ganaba por 16-9 pero dos penaltis parados por el joven Claudio ayudaron a conseguir un parcial en los últimos minutos de 2-8, desembocando en una mínima derrota por 18-17 que daba el pase a la gran final a los colchoneros. Para el recuerdo queda aquella imagen de Cecilio y Reino dando saltos de alegría formando la barrera con el reloj, ya a cero, ante el último lanzamiento de los checos.
Y se llegó a la gran final ante los ‘Harlem Globetrotters’ del balonmano, como les definió el periodista Luis Miguel López. La Metaloplastica había perdido el título del año anterior por penaltis ante el Dukla y estaba decidida a que esta vez no se le escapara. La ida se jugó en la cancha serbia el sábado 13 de abril y en la primera parte el Atleti mantuvo el tipo. Hubo un momento importante con un gol anulado a Reino que hubiera sido el empate a 7 y que propició un contragolpe local que supuso el 8-6. Un tanto más de los balcánicos hizo que al descanso se llegara con ventaja local por 9-6. Pero la situación se iba a complicar en la segunda parte, donde el Atleti encontró muchas dificultades para anotar, tantas que estuvo 14 minutos sin marcar. La férrea defensa local unida a una discutible actuación de los colegiados, que marcaban continuos pasivos a los rojiblancos y que llegaron a pitar seis penaltis en contra de los de Juan de Dios por ninguno a favor, hizo que el equipo yugoslavo aumentara su ventaja en el marcador. Y gracias a que Lorenzo Rico completó una de las mejores actuaciones que se le recuerdan y que en defensa se mantuvo el tipo, se llegó al final del partido con una desventaja de siete goles, 19-12, que pudo ser aún peor.
“En aquel encuentro nos salvó la defensa”, recuerda Rico. “Habría que poner el vídeo de ese día a la gente joven como ejemplo de cómo defender bien. La verdad es que en toda mi carrera nunca he tenido una defensa mejor que la de aquel equipo. Eran unas ayudas constantes, un estar pendiente el uno del otro… Parecía que ninguno podía fallar porque le estabas fallando al equipo. Había un compañerismo fuera que se reflejaba dentro de la pista”.
De Lorenzo, uno de los mejores guardametas de la historia de este deporte, que llegó a ser internacional con España en 245 partidos, guarda una divertida anécdota con el doctor Concejero, el médico de aquel equipo, que le define como el “más inteligente que haya conocido sobre una pista”. “Tenía el partido en la cabeza. Una vez, en un partido importante contra el Barcelona –recuerda Concejero- recibió un golpe y se quedó tendido en el suelo. Me acerqué a ver qué le pasaba. Le pregunté y me contestó: ‘Tranquilo, doctor, que sólo quiero que salga por la tele”. Por cierto, el guardameta tuvo un problema de anginas en los días previos al partido de vuelta que casi le impide jugar y de hecho lo hizo mermado ya que se levantó de la cama para jugar el encuentro con 38 de fiebre.
El espectacular ambiente que se creó en el Palacio no sirvió para conseguir la remontada. Más que asustar al rival, agarrotó a los rojiblancos, que no tuvieron ninguna oportunidad
Lograr la remontada en el partido de vuelta parecía una misión heroica, casi imposible. Ante la avalancha de petición de entradas y la importancia del evento, se decidió disputar el partido en el Palacio de los Deportes, lo cual también provocó algún problema, como recuerda Juan de Dios. “Hubo que traer una pista de Barcelona y se instaló poco antes del partido. Sólo pudimos entrenar una hora sobre ella, y encima en ese rato se lesionó Claudio” (el portero suplente se dislocó un dedo). Lo cierto es que el espectacular ambiente que se creó en el recinto no sirvió para conseguir la remontada. Más que asustar a los Basic, Vujovic, Isakovic, Ignatovic, Vukovic, Mrkonja y compañía, la atmósfera del Palacio agarrotó a los atléticos, que pusieron mucho corazón pero que no tuvieron ninguna oportunidad. El partido se mantuvo igualado hasta la mitad del primer tiempo. A partir de ahí, la Metaloplastica fue muy superior, impidiendo que los rojiblancos lucharan al menos por ganar el segundo partido. En el descanso se iba perdiendo por 9-15 y, aunque hubo un amago de reacción en el segundo periodo con un parcial de 4-1, al final se acabó perdiendo por un contundente 20-30.
Varios de los componentes de aquel equipo reconocen que la presión de la gente, aquella demostración de apoyo inaudita en este deporte a nivel nacional, les sobrepasó, como reconoció el propio Claudio: “Yo jugué aquel partido agarrotado. Era muy joven y me pudo la presión de vivir aquello”. Cecilio Alonso afirma: “El vestuario estaba debajo de la pista y cuando subimos por las escaleras y vimos tanta gente en las gradas, todo lleno de banderas y un ruido ensordecedor de ‘Atleti, Atleti’… Fue increíble, no estábamos acostumbrados a eso. Nos causó un impacto impresionante”.
Juan de Dios añade otro factor que pudo jugar en contra en aquella final: “Creo que al equipo le faltó algo de hambre. Al vernos en la final pensamos que habíamos logrado un imposible. La realidad es que el equipo rival era tan, tan, tan superior, y después se generó un clima al cual no se estaba acostumbrado de mucha presión ambiental, que no es de extrañar que aquel equipo no tuviera las condiciones psicológicas idóneas para unas circunstancias de ese tipo”.
El técnico, que define como “dramático” que haya desaparecido el nombre del Atlético de Madrid del balonmano español -y reconoce con un punto de dolor: “Siempre nos sentimos un poco abandonados desde el club”-, recuerda que “la gran virtud de aquel equipo era su juego defensivo”. “Como consecuencia, teníamos un gran contraataque, además de ser físicamente siempre muy fuertes. Y era un equipo muy fácil de llevar porque muchos de ellos llevaban juntos casi desde niños. Eran muy amigos, estaban muy identificados. Me aguantaban, que ya era bastante porque les apretaba muchísimo, pero luego yo era como uno más. Y esa unión, esa vida fuera de la cancha estando compactos de forma permanente, les hacía mucho más fuertes”.
“Con el paso del tiempo es cuando nos hemos ido dando cuenta de lo que se hizo”, reconoce Lorenzo Rico. “Pero no sólo por llegar a la final sino por toda la campaña que hicimos, eliminando a dos excampeones de Europa. Desde luego, nosotros tenemos claro que llegar a la final del 95 fue un hito y la sentimos como haber conseguido una gesta”.
El mejor resumen de aquella competición y de lo que vivió este grupo de jugadores y técnicos en la final lo ofrece el gran Cecilio Alons: “Fue de las cosas más bonitas que nos han pasado en la vida. No le pudimos dar el premio a la gente de ganar la Copa pero fue una derrota con sabor a victoria”.
Han pasado 30 años ya pero los seguidores rojiblancos que estuvieron en el Palacio de los Deportes el domingo 21 de abril de 1985 no han podido olvidar lo que se vivió en el entrañable recinto de la calle Goya de Madrid. Jugaba el Atlético de Madrid de balonmano el partido de vuelta de la final de la Copa de...
Autor >
Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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