El boxeo en tierra hostil
Silvia Cruz 7/05/2015
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De la pobreza al lujo, de la calle a una mansión y de paria a congresista. Esa es la evolución vital que ha hecho que escritores, periodistas y cineastas se interesen por la vida de Manny Pacquiao, el púgil filipino que el 2 de mayo perdió ante el estadounidense Floyd Mayweather el título mundial de peso wélter. Pac-Man, como se le conoce en el mundillo, no es el único al que el boxeo ha sacado de la miseria, pero no todos pueden aspirar a bolsas de 250 millones de dólares como la que se ha repartido en Las Vegas con su rival. Sadaf es un ejemplo. Para ella el ring fue una alternativa, una no tan excepcional en entornos adversos. Siendo niña, huyó de Afganistán y del régimen talibán con su familia. Se refugiaron en Irán y cuando regresó a su país se enfundó los guantes y se convirtió en la mejor boxeadora de un país que adora el pugilato. “Es la historia de alguien que lucha contra su destino, que aprende a salir adelante en un ambiente absolutamente hostil”, cuentan Juan Antonio Moreno y Silvia Venegas, directores de Boxing for Freedom, documental que narra la vida de Sadaf, merecedor de una Biznaga de Plata en el último Festival de Cine de Málaga y que se podrá ver los días 7 y 8 de mayo en DocumentaMadrid.
Moreno y Venegas aseguran que al acabar el rodaje su forma de ver este deporte había cambiado. “A Sadaf le dio serenidad, le enseñó a planificarse. Y a resistir”, cuenta Venegas. Para su compañero, no hay duda de que el cuadrilátero ha mejorado la vida de esta chica, la de su hermana y las de las treinta mujeres a las que atrajeron hasta el equipo femenino de boxeo. “Y se han convertido en un ejemplo para las jóvenes de su país”, apunta Moreno, afirmación que en la cinta formula alguien que sabe bien lo que es ser mujer en Afganistán: la exdiputada y activista Malalai Joia.
Combatir la adversidad
Combatir la hostilidad extrema con los puños no es extraño. Lo saben y lo practican en BoxGirls, una ONG que trabaja en Kenia
Lo de combatir la hostilidad extrema con los puños no es extraño. Lo saben y lo practican en BoxGirls, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja en Kenia para que las niñas sepan defenderse en un país donde un tercio de las mujeres sufre alguna agresión sexual antes de cumplir los 18, según un informe del Gobierno keniata y la ONU. Demoler los estereotipos de género es, según sus principios, el objetivo de una entidad dirigida por la emprendedora social Heather Cameron.
Hay más casos. A principios de marzo, algunas escuelas de Pakistán recibieron la visita de Chano Planas, entrenador de la Federación Gallega de Boxeo, que viajó para promover la práctica del pugilismo, sobre todo entre las niñas. Él, que en Galicia es responsable de un programa de reinserción en las cárceles a través de este deporte, está convencido de que el boxeo es integrador, da confianza y puede contribuir a hacerle la vida más fácil a muchas pakistaníes.
Pero no todo el mundo lo ve del mismo modo. Siguiendo con las prisiones, este mes de abril la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSI-F) ha pedido a la Generalitat de Cataluña que anule las clases de boxeo que se imparten en la cárcel de Puig de les Basses en Figueres. Consideran que no hay nada que aprender de una práctica “que puede fomentar actitudes violentas entre los internos contra cualquier trabajador del centro, especialmente entre los funcionarios de vigilancia encargados de su custodia.”
Los que se suben al cuadrilátero, ya sea como amateurs o como profesionales, no están de acuerdo en que el boxeo fomente la violencia. Frank Urquiaga, boxeador barcelonés de 28 años, es uno de ellos. Acaba de dar el salto a profesional, no se metió en esto para salir de ningún agujero, entrena cada día, trabaja tres a la semana como monitor en un gimnasio y estudia Magisterio porque es conocedor de que la carrera de un deportista es corta. Sabe que en su mundo hay gente que da mala imagen a lo que él considera su profesión y cuando se le pregunta qué hay de cierto en esa imagen, tira de comparación: “Si un par (de personas) amaña partidos de fútbol, yo no voy diciendo que todos están amañados. Tampoco digo que los futbolistas son delincuentes porque un día hacen una mala entrada y lesionan a un compañero. El boxeo es competición, igual que cualquier otro deporte”, resume Urquiaga, para quien el cine y la prensa han contribuido “a potenciar los aspectos negativos del negocio”.
Mala prensa
"Calma" y "concentración" son las dos palabras que se repiten entre los que luchan. "Disciplina" es la tercera. Y las tres se palpan en el gimnasio donde entrena Urquiaga
Frank Urquiaga, cuyo apodo es La Ley, fue campeón de España amateur en peso ligero. Entre los beneficios que le ha procurado el pugilismo aparece una palabra que también emplea Sadaf: calma. Desde fuera el término sorprende, pero “calma” y “concentración” son las dos palabras que se repiten entre los que luchan. “Disciplina” es la tercera. Y las tres se palpan en el gimnasio donde entrena Urquiaga. Es el de la promotora Gallego Prada, que tiene entre sus fichajes a campeones de Europa en varias categorías. Allí, en el barrio de la Torrassa de Hospitalet de Llobregat, no hay gritos, ni más ruido que el de alguien golpeando un saco o la voz de un entrenador dando instrucciones. No hay estridencias, quizás porque no hay público. “El que piense que esto va de hacerse daño o de odiarse se equivoca. Es técnica, fuerza, habilidad”, explica Frank Urquiaga. Unos días antes, el nuevo campeón de la Unión Europea de peso superligero, Sandor Martín, se quejaba en una entrevista de eso, de que el público abuchea cuando los púgiles no se dan en la cara. Cuando no hay sangre.
“Esa idea de que es violento, un negocio sucio y nada más, caló en los medios. Por eso, para buena parte de la prensa el boxeo apenas existe. O existe sólo en la puerta del juzgado. Pero no como deporte”, se queja Javi Gallego, mánager de Frank y gerente del gimnasio en el que entrena. Pero Gallego no culpa a la prensa de todo. Sabe que desde dentro también se han hecho cosas que han contribuido a cargarse el boxeo, y cree que el hecho de que los años 60 y 70 fueran la época dorada de este deporte hace que la gente lo rechace “porque lo relacionan con el franquismo”.
No sólo algunos medios rechazan el boxeo como deporte, también algunos partidos como Izquierda Unida (IU), cuyo Grupo Municipal en Valladolid pidió que se prohibieran las imágenes de niños boxeando en un concurso de fotografía. Los boxeadores saben que no están bien vistos: “Lo que más me duele es que me digan que esto es de garrulos y de gente sin cabeza”, explica Frank Urquiaga. “Tiene sus peligros, evidentemente, pero vamos protegidos, hay normas y superamos controles médicos estrictos que nos impiden competir si hay algún riesgo”, cuenta el boxeador. Para paliar esa percepción, Urquiaga hace su aportación dando charlas por los colegios dentro de un programa de la Generalitat que bajo el nombre de ‘El esfuerzo no es un palo’ enseña a los niños que ser constante tiene recompensa.
Las charlas de Frank Urquiaga tienen un fin loable y las de Planas o BoxGirls, además, se desarrollan en entornos muy duros. Con esas condiciones son menos los que se oponen a que se enseñe a los jóvenes a dar un derechazo y se acepta el boxeo como mal menor para combatir uno más grave. Pocos se atreven a juzgar la decisión que tomó en su día Sadaf, que vive en un país aterrorizado por los talibanes. Pero, ¿cómo se percibe el boxeo en países sin problemas como los que tienen Kenia, Afganistán o Pakistán? En el barrio de Gamonal en Burgos podría estar la respuesta.
Gamonal fue noticia en 2014 por los disturbios ocurridos tras las protestas de los vecinos, que querían evitar la construcción de un bulevar de ocho millones de euros a un consistorio que meses antes había recortado varios servicios públicos escudándose en la crisis. En ese mismo barrio está la entidad Saltando charcos, que desde diciembre dispone de nuevas instalaciones para desarrollar el programa Boxeo Educa. El centro ayuda a unos ochenta jóvenes en situación de exclusión social e imparten boxeo porque así lo pidieron sus usuarios. A Sadaf también le pasó: practicaba fútbol y voleibol pero optó por el ring. Óscar Caballero, educador del centro, habla de que si educar es difícil, reeducar lo es aún más, y de que hay que guiar a estos chicos con prácticas que les interesen y les den herramientas de las que carecen. “A través del boxeo y otras disciplinas de contacto hemos podido observar cómo se promueven hábitos higiénicos y saludables, normas de conducta y respeto, la responsabilidad personal y la cooperación con los otros miembros del equipo”, reza en la web de la entidad.
Puede que el boxeo sea una forma cruel de autoagresión, pero es la forma más inmediata de trascender el propio destino, Carol Joyce Oates en Del Boxeo
“Allí donde hay paz, el hombre de guerra se ataca a sí mismo: pero, ¿qué es exactamente ‘la paz’, dónde hallarla en guetos de indecible miseria y malestar? Puede que el boxeo sea una forma cruel de autoagresión, pero es la forma más inmediata de trascender el propio destino”. Lo escribió Carol Joyce Oates en su libro Del boxeo parafraseando al filósofo alemán Friedrich Nietzsche y bien podría explicar proyectos como el del barrio burgalés. Nada justifica la violencia y Gamonal no es Afganistán. La pregunta es si en países desarrollados el boxeo está peor visto porque no creen tener habitantes que necesiten “trascender su destino.”
El que fuera cronista del cuadrilátero en la época dorada del boxeo en España, Manuel Alcántara, tiene clara la respuesta: unos años más de crisis y se verá resurgir el pugilismo con más fuerza que nunca. Reflexiona sobre ello en La edad de oro del boxeo (Libros del K. O.): “Resulta curioso que en los dos países europeos más preponderantes ahora esté creciendo el boxeo: Inglaterra y Alemania. Y en España volverá a crecer si el Gobierno sigue apretando la tuerca con decretazos…”. Un dato que refuerza la idea del cronista viene de uno de los países que cita: el proyecto de Cameron y sus BoxGirls no empezó en Kenia, sino en Berlín, en los barrios de Kreuzberg y Neukölln. Fue en 2001, antes de que llegaran a la zona artistas, bohemios o inmigrantes del resto de Europa huyendo del paro. En aquel momento, con un desempleo en la zona que rozaba el 30%, una mezcla de culturas no siempre bien gestionada y las tasas de criminalidad más altas de la capital alemana, el boxeo llegó para darles a las chicas “concentración, elevar su autoestima y ayudarlas a conseguir sus objetivos fuera y dentro del ring”. Resumiendo: para trascender sus circunstancias.
Empoderamiento
El boxeo sirvió para empoderar a la comunidad femenina, pero estoy seguro de que sirve igual para hombres que para mujeres
Siendo directora de ONU Mujeres, Michelle Bachelet escribió lo siguiente con motivo de los Juegos Olímpicos de 2012: “El poder que tienen los deportes de contribuir al empoderamiento de las mujeres y de las niñas es innegable. La participación en los deportes permite a las mujeres y las niñas entrenarse para ser las mejores, incrementando sus capacidades y confianza, a tal punto que les acompañará toda la vida”. En aquella edición de las Olimpiadas se incluyó por primera vez el boxeo femenino como deporte olímpico y fue un aliciente para que Moreno y Venegas se decidieran a explicar la vida de Sadaf. Pero ese empoderamiento no es sólo para ellas. Así lo cree Frank Urquiaga desde que siendo un adolescente se puso los guantes; Javi Gallego con los chavales que le llegan al gimnasio; y Juan Antonio Moreno después del rodaje en Afganistán. “El boxeo sirvió para empoderar a la comunidad femenina y crear un ejemplo a seguir pero estoy seguro de que con un buen mentor y una buena cabeza, sirve igual para hombres que para mujeres.”
Al preguntarle a Venegas si cree que el bien que el boxeo le ha procurado a Sadaf sería aplicable en lugares menos extremos, no duda: “Siendo mujer en Afganistán, su destino era casarse al cumplir los 14. Sadaf encontró en el boxeo una alternativa de vida y confianza en sí misma. Aquí los motivos pueden ser otros, pero todo lo que sirva para luchar por la dignidad humana es aplicable en cualquier lugar del mundo”.
La vida de Pac-Man, que a los 13 años andaba por las calles de Manila buscando cualquier empleo para mantener a su familia y peleó en antros por algunas monedas, bien podría ser una de esas historias que justifica el boxeo incluso a ojos de sus detractores. Consiguió salir del agujero, ser uno de los mejores y convertirse en estrella. Algunos dirán que trascendió su destino. Otros opinarán que lo único que hizo fue cambiar de hoyo.
De la pobreza al lujo, de la calle a una mansión y de paria a congresista. Esa es la evolución vital que ha hecho que escritores, periodistas y cineastas se interesen por la vida de Manny Pacquiao, el púgil filipino que el 2 de mayo perdió ante el estadounidense Floyd Mayweather el título mundial de peso wélter....
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Silvia Cruz
Periodista
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