Prohibido ser ateo en Oriente Próximo
La Primavera Árabe reveló la existencia de ciudadanos sin confesión religiosa que se han unido en "grupos secretos" ante el rechazo de la sociedad y los gobiernos
Laura Fernández Palomo Jordania , 27/05/2015
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Según su carné de identidad, Mahmoud Jaradat es musulmán. Fadi Issa consta en el suyo como un joven cristiano. En realidad, los dos son ateos, pero la legislación jordana no reconoce esta opción como distintivo personal. "No podría decir que Jordania es un país religioso, pero tampoco laico. Es una cosa entre medias y lo digo en el sentido más negativo", reprocha Mahmoud. Lo menciona con pesar por ser uno de los estados de la región que oficialmente menos espolea el mensaje sectario de las confesiones; pero ser ateo todavía, -y "aún más que antes", coinciden- es un tabú en Jordania y en Oriente Próximo. Las Cortes Religiosas (a las que se deriva, según la confesión del carné de identidad) dirimen gran parte de la vida civil: matrimonio, herencias, divorcios. La sociedad, cada día más confesional, juzga y señala con el dedo.
Moe Hajjaj es de los que bromea para aludir una verdad cuando invita a su "grupo clandestino de ateos". "Me agota hablar en público de este tema. Es un desgaste de energías; es imposible razonar. Los ateos vivimos en la sombra, en grupos secretos.", vuelve a ironizar sobre las reticencias sociales a las que se enfrenta. Grupos que, en realidad, como reconoce Fadi no son más que la necesidad de juntarse entre iguales cuando se es minoría en una sociedad. Una minoría "incomprendida", porque en esta zona, cuna de las religiones, se acepta antes cualquier confesión que la falta de un Dios. "Lo cierto es que desde la Primavera Árabe han salido muchos grupos en redes sociales, que nos han permitido conocernos.", relata sobre una de los cambios que posibilitó la pérdida del miedo a exteriorizarse que siguió a las manifestaciones populares de 2011 y 2012.
Cuando cayeron los regímenes totalitarios y despareció el silencio de las sociedades, afloraron todos los puntos de vista: razonables, descabellados, idealistas, comedidos… y también todas las sensibilidades, tanto la de los islamistas –por ser el Islam la religión mayoritaria en esta región– como la de los seculares. Sin embargo, la mejor y más organizada ideología era la confesional y dado el caldo de cultivo que había en la región por la influencia de las teocracias de El Golfo, como analiza el periodista especializado en Estado y religión Mohamed Munir, fueron los sectores sociales religiosos los mejor financiados y más efectivos.
El halo de liberación sin embargo quedó. El mes pasado, el activista egipcio de derechos humanos Ahmed Harqan se atrevió a declarar en una televisión local su ateísmo. Al día siguiente, él y su mujer fueron amenazados. El despertar comedido del secularismo choca ahora con el conservadurismo creciente de las sociedades. Mientras, el egipcio Hesham Ouf se ha lanzado recientemente a fundar un partido netamente secular, en un país, donde en 1982 se incluyó la blasfemia contra las confesiones monoteístas en el código penal. El gran muftí, máxima autoridad religiosa del país de El Nilo, sigue interviniendo en los devenires de la comunidad y tiene potestad para pronunciarse sobre los veredictos judiciales. Estos días lo hará sobre la condena a muerte que esta semana recibía el presidente depuesto y líder de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, condenado a la pena capital por liderar una fuga de la cárcel durante la revolución de 2011. El primer jefe de Estado democrático en la historia de Egipto fue, a su vez, rechazado socialmente por una política sectaria que dejó a toda la oposición no islamista fuera del debate constitucional. Una pérdida de apoyo que el Ejército aprovechó para atestar un golpe de Estado e imponer un régimen aparentemente laico, donde la ley islámica sigue siendo la principal fuente de legislación en la nueva Constitución.
La política y la religión han encontrado un peligroso acomodo en esta región del mundo; bien para convivir en teocracias religiosas o bien para utilizarse mutuamente entre regímenes dictatoriales de laicismo figurado. Movilizar desde la emoción es la manera más segura de sumar simpatizantes. No en vano, las monarquías de Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Omán y Qatar, basan su legitimidad en razones histórico-confesionales por creerse descendientes de Mahoma.
Y al oeste del reino hachemita, Israel y su pretensión de constitucionalizar un Estado judío. El islamismo –islam político– predomina como una de las caras visibles de la resistencia palestina. Al norte, el régimen sirio y las alianzas con la teocracia chií de Irán; y Líbano con su sectarismo institucional, donde los altos cargos son nominados por confesión. Al Este, el sectarismo creciente iraquí, que germinó en la desestructuración provocada por la ocupación estadounidense de 2003 y la política sectaria del ex presidente Nuri Al Maliki.
En el sur de Jordania, Arabia Saudí, un país limítrofe y máximo exponente del fundamentalismo religioso suní a través de la rama radical denominada wahabita, ha conseguido extender a golpe de cheque una restrictiva visión del Islam por todo Oriente Próximo y los países de El Golfo. "Hasta los años 80, Jordania era un país abierto. Los estados de El Golfo exportan esta variante del salafismo y muchos líderes religiosos, por ejemplo, de los Hermanos Musulmanes recibieron financiación saudí para ir a estudiar allí. Al volver, trajeron estas concepciones", refiere el experto, Mahmoud Munir: "esto cambió la realidad de mucha gente que ahora es más conservadora. Calculo que el 20% de los jordanos son wahabíes". Los analistas también coinciden en que el desmoronamiento de los partidos políticos, nacionalistas y de izquierdas de corte secular, con su ilegalización hasta 1992, facilitó la expansión del confesionalismo. Jordania no es más que un ejemplo extrapolable al resto de la región, entre la represión política de los movimientos progresistas seculares y la financiación ideológica de las monarquías islámicas de El Golfo.
Jaradat fue uno de los escasos 20 participantes que asistió el pasado mes de enero a una manifestación frente a la embajada de Arabia Saudí en Amán contra la condena al bloguero, Raef Badawi, por "insultar el Islam". Unos días antes, una protesta para condenar las viñetas del profeta Mahoma publicadas por el semanario francés Charlie Hebdo, congregaba a miles de islamistas en el centro de la capital de Jordania. Esa semana, el Ejecutivo saudí suspendía los 50 latigazos que el viernes iba a recibir Badawi hasta cumplir los 1.000 azotes a los que ha sido castigado. Las heridas de la primera paliza no se habían curado y se pospuso la sanción. El minoritario grupo de manifestantes, la mayoría ateos jordanos, apelaban a la libertad de expresión y conciencia con fotos de Badawi. Pero desde el año pasado un decreto saudí ha igualado el "ateísmo" a las prácticas de terrorismo con pena de cárcel. Badawi sigue detenido.
El jordano Fadi ha ocultado con el dibujo de una serpiente la cruz que llevaba tatuada en la muñeca, cuando todavía era "buen cristiano". Tan creyente como Mahmoud que destacaba entre los miembros de su clase por ser el que con más atino recitaba los versos del Corán. Así lo habían mamado. Ahora, ateos convencidos y activos, los dos insisten en centrar el debate para unificar no sólo esta opción, sino a todo el colectivo no religioso. "Y en ellos incluimos a los agnósticos pero, también, los seculares, sean musulmanes o cristianos", asevera Fadi. Porque en realidad, de lo que están hablando es de la separación de facto entre Estado y religión. El matiz que aseguran no entiende el marco de las sociedades de Oriente Próximo, porque aquí "el cristiano es también muy cristiano", apunta Fadi. La clave, según ellos, es reivindicar el secularismo al margen de la fe, un debate ajeno y censurado en Oriente Próximo. Mahmoud Munir parte de la misma perspectiva cuando ahora analiza el fenómeno del llamado Estado Islámico (EI). "Ahora con la lucha contra los extremistas, el Gobierno se empeña en poner la discusión entre el buen o el mal Islam, cuando la clave está en luchar contra ellos como un estado civil, porque al final los discursos religiosos en política terminan siendo lo mismo", se preocupa. "Yo no veo ninguna diferencia entre el mensaje de los líderes religiosos salafistas y wahabistas que intervienen en política y este tipo de grupos".
Según su carné de identidad, Mahmoud Jaradat es musulmán. Fadi Issa consta en el suyo como un joven cristiano. En realidad, los dos son ateos, pero la legislación jordana no reconoce esta opción como distintivo personal. "No podría decir que Jordania es un país religioso, pero tampoco laico. Es una cosa entre...
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