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Crecimiento no es desarrollo
Félix Soria 30/11/-1
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¿Por qué es tan farragosa, inasequible, plana y por lo general “aburrida” la información económica? ¿Será porque esa ciencia es metálica, fría y sus materiales tan rígidos que imponen principios dogmáticos similares a los religiosos?
Para nada. El asunto tiene miga y la economía que ofrecen los medios más, tanta que casi siempre deberían ofrecerla en cursiva o susurrando… y sonrojados.
El pasado martes, sin ir más lejos, el diario Expansión publicaba un vis a vis con José Viñals, actual consejero del FMI y ex subgobernador del Banco de España (2006-2009), en la que este comentaba que «es fundamental que todas las políticas económicas [del Gobierno] puedan llevarse a cabo para mejorar la productividad estructural de la economía española y mejorar su capacidad de crecimiento…»
Productividad estructural suena bien, ¿verdad? Pero, ¿qué significa? Sin rodeos y sin música: la capacidad de producir más dinero moviendo dinero. Esa perversa facultad explica buena parte del crecimiento experimentado por la economía española desde hace años.
¿Desde cuándo? Desde los primeros ochenta, cuando primero la UCD, tímidamente, y luego el PSOE con permiso y bajo la supervisión de la élite financiera acometieron la transición de la economía franquista a la que primaba en Occidente.
Eso de la productividad estructural es uno más de los conceptos nacidos a la sombra de un fenómeno que no es español, sino internacional y por descontado, sistémico.
La información económica ha tocado fondo
El estallido financiero de otoño de 2007 en Estados Unidos a causa de la proliferación de créditos basura —las famosas subprime, que en gran parte ya habían sido empaquetadas y vendidas por todo Occidente— provocó sucesivos reventones que afectaron a diferentes actividades y con distinta profundidad a todos los países del Primer Mundo.
En España, resumiendo el episodio, quedaron al descubierto los sobredimensionados precios (burbuja) de los solares y del ladrillo y, por extensión, ese revés evaporó entre el 20% y el 80% de los activos de los bancos y cajas, en proporción al dinero que cada uno de ellos había dedicado a especular en el sector inmobiliario o en otras operaciones de parecida irracionalidad (o codicia).
Llamar crisis a todo eso y a cuanto ocurre desde entonces —como hacen numerosos economistas y casi todos los periodistas— es una forma como otra de disfrazar la realidad, sin menoscabo de que hay quienes lo hacen por comodidad o por “consenso semántico”, dicen, para evitar confusiones en el receptor de los mensajes, lo cual equivale a decir evito la confusión confundiendo (no es un trabalenguas).
Tan prolongada recesión ha dejado al descubierto muchas cosas y hay una que tratan de ocultar a toda costa los altos directivos de los medios convencionales —en especial, los accionistas inteligentes y sus peones en la conducción de los grandes grupos mediáticos--.
No es una crisis al uso y precisamente por ocultar que es sistémica e inevitable —si no hubiera reventado por el pinchazo de las subprime, lo hubiera hecho por otro accidente cualquiera— ha quedado al descubierto la complicidad de numerosos medios con los gobiernos, los desreguladores y los agentes codiciosos.
En asuntos económicos nada es casual
Las ciencias y los conocimientos no se deterioran per se ni se pierden en el éter; lo que realmente ha ocurrido es que la cúpula del sistema satanizó las Ciencias Económicas en los gobiernos y la mutiló en las universidades; así, poco a poco, se ha creado la pseudociencia que aplican las instituciones, se enseña en las aulas y se propaga a través de los medios.
Entre todos hemos sacralizando dogmas hasta el extremo de que, por ejemplo, el producto interior bruto (PIB) no sólo indica las alzas o descensos de la suma de riquezas naturales, productivas y financieras del país, sino que también ha sido convertido en la referencia para valorar el aumento o la reducción del desarrollo económico e incluso del bienestar social.
Todo vale con tal de destruir el valor y el concepto más detestado por los acumuladores de dinero: el desarrollo económico y con él, la sostenibilidad… que es el demonio de los partidarios de imponer la versión más depredadora del sistema.
La sostenibilidad apenas permite acumular capital. Esa es la causa por la que hay periódicos y emisoras que día sí y día también cargan contra la tesis científica —suma de evidencias— de que la humanidad está obligada a sustituir la acumulación de dinero por las actividades sostenibles.
Los significados tramposos que ha ido sembrando el poder y que difunden numerosos medios han extendido la creencia de que crecimiento, desarrollo y bienestar social son hermanos. Los cuentacuentos publicitaron esa falacia y colocaron la trampa del “capitalismo popular” protegidos por los gobiernos y con el aval de los medios. Así, poco a poco, cual lluvia cálida, la sociedad ha acabado por hacer suya la mentira de que sólo hay una economía posible.
Eufemismoa y retórica
Los portavoces de las administraciones públicas, los de casi todos los partidos, numerosos economistas y por descontado prácticamente todos los periodistas ya no hablan, comentan o informan de Economía, sino sólo de econometría y de zarandajas como la «productividad estructural»; o bien especulan con que la Bolsa cae porque Varoufakis tiene terraza y su esposa ha organizado una cena romántica, con pescado horneado y a la luz de dos velas.
No han tenido escrúpulos. Han destrozado el consenso científico que permitía estudiar, entender y difundir Economía, ciencia que abarca y precisa de la ayuda de otros saberes, desde Historia y Geografía hasta Sociología y Ciencias de la Naturaleza, pasando por la Filosofía y las Matemáticas.
Las simplezas de la pseudociencia económica que manejan las instituciones y difunden casi todos los medios convencionales llevan a conclusiones aberrantes, como la de asegurar que se crean nuevos empleos pese a que la población activa ocupada sigue siendo inferior a la de hace cinco años, y a pesar de que desde la última reforma laboral nueve de cada diez contratos firmados son en precario: por días, semanas, meses y/o a tiempo parcial.
Partiendo de hipótesis acientíficas y de datos parciales o tergiversados, las conclusiones siempre son falaces, de ahí que el uso en los medios de eufemismos, expresiones retóricas y palabros sea fundamental para mantener viva la creencia de que esta es la única economía posible.
Lo más absurdo de todo es que este desmadre ni siquiera es el único capitalismo posible.
La crisis sistémica ha dejado al descubierto el vacío intelectual en ciencia económica, desastre provocado por el afán desregulador: desmantelar el Estado como guardián de la racionalidad económica.
Para reventar esa racionalidad en las sociedades democráticas es imprescindible tomar el control directo o indirecto de los medios. Y a punto han estado de conseguirlo al 100%.
Urge recuperar la Ciencia Económica
Así las cosas, uno de los grandes retos de los profesionales y de sus organizaciones —de la mayoría de las empresas poco se puede esperar— consiste en recuperar la Economía para evitar las intoxicaciones, inexactitudes y mentiras.
Poner coto a la desinformación es tan sustancial para el futuro de la profesión como rechazar la criminalización de los periodistas y de los medios que difunden filtraciones, y tan necesario como seguir captando imágenes en la calle y en todas las circunstancias por mucho que un grupo de legisladores haya convertido a camarógrafos y fotoperiodistas en sospechosos de “terrorismo informativo” por hacer su trabajo.
Informar de Economía, no sólo de econometría, es un reto singularmente importante mirando hacia el futuro.
A pesar del elevado número de periodistas que no se lo creen o que prefieren no creerlo porque es más cómodo, los profesionales de la información siguen siendo la herramienta más efectiva para imbuir en la sociedad ideas, conocimientos, valores y actitudes… Bien para abrir horizontes o para caminar hacia el pasado. Para elegir entre lo uno y lo otro se vota cada día sin urna… Y en ella el próximo día 24.
¿Por qué es tan farragosa, inasequible, plana y por lo general “aburrida” la información económica? ¿Será porque esa ciencia es metálica, fría y sus materiales tan rígidos que imponen principios dogmáticos similares a los religiosos?
Para nada. El asunto tiene miga y la economía que ofrecen los medios...
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Félix Soria
Nací en Lugo (1953), me crié y formé en Barcelona. Estudié en la UB la "vieja" Filosofía y Letras. Trabajé desde los 17 años en un poco de todo: barrendero, traductor, mozo almacén para carga-descarga, administrativo, comercial o funcionario municipal. Fui corresponsal de La Voz de Galicia en Bélgica. Mi primer empleo en información fue como colaborador de Reuters y de AFP. He colaborado con distintos medios en Catalunya y Andalucía. Vivo en A Coruña, escribo en mi blog, y hago colaboraciones esporádicas que me piden desde Sudamérica sobre asuntos comunitarios.
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