Cartas desde Meryton
Ponme una Q+ bien grande y media docena de churros, por favor
Se ha perdido por completo el pudor y ya no pasa nada por exhibir en público que se es mala persona, que se odia. Toca resistir
Silvia Cosio 16/01/2025
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El pasado 6 de diciembre, en mi ciudad, Xixón, dos matones acosaron y trataron de agredir a un chico gay. Días después el PSOE xixonés tumbó una declaración institucional de condena contra esta nueva agresión homófoba. Lo hicieron parapetándose en la peregrina excusa de que en el texto aparecían las siglas “Q+”. Así que para evitar contaminarse de peligroso queerismo los socialistas de mi villa se alinearon con Vox y aquí paz y después gloria... o no, porque no tardaron en mandar a insignes militantas a justificar su postura. Y estas, raudas y veloces, se lanzaron sobre sus portátiles a perpetrar excusas que harían hincharse de orgullo y satisfacción a la mismísima Pilar Primo de Rivera. Jugando a confundir la Teoría Queer, que es un corpus teórico complejísimo y heterodoxo –y que claramente desconocen–, con las personas y las identidades queer, mientras agitan la coctelera con su pizquita de vientres de alquiler y sus tres onzas de pedofilia, las autodenominadas feministas clásicas de la Villa de Jovellanos nos quisieron servir un cóctel intragable de paternalismo, homofobia, ignorancia y odio aderezado con esencia de lágrimas de autocompasión porque todo el mundo está en contra de ellas y las llama fascistas.
Avancemos ahora unas tres semanas. Nos encontramos en la madrugada de la Nochevieja del 2024, concretamente son las doce y doce minutos. Mientras la mayoría del país celebra el haber sobrevivido una vez más al atragantamiento de las doce uvas y trata de bajar el turrón de chocolate con cava o sidra achampanada, los ultras están en redes echando el resto a cuenta del dibujo de una vaca. Podría haber sido cualquier otra cosa lo que hubiera provocado la campaña contra Lalachus: desde la defensa a ultranza de la industria del alcohol –Broncano y Lalachus brindaron con una bebida sin alcohol–, hasta el grito desesperado de los que tuvieron taquicardias y creyeron morir del susto porque se habló en catalán sin previo aviso. Pero eligieron lo de la religión, entre otras cosas, porque nuestra legislación se lo ha puesto a huevo, también os digo. Sin embargo lo que más llamaba la atención de todos los tuits, declaraciones furiosas, golpes de pecho, ajustes de cilicio y puños agitándose al aire, era el hecho de que en todos ellos se hacía alusión al físico de la presentadora. Su cuerpo, su peso, su aspecto, eran la prueba de su culpabilidad, de su pecado, de su afrenta. No les jodió la supuesta blasfemia contra el Señor sino el cuerpo no normativo de Lalachus y sobre todo que a ella se la sople lo que tengan que opinar sobre él.
Al igual que las autodenominadas feministas clásicas de mi ciudad, que alegan que ellas lo único que buscan es el bien de la comunidad LGTBIQ+, los que atacan a Lalachus se escudan en una falsa preocupación por la salud cuando en el fondo tanto unas como otros lo que quieren es meter a la gente en cintura, domarla. El discurso reaccionario odia la diversidad, lo heterogéneo, y detesta, desprecia y se burla de todo lo que les asusta, que en el fondo es todo aquello que no entienden o no pueden controlar: cuerpos, identidades, vidas, sexualidades, estéticas, pensamientos... todo tiene que pasar por el rodillo de la normatividad, la uniformidad. Porque lo importante es evitar a cualquier precio el cuestionamiento del statu quo, de los privilegios, del poder. No es ningún secreto que la deriva hacia posicionamientos tránsfobos y lgtbiq+fóbicos de algunas socialistas españolas nació en el mismo instante en el que perdieron el Ministerio de Igualdad y con ello el monopolio de la narrativa feminista, momento que coincidió además con la nueva ola reaccionaria a la que se han unido y que se sustenta en bulos, inconsistencias teóricas, una ignorancia desprejuiciada y un odio apenas distinguible del enarbolado por la extrema derecha, aliándose así precisamente con quienes quieren acabar con todos los logros sociales de las últimas décadas, incluyendo también los logros del feminismo.
Mirad, el 2025 pinta regulero, no nos engañemos, y ni siquiera podemos ya estar seguros de si las amenazas de Trump contra Groenlandia y Canadá van en serio o son un show destinado a entretener a su electorado; pero lo que sí podemos afirmar es que se ha perdido por completo el pudor y que no pasa nada por exhibir en público que se es mala persona, que se odia. Vivimos en la era de la ozepimcación de la conciencia y la moral, cada día más exiguas y delgadas. Se han traspasado todas las fronteras, ya todo vale: los bulos, los insultos, el racismo, la misoginia... todo ello ha sido y está siendo alimentado por unos líderes políticos tan enajenados como blindados por un electorado infantilizado y rencoroso que aplaude esos excesos financiados por milmillonarios a los que les sobran las reglas de la democracia. Para la reacción todo hueco es una buena trinchera donde colar el discurso reaccionario y cualquier excusa les sirve porque en el fondo todo les da igual. Es por eso que las disidencias vitales, sexuales, corporales y la alegría de vivir, la risa y el humor les molestan tanto. Así que toca resistir, no perder la sonrisa y pedirse una deliciosa media docena de churros para alegrar el camino.
El pasado 6 de diciembre, en mi ciudad, Xixón, dos matones acosaron y trataron de agredir a un chico gay. Días después el PSOE xixonés tumbó una declaración institucional de condena contra esta nueva agresión homófoba. Lo hicieron parapetándose en la peregrina excusa de que en el texto aparecían las siglas “Q+”....
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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