El despotismo ilustrado eurorruso frente a Ucrania
La UE y Rusia han convertido a Ucrania en un tablero de ajedrez donde dirimen sus geopolíticas en clave "paternalista" pero sin contar con los ucranios
Salvador Martínez Berlín , 17/06/2015
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Todo para el pueblo pero sin el pueblo. La consigna que resume el paternalismo que caracterizó en el siglo XVIII el despotismo ilustrado refleja en buena medida cómo europeos y rusos vienen relacionándose con Ucrania. En Bruselas y Moscú los responsables políticos se empeñan en no perder su influencia en ese país del este continental desde que comenzaran las protestas de la Plaza del Maidán en Kiev a finales de 2013. La Unión Europea (UE) y Rusia atribuyen a Ucrania una significativa relevancia, dado su crucial emplazamiento geopolítico. El país de Petro Poroshenko está a las puertas de la Unión y a un paso del corazón de Rusia. En seis horas y media se va en coche del centro de Moscú al noreste ucraniano.
Esa relevancia explica que en los últimos meses la UE haya centrado casi exclusivamente su política exterior en la contención de la influencia rusa en el este ucraniano y en el desarrollo de renovadas relaciones con el Ejecutivo de Poroshenko y su primer ministro, Arseni Yatseniuk. En Berlín, desde donde la canciller Angela Merkel ejerce frente a la Rusia de Vladimir Putin de líder continental -- y hasta cierto punto occidental con el permiso de Barack Obama --, "toda la energía del Gobierno está siendo absorbida por la crisis ucraniana cuando se habla de política exterior", dice a CTXT Petra Becker, investigadora del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán).
Putin y el resto de responsables rusos "están pensando siempre en cómo desestabilizar a Ucrania, de manera que si deja de funcionar la presión económica o energética, entonces se activa el conflicto militar en el este".
Por su parte, Putin y el resto de responsables rusos "están pensando siempre en cómo desestabilizar a Ucrania, de manera que si deja de funcionar la presión económica o energética, entonces se activa el conflicto militar en el este", asegura en declaraciones a este semanario Gustav Gressel, investigador de la oficina berlinesa del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un think-tank europeísta que atiende a las siglas inglesas ECFR.
En Ucrania, la UE y Rusia, como buenos actores internacionales, están buscando principalmente satisfacer sus intereses. Una y otra lo hacen con los medios que tienen a su alcance. Por un lado, la UE hace avanzar su agenda por medio de su sofisticación administrativa. Con ella está contribuyendo a que se lleven a cabo reformas modernizadoras en el Estado ucraniano. Rusia, por su parte, siempre puede ampliar su influencia en la región del conflicto debido a su afinidad con los rebeldes prorrusos. Según se asegura en el lado occidental del Viejo Continente, Moscú es clave para entender la existencia y las aspiraciones de las autoproclamadas repúblicas de Luhansk y Donetsk.
En este pulso de rusos y europeos, Ucrania y los ucranios cuentan poco. De no ser así, el ECFR no habría publicado hace unos días el estudio What does Ukraine Think? (¿Qué piensa Ucrania?). Editado por Andrew Wilson, investigador del ECFR y profesor de estudios ucranianos en la Escuela de Estudios Eslavos y Europeos del Este de la Universidad de Londres, este volumen plantea, ante todo, "que la mayor parte del debate y los esfuerzos diplomáticos realizados para resolver la crisis actual se han llevado a cabo sin tener en cuenta a Ucrania", explican desde la oficina en París del ECFR.
Muy poco después del inicio de las protestas de la Plaza del Maidán, en Moscú ya se aplicaba eso que Gustav Gressel llama el pensamiento KGB". "En los años de Solidarność en Polonia, por ejemplo, el análisis de la KGB consistía en decir que esas manifestaciones estaban orquestadas por Estados Unidos y que sus participantes eran actores occidentales", explica Gressel. "Del mismo modo, en la visión del mundo de Vladimir Putin, las protestas en Ucrania no las hacen sujetos políticos que expresan sus propios deseos, sino que son guiados por otros, es decir, Occidente", añade.
En la Unión Europea se está poniendo el énfasis político en la necesidad de acometer las reformas que necesita el país de Poroshenko. Pero "es duro pedir a una sociedad que emprenda reformas cuando la mayoría está luchando por sobrevivir a la crisis económica o preocupada por su seguridad", según escribe en What does Ukraine Think? Olena Tregub, periodista que trabaja ahora para el Ministerio del Desarrollo Económico y Comercio de Ucrania. "Los dirigentes ucranianos tienen una agenda de reformas enorme, porque no ha habido nada parecido en ese país en los últimos 25 años y ahora tienen que recuperar el tiempo perdido bajo las condiciones que impone la guerra en el este", agrega Gressel.
La modernización política que tanto desea Bruselas topa, sin embargo, con otras dificultades: la lentitud, la ineficiencia y la corrupción que dominan la administración pública. En realidad, todos los estratos de la sociedad acusan los mismos problemas. En ese sentido Paul Quinn-Judge, director del área Europa y Asia Central en el International Crisis Group, un think tank con sede en Bruselas cree que apoyar con logística militar a Kiev en su conflicto con los rebeldes prorrusos es una mala idea porque "es difícil saber dónde irá a parar esa ayuda, dada la corrupción del Ejército ucraniano".
Ya en los primeros compases de la guerra civil que vive el país, un responsable de los servicios de seguridad ucranianos en Kiev explicaba al reportero británico Tim Judah que, debido a la corrupción, "Ucrania podía compararse a la República Democrática del Congo".
Fue la corrupción, y no las ansias de pertenecer a Europa o de seguir bajo la influencia de Rusia, lo que sacó a la gente a la calle a finales de 2013, según contaba la doctora Olga Bogomolets, que asistió a los manifestantes en la Plaza del Maidán, al periodista James Meek: "No hemos luchado así para que la oposición llegue al poder, lo hicimos para cambiar el sistema, para acabar con la corrupción, para que el pueblo ucraniano, en Donbass o en Crimea, se levante y luche contra esa plaga".
Un cambio de semejantes características necesita mucho tiempo, mucho más del que impone la situación actual en Ucrania, con una guerra civil de por medio. Por eso Olena Tregub concluye en What does Ukraine Think ? apuntando que "Ucrania todavía está lejos de crear el tipo de modelo democrático que el Kremlin tanto teme, pero si el régimen ruso logra acabar con el experimento democráctico que está teniendo lugar en Ucrania y redibuja las fronteras de Europa, el futuro de toda Europa puede ser inestable".
El conflicto de Ucrania ha quedado relegado momentaneamente en la prensa. Sin embargo, sigue habiendo problemas geopolíticos de primer orden llamando a las puertas de Rusia y de la Unión Europea. Está por ver qué papel juegan los ucranianos en su resolución.
Todo para el pueblo pero sin el pueblo. La consigna que resume el paternalismo que caracterizó en el siglo XVIII el despotismo ilustrado refleja en buena medida cómo europeos y rusos vienen relacionándose con Ucrania. En Bruselas y Moscú los responsables políticos se empeñan en no perder su influencia en ese país...
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Salvador Martínez
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