Análisis
El PNV sale reforzado del maremoto ciudadano
Euskadi es la única comunidad donde el partido de siempre ha obtenido unos resultados excepcionales tras el 24 M que refuerzan su poder en todas las instituciones públicas
Gorka Castillo Bilbao , 18/06/2015
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Las paradojas vascas no tienen fin. Basta con recorrer las calles de Bilbao para hacerse una idea del placentero ambiente político en el que se columpia esta Euskadi sin terrorismo. Cierto es que las brasas de la intolerancia aun no se han apagado del todo, pero también que el paso del tiempo empieza a enterrar el miedo y a borrar los dolorosos estigmas que durante décadas mantuvieron a la ciudadanía gritando auxilio sin mover los labios. En silencio, de forma casi imperceptible, el maremoto electoral del 24 de mayo pasó por esta tierra sin producir grandes desperfectos en las estructuras políticas de siempre. Hubo cambios, sí, pero aquí sigue mandando el PNV con o sin los compañeros de cama que le han acompañado desde la noche de los tiempos, es decir, el PSE y la izquierda abertzale.
El color del mapa sigue siendo el mismo --el rojo, blanco y verde de la ikurriña-- aunque varíen de intensidad según los territorios. Los jeltzales gobernarán las Diputaciones de Vizcaya y Guipuzkoa con el apoyo de los socialistas, y la de Álava con el respaldo de EH Bildu. Idéntico escenario al de las tres capitales vascas donde el PP, con la única excepción de Vitoria, ha terminado hecho unos zorros por su tozuda gestión sobre el fin de ETA y por su peligroso discurso contra la inmigración y las ayudas sociales que se conceden en Euskadi. Los populares vascos no debieron medir bien el paso porque sus resultados han sido los peores de la historia. Ahora quedan sin un líder conocido y con una presidenta regional, Arantza Quiroga, tan desarbolada por las circunstancias de un partido dividido, que ante el descalabro anunciado decidió pensar que la vida es bella y el sol agradable de mirar.
Por su parte, las plataformas de unidad ciudadana apoyadas por Podemos no serán decisivas en ninguna provincia aunque tendrán representación en todos los territorios, especialmente en Guipuzkoa donde las heridas que ha provocado la izquierda abertzale tardarán en cerrarse. La irrupción de los novatos ha desplazado la capa tectónica de EH Bildu hacia algún lugar del espectro aun sin determinar, tras perder sus dos joyas de la corona: el Ayuntamiento de Donostia y la Diputación.
La irrupción de los novatos ha desplazado la capa tectónica de EH Bildu hacia algún lugar del espectro aun sin determinar, tras perder sus dos joyas de la corona: el Ayuntamiento de Donostia y la Diputación
Una veterana dirigente independentista, que prefiere omitir su nombre, revela en privado la preocupación existente en un numeroso grupo que conforma Bildu ante el movimiento de aproximación de la coalición al PNV, “y el alejamiento consecuente del movimiento social en Euskadi en el que ya hay que incluir a Podemos”. En su opinión, en Euskadi existen las condiciones para confrontar al PNV “desde la unidad popular” especialmente ahora que ETA es un capítulo en revisión dentro de la historia vasca contemporánea. El problema es que el tejido radical de Euskadi sigue mediatizado por un concepto tan granítico y decimonónico como es la patria. “Sin embargo, Podemos nos ha cambiado el pie”, reconoce la dirigente abertzale.
No es que los vascos vivan en otro planeta ni que su discutido ADN contenga uno de esos genes que ralentizan la evolución de las especies en extinción. Para entender el enigma de la resistencia al cambio habría que empezar por radiografiar al PNV, la estructura omnímoda de su aparato político, la función de su red de batzokis en la alimentación de mitos que cohesionan la trinchera nacional, su manera de ejercer el control y la adhesión de las masas populares. Y también, cómo no, el fondo ideológico que ha impregnado el ejercicio de sus políticas públicas, cuando sobre las cabezas del resto de españoles llovían los ladrillos sobrantes de la corrupción. Todo ello se ha unido en estas últimas elecciones como en un bing bang colosal para otorgar al PNV la mayor cuota de poder –que no de votos- de toda su centenaria historia: los ayuntamientos de las tres capitales y las tres diputaciones forales que se unen al Gobierno vasco, que ya estaba en sus manos desde 2012. Hoy lo tienen todo y presumen, como ha repetido en varias ocasiones el presidente del partido Andoni Ortuzar, “de recoger los frutos del buen gobierno” para dulcificar la hegemonía de alta intensidad que los jeltzales ejercen con visión de largo alcance, tal y cómo piensan sus críticos.
El PNV es un partido político con profundas raíces conservadoras pero que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos como una planta busca el sol. En su núcleo convergen conocidas familias que abarcan casi todo el espectro ideológico, desde el neoliberalismo más feroz a la socialdemocracia más laxa. Pero pese a las apariencias, el PNV tiene poco que ver con el PP en la práctica. Es cierto que ambos pertenecen a la derecha política pero con tonalidades bien distintas.
Si se observan los matices, las diferencias son abismales. Un ejemplo es la oposición de los nacionalistas a las políticas de recortes que han barrido España, incluido Cataluña. El PNV también ha mantenido un pulso tremendo con los populares en defensa de la Renta de Garantías de Ingresos (RGI), una ayuda pública que el Gobierno vasco otorga a los parados de larga duración que el PP ha intentado laminar durante los últimos cuatro años con acusaciones de fraude y otros calificativos que provocaron la protesta de organizaciones como SOS Racismo. Y, paradojas del destino, el partido edificado hace más de un siglo por Sabino Arana con los corrosivos mimbres del etnicismo mantiene hoy una defensa numantina de la integración de los inmigrantes, en abierta confrontación con el ex alcalde de Vitoria, el popular Javier Maroto.
Esta mezcla de ingredientes ha permitido al PNV plantarle cara al viento del cambio que azota España y ganar por goleada. En las últimas elecciones no era extraño encontrar a votantes peneuvistas que simpatizaran con la propuesta de Podemos a nivel nacional.
El PNV es un partido político con profundas raíces conservadoras pero que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos como una planta busca el sol
La corrupción es otro elemento diferenciador, una pandemia que de una forma más o menos solapada ha arrasado España de un extremo a otro. “Por supuesto que hay mordidas en Euskadi pero no se han destapado en su totalidad. Hay casos que afectan directamente al PNV, como el “caso de Miguel” sobre comisiones urbanísticas, el del TAV en Guipuzkoa y el movimiento irregular de tierras”, indica el profesor de Relaciones Laborales de la UPV, Juan Hérnandez.
Sin embargo, nada es comparable a lo sucedido en Cataluña con la familia Pujol, a la Gürtel o a la Púnica. “La sensación generalizada es que aquí se practica una corruptela asociada al clientelismo, con redes de constructores muy unidas a la financiación del propio partido, probablemente a través de los batzokis, más que al enriquecimiento personal desmesurado”, afirma Hernández.
Destapar lo que se oculta bajo la manta no es tarea sencilla. El motivo habría que buscarlo en la docilidad informativa de los medios de comunicación vascos, donde los equipos de investigación brillan por su ausencia. “El perfil es bajo. Tienen grandes dificultades para realizar su trabajo. Encuentran trabas, obstáculos complejos porque las mordidas normalmente se producen a través de terceras o cuartas personas”, apunta el profesor de la UPV.
Otro factor es el débil impacto que la burbuja inmobiliaria tuvo en Euskadi y, de nuevo, la novedosa fórmula público-privada que sirvió para controlar la gestión de profundas modificaciones urbanísticas como la de Bilbao. “Y, aunque no sea correcto decirlo, alguna influencia disuasoria también tuvo ETA”, remacha la dirigente de EH Bildu. Hay quien dice que el miedo a la banda desarmó muchos negocios turbios.
Castro Urdiales, una localidad cántabra fronteriza con Euskadi, fue conocida como la “Marbella” del Cantábrico por el nivel de corrupción que se produjo durante la época gloriosa del ladrillo, pero unos pocos kilómetros después no hubo nada de nada. Un misterio sin resolver en el que muchos, como Juan Hérnandez, no observan la mano de ETA. “En absoluto. Estaban en otra guerra. Si un corrupto pagaba el impuesto, le dejaban en paz, tuviera o no negocios ilegales”, asegura.
La última ventaja del PNV sobre sus pares nacionales es que, en esta tierra de mitos con tintes de tragedia griega, ha despertado un aceptable sentido del humor. “¿Cuál es el secreto del espíritu guerrero de los vascos?”, se preguntaban los guionistas del programa de televisión Vaya Semanita en una reciente parodia electoral. “Pues creernos que a los romanos les echamos a pedradas cuando en realidad les vendíamos queso de Idiazábal”. Quizá ahí se encuentre la solución a tanto misterio.
Las paradojas vascas no tienen fin. Basta con recorrer las calles de Bilbao para hacerse una idea del placentero ambiente político en el que se columpia esta Euskadi sin terrorismo. Cierto es que las brasas de la intolerancia aun no se han apagado del todo, pero también que el paso del tiempo empieza a...
Autor >
Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí