Andrzej Duda, el lobo polaco
La elección del líder ultranacionalista, discípulo de Lech Kazcynski, rememora las veleidades autoritarias de Viktor Orban en Hungría y augura una etapa de inestabilidad política
Nacho Temiño Varsovia , 27/05/2015
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De él se ha dicho que supone un riesgo para la democracia e incluso que con su elección se inicia un peligroso camino que puede llevar Polonia ni más ni menos que a una dictadura. Estas son las afirmaciones de un histórico disidente del comunismo, Adam Michnik, tras la victoria de Andrzej Duda en las pasadas elecciones presidenciales de Polonia. El perdedor en esos comicios, el liberal Bronislaw Komorowski, también ha asegurado que la estabilidad de Polonia está en juego tras el éxito de Duda.
El grito ¡que viene el lobo! ha centrado la retórica alarmista de los liberales de centro-derecha polacos y, en general, de los considerados progresistas durante gran parte de la campaña electoral, lo cual no ha impedido que Duda, un nacionalista conservador con un planteamiento económico que en gran parte compartirían muchos partidos de la izquierda europea, haya ganado las dos vueltas de las presidenciales. Duda ha conquistado la jefatura del Estado polaco cinco años después de la muerte del ex presidente Lech Kaczynski, su preceptor político, por decirlo de alguna manera, quien falleció en el accidente aéreo del avión presidencial polaco en Smolensk. Duda lloró entonces la muerte de su mentor, el hombre al que sirvió fielmente en la presidencia polaca y al que se propuso suceder algún día. Ese día ha llegado.
La pregunta ahora es si detrás de Andrzej Duda, un joven jurista de 43 años casado y con una hija, se esconde ese lobo que robará el cesto de la democracia polaca. Si Duda se convertirá en un nuevo Viktor Orban, el polémico primer ministro húngaro al que Jean-Claude Junker llama medio en serio medio en broma el dictador. ¿Supondrá Duda el fin de la prosperidad económica de la que presumen haber logrado los liberales durante sus ocho años de gobierno? Estos días circula un chiste en las redes sociales polacas, en el cual se asegura que tras la victoria de Andrzej Duda y de su partido, Ley y Justicia, los hipsters abandonarán Polonia. Lo cierto es que en los últimos años el país centroeuropeo ha cambiado mucho, se ha modernizado y se ha europeizado en cierto modo, y Varsovia lo ha hecho aún más. Hoy en la capital polaca es casi una moda ser judío o tener amigos judíos, del mismo modo que lo es ser hipster o tener un iPhone. Algunas clases sociales se han beneficiado sin duda del crecimiento económico que ha experimentado el país, aunque otra parte de la población se siente marginada de ese desarrollo y para ellos se mantienen bajos salarios y la emigración como una opción real para buscar afuera la prosperidad que no encuentran en casa.
Pero volvamos a la pregunta: ¿Supondrá la elección de Duda un cambio tan profundo como para hacer temblar a esa nueva Polonia surgida en los últimos años? La respuesta es no. Y es no porque los poderes del presidente son limitados en Polonia, donde sus funciones son esencialmente representativas, con posibilidad de vetar las leyes presentadas por el Ejecutivo, control de las fuerzas armadas y representación exterior. Por ahora Duda sólo ha expresado su deseo de derogar parte de las políticas liberales puestas en marcha en los últimos ocho años de gobierno del partido de centro-derecha Plataforma Ciudadana y de reforzar los intereses nacionales frente a Bruselas, pero hasta el momento son sólo palabras que no puede materializarse en acciones concretas. Unas palabras que, eso sí, le han llevado junto con el descontento de parte de la población a conquistar la presidencia del país. La única realidad en este punto es que ahora se abre un periodo de cohabitación entre el futuro presidente y el Ejecutivo de Ewa Kopacz, y no es nuevo que la cohabitación entre poderes de diferentes partidos no es siempre fácil.
Otro escenario bien distinto podría plantearse si en las elecciones generales del próximo otoño gana Ley y Justicia, la formación a la que pertenece Duda y también el polémico Jaroslaw Kaczynski. Si echamos la vista atrás podemos recordar que Jaroslaw Kaczynski, hermano gemelo del fallecido ex presidente Lech Kaczynski, gobernó el país entre 2005 y 2007, y lo hizo en coalición con dos formaciones que hoy ya son parte del folclore político polaco más casposo: Autodefensa y la Liga de las Familias Polacas.
Fue el Gobierno de Kaczynski una etapa convulsa en Polonia en la que se tuvieron lugar muchas anécdotas que hicieron sonreír a la prensa de todo el mundo. Recuerdo ahora la investigación que su Ejecutivo hizo de los Teletubbies, los populares personajes infantiles de los que se sospechaba su homosexualidad encubierta, especialmente de uno de ellos, Tinky Winky, el teletubbie morado que lleva una bolsa mágica (un andrógino bolso, para Ley y Justicia) y luce un triángulo invertido en su cabeza.
Otras de las decisiones de ese Gobierno provocaron de todo menos sonrisas, como la de prohibir la celebración del Día del Orgullo Gay en Varsovia o las que pretendían ralentizar el proceso de construcción europea. Fueron los años de los gemelos Kaczynski, donde uno estaba al frente del Ejecutivo y otro de la presidencia del país, un periodo donde se imponían visiones nacionalistas, en algunos casos euroescépticas, y en el que la iglesia Católica se desenvolvía cómoda entre un poder político que siempre ha defendido sin complejos los valores católicos. También fue un periodo en el que las relaciones con Bruselas y, sobre todo, con Alemania eran más frías de lo que son actualmente. También es cierto que aquel Gobierno de Jaroslaw Kaczynski se sustentaba gracias al apoyo de los campesinos radicales de Autodefensa (cuyo líder, el euroescéptico Andrzej Lepper, murió en extrañas circunstancias en 2011) y de los ultra ultra ultra (por partida triple, sí) conservadores de la Liga de las Familias polacas, partido ya desaparecido. Eso, sin duda, condicionó y probablemente radicalizó el Ejecutivo de Jaroslaw Kaczynski.
Así las cosas, podemos decir que si Ley y Justicia gana las próximas elecciones de octubre el escenario más oscuro que aguarda a Polonia será una repetición de aquel Gobierno que muchos polacos recuerdan con estremecimiento. Ahora bien, aunque la victoria de Duda demuestra el hartazgo de cierta parte de la sociedad polaca y deja abierta la puerta a una victoria de Ley y Justicia en las generales, esa victoria debería ser por mayoría absoluta, ya que en caso contrario el partido de Duda y Kaczynski lo tendrá difícil para gobernar Polonia en solitario, y dudo de que encuentre aliados para formar una coalición. Una victoria de Ley y Justicia por mayoría absoluta parece, hoy por hoy, poco probable.
De esta forma volvemos a la realidad, a lo que tenemos ahora: un nuevo presidente para Polonia al que le gustaría rebajar la edad de jubilación (que recientemente elevó el Gobierno liberal en una decisión muy criticada), proteger los intereses polacos frente a las grandes corporaciones, devolver parte del sector bancario a manos polacas (gran parte está controlado por grupos extranjeros como el Banco Santander), ayudar a las familias que contrataron hipotecas en francos suizos, aumentar los impuestos a los que más tienen y oponer mayor resistencia a las imposiciones de Bruselas que vayan contra los intereses nacionales. "Hoy tenemos el derecho de hablar en la Unión Europea con una voz firme", ha dicho Duda en la campaña electoral.
Esto es lo que a Duda le gustaría. Mucho de esto puede recordar a las recetas de Victor Orban, "El dictador", pero sin poder ejecutivo el presidente de Polonia no tiene apenas margen de maniobra. Lo que sí es cierto es que su elección no va a mejorar ni las relaciones con Alemania (Duda ha dicho que quiere "recalibrarlas") ni con Rusia (aunque parece difícil imaginar que empeoren más de lo que están).
Así que éste es el panorama que encontrará Andrzej Duda cuando asuma la presidencia de Polonia el próximo mes de agosto. Un discurso en mucho populista difícil de llevar a cabo.
Y en este punto usted puede hacerse una pregunta que tendría mucha lógica: ¿Por qué ha ganado Duda? ¿Cómo puede ganar un candidato de la oposición cuando el país registra crecimiento económico constante? La respuesta tiene dos vertientes: una es el descontento de parte de la sociedad del que ya he hablado. La otra es que su rival en los comicios, el todavía presidente, Bronislaw Komorowski, ha dormido la siesta durante parte de la campaña, confiado en su victoria. Pero no todo es economía y cuando ha despertado, ya era tarde para recuperar el terreno perdido. Duda, hay que reconocérselo, ha hecho una campaña más activa, sobre todo en Internet, y ha captado el voto de los más jóvenes y descontentos, que se han sumado a su electorado tradicional: zonas rurales, personas de avanzada edad y los territorios menos desarrollados del este del país.
Antes de terminar no puedo resistirme a recordar la anécdota de esta campaña que, para mí, la protagonizó Komorowski cuando, durante un acto en el centro de Varsovia, fue abordado por un joven que le pidió consejo: "Señor presidente, mi hermana gana apenas 500 euros (2.000 zlotys) y no es capaz de comprarse un piso, ¿qué podemos hacer?". Komoroski, sin pararse le miró y espetó con una sonrisa: "Le recomiendo que cambie de trabajo y pida un crédito". A lo que el muchacho se encogió de hombros respondió: "Pero es que no encuentra un trabajo mejor pagado". Fin de la conversación.
Luego se ha dicho que ese joven estaba vinculado a las juventudes de Ley y Justica, aunque esa respuesta no es la de un candidato que quiere ganar unas elecciones.
De él se ha dicho que supone un riesgo para la democracia e incluso que con su elección se inicia un peligroso camino que puede llevar Polonia ni más ni menos que a una dictadura. Estas son las afirmaciones de un histórico disidente del comunismo, Adam Michnik, tras la victoria de Andrzej Duda en las pasadas...
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Nacho Temiño
Periodista en Europa Oriental, adonde llegó fascinado por el mundo postcomunista. Desde ahí trabaja como corresponsal y colabora con diversos medios españoles y locales. Ahora está embarcado en un doctorado. Veremos qué será lo próximo.
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