Santa fiesta mortal
Luis Felipe Torrente Kike Carvajal 27/05/2015
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Niños y adolescentes lanzándose ratas muertas en El Puig; caballos obligados a atravesar inmensas hogueras en San Bartolomé de Pinares; burros golpeados en Villanueva de la Vera; gansos descabezadas en Carpio del Tajo y Lekeitio; toros alanceados en Tordesillas, toros ahogados en Denia, toros acosados en Benavente, toros embolados en Amposta…
Y la gente, mucha gente, de todas las edades, participando, regodeándose, disfrutando.
Cultura y tradición
La Fiesta, en España, es así. Desde Canarias hasta Cataluña; desde Andalucía al País Vasco. En esto de festejar matando animales no hay diferencias entre nacionalidades históricas y autonomías rasas. “Hay ejemplos de maltrato y tortura de animales en todo el mundo, pero con la celebración, el arraigo popular y el volumen que tienen en España no hay nada parecido”. Lo dice, y sabe de qué habla, Miguel Rolland, un cineasta que ha decidido levantar la voz hasta que le escuchen. Por eso se ha enfrascado en la película Santa Fiesta. Cree que es la única manera de cambiar las tornas y de que comience el ocaso y muerte de las fiestas tradicionales españolas --bendecidas hasta hoy por la Iglesia Católica--, que acaban con la vida de 60.000 animales cada año: “Los españoles somos un pueblo salvaje. Es duro y se me encoge el corazón al decirlo, y no por un patriotismo de pamplinas. Me duele aceptar esta condición porque es mi sitio en el mundo, y el de mi familia y amigos. Ese amor realista es el que me impulsa a trabajar por un cambio que se debe hacer en contra de la mayoría, lo que en otra época y lenguaje se llamaría liberar”.
Liberación
Para contribuir a esa “liberación”, durante año y medio Rolland y su equipo han documentado visualmente una docena de festejos, los que han considerado más representativos, que les sirven para mostrar las diversas formas de tortura y muerte con que se festeja al santo patrón en otra docena de pueblos y ciudades de España.
Y no ha sido fácil. Se han visto obligados a trabajar en secreto, a escapar de pedradas y palizas, y se han acostumbrado a recibir golpes y escupitajos, a ser zarandeados e insultados.
Miedo
Lo habitual es que este tipo de actos se celebren “por imposición”. Rolland cree que la supervivencia de estas celebraciones no obedece a una decisión democrática: “Lo habitual es que haya un grupo muy involucrado y muy violento, habitualmente los quintos y una agrupación de defensa de la tradición que sea, que defienden su fiesta concreta. Son gente muy virulenta, capaz incluso de amedrentar a la corporación municipal. Hay alcaldes que no se atreven a promover la decisión de parar una fiesta de este tipo porque tienen miedo. Esto explica por qué es importante el debate: hay que plantearlo en los pueblos donde los que se oponen quizá son mayoría, pero están amenazados y amedrentados por una minoría violenta”.
En años recientes, debido a las denuncias de los grupos animalistas, algunos ayuntamientos decidieron eliminar este tipo de actos de los programas de festejos. Pero fue temporal, porque prefieren pagar la multa y celebrar la fiesta para no ponerse al pueblo en contra. La multa son 3.000 euros.
En España, cada año se torturan y matan públicamente unos 11.000 toros. Pero no son solo los toros. En España, cada año se tortura y mata públicamente otros 50.000 animales en 16.000 festejos populares, bendecidos por el cura correspondiente: “El cura del pueblo bendice, se pasea en hombros la figura de Jesucristo, o bien el Santo patrón de la localidad, o bien la Virgen en cualquiera de sus mutaciones, y se procede al festejo de sangre y tortura”, explica Miguel Rolland.
Dinero público
Son unos festejos financiados por todos: en 2013, Los Verdes del Parlamento Europeo difundieron el informe Toros & Taxes (PDF) que desvelaba que , solo para las corridas de toros, las administraciones públicas aportan cada año 571 millones de euros en subvenciones y la Unión Europea otros 130 millones. A esto habría que sumar las partidas que ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos dedican a la promoción de festejos de este tipo.
Pueblos sin sangre
Hay iniciativas populares que hacen atisbar cierta esperanza: “En la actual corriente de despertar ciudadano que ha surgido en paralelo a la crisis, en la que gente ha sentido la necesidad de recuperar la soberanía, en algunos lugares se ha normalizado el gesto de denominar a los pueblos lugares sin sangre: los vecinos toman la decisión documentada de que en su término municipal no se van a torturar animales ni en las fiestas ni en corridas ni en actos similares”. Por ejemplo, la campaña Mallorca sin sangre, que ha logrado que una docena de localidades insulares hayan prohibido definitivamente las corridas de toros y celebraciones similares.
Lenguaje universal e indiscutible
El documental Santa Fiesta será pura imagen con sonido natural. Ni entrevistas ni música ni locución: “Nada hay que hablar con esas gentes que amenazan, pegan, escupen a las voces críticas de sus aquelarres. Sólo hay que retratar la verdad de lo que sucede. Vamos a mostrárselo a todo el mundo en un lenguaje universal e indiscutible: imágenes y sonidos. Nada más”, escribe Rolland.
El rodaje está terminado. Pero para acabar la película con la calidad que demanda una iniciativa de este tipo, Rolland y su equipo se han enrolado en una campaña para recabar fondos a través de la plataforma Indigogo. El objetivo no es solo concluir el montaje –que corre a cargo de Vanessa Marimbert, habitual colaboradora de Carlos Saura-: “Queremos que sea algo más que un buen documental. Queremos una comunidad internacional que hable a través de diversos canales, que eventualmente pueda construir la suficiente presión para detener el genocidio animal en España”.
Niños y adolescentes lanzándose ratas muertas en El Puig; caballos obligados a atravesar inmensas hogueras en San Bartolomé de Pinares; burros golpeados en Villanueva de la Vera; gansos descabezadas en Carpio del Tajo y Lekeitio; toros alanceados en Tordesillas, toros ahogados en Denia, toros acosados en...
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Luis Felipe Torrente
Nacido en Albany (EE. UU.) pero criado entre Galicia, Salamanca y Madrid, donde vive. Es guionista del programa Ochéntame otra vez de RTVE. Antes trabajó en Canal +, CNN+, Telemadrid y Cuatro. Ha hecho varias películas documentales con su socio Daniel Suberviola, entre otras, el libro+documental Manuel Chaves Nogales: El hombre que estaba allí, finalista de los Goya en 2014.
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Kike Carvajal
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