Los viejos intelectuales alemanes exigen responsabilidad a Merkel
Habermas, Beck y Offe azotan la insolidaridad de la canciller y su tendencia a colocar la economía nacional por encima de los intereses europeos
Salvador Martínez Berlín , 30/04/2015
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Pese a que en la Unión Europea las decisiones clave las toman sus 28 miembros, suele considerarse a Alemania el primer responsable del conjunto de dolorosas medidas adoptadas frente a la crisis económica, el austericidio. En la locomotora europea también hay intelectuales que piensan así, aunque en suelo teutón no pocos consideran estas acusaciones injustas, porque, según alegan los defensores de Angela Merkel, Berlín nunca ha querido tomar iniciativas para el resto de Europa. De ahí que algunos comentaristas internacionales hayan puesto a Alemania apodos como “imperio accidental”, “líder inseguro” o “potencia hegemónica reticente”. Ahora bien, algo responsables han de sentirse quienes ocupan las altas instancias políticas germanas. Porque de un tiempo a esta parte se viene invocando una nueva concepción del liderazgo alemán.
Die Verantwortung, “la responsabilidad”. Esa puede que sea una de las palabras que más se emplean hoy en los ministerios alemanes, sobre todo en aquellos dedicados a cuestiones internacionales. “En la clase política todos están muy centrados en el concepto de responsabilidad, están insistiendo mucho en que, junto al liderazgo, viene asociada la responsabilidad”, dice Nicolai von Ondarza, experto en asuntos europeos del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán). “Ese discurso se escucha mucho en todas partes a nivel gubernamental, pero especialmente en el Ministerio de Asuntos Exteriores”, añade.
Pese a lo mucho que suena ahora, esa idea es una realidad reciente. Sólo el año pasado, gracias en buena medida al debate lanzado por el presidente alemán Joachim Gauck, empezó a escucharse con fuerza en Alemania que el país tenía que aportar más al orden europeo e internacional. Alemania “debe hacer una mayor contribución y tiene que hacerlo antes y de forma más decisiva”, decía en enero del año pasado el jefe de Estado alemán. Gauck hizo esas declaraciones aludiendo al sistema de seguridad internacional, pero son aplicables a otros ámbitos, como el actual contexto europeo.
Según Von Ondarza, "Alemania está empezando a asumir que no se puede actuar en Europa únicamente en función de los intereses nacionales, sino que se ha de mirar por los intereses de la UE”. Esto le hubiera gustado ver al sociólogo Ulrich Beck, fallecido a principios de año. Su libro Una Europa Alemana (Ed. Paidós, 2012) ofrecía, precisamente, una crítica a una Angela Merkel indecisa frente al proyecto de integración continental, y a la vez muy dispuesta a aprovecharse de la crisis económica. Ésta constituyó, en palabras de Beck, “una oportunidad histórica para sacar provecho domésticamente y a nivel internacional”.
Otro veterano intelectual, Jürgen Habermas, también ha criticado ostensiblemente que Merkel haya estado más pendiente de “permanecer en el poder” que de otra cosa en plena crisis. Por la inacción germana frente a los problemas de fondo que presenta la construcción europea, Habermas señalaba no hace mucho en un artículo publicado en Der Spiegel que “Alemania está dormitando sobre un volcán”. En uno de sus últimos libros, una recopilación de textos dedicada a Europa, titulada Im Sog der Technokratie. Kleine politische Schriften (Ed. Suhrkamp, 2015), se recogen buena parte de sus críticas al fallido proyecto de unificación continental. Habermas denuncia un liderazgo germano bajo el cual se ha fomentado la pérdida de solidaridad entre los miembros de la Unión.
Habermas ha criticado que Merkel haya estado más pendiente de “permanecer en el poder” que de otra cosa: “Alemania está dormitando sobre un volcán”, ha escrito
El filósofo considera que el sistema de salvamento a las economías más afligidas de la zona euro –incluida la de España-– ha llevado implícito un condicionamiento de las políticas nacionales impuesto por la “tecnocracia”. Según Habermas, sobran tecnócratas y falta una “profundización de la democratización” de las instituciones europeas.
En palabras de Fritz Scharpf, sociólogo e investigador del Instituto Max-Planck, “los principales empujones” de esa condicionalidad se han producido a través “reglas de austeridad fiscal extremadamente duras y rígidas” y de “reformas estructurales destinadas a desregular y liberalizar el mercado de trabajo y de los servicios”.
Según el también sociólogo Claus Offe, profesor en la prestigiosa Hertie School of Governance de Berlín, la Unión Europea ha evidenciado, una vez llegada la crisis, que el proyecto ha estado sometido a una “integración negativa”, en la que facilitar intercambios económicos resultaba prioritario y no se pensaba en una verdadera unión política del 'Viejo Continente'. Ésta se ha tenido que forjar en plena crisis. En su reciente volumen dedicado a la UE, Europa in der Falle (Ed. Suhrkamp, 2015), Offe escribe que el plan de la Comisión Europea para fomentar la inversión es un primer ejemplo de “integración positiva”.
Según Offe, el proyecto europeo se ha sometido a una “integración negativa” y se ha olvidado de forjar la unión política
Por pertinentes que resulten las observaciones de veteranos intelectuales como Beck, Habermas, Scharpf u Offe, el recorrido de su crítica, en Alemania, ha sido más bien corto. Al menos no han llegado a las instancias del poder, desde donde se está replanteando el liderazgo germano en función de criterios que poco tienen que ver con complicadas observaciones intelectuales. “Esas críticas no han tenido impacto alguno en la política europea de Alemania ni en los responsables de esa política”, dice Stefan Kornelius, jefe de Internacional del diario progresista alemán Süddeutsche Zeitung. “Los parámetros de la política exterior de este país han cambiando en los últimos años radicalmente”, por eso “cuanto hayan escrito estos intelectuales no se puede ajustar a la velocidad de lo que está pasando”, añade.
Von Ondarza, el experto en cuestiones europeas del SWP, expone esos cambios de esta forma: “En Alemania, la clase política siempre ha tratado de ser co-líder en Europa, con Francia u otros miembros pero, durante la crisis del euro, Alemania se ha hecho tan importante que las grandes medidas sobre el futuro de la eurozona salieron de Berlín”. Esto “ha significado que el país y su clase política han tenido que enfrentarse a esa realidad que consiste en ser líder de facto de la UE, y se han visto obligados a encontrar un equilibrio entre los intereses nacionales y los de Europa”.
La sensación que deja hablar con expertos como éste es que Alemania ha ido construyendo su política europea sobre la marcha, adaptándose lentamente y sin guión a la nueva realidad continental. Y que, si bien Habermas y compañía han planteado en sus críticas qué ha de ser Europa -un lugar donde, según Beck, ha de promoverse “la conciencia europea”-- lo cierto es que el Gobierno teutón carece de planes para la integración del 'Viejo Continente'.
“En el Gobierno no se puede encontrar a nadie que tenga en mente grandes planteamientos sobre Europa”, señala Kornelius. “Y Merkel nunca se ha prestado a dar grandes discursos sobre Europa”, concluye el autor del libro dedicado a la política exterior alemana Angela Merkel: Die Kanzlerin und ihre Welt (Ed. Hoffmann und Campe, 2013). En este contexto, casi cabría felicitarse porque en Alemania, a todas luces el país más influyente en el destino de Europa, se hable de “responsabilidad” en el liderazgo europeo. Por fin.
Pese a que en la Unión Europea las decisiones clave las toman sus 28 miembros, suele considerarse a Alemania el primer responsable del conjunto de dolorosas medidas adoptadas frente a la crisis económica, el austericidio. En la locomotora europea también hay intelectuales que piensan así, aunque en suelo teutón...
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