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Reportaje

Las urnas más inciertas

Barbara Celis 30/04/2015

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Oficialmente, y según dice el primer ministro británico, David Cameron, los números macroeconómicos, esos que siempre preocupan a los contables de gobiernos y grandes instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), son magníficos. Los tories, en coalición con los liberaldemócratas de Nick Clegg, sacaron a su país de la recesión en 2012, lo pusieron en una frondosa senda de crecimiento con ritmos de hasta el 2,6% anual, redujeron el déficit estructural, que se disparó durante la crisis financiera y fueron incluso capaces de reducir el paro hasta obtener las cifras más bajas de la historia del Reino Unido, el 6%, además de crear 1,8 millones de empleos.

Pero hay otra manera de mirar hacia esos números y es a través de la lente de la realidad, ésa que se le suele escapar a quienes se sientan en la burbuja impenetrable del gobierno y que hoy amenaza, de cara a las elecciones del próximo 7 de mayo, la supervivencia de la coalición conservadora. En España Zapatero se equivocó al contestar a la pregunta del precio del café, pero en el Reino Unido a David Cameron se le atragantó una mucho más dura durante una entrevista reciente en televisión: ¿Cuántos bancos de alimentos hay hoy en el Reino Unido en comparación con los que había en 2010? “Entonces había 66 y ahora son 429” - más de un millón de personas han recurrido a ellos durante el último año-.

Cameron no fue capaz de contestar, tuvo que hacerlo quien le hizo la pregunta, el tenaz periodista Jeremy Paxman, quien también le puso contra las cuerdas al preguntarle si podría vivir con un contrato de ‘cero-horas’. El contrato-modelo de moda en el Reino Unido es el sueño húmedo de cualquier empresario: no compromete a un mínimo de horas de trabajo, no cubre ningún tipo de beneficio social pero obliga al trabajador a estar siempre disponible. “No”, admitió entre dientes Cameron, “no podría”.

Lo más probable es que los casi dos millones de personas que trabajan bajo ese marco legal tampoco puedan. Para mantener a una familia de cuatro personas se considera que es necesario que los dos adultos ganen un mínimo de 20.000 libras al año, y si es un individuo sin hijos 17.000 al año, según el Minimum Income Standard. Pero ni siquiera el tener garantizado un trabajo sirve hoy para salvarse de ser pobre. Según el New Policy Institute, en este país de 65 millones de habitantes, 13 millones viven en la pobreza. Y lo más grave, la mitad de ellos, casi ocho millones, son familias en las que al menos un miembro trabaja, algo que nunca había ocurrido en la historia del Reino Unido, tener trabajo y ser pobre. Más de cinco millones de individuos con empleos mal pagados que no llegan a fin de mes. Sus hijos, cerca de 2,3 millones de niños, viven en la pobreza relativa: en sus hogares los ingresos son un 60% más bajos que la media nacional, como mínimo. Por si esto no bastara, el ‘milagro económico’ de Cameron se aliña con una bajada de los salarios del 9% respecto a las cifras de hace una década. 

En este país de 65 millones de habitantes, 13 millones viven en la pobreza. La mitad de ellos, casi ocho millones, son familias en las que al menos un miembro trabaja.

“La receta conservadora para enfrentarse a la crisis de 2008 con su recorte drástico del gasto social para contener el déficit y sus políticas de austeridad ha sido un mazazo para las clases trabajadoras y ha servido para que el 1% de la sociedad multiplique sus ingresos mientras el 99% restante perdemos derechos laborales, beneficios sociales, salarios y gran parte de las conquistas que trajo el estado de bienestar construido tras la Segunda Guerra Mundial", afirma Owen Jones, el joven gurú de la nueva izquierda británica. Nunca la brecha entre ricos y pobres había sido tan alta en democracia.

"Tanto conservadores como laboristas prometen seguir apostando por la austeridad si ganan estas elecciones pero entre las propuestas de ambos partidos hay una diferencia 50.000 millones de libras. Esa cifra es la que los tories recortarán en gasto social, la mitad del presupuesto anual para mantener la sanidad pública. Ya sólo por eso merece la pena votar laborista”, añade Jones. La izquierda británica trata de renacer dejando atrás el nuevo laborismo de Tony Blair, “pura casta”, e invitando a unirse a los múltiples colectivos independientes nacidos a raíz de la crisis para que el laborismo dé un auténtico giro a la izquierda.

“Yo además pido el voto para los laboristas porque entiendo que es mucho mejor discutir con un gobierno laborista que pelear contra uno tory. Si los grupos de activistas en los que hoy se organiza parte de la sociedad saben hacer bien sus campañas de presión, se pueden conseguir muchas más cosas si tenemos a Ed Miliband en el poder que a Cameron” zanja Jones.

“No sé si realmente darán ese giro a la izquierda pero tener un gobierno laborista es lo menos malo que nos puede ocurrir porque la gente en este país lo está pasando francamente mal”. Lo dice Richard Newman, un londinense afortunado porque tiene trabajo como corrector en una editorial y no ha sufrido los recortes de Cameron. “Pero lo he visto a mi alrededor. Ha sido brutal. Ed Miliband no sé si me convence pero es necesario recuperar la igualdad social. En las últimas elecciones no voté pero esta vez es demasiado irresponsable no hacerlo”, clama un hombre para el que la prioridad, como para la mayoría de los británicos, según las encuestas, es que no le toquen la sanidad pública, el célebre NHS que convirtió a Gran Bretaña en la envidia de Europa en los años sesenta.

El tema de la inmigración, o la salida de la Unión Europea no está entre sus prioridades, por mucho que la prensa continúe azuzándolos. Eso sí, Cameron se ha comprometido a organizar un referéndum sobre la permanencia en la UE si gana, aunque el tema Europa está muy abajo en la lista de preocupaciones de los británicos.

Para los jóvenes, por ejemplo, lo más importante es que les bajen el precio de las tarifas universitarias, las mismas que Nick Clegg les prometió no tocar en 2010. Aquella promesa hizo que entonces muchos estudiantes se inclinaran por su partido, que consiguió el 23% de los votos (57 diputados). Así formaron la coalición de gobierno con los conservadores y él se convirtió en flamante viceprimer ministro. Meses después votaba a favor de una ley que triplicaba el precio de los estudios universitarios. Hoy las encuestas apenas le conceden el 8% de la intención de voto y hasta su escaño peligra. Sería tan simbólico que Clegg lo perdiera que los laboristas trataron de convencer al popular Owen Jones para que se presentara contra él en Sheffield (nació allí) pero éste lo rechazó. “No me interesa ser diputado, la idea no me atrae. A mí lo que me gusta es difundir buenas ideas” afirma. No obstante, el laborista Oliver Coppard le pisa los talones en las encuestas a Clegg en una circunscripción que siempre votó a la derecha.

Para Jake Sibbick, que se enfrenta a las primeras elecciones de su vida, la decisión es dudosa. “Aún no estoy seguro de a quién votaré pero me inclino por los laboristas aunque no creo que Cameron sea muy diferente a Miliband pero para los estudiantes siempre es mejor un gobierno laborista. Además también se han comprometido a reducir la duración de los contratos de cero horas. Yo tuve uno. Era horrible. Te hace sentir muy inseguro. Tu vida está siempre en el aire” cuenta frente a la biblioteca en la que prepara sus últimos exámenes antes de ingresar en la universidad.

"Yo he tenido un contrato de cero horas. Era horrible. Te hace sentir muy inseguro. Tu vida está siempre en el aire” cuenta Jake Sibbick, que se enfrenta a las primeras elecciones de su vida.

Tanto él como su amiga Alara Buke dicen sentir preocupación por el cambio climático y la ecología pero se ríen con malicia si se les pregunta por el partido de los Verdes. “No son serios, la economía es mucho más importante” argumentan. Ambos estudiarán económicas. Sin embargo, quienes apoyan a ese partido, lo hacen precisamente porque piensan que las decisiones económicas y fiscales necesitan pintarse de verde. Liderados por Natalie Bennett los verdes arrancaron la campaña con un gran tirón popular y han conseguido 70.000 afiliados cuando apenas tenían unos pocos miles, pero el actual sistema electoral mayoritario, del que todos los partidos pequeños se quejan, sólo les permitirá ganar como máximo tres escaños, aunque consigan el 9% de los votos.

Defienden imponer una tasa Tobin sobre las transacciones financieras, crear un millón de empleos verdes y subir el salario mínimo a 10 libras la hora. “Tendremos que reducir drásticamente el 90% de las emisiones de CO2 de aquí a 2030. Somos el único partido que ha puesto el cambio climático en la agenda política” clama Bennett.

“Debería ser una prioridad política y económica pero ningún partido excepto los verdes parece tomarse en serio la gravedad del cambio climático. Y no tiene ninguna pinta de cambiar a corto plazo. El debate sobre el medio ambiente siempre se atranca en los números cuando lo importante es actuar. Pero supongo que hasta que Estados Unidos y China no se lo tomen más en serio poco va a cambiar”. Lo asegura Ben Shaw, director del Policy Studies Institute de la Universidad de Westminster, donde se han realizado diversas investigaciones sobre la influencia de los lobbies energéticos en la política británica. “Es real, existe” confirma.

Respecto a los votantes tories, ni siquiera ellos tienen claro que quieran repetir. Mary Browne, una empleada del NHS que en las anteriores elecciones votó convencida a Cameron y vive en el barrio acomodado de Chiswick, hoy aún no sabe qué hará. “Los tories han gobernado para las élites pero Miliband no me parece un buen líder. Nunca he estado tan indecisa” confiesa esta señora de unos sesenta años.

Esa sensación de ‘ni fu ni fa’ hacia los dirigentes de los dos principales partidos del país es muy generalizada y se refleja con claridad en las encuestas. Hacen falta 326 diputados para que algún partido consiga la mayoría de gobierno. Y pese a que su sistema electoral, basado en la fórmula mayoritaria y en la candidatura unipersonal, favorece estrepitosamente al sistema bipartidista que durante el pasado siglo se alternó en el poder, las encuestas hablan claro: tories y laboristas aparecen empatados con un 33% y necesitarán socios para gobernar.

No se percibe entusiasmo entre los votantes de uno u otro lado mientras que los independentistas escoceses, tras la inyección de energía que supuso la campaña por el referéndum, donde consiguieron hacer partícipes a toda la sociedad, hoy es el partido que más entusiasmo genera, al menos en Escocia, donde las proyecciones le dan casi la totalidad de los 59 escaños que allí se disputan (en la actualidad sólo tenían seis). Eso les puede convertir en el partido bisagra junto al que los laboristas podrían gobernar, algo que su líder, Nicola Sturgeon, ha sugerido con bastante claridad tras prometer que jamás se aliaría con los tories. Es más, todos los expertos apuntan a que otro gobierno conservador les llevaría a independizarse de la Unión.

A Cameron, que ya ha anunciado que éste sería su último mandato si gana, le quedaría la opción de aliarse, al menos puntualmente, con varios partidos a la vez, entre ellos los euroescépticos y ultraderechistas del UKIP, que han hecho de la demonización de los inmigrantes su principal bandera. “Si yo votara, que nunca lo he hecho, les votaría a ellos” afirma Damian Smith, carnicero en la cuarentena sin familia. “Este país está muy desordenado y ellos prometen orden. Hay demasiados inmigrantes que nos quitan trabajo. Es demasiado”. Esa es la idea que transmite el líder del UKIP, Nigel Farage, y por eso encuentra su apoyo en cierta parte de la clase trabajadora, a pesar de que sus propuestas fiscales y sociales sólo favorecerían a las élites.

No obstante, pese al entusiasmo que desataron durante las elecciones al Parlamento Europeo, donde consiguieron 23 diputados –más que ningún otro partido británico-- frente a las generales parecen haberse deshinchado y las encuestas apenas les conceden dos diputados. Aún así sería un hito ya que nunca han llegado a la Cámara de los Comunes.

“Al UKIP además le ayuda mucho la prensa conservadora, que es casi toda en Gran Bretaña” explica Steven Barnett, profesor de comunicación de la University of Westminster y una de las principales autoridades de su país en cuestiones de ética periodística. “En el Reino Unido tenemos un problema gravísimo y es la connivencia entre conservadores y propietarios de medios. El auge del UKIP favorece a los conservadores, porque les hace parecer menos extremistas, juega en su favor. La prensa es el brazo propagandístico de los tories, sobre todo en elecciones” explica este profesor.

“Aquí los medios no son objetivos, nunca lo han sido. Ahora se dedican a machacar y ridiculizar a Ed Miliband pero era lo esperable. Él en cambio ha sido inteligente: aparecer en el programa del cómico y activista Russell Brand, en Youtube, donde tiene un millón de seguidores, en su mayoría jóvenes, nos demuestra cómo están cambiando las reglas del juego, aunque creo que se exagera cuando se habla de la influencia de las redes sociales. Yo creo que la prensa ha perdido poder sobre todo porque la mayoría de la gente ya no se ve reflejada en ella y porque ya no se compran periódicos como antes. Facebook, Twitter… cuentan, pero no demasiado”.

Respecto a quién ocupará el 10 de Downing Street a partir del 7 de mayo, Bennett no se atreve a hacer predicciones: “Sin duda son las elecciones más inciertas que hemos vivido en muchos años”.

 

 

 

Oficialmente, y según dice el primer ministro británico, David Cameron, los números macroeconómicos, esos que siempre preocupan a los contables de gobiernos y grandes instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), son magníficos. Los tories, en coalición con los liberaldemócratas de Nick...

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Autor >

Barbara Celis

Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..

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