El descontexto
El señor común
23/06/2015
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El señor común quiere ser presidente. El señor común va a acabar con el paro. El señor común es común pero sabe arengar a las masas. Se ha puesto su corbata roja y su traje azul marino y se zambulle en un mar de selfies. Sonriente. Porque al señor común le gusta confundirse con la muy común masa. Es uno de nosotros. Uno de vosotros. Ciudadanos. Compañeros. Votantes.
El señor común también sabe arremangarse. Ponerse una camisa común, una camisa de Zara. La camisa blanca que llevamos todos. La que no dice nada. El señor común es tan común que prometerá en un mitin colocar una estantería Billy y un sofá Klippan en la Moncloa. El señor común juega a ser tu cuñado. No el idiota, el otro. No quiere ser aburrido, ni obvio. Por eso no te va a explicar su programa. Un programa pensando para la gente. Porque no hay nada que al señor común le guste tanto como La Gente. Sobre todo si está en campaña.
El señor común es moderadamente moderado. El señor común es un señor de la media. Con dos hijos como la media. Una educación media y una señora de la media que no se sabe en qué trabaja. Una señora que viste de rojo o de azul pero que siempre se calza su mirada arrobada ante el señor común que en casa es extraordinario. Quizá porque ella sabe que el señor común es un Hombre de Estado hasta en pijama.
El señor común quiere levantar España. Pero entre todos. Quiere conseguir un sueño. Pero para todos. Como consiguió el suyo: alzarse con el liderazgo, ese liderazgo corriente que cuesta tanto. Sabe el señor común que el camino a lo más alto de la lista está plagado de trampas. Él nunca fue el favorito. Era tan común que nadie apostaba que fuera el candidato. El señor común tenía rivales más fuertes. Rivales más listos. Rivales más deseados. Rivales menos comunes. Y aún así ganó él. Él, que parecía poca cosa. Él, que en el fondo es un reflejo de la grisura de España. Del triunfo de la media. Del común de los mortales.
Hay días en los que el señor común sospecha que el partido hace honor a su nombre. Que el partido nunca estará entero aunque lo parezca. Que las sonrisas de sus correligionarios esconden puñales. El señor común sabe que tiene enemigos hibernando. Esa rubia que le mira de reojo mientras agita a las bases. Esa lideresa nada común que espera su momento agazapada afilando sus armas.
Le pesa al señor común la maldición de la herencia. La densa sombra del pasado. La amenaza de los que quisieron ser excepcionales. Y entonces el señor común sufre una crisis de liderazgo. Pero nunca de identidad. Eso el señor común lo tienen claro: sabe que la clave de su éxito está en ser uno que es como todos. Humano. Corriente. Españolito de andar por casa.
El señor común tiene una idea de España. De una España común y reposada. Una España idílica con la que fantasea todas las noches. Una España tan improbable como ese tono bucólico llamado gualda. El señor común se ha atrevido a decir que se quiere vestir con la Bandera todos los días, no solo cuando la selección gana.
El señor común se enciende con nuestros colores. Los de la Roja. No puede cantar mejor los goles ni quejarse mejor en las faltas. El señor común es un hincha. Aunque no es tan común como para comer pipas en cualquier grada. El señor común es más de palco. Y sabe congelar la sonrisa de buen perdedor cuando su equipo no gana. Porque a veces el señor común, como todos los señores comunes, pierde. Por eso, por si acaso, el señor común ha decidido que no necesita primarias.
El señor común presume de sentido común. De poder salvarnos del caos. Porque el señor común no lo dice, pero está convencido de que no es un señor cualquiera. Esconde una capita de superhéroe bajo su traje. Aunque no lo confesará por no romper el hechizo de la gente corriente. Pero no es tan común ser tan común como él. Ser el primero de los señores normales. El que merece ser presidente.
Por eso tantos votarán al señor común. Porque este señor común se puede llamar Rajoy. O se puede llamar Sánchez. Hagan la prueba. Coloquen cualquiera de los dos apellidos donde dice “el señor común”. Y verán que los dos encajan. El señor común Rajoy. El señor común Sánchez.
El señor común quiere ser presidente. El señor común va a acabar con el paro. El señor común es común pero sabe arengar a las masas. Se ha puesto su corbata roja y su traje azul marino y se zambulle en un mar de selfies. Sonriente. Porque al señor común le gusta...
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